Tras las refinerias apenas se vislumbraba el paisaje vallado.
El mar en Lataquia, donde entramos por el paseo del mar, era mas llano aun que el de los atardeceres del verano. El paseo es largo, ancho y esta lleno de jardines, pero no hay playas, sino que tras las vallas comienzan los astilleros y los barracones, y la ciudad, densa y compacta como todas las ciudades mediterraneas, se esconde del otro lado, hacia el interior.
Habia junto al puerto un monumento inacabado, con los mismos hierros mirando al cielo que en las construcciones a medio hacer. O quiza, me dije, es un monumento a lo comun, a lo cotidiano, un emblema de este pais, del mismo modo que para Marcel Duchamp la pared medianera fue la imagen que eligio para describir Barcelona.
Setrak interrumpio mis meditaciones:
– ?A que hotel quieres ir? Los grandes hoteles estan a seis kilometros al norte, fuera de la ciudad. Son los hoteles de lujo, los turisticos.
– Por aqui ?no hay hoteles?
– dije senalando los hotelitos que daban al paseo.
– Tu veras. Yo conozco uno que esta bien y tiene buen precio.
– Vamos a ese.
El Hotel Algoon donde me dejo Setrak -el tenia el suyo en el que no aceptaban mas que a hombres y ya le conocian- era cochambroso. Me pidieron cinco dolares de paga y senal. Solo mas tarde comprendi que era el precio de la habitacion incluidos el desayuno y el aumento que sin saber por que adjudican a los extranjeros. La construccion reciente estaba ya depauperada, las paredes eran de papel y todos los ruidos desde el primer piso al ultimo llegaban nitidos a mis oidos.
La habitacion era grande pero el colchon tenia apenas un centimetro de grosor. Cuando me sente en la cama para probarlo me hundi hasta el suelo al son de multiples grunidos. Me levante como pude y mire las sabanas con prevencion. En el bano no habia toallas, el suelo y las porcelanas estaban sucios y desconchados. Sin embargo la vista desde la terraza sobre el mar era esplendida y a punto estuve de quedarme. Pero al abrir un grifo me respondio un ruido seco de explosion de aire. No, aqui no me quedo, rectifique. Baje con la maleta y me desdije de la habitacion, y el chico del mostrador me devolvio mansamente los cinco dolares. Luego sali al paseo que recorri en busca del coche crema. Setrak, frente a el como si lo vigilara, estaba sentado en el porche de un hotel repleto de hombres que fumaban el narguile y bebian te. Al verme vino hacia mi asustado.
– ?Que ocurre?
– Nada, que no me gusta el hotel.
– Pues cuando lo has visto bien que te gustaba.
– No habia visto la habitacion.
– Yo ya te he dicho que los turistas teneis que ir a los hoteles de turistas.
No quise discutir y le dije que me acompanara a un hotel un poco mejor.
– Son mucho mas caros, por lo menos cuarenta o cincuenta dolares.
– Y ?cuanto valen esos de los turistas que estan a seis kilometros?
– Estos valen ciento cincuenta o doscientos.
– ?Entonces?
– Entonces nada, lo que tu digas. Tu mandas. Tu veras lo que haces -y disgustado una vez mas, murmuro para si palabras incomprensibles.
Me llevo a un hotel llamado Palace que acepte enseguida para no ofenderle y tambien porque tenia mejor aspecto que el anterior y costaba 42 dolares. En el tercer y cuarto pisos habia habitaciones y en el primero y el segundo grandes dormitorios comunes, que atisbe al bajar por la escalera con gran preocupacion del director que me conmino a bajar en el ascensor.
Para calmar su malhumor, invite a cenar a Setrak al Spiros, un restaurante que descubri en el paseo al entrar en la ciudad. Era un local simple, grande, con bombillas de colores a las que tan aficionados son los sirios, con escaleras a lo largo del local que subian a las cocinas donde cada cual podia ver los pescados vivos que iba a tomar al cabo de un momento. Escogi una merluza de kilo y medio, y estuve contemplando como empapaban la piel en sal y aceite y la asaban sobre brasas de madera hasta que se convertia en una costra sabrosisima.
Entre Setrak y yo no dejamos mas que las espinas. Y luego nos tomamos una fuente entera de ‘yebra’, el arroz con carne envuelto en hojas de parra, y ‘yalanyi’, lo mismo pero sin carne (en turco ‘yalanyi’ quiere decir mentira)
, aceitunas negras, ‘homos’ y ensalada.
Setrak me dijo que este era el mejor restaurante de Lataquia y que lo regentaba un cristiano.
– Los cristianos -anadio frotando el dedo indice con el pulgar siempre saben donde esta el dinero.
Di las buenas noches a Setrak, que se fue a dormir murmurando entre dientes un agradecimiento que apenas sabia mostrar, y yo me fui caminando al hotel con la esperanza de que la luna asomara e iluminara el horizonte del mar que se fundia ahora con el cielo. Brillaban las estrellas diafanas, grandes, mucho mas grandes que en mi ciudad, aunque no tanto como en Africa. Y recorde la contaminacion de nuestros puertos y de nuestras playas y de nuestros cielos y del aire que respiramos, la misma que habran de sufrir en este pais dentro de unos anos si las cosas, como es de esperar y todo parece indicar, les van bien y entran de lleno en el camino de ese progreso que todo lo destruye. No parece que tengamos ninguna otra alternativa. Y si la hay no es nunca del agrado de los grandes de la tierra que por una razon u otra siempre se alian con quienes construyen los productos que dejan el cielo, el mar y el aire ennegrecidos, asquerosos, contaminados.
Lataquia, la ciudad mas francesa de Siria, fue la capital del efimero reino alaui que quisieron crear los franceses durante el Mandato. La ciudad mas importante de esta zona del pais donde habitan desde hace siglos los alauies. Dicen las malas lenguas que la caracteristica forma recta de la parte posterior de la cabeza de los alauies de esta zona se debe a los cachetes que durante generaciones han recibido de sus madres los ninos en el cogote. ?Hala, tu a Damasco! Porque son tribus, o familias que desde siempre fueron mas pobres que el resto del pais, y los que no se dedicaban a la milicia no tenian mas solucion que emigrar a la capital. Lataquia es ademas la ciudad cristiana y la patria del presidente, en cuyas afueras se construyo una casa entre olivos.
Es una ciudad que, como la mayoria de ciudades y sobre todo pueblos del Mediterraneo, desde Espana y Marruecos hasta Turquia y Siria, exceptuando las fortalezas y las aldeas de pescadores, vive de espaldas al mar porque por el mar llegaban los invasores. Ahora, que los peligros vienen tambien del aire, por los aviones y los misiles, todas corren a recuperar un espacio frente al mar que nunca hasta ahora habia tenido el menor valor. En Cadaques, por ejemplo, los hijos varones heredaban los olivares de las montanas, mientras las hijas habian de conformarse con los yermos terrenos de la playa. La moda, la historia o el progreso han hecho justicia por una vez, y algunas de ellas pasaron de ser los miembros inferiores de la familia a prosperas herederas que se enriquecieron con la llegada del turismo. Por una vez.
En Lataquia el mar solo se ve desde las azoteas y los campanarios y al fondo de las calles que desde el centro descienden al paseo. Un paseo larguisimo, urbanizado ya con grandes plazas y jardines, y que sin embargo sigue siendo la carretera general flanqueada por altisimas palmeras, que sigue su camino hacia el norte entre la ciudad y el mar. Nadie parece haber descubierto aun su privilegiada situacion porque, como habia dicho Setrak, los grandes hoteles de lujo se encuentran a varios kilometros, en espacios vallados con pistas de tenis, piscinas y apartamentos en la zona de expansion del norte, cuyas arenas impolutas estan cubiertas de tumbonas con las mismas lonas a rayas azules y blancas que en la brumosa Deauville de los anos veinte. Pero fuera de ese reducto, las playas estan sucias, aunque los olivos, los acebuches y las vinas verdes llegan hasta el mar. Al pasar cerca de la tenue rompiente de las olas descubri entre ellas unas tiendas miserables de una familia de beduinos que habian dejado el desierto en busca de comida para los corderos, un grupo de mujeres, hombres y ninos que a la fuerza han de sentirse incomodos y extranos en esta tierra tan habitada y tan lejos del desierto de arenas palidas, su verdadero hogar.
Ugarit.
A unos dieciseis kilometros al norte de Lataquia se encuentra Ugarit, los vestigios de una civilizacion que, presente ya en el septimo milenio a.C., llega a su apogeo en el segundo y sirve de base a las posteriores aramea y arabe islamica. El reino mas civilizado de la antiguedad, el mas grandioso, el que fue admirado por su administracion, su sistema educativo, la diplomacia de sus mandatarios, el conocimiento del derecho y de los ritos