Llame a Gerald Hall: «?Que sabes de los veromesianicos de Catania?». Y me aseguro que eran cosa del pasado. «Ya no quedan clientes como ellos, Jacob. Compraban todos los escombros que salian al mercado a precio de platino, y por ahi debio de entrarles la ruina.»
Me tumbe en la cama y me pase las horas viendo los noticiarios, que repetian una y otra vez las mismas secuencias, las mismas hipotesis y los mismos comunicados oficiales, y asi hasta que me quede dormido.
A eso de las tres de la madrugada me desperte con mucha hambre, porque no habia cenado, pero esa es otra historia. Una pequena historia que se prolonga hasta las cinco de la manana, hora a la que avise un taxi para que me llevase al aeropuerto, a jugar al juego de las plazas aereas disponibles.
Entre cosa y cosa, llegue al hotel de Paris mas alla de las cuatro de la tarde, que ya es decir. Tia Corina estaba esperandome. Me abrazo como si volviera de una guerra. Le conte, sin entrar en demasiados detalles, mi encuentro con el hijo de Honza. Su veredicto fue categorico:«No te fies ni medio pelo de ese nino».
Habiamos perdido el tren a Colonia, por supuesto. Como ambos estabamos un poco agitados, decidimos cancelar el plan y volver a casa al dia siguiente. Ni la salud de tia Corina recomendaba mas trastornos ni a mi me entusiasmaba el hecho de pasearme por una catedral con ojos de desvalijador, haciendo croquis, ideando estrategias y planes de fuga.
La verdad es que el asunto de Colonia empezaba a repelerme. Era el trabajo mas ventajoso que me habian ofrecido desde la muerte de mi padre y, sin embargo, el que mas pereza me daba emprender. Es probable que el responsable de esa pereza sea el tiempo, que, a fin de cuentas, es el principal sospechoso de casi todo. La vejez consiste, esencialmente, en un estado cronico de pereza, y yo me sentia viejo. Perezoso. Sin ganas no ya de implicarme en una operacion de aquella envergadura, sino incluso de levantarme de madrugada para ir al cuarto de bano. (Y la noche en que te lleves un orinal al dormitorio sera el principio del fin: todas las teorias pomposas y milenarias en torno a la esencia del tiempo acabaran teniendo la forma de ese recipiente.)
Salimos a cenar con el Falso Principe. Entre tia Corina y el crei adivinar esa complicidad incomoda de los amantes repentinos, la melancolia de una ilusion sin futuro. Intui que, durante mi ausencia, habian vivido su sueno rapido y no sabian que hacer con el cadaver de ese espejismo.
Nos recogimos temprano y al dia siguiente ya estabamos en casa, sin mas suceso digno de mencion que un articulo firmado por un tal Philippe des Rois que lei en
La ciencia suele ser un reducto de magia. La luna prodigiosa y lirica que nos describio el hiperbolico Cyrano de Bergerac no es mas lirica ni mas prodigiosa que esa luna que vemos cada noche a traves de la ventana, esa luna mutante y vagabunda que juega a la geometria consigo misma: de repente mengua, de improviso crece… Hay noches en que parece una cimitarra fantasmagorica, noches en que simula ser una hoz de marfil, noches en que toma la apariencia de ojo ciego de ciclope. Y asi va: disfrazandose. La dama indefinida.
Vladimir Nabokov sospechaba que en la obra de arte se produce una especie de fusion entre la precision de la poesia y la emocion de la ciencia pura. El caso es que unos cientificos han conjeturado que algunos planetas extrasolares pueden estar hechos de diamante, al haberse condensado a partir de gas y de polvo rico en carbono. Esos planetas podrian tener la corteza de carbon casi puro y su capa mas exterior seria de grafito, pero, mas abajo, resulta probable que la presion haya transformado ese grafito en la forma mas prestigiosa del carbono: el diamante.
Se imagina uno esos planetas, no se, como inmensas joyerias flotantes por el universo, como la inmensa caja fuerte de un Tiffany's ultragalactico, como el sueno codicioso de un maharaja.
El rey castellano Alfonso X, en su
Las pintorescas convenciones mercantiles han convertido el diamante en un simbolo del amor duradero. Regalar un diamante es como regalar el corazon. Un corazon transparente, un corazon muy caro, un corazon de carbono hecho cristal. El diamante, piedra seca y fria, segun senala el monarca castellano, se ha convertido en metafora del corazon caudaloso y candente, del voluble corazon, del musculo sanguineo y tornadizo. Una piedra preciosa, arrogante y perfecta sobre el fondo aterciopelado del estuche, se transforma en embajadora de un corazon, y el corazon que recibe ese corazon metaforico y cristalizado se conmueve. Es el poder esoterico del carbono, supongo. Es la magia del prisma. Es la fuerza ancestral y caprichosa de los simbolos.
Por ahi, fuera de nuestro sistema solar, puede haber planetas de entrana diamantina, errantes por el silencio corporeo de las regiones etereas. Y todo parece, en fin, el sueno delirante de un joyero.
De un joyero y de cualquiera, ?para que enganarnos? Planetas de diamante. Silenciosos planetas diamantinos. Vivir sobre tu propia fortuna, andar sobre tu tesoro escondido, escarbar y robarle diamantes a la tierra… Y con la imagen de ese sueno en vela me dormi en pleno vuelo, camino de mis pesadillas, en las que los planetas suelen estar hechos de otra cosa.
Llegamos a casa con esa sensacion de haber estado fuera durante anos que propician los viajes cortos.
Por la noche, me fui a echar el rato a los Billares Heredia, donde la realidad se disfraza momentaneamente de ilusion geometrica, olvidada de su condicion de caleidoscopio.
Los habituales hablaban, como quien habla de la lluvia, de sus asuntos, tanto venturosos como desdichados, a la vez que concebian carambolas perfectas, y se extranaban con toda el alma cuando la trayectoria ideal resultaba fallida, ya que el pensamiento soporta mal los errores de calculo, tanto en el juego como en los accidentes cotidianos del existir.
Me comentaron que Esteban Coe, el joyero jubilado, estaba enfermo, y quedamos en hacerle algun dia una visita para infundirle animos y para aliviarle el paso lento de las horas de morbidez, porque toda enfermedad conlleva un marasmo del tiempo, supongo que para que vayamos acostumbrandonos a la inmortalidad o a la nada, segun las esperanzas que alimente cada cual. Le llevaria el articulo sobre los planetas hechos de diamante para que tuviese algo hermoso en que pensar, ya que los enfermos solo piensan en una cosa. (Luego, entre contratiempo y contratiempo, aquella visita colectiva se postergo, y en el entretanto murio Coe, me dijeron que entre dolores y delirios.)
Alli estaba yo, en fin, cuando entro por la puerta la persona que menos podia esperar que entrase por aquella puerta: Walter Arias. Mi primo Walter.
Mi primo Walter Arias no se llama asi, pero por ese falso nombre lo conoce todo el mundo, incluso quien no debiera. Es hijo de la hermana de mi madre. Su padre fue un diplomatico de humor melancolico, que es un natural poco indicado para ejercer esa profesion, lo que tal vez explique su deriva final, con el corazon afantasmado y con la conciencia alcoholizada.
Lleva mucho trotado el primo Walter, e incluso se las apano para que un editor le publicase el primer tomo de sus memorias, en las que da cuenta prolija de sus amores y amorios y del curso general de un gran tramo de su vida, marcada por el pintoresquismo y las adversidades. Hubo quien dijo en su dia que tales memorias tienden al fantaseo y a la hiperbole, aunque no se en que puede fundamentarse ese achaque, ya que nadie conoce mejor que uno mismo la verdad de su vida, y en esa verdad tambien se incluyen la hiperbole y el fantaseo, adornos naturales de cualquier existencia. (Al fin y al cabo, segun lo veo yo, la vida de los otros es solo lo que nos quieran contar, asi nos cuenten la historia de la aparicion de un dragon bicefalo en el jardin de su casa.)
Conforme a esas memorias, el joven Walter amo a muchas mujeres, y alguna le amo; en especial, amo y fue amado por Wendy Manzanera, la diva uruguaya de la cancion romantica, con la que estuvo casado -con sus mas y sus menos- hasta que un cancer la devoro.
A causa de sus complejos trapicheos, a Walter le dieron una vez, alla en Melilla, un tiro en la cabeza, y estuvo a punto de comprobar si hay vida despues de la muerte, pero se ve que no era su hora, aunque mucha gente lo dio por cadaver, en buena parte porque el mismo se encargo de difundir aquella desgracia, ya que le convenia estar oficialmente muerto para que nadie se rindiera a la tentacion de matarlo. De aquello, de aquel tiro en la