religiosos de sus jueces y de sus sacerdotes, que nos ha dejado, entre otras cosas descubiertas desde que comenzaron las excavaciones en 1928, las notas musicales mas antiguas que se conocen y la tablilla con el primer alfabeto cuneiforme que tanto ha ayudado a comprender la historia de las lenguas semiticas y tanto impresionaba a mi amigo el senor Bachir Zuhdi, director del Museo Nacional de Damasco. Es un alfabeto del que se venden miles de millones de copias en todo el mundo. Yo misma tengo una en casa que alguien me trajo de un viaje a Oriente.
Camine por las ruinas de lo que fue el palacio real y el templo de Baal y recorri la gran extension donde antano se levantaban casas exentas, separadas por sus jardines y campos. De todo aquello que fue no queda ahora mas que un gigantesco llano de piedra, de montones de piedras o hileras de piedras que segun los arqueologos son fortificaciones, palacios, casas, talleres, templos, santuarios, tumbas o monumentos, en los que se han hallado grandes cantidades de archivos, objetos, sellos, vasijas ornamentadas y documentos gracias a los cuales se ha podido descifrar un poco mas la historia, las religiones y la forma de vida de esos seres que nos precedieron en cuatro milenios. Hasta donde alcanza la vista se suceden en el paisaje ruinas rescatadas del barro y de la arena, de las espesas capas de cenizas que durante cuarenta siglos ocultaron los restos de esta civilizacion que desaparecio brutal y definitivamente unos siglos despues, en 1180 a.C., asolada por un incendio, que segun ciertas interpretaciones se debio a la invasion de los despiadados “pueblos del mar” procedentes de las costas de Anatolia y de las islas del Mediterraneo. Unas ruinas y unas piedras que, de verdad, casi no sabia como mirar. Porque ?que podian decirme a mi esas piedras de casi cuatro mil anos que no fuera la melancolica ratificacion, el sentimiento nostalgico y contundente, de cuan inexorable es el paso del tiempo? Las ruinas, para los que no buscan en ellas la confirmacion de propios o ajenos descubrimientos o teorias, no pueden emocionar al profano, y lo unico que le producen es un leve ensimismamiento ante la especulacion sobre lo que debio ocurrir aqui hace miles de anos. Pero ?que mas le daba a la vista que esos conatos de muros fueran los de un palacio de cuatrocientas habitaciones, algunas de ellas con bano, o el gran templo al dios Baal?
La palabra Baal, eso si me importaba, significa dueno o senor y en Ugarit y otras culturas cercanas era el dios de la fertilidad y de los truenos, el mismo dios arameo Hadad. En las tablillas de los siglos XIV a XII a.C. descubiertas bajo esas ruinas, Baal es considerado el dios mas querido, el que representa la fertilidad. En una ceremonia que tenia lugar a principios de otono, cuando la tierra esta seca, sus fieles lo mataban ante la alegria del dios de la muerte Mot. Y despues venia la diosa Anad, su novia o su mujer, y luchaba por devolverle la vida para lo cual, tambien todos los anos, cogian al dios Mot y le cortaban primero el cuerpo en trozos, despues lo machacaban como se machaca el trigo, para ventearlo y mas tarde molerlo. Una vez acabado el proceso el dios Baal volvia a la vida en primavera, cuando la tierra estalla y renacen las plantas y los arboles y la tierra se vuelve verde. Un anticipo o una premonicion de la pascua de los judios y de los cristianos. Entonces comenzaban las fiestas de la primavera y de la fertilidad. Aun hoy los campesinos llaman tierras Baal, sistema de cultivo Baal, a las tierras no irrigadas, las tierras de secano que solo podran fructificar por la fertilidad del dios. Durante siglos y milenios el pueblo construia en las cumbres de los montes casas o templos al dios Baal que se pintaban de verde y se llenaban de flores en primavera.
Desde Ugarit, mirando hacia el norte se divisa Alacra, una ciudad dentro del territorio sirio hoy en poder de los turcos, que en arabe quiere decir el monte calvo. En este monte tenia su gran templo el dios Baal. Con los siglos el dios Baal paso a ser el dios Jdor, que los cristianos asimilaron a Jorge, el santo que solo existio en la mitologia de esos pueblos, el que tiene su correlato en el santo musulman Al Jdor, el inmortal, dicen, el que sigue vivo en la misma tradicion del ultimo iman, el santo verde, porque Jdor significa verde. Todavia hoy los viejos de esa zona afirman que existe Al Jdor y que muere y resucita todos los anos, y se aparece a los santos y camina como un gigante de una montana a otra sembrando fertilidad.
Uno de nuestros ultimos papas, tan poco amantes de que nuestros ritos y tradiciones entronquen con civilizaciones que nos precedieron, borro a san Jorge del santoral como si quisiera decirnos que no tenemos mas pasado que el aprobado por la Iglesia ni mas civilizacion que la cristiana, la europea, olvidando que Jesus era palestino, es decir asiatico, y que entre muchos otros mitos y tradiciones, en la parte de memoria colectiva que heredo el cristianismo existia la figura de Al Jdor, el santo verde que simbolizo el discurso de su fundador -el grano que no muere en la tierra no fructificara- y su propia resurreccion. Dos dias mas tarde, en la puerta de los dos leones de la fortaleza de Alepo, descubri un sarcofago cubierto con trapos verdes: en la parte alta se adivinaban las letras que componen el nombre “Al Jdor” y debajo de ellas, para que no hubiera confusion, las palabras “san Jorge”.
Al salir del recinto un nino que habia montado en el suelo un elemental puesto de venta, se empeno en venderme una copia en barro del alfabeto para que me la colgara del cuello, dijo, o la pusiera en la pared de mi casa, o tal vez, pense yo, en una vitrina con un Mickey Mouse comprado en el metro de Paris, una reproduccion de la estatua de la Libertad y una cajita de musica que al abrirse tintinee el ‘Holy Night’, adquirida en un suburbio de Budapest. Y un abanico de encaje abierto al fondo.
Un viaje dificil.
No se cuantos kilometros recorrimos aquel dia subiendo y bajando montes cubiertos de pinos que se deshacian en playas recoletas desiertas, descubriendo carreteras no visibles en el mapa en busca del valle del Orontes que yo habia atravesado a toda prisa unos dias antes. La cara de Setrak se iba poniendo oscura y apenas abrio la boca en todo el viaje.
– Oh, el mapa, el mapa -dijo en una ocasion al verme consultarlo, y mas adelante grito casi-: A los turistas no les gusta todo esto que estamos viendo.
Me calle ante esta recriminacion. Pero pense que no tenia razon: al turista se le atribuye un gusto que se ha convertido en topico y que el acepta aunque no le convenza lo que de acuerdo con el se le ofrece, como si al viajar hubiera dejado su criterio en suspenso. Todo lo que veiamos, pense, pertenecia a lo que se supone que no les gusta, sin monumentos, ni piedras antiguas, ni cultura subtitulada, ni tiendas, ni playas, pero brillaba un sol profundo sobre el paisaje que se agrandaba y ensanchaba con la altura.
Por fin llegamos a la carretera que une Lataquia y Alepo.
Eran casi las tres y media, y Setrak se dirigio seguro a una zona de restaurantes que si conocia. Le sugeri que comieramos en uno de ellos que tenia muy buen aspecto, pero ni me oyo y despues de seguir doscientos o trescientos metros mas se detuvo ante un cobertizo de uralita que albergaba un comedor y una gran terraza. Habia varios autobuses de turistas en la puerta.
– Este es mejor. Este es el que quieren los turistas -dijo con cierta altaneria.
Me negue a sentarme en el comedor atestado de alemanes y franceses que hacen mas ruido aun que los arabes si ello es posible, asi que ocupamos una mesa en la terraza donde los nativos tomaban te y charlaban.
– ?Esos tipos no trabajan?
– pregunte, porque eran las cuatro de la tarde y no parecian tener intencion de cambiar de postura.
– Estos tienen mucho dinero, estos no quieren trabajar porque ya han vendido la casa que tenian cerca de la carretera.
Admiro a esos hombres que se conforman con la riqueza que tienen, pero me cuesta creer que viven con el producto de su venta.
– Y las mujeres, ?donde estan?
– Las mujeres en el campo, aqui las cosas son asi. Ya te lo he dicho.
Comimos carne de cordero picada con higado acompanada de tomates, ensalada y ‘homos’, y cuando fui a abonar, Setrak habia pagado ya, tal vez invitado por los otros o tal vez para compensar su insistencia en venir a este lugar siniestro que ni era arabe ni cristiano ni siquiera una cafeteria decente para turistas. Eso si, los dos cubiertos costaron a quien los pagara la modica cantidad de cuatrocientas pesetas.
En los restaurantes, incluso en los mejores, ponen pocos cubiertos porque no estan hechos a ellos, aunque practican la cultura del cubierto. Los arabes del campo y muchos de la ciudad comen con los dedos, ayudandose con el pan libanes que actua de pala, y no necesitan cuchillo porque todo viene machacado o en pedazos tan pequenos que se cogen con el pan. Tampoco se utilizan servilletas, que sustituyen por una caja de panuelos de papel que Setrak se llevaba siempre consigo porque consideraba que la habia pagado. Los arabes se lavan a conciencia las manos antes y despues de las comidas en unos lavabos que no faltan ni en los comedores mas humildes. Comen pollo y sobre todo cordero, casi nunca ternera y por supuesto jamas cerdo, y toda clase de