chancletas que me habia ofrecido Fathi. Las chinelas y las chancletas son el calzado nacional, en los escaparates de las zapaterias las hay en grandes cantidades y para todos los gustos, todas ellas distintas, como los arabescos de los palacios arabes o los capiteles de nuestros claustros romanicos, y a cual mas adornada y brillante, con lazos, estrellas, abanicos y lentejuelas.
Fathi y Nayat estaban recostados en los bajos divanes del cuarto de estar viendo en la television ‘Lo que el viento se llevo’. Me preguntaron si queria te o cafe.
De nada sirvio que declinara el ofrecimiento para no molestar, porque Nayat se levanto y fue entonces a buscar fruta y agua fresca.
Me sente con ellos a ver la pelicula en arabe. De pronto sono el timbre de la puerta, una musiquilla que dura unos dos minutos y repite con una estridencia feroz una cancion occidental: la marcha nupcial de Mendelssohn, el “Happy Birthday to you”, “O Tannenbaum”, “My Clementine”, hasta diez canciones distintas, repetia orgulloso Fathi ante mi sorpresa por el invento.
Entro una mujer, alta y corpulenta, de tez clara y cabellos castanos recogidos en la nuca, que venia jugando con las llaves, asi que supuse que era una vecina. Saludo y se sento. Fathi se levanto para hacer cafe que trajo en una bandeja con bombones, galletas y el vaso de agua. La mujer comenzo a hablar con una voz que quiza porque no la entendia me parecia mas estridente aun y apenas dejaba asomar la de Scarlett O.Hara. Entonces Fathi se levanto y subio el volumen y ella para hacerse oir aumento el suyo. Como en todas partes del mundo, pense, la television es imprescindible. A nadie parecia molestar esa superposicion de sonidos y la dama estuvo hablando durante diez minutos con la misma pasion que si contara una desgracia espantosa, sin detenerse, incansable, impenitente. Nayat, que habia perdido todo interes por la pelicula, se llevo a la cocina las tazas de cafe tenidas de negro por el poso espeso que en este pais deja hasta el cafe soluble. Al cabo de una hora, cuando ya Scarlett O.Hara estaba agarrando el punado de tierra y mirando al cielo clamaba en arabe con voz de falsete, juro por Dios que nunca volvere a pasar hambre, se fue la dama sin mostrar asomo de cansancio. La acompanaron ellos a la puerta y, al volver, Fathi apago la television y me dijo: “Es una vecina que ha venido a visitarnos”.
Me dieron las buenas noches y se fueron a su habitacion. Yo me quede aun un rato en la sala. Por las puertas abiertas de la terraza entraba el aire fresco. Al fondo la ciudad tachonada de luces comenzaba a sumirse en el silencio de la noche. Los vecinos se habian ido a la cama, las palomas llevaban horas durmiendo, en sordina llegaba el ruido apagado del trafico y solo de vez en cuando se oia un bocinazo aislado.
II. La ciudad antigua .
Cuando al dia siguiente abri los ojos me encontre en lo alto de una cama de varios colchones y cubierta con una colcha de algodon egipcio que no reconoci. Se oian gritos que retumbaban contra las paredes y todo habia adquirido de repente un aire metalico. Abri la puerta y el salon estaba transformado. Parecia que estuvieran preparando un traslado urgente: los almohadones que el dia anterior cubrian los sillones estaban ahora amontonados sobre el sofa, sobre ellos las sillas y sobre las sillas las cortinas que habian dejado ventanas y cristaleras desnudas. En las paredes ya no habia cuadros y sobre la gran mesa que se utilizaba en las ocasiones importantes se acumulaban las librerias, los objetos minusculos y variados que mis caseros habian traido de sus viajes y un monton de postales que habian recibido de los viajes de sus amigos: Armenia, Azerbaiyan, Bulgaria, Yugoslavia, Kazajstan, Kirguistan, Letonia, Rusia, Rumania, Tayikistan, Turkmenistan, Ucrania, Uzbeskistan, y todas las Republicas de la ex Union Sovietica. Por primera vez me di cuenta de que a los occidentales nos esta vedada, por tradicion y costumbre, una parte importante del mundo, como a ellos les esta vedada la nuestra.
Nayat, la mujer de Fathi que habia conocido el dia anterior por la noche y otra mujer, descalzas ambas, con la cabeza envuelta en turbantes blancos y remangadas las faldas en el cinturon, baldeaban el suelo con cubos de agua que llenaban uno tras otro en la cocina.
Los damascenos, acostumbrados desde siempre a tener agua abundante canalizada directamente desde el rio Barada, no se hacen aun a la idea de ahorrarla, una necesidad imperiosa para la poblacion de hoy que se ha multiplicado por veinte desde los anos treinta. De ahi que en todas las cocinas, incluso las de los apartamentos de nueva construccion, y en los banos y duchas, haya un sumidero que recoge el agua con que se baldea el piso, las terrazas, las escaleras o el propio cuerpo.
Las grandes limpiezas que en nuestros paises se reservaban hace anos a la entrada de la primavera y el otono, para Nayat y Wafa, su sobrina, eran el acto de purificacion semanal en el que se sumergian todos los martes del ano. De vez en cuando se detenian sudorosas y se sentaban a la mesa de la cocina a tomar un fuerte cafe con cardamomo. Cafe perfumado, amargo, espeso y negro como el ganote del lobo que, igual que el te azucarado, los sirios toman a todas horas y en todas partes y constituye el portal de entrada y salida de toda relacion o encuentro, sea con amigos y vecinos o con desconocidos.
Tome con ellas el primer cafe del dia, entre risas y gritos de jolgorio, porque la situacion debia parecerles muy graciosa, y pase luego al bano para iniciar uno de los grandes placeres que me ofrecia aquella casa.
El cuarto de bano era una habitacion cuadrada con las paredes y el suelo de marmol, de unos tres metros de lado, techo bajo, y cuya unica ventana alta, alargada y de cristal esmerilado inundaba la habitacion de luz difusa y cenital.
En un rincon colgaba una gran ducha de hojalata. En el opuesto habia el sumidero, un grifo a la altura de las rodillas y un taburete de madera. Junto a ellos, dos barrenos de estano y cuencos pequenos de laton para baldearse el cuerpo. Y tras la puerta de entrada, en el cuarto rincon, varias toallas limpias que me estaban destinadas, segun indicacion de Nayat. La ducha tenia mas de 20 centimetros de diametro y grandes agujeros, de modo que la fuerza del agua se perdia en ellos y el cuerpo quedaba envuelto en un riego tamizado, suave y compacto como un masaje de manos potentes y expertas.
Nayat me habia explicado como hay que tomar el bano y para obedecerla en todo estuve mas de una hora: me puse bajo esa ducha sin mamparas ni cortinas, deje que el vapor inundara el cuarto mientras me restregaba el cuerpo con una manopla de esparto que me dejo la piel roja pero suave, me sente en un banquillo de madera y con un cuenco me dedique con atencion y constancia a echarme agua caliente por el cuerpo y la cabeza hasta que tuve la sensacion de que tenia la piel de un arcangel, el cerebro ligero y habia perdido peso. Luego me enjabone con jabon de Alepo que me cubrio de espuma y, para acabar, despues de haber entreabierto la ventana basculante para que saliera el vapor, me duche con agua fria. Me unte la piel con aceite de nuez y envuelta en toallas volvi a mi cuarto flotando.
El sol no daba todavia en la pequena terraza encarada al norte y Nayat habia puesto sobre la mesa una bandeja con albaricoques, brevas y manzanas, pan de sesamo y miel, y por supuesto, te azucarado con menta esta vez. Me sente y desayune sumida aun en los efluvios del bano.
Luego me vesti y sali a la calle a descubrir Damasco.
Las calles de Damasco.
Queria bajar a la ciudad caminando para ir al banco a cambiar dolares por liras sirias, familiarizarme con las calles principales y aprender las direcciones para darlas a los taxistas de manera que me comprendieran.
El dia anterior habia tomado un taxi para volver a casa y el taxista no habia hecho mas que preguntar a todo el mundo y dar vueltas sin lograr descubrir donde yo vivia, ni siquiera mostrandoles a todos el papel donde estaba escrita mi direccion en arabe. No tuve mas remedio que apearme y reconstruir como pude el recorrido que habia hecho con Fathi por la manana, que me llevo a casa, creo yo, por pura casualidad. En Damasco de poco sirve el nombre de las calles, que por otra parte muy pocos conocen.
Ademas, al transcribirlas cada guia y cada urbanista lo hace a su modo, con guiones o acentos o apostrofes, finales acabados en “e” o “h” intercaladas. Las calles casi nunca tienen placa y si la tienen esta escrita en arabe, y cuando se descubren unas letras latinas, como las llaman aqui igual que a los numeros que en realidad son arabes, es muy probable que no sea mas que la direccion de un dentista o la de una empresa de contratacion. De ahi que las direcciones se den, por ejemplo, asi: “Un poco mas alla de la Embajada del Brasil, a la izquierda, frente a la fuente de los tres canos”, o asi: “detras del edificio de la Muhafada… dos casas antes de la peluqueria mirando a la montana”.
Si, por ejemplo, el viajero pregunta donde se encuentra la calle Ibn Asaker segun viene en un plano de la