sentarnos cuando llegaron otras visitas. Salio entonces una de las hijas y nos ofrecio peladillas, refrescos de frutas, dulces y te pero no cafe que se sirve en el momento de partir, me dijo Adnan.

Los arabes son muy amantes de sus pequenas costumbres y sus relaciones son de extrema cortesia; antes de comenzar a hablar se preguntan mutuamente por la familia, por las cosechas o por los negocios, por la salud, uno tras otro sin perder la paciencia, sabiendo en cada momento a quien toca preguntar y sobre que. Cada gesto, cada ceremonia, por pequena que sea, tiene su rito correspondiente.

Al entrar en la casa, Adnan habia entregado a la mujer una gran caja de galletas que compramos al salir de Damasco y ella le habia dado escuetamente las gracias y la habia dejado en un rincon apenas visible.

Nunca hay que mostrar interes por los regalos, me conto, porque podria dar la impresion de que nos alegramos de la visita por el regalo y no por la presencia del amigo.

Y las hijas sacaron sus propias galletas sin abrir las de Adnan, ni nos invitaron tampoco a comer las frutas o los chocolates que habian traido los demas visitantes, no fuera que pensaramos que no tenian otra cosa que ofrecernos.

En un claro entre dos visitas, una vez hubieron pasado revista a toda la familia y a los ultimos acontecimientos de su entorno, la mujer me conto que tenia cinco hijos, el amigo de Adnan estaba en Moscu con una beca, el segundo habia ganado otra del Consejo Superior Ismaeli en el Paquistan, y las tres hijas, una abogado, la otra medico y la tercera estudiante aun de ciencias quimicas, trabajaban en Damasco y en Alepo, aunque habian venido a pasar la fiesta con ella. Pero del marido preso no dijo nada.

Cuando ya nos ofrecian el cafe de la despedida entraron dos hombres de unos cuarenta anos que nos saludaron con timidez. Solo entonces, cuando una de las hijas cerro la puerta, nos dijeron en voz baja que acababan de salir de la carcel y venian a visitar a la mujer cuyo marido seguia preso. La mujer los habia recibido sin la menor sorpresa. Yo le pregunte a Adnan si ella sabia que estos chicos habian salido de la carcel.

– Todo se sabe -respondio-. La informacion corre de boca en boca, se sabe quien entra en la carcel, quien sale de ella, a quien buscan.

Esas cosas nunca se ponen por escrito ni se hablan por telefono.

Pero siempre se saben.

La mujer conto que desde 1982 su marido estaba detenido, no preso, aclaro, porque estaba en la carcel sin juicio.

– Primero estuvo en Palmira, una carcel en el desierto donde habia tantos presos en cada celda que apenas podian darse la vuelta para dormir y donde las condiciones eran terribles y muy duras. En la de Damasco, donde esta ahora, solo hay doce detenidos por celda. No les hacen trabajar y les dejan estudiar, incluso les proporcionan los libros de la universidad. Los presos se dan clases unos a otros, porque todos son politicos, gente instruida, que quieren aprovechar el tiempo. La carcel de Damasco esta en un edificio en buenas condiciones, es la carcel que ensenan a las comisiones de derechos humanos que visitan al pais. Y ademas se admiten visitas de la familia una vez al mes durante unos quince minutos.

– ?Se sabe cuando saldra tu marido?

La mujer sonrio pero su mirada seguia siendo grave:

– Nadie lo sabe -dijo.

– ?Como has sacado a la familia adelante? -le pregunte, porque aunque los hijos ya eran mayores tuvo que ser dificil educarlos sin el sueldo del marido ni la ayuda del gobierno.

– Soy bibliotecaria y no me ha faltado trabajo. Esto me ha salvado. Y la ayuda de todo el pueblo.

La gente aqui es muy solidaria.

– ?Y a vosotros os encarcelaron tambien con el? -pregunte a los hombres.

– Un ano mas tarde.

– ?Por la misma razon? -sin atreverme a preguntar por que los habian detenido.

– Todos somos del grupo “Movimiento del 23 de febrero”, el ala izquierda del Partido -me dijo uno de ellos-, los mismos que tomaron el poder y que de alguna forma siguen en el.

Pero lo dijo como si en realidad pertenecieran a otro partido, como si el Baaz que gobernaba hubiera utilizado su nombre y su fama para acceder al poder traicionando despues al verdadero.

– Y ?vais a seguir luchando en la oposicion ahora que habeis salido de la carcel?

Aqui la conversacion quedo truncada porque se abrio la puerta y entraron nuevas visitas. Los hombres me miraron excusandose y la mujer tambien, un segundo antes de extender las manos e ir a dar la bienvenida a los recien llegados.

Y de no haber estado esperandonos la madre de Adnan, les habria seguido hasta su casa para hacerles muchas mas preguntas sobre la oposicion, la clandestinidad y su vida en la carcel. No sabia entonces que aquella misma tarde conoceria a uno de los lideres del Movimiento del 23 de febrero, un hombre respetado por todos, incluso por el gobierno, cuyo hermano en una crisis de conciencia, o de desesperacion, ?quien puede saberlo?, se habia suicidado hacia algunos anos.

La fiesta.

La madre de Adnan, que nos dio la bienvenida en la puerta del patio de su casa, era una mujer ya mayor que desde la muerte de su marido se habia refugiado en el trabajo y el silencio. Llevaba el pelo blanco recogido en un mono e iba vestida con una larga tunica negra y una panoleta de punto. Era todavia muy hermosa y miraba a su alrededor con expresion de dulzura y cierto desentendimiento, como si para ella ya todo estuviera demasiado lejos. Me hizo entrar y me mostro la casa que acababan de comprar, dos habitaciones abiertas al patio lleno de frutales y otra habitacion en otro extremo con el bano que habian construido sus propios hijos con ayuda de vecinos y amigos. En el suelo habia aun material de construccion esparcido entre los parterres que, ajenos a las pisadas y el caos de sacos de cemento, maderas y ladrillos, albergaban adelfas en flor, retama olorosa, almendros y buganvillas, y un pozo con brocal de piedra amarillenta con el cubo de estano colgado de la soga.

Habian llegado los hermanos de Adnan con sus mujeres y con los hijos y yo apenas sabia donde meterme porque era un continuo entrar y salir de ninos y hombres y mujeres de todas las edades que se besaban y se saludaban y reian contentos, y gente que iba desgranando la tarde con sus visitas: unos iban, otros comian, otros venian, la familia les despedia en el patio y volvian todos juntos a sentarse y volvian a irse, sacaban bebidas y ensaladas, y pimientos, y carne de cordero en pilas altisimas a cada momento, se sentaban en sillas o sobre las camas y se levantaban sin que parecieran tener ningun plan establecido hasta que llegaba la hora de irse. Me instale en un rincon con un delicioso pan arabe caliente aun que acababan de sacar del horno en el patio y un tazon de olivas y nueces machacadas con cebolla picada, mejorana, pimiento rojo y jugo de limon, que asi es la ensalada de ‘zeitun’, aceitunas.

La oposicion.

Hacia las seis de la tarde, antes de irnos a Hama, Adnan me rescato del torbellino familiar y me llevo a visitar a un hombre muy importante, dijo en un susurro, un lider del Movimiento del 23 de febrero.

Era un hombre ya mayor que llevaba gafas oscuras de montura ancha y solida, tenia el pelo blanco y lo llevaba cortado a cepillo. La chilaba gris disimulaba su enorme corpulencia y su gran barriga. Cuando estaba callado tenia la expresion grave y adusta pero al hablar se le iluminaba la cara y cobraba de pronto una gran expresividad.

Adnan me presento como una periodista que estaba haciendo un reportaje sobre el pais. Asi sera mas facil, me habia dicho.

El lider estaba en el jardin sentado en un sillon de mimbre, bajo la sombra de los olivos entre tanta gente tomando fruta y zumos que al cabo de un rato, cuando comenzabamos a hablar, le pedi que nos alejaramos un poco para que no nos interrumpieran y nuestra conversacion no fuera tan publica.

Porque tenia la impresion de que lo que me estaba contando a mi, los demas ya lo sabian.

Se levanto con parsimonia asintiendo y me pidio que le siguiera, pero no entramos en la casa sino que nos dirigimos hacia una salida del jardin, donde habia una pequena construccion junto a la verja. Era un estudio, una

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