Pero habia que seguir, no podiamos detenernos, ni visitar la acropolis, ni el gran teatro, ni el triclinios. Yo intentaba rezagarme pero no lo logre. Adnan, que iba mas adelante discutiendo con Teresa, volvio sobre sus pasos y me tomo de la mano con ternura casi, como si yo estuviera demasiado cansada para continuar sola.

Soplaba un viento furibundo cuando nos metimos en el coche y lo ultimo que vi de Afamia fue la columnata perdiendose en el horizonte azul recortado en la ultima luz de la tarde.

Requisitos de viaje.

Para viajar de una ciudad a otra los sirios utilizan en su mayoria los autobuses regulares, y los taxis con destino y ruta fijos y los ‘hophops’ que no tienen horarios y salen cuando estan llenos y son los mas populares. Son pequenos autobuses que cruzan el pais en todas direcciones y a todas horas, decorados con infinidad de cenefas, franjas, orlas y ribetes de todos los colores imaginables, salpicados de ramilletes, encajes, guirnaldas y florones en toda la superficie de la carroceria sin que se salven ni los parabrisas, ni los guardabarros, ni los parachoques, y a veces dejando una impronta dorada en el espejo retrovisor y en los faros de las luces. En el cristal delantero exhiben grandes colgajos que limitan hasta extremos increibles la visibilidad del conductor y el interior esta tan lleno de adornos como la tienda de un beduino.

Los hay a miles. En Siria apenas se utiliza el tren porque hay muchas lineas abandonadas o en reparacion que, al eternizarse las obras, caen en el olvido como en el caso de la linea de Damasco a Beirut, y porque los trenes son en general lentisimos e incomodos.

Las grandes lineas que hasta mediados de este siglo cruzaban el pais desde Turquia para dirigirse a La Meca tampoco funcionan, tal vez porque los peregrinos prefieren ahora viajar en avion, que ofrece precios modicos sobre todo en las grandes ocasiones.

Pero, sea en tren, en autobus, en los ‘hophops’ o en taxi, hay que dar el nombre y el carnet de identidad o el pasaporte, al conductor que, una vez el coche lleno, coge todos los documentos, toma nota de ellos y pasa una copia a un miembro de la policia secreta, ‘muyabarat’, que los examina con atencion. En cada estacion de autobus hay una oficina de ‘muyabarat’ que comprueba que no se hayan vendido mas billetes que asientos, examina la seguridad del coche, los permisos y hasta las caras de los viajeros, y si hay algun sospechoso se le hace bajar y se le interroga. Solo entonces da la orden de salida. O sea que los que no quieren ser controlados, y tienen dinero para ello, alquilan un coche, porque en los coches particulares no hay control y pocas veces la policia los detiene. Los clandestinos, los presos que han logrado escapar, los perseguidos por la policia o la justicia, no tienen mas remedio que viajar en coche si no quieren que los encuentre la secreta. Y aun asi.

Estos controles eran muy estrictos a principios de los anos ochenta, pero poco a poco se han ido relajando hasta convertirse, como ahora, en un mero tramite que se realiza con bastante rapidez.

De todo esto me entere aquella misma tarde cuando al pasar por Hamma, decidi volver a Damasco en autobus. Adnan y Teresa comprendieron, o hicieron como que comprendian, y me dejaron en la estacion, un hormiguero humano plagado de vehiculos que llegaban de todas partes y salian tambien a todas las ciudades a medida que se llenaban.

Yo debi de comprar el ultimo billete de un ‘hophop’ porque salio enseguida hacia Damasco. Pero aun tuve tiempo de ver desde mi asiento a Adnan y Teresa, amorosamente enlazados por la cintura y haciendose carantonas, dirigirse al coche en el que irian a Salamiye a pasar con su madre y sus hermanos los dos dias de fiesta que aun les quedaban. Los imagine solos en el coche, quiza besandose quiza erizandose mutuamente con sus preguntas y respuestas y me pregunte una vez mas por los extranos poderes de la convivencia que puede convertir a dos seres tan encantadores y que tal vez se aman apasionadamente en una compania tan incomoda. O quiza lo que desconocian era la forma de viajar juntos, porque de nuevo en su casa, al cabo de unas semanas, volvian a ser las personas encantadoras de los primeros dias.

VIII. Setrak el armenio.

Con el tiempo que tenemos por delante ocurre como con el dinero de que disponemos: tiramos de el sin medida porque nos parece que nunca se va a acabar hasta que una manana nos levantamos, nos ponemos a contar lo que nos queda y comprobamos con horror que, como los ajos vanos, el dinero se ha esfumado, el tiempo se ha ido y ni el uno ni el otro son recuperables. De tal modo que lo que no hayamos hecho con ellos quedara para siempre como una frustracion, un desaliento, del que nos sentiremos responsables por haber actuado con tal despreocupacion y no habernos detenido a medio camino a reorganizar el viaje o el presupuesto.

Eso es lo que me ocurrio. Sin apenas darme cuenta, habian transcurrido las dos primeras semanas.

Y aunque no habia perdido un minuto, comenzaba a conocer bien la ciudad y tenia amigos en casi todos los barrios, me entro la desazon porque del pais no conocia mas que Hamma y Afamia. Asi que me parecio que habia llegado el momento de viajar. Y con la ayuda del mapa y de las informaciones que habia ido acumulando esboce un programa con varios itinerarios muy rigurosos que despues se mezclaron y repitieron y transformaron con la inexorable llegada del imprevisto que siempre esta al acecho para alterar nuestros planes.

Queria ver la costa del Mediterraneo, visitar Alepo, las ciudades muertas del norte, el valle del Eufrates, el desierto, Palmira… No sabia por donde empezar.

De momento me compre un mapa mas moderno y me puse a repasar los datos de geografia que habia reunido hasta la fecha:

Siria tiene una superficie de 18.517.971 hectareas, aunque esta forma de medir me dijo bien poco hasta que logre hacerme una idea de sus dimensiones y darme cuenta de que la distancia entre el punto mas al norte y el punto mas al sur ronda los 400 kilometros y casi los mismos de este a oeste, aunque su forma recuerda mas a un triangulo que a un cuadrado. El clima es mediterraneo, de inviernos lluviosos, veranos secos y calientes, y otonos y primaveras muy cortos. En diciembre y enero las temperaturas pueden llegar a 0 grados o incluso hasta -6, y en verano hasta 48 grados. Nieva en invierno a partir de los 1.500 metros, en las zonas montanosas son frecuentes las grandes tormentas y a veces asolan el pais violentas sequias. Estos datos corresponden al Levante, a la parte fertil del este, porque el desierto con sus ciudades y sus inacabables espacios, tiene su propio clima como tiene sus propias leyes. Pero lo que mas me llamo la atencion es que en 1950 habia en Siria tres millones de habitantes, cuatro millones ochocientos mil en 1960, siete millones en 1970, nueve millones en 1980 hasta llegar a los trece o catorce millones de hoy.

Y decidi alquilar un coche con chofer que supiera ingles o frances, pero como me fue imposible encontrar la agencia donde habia entrado aquel primer dia de mi llegada, recorri otras muchas agencias de la ciudad. Asi fue como llegue al Hotel de los Omeyas, que me habia recomendado el vigilante de una de ellas. Y en el vestibulo del hotel, el mismo empleado de esa compania extranjera, me senalo a un hombrecito ovillado en un sillon de mimbre arrimado a la pared:

– El tiene un coche y le llevara a donde quiera. Trabaja desde hace muchos anos con companias extranjeras y conoce el pais como nadie. Ademas -anadio con un guino-, es mucho mas barato que nosotros.

Este tipo cobra comision o esta saboteando a su empresa, pense, y con cierta desconfianza me dirigi al rincon.

Setrak Hovsepian era, una vez de pie, un hombre alto, de una delgadez huesuda que se manifestaba sobre todo en las mandibulas salientes, hirientes, casi. Tenia los ojillos penetrantes y aunque a veces sonreia no perdio en toda la conversacion, ni habia de hacerlo a lo largo del viaje, esa mirada acerada, agresiva casi, con que ahora me contemplaba.

Tenia aparcado en la calle un coche inmenso de color amarillo palido, un Oldsmobile de los anos treinta o cuarenta, cuya parte trasera mas parecia un dormitorio que el asiento de un coche.

– Podra dormir durante el viaje -anuncio escuetamente.

O sea, me dije, que supone que voy a alquilar un coche y viajar para estar dormida detras, pero no le di mayor importancia.

Hay que regatear, hay que regatear siempre, aunque el precio nos parezca irrisorio, porque en el regateo esta el placer de la venta, recorde las palabras del embajador.

Y cuando ya dispuesta a comenzar, le propuse que nos sentaramos en un banco de la plaza para establecer

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