estar mas por la propagacion de la fe desde la seduccion de las palabras serenas y de los loores cantados en la paz de las mananas de domingo.

Pero, como tampoco queria faltar a la palabra dada a su maestro y protector, Zaritzky opto por elegir el a un discipulo para revelarle el secreto que le confio el difunto, y que fuese ese discipulo quien cargara con el privilegio de padecer el martirio de los estigmas. Se fijo para ello Zaritzky en un clerigo joven y pelirrojo llamado Richard Lorre, por apreciarle un caracter vehemente y una beatitud de corte primitivista, basada en un par de dogmas inamovibles y poco mas, pero con un don de gentes innegable, segun podia apreciarse cada vez que abria la boca, al margen de lo que saliera por aquella boca, que tampoco eran las verdades del barquero en materia teologal, sino mas bien peroratas amenazantes, pues jamas se olvidaba de pintar el infierno a sus parroquianos. Aparte de eso, Lorre tenia un ojo bastante mas grande que el otro, lo que daba un matiz de contundencia visionaria a cuanto proclamaba, pues el ojo mayor parecia observar los acontecimientos que se producian en un inconcreto Mas Alla. Asi que a Lorre cito Zaritzky y le revelo el secreto, que Lorre acogio con ilusion de iluminado, mostrandose dispuesto a que todo su cuerpo se convirtiera en llaga si fuese preciso. Zaritzky, con alivio, aunque tambien con un punto de aprension, confio a Lorre las reliquias que el reverendo Spoonful hurto en beneficio de la fe y de la redencion de Estados Unidos.

A los dos meses de aquello, el clerigo Lorre lucia en sus manos y pies unos estigmas sobrecogedores, y de inmediato organizo una gira para propagar el mensaje de Cristo y para exhibir aquella dolencia prodigiosa como prueba irrefutable de la preocupacion divina por el pueblo estadounidense, pues en ningun otro lugar del mundo se conocia un fenomeno parangonable.

«Y ahi comienza la carrera delirante de Lorre, que se puso de nombre artistico El Hermano Llagado», nos informo Manel Macario, y me quede de hielo.

«Si me perdonais un momento… Ya sabeis que la vejiga envejece mucho antes que su propietario», y al servicio se fue nuestro narrador.

Como ustedes recuerdan, el profesor Negarjuna Ibrahima me habia senalado la pista del Hermano Llagado al termino de nuestra entrevista en el hotel Coloso, y aquello no podia ser una mera casualidad. Se lo comente a tia Corina, que estaba muy esceptica: «Eso son meras concordancias astrales». Pero ella sabia que no, por mucho que procurase quitarme manias de la cabeza. «Recuerda lo que te dije del loro de Nueva Guinea.» Pero eran ya demasiados loros.

El profesor Macario tardaba en volver y nos alarmamos. Fui al servicio. No estaba en la zona de urinarios y llame a las dos puertas de los retretes. «Un momento», oi. «?Le pasa algo?» Y repitio: «Un momento». Al cabo de ese momento, salio, blanco como lo blanco. «Algo me ha caido mal», me dijo con la mirada gacha. «Que mala suerte», musito. «?Quiere que avise a un medico?» Pero se opuso con las fuerzas que le quedaban. Lo cogi por el brazo y salimos de alli. De repente se detuvo. «Por favor, di que avisen a un taxi. Disculpame ante Corina.» Le arrime una silla, y sentado se quedo con la flacidez de un muneco de ventrilocuo.

Me acerque a nuestra mesa y le dije a tia Corina que no se preocupase, aunque se que solo consegui preocuparla. «Quedate ahi y no te muevas, por favor. Luego te cuento.» Cuando llego el taxista, ayude a Manel Macario a subirse al coche. «Que verguenza, Dios mio», repetia. «Le llamare luego al hotel para ver como sigue», y asintio sin mirarme.

Volvi a la mesa. «Te lo tengo dicho y repetido. La mayoria de los nuestros estan ya aqui de prestado. Disimulando. Queriendo hacer ver que la vida sigue, aunque lo unico que sigue es esta muerte lenta.» Y se nos quito el apetito. Y tuvimos que pagar todo aquello, claro esta, porque nos quedamos sin anfitrion. Y la cuenta, por cierto, fue de escandalo. Y nos fuimos a casa.

A la caida de la tarde, llame al hotel en que se hospedaba el profesor Macario. Me dijeron que tenian instrucciones de no pasarle llamadas. Insisti mas tarde, pero las instrucciones seguian vigentes. Aprovechando que tenia el telefono en la mano, llame a Sam Benitez, aunque sin fortuna, segun era ya tradicion. «?Quieres tranquilizarte? Mira que una cabeza da de si lo que da de si. No fuerces la caldera del barco o vas a verte a la deriva en medio de una tempestad», me avisaba tia Corina. Y me proponia que nos fuesemos al cine, o al casino, o a dar una vuelta. Pero yo estaba sin ganas de calle, que son ganas que se me van con el desasosiego.

Cuando tia Corina se acosto, volvi a llamar al profesor Macario, pero me dijeron lo mismo. Volvi a llamar tambien a Sam Benitez, y lo mismo.

Me pase aquella noche en vela, en el intento de poner en pie la marana de historias que me habian contado unos y otros y, sobre todo, buscando una linea maestra en ellas. Pero me resulto imposible. No lograba encontrar ningun patron, a pesar de que mi terquedad insistia en la conviccion inamovible de que existia alguno.

En las pausas de la busqueda de ese patron, les confieso que marcaba el numero de Sam Benitez, pero era como marcar el numero de Jason el argonauta, esposo de la maga Medea.

Cuando amanecio, llame al profesor Macario para que me contase el final de su relato sobre el Hermano Llagado, convencido yo de que aquella podia ser la pieza clave de todo el entramado coloniense, en el caso optimista, claro esta, de que en aquel entramado hubiese una pieza clave, lo que aun estaba por ver, visto lo visto. «El senor dejo la habitacion muy temprano.» Bien. Inmejorable. Otra incertidumbre para mi conclave de incertidumbres. Porque a ver quien localizaba en Marruecos al profesor Macario, profugo terco del tiempo, al menos hasta que el tiempo le diga «Hasta aqui hemos llegado» y le cierre las puertas de la fuga, como a todos.

Como no hace falta decir, segui llamando a Sam Benitez. Tampoco hace falta decir que sin exito. Di por sentado que, al reconocer mi numero en la pantalla de su movil, optaba por no aceptarme la llamada, ignoro por que a la vez que no lo ignoro en absoluto, de modo que me fui a un locutorio de ecuatorianos y lo llame desde alli.

Cayo en la trampa.

«Escucha, Sam, no se te ocurra colgarme…» Fingio no oirme bien. Alego que andaba por la albana Elbasan, sin apenas cobertura. Recurrio incluso a jurarme que estaba ocupado en ese momento. «No me cuelgues, Sam.» Y curiosamente no me colgo.

«?No fue a verte Federiquito, compadre?» Y le dije que si. «Entonces, ?que mas quieres, loco?» Y le respondi que la verdad, a pesar de ser consciente de que se trata de un concepto demasiado vulnerable no solo a la mentira, sino tambien a las seducciones baratuchas de la fantasia.

«Solo voy a hacerte una pregunta. Y, por la memoria de mi padre, que para ti deberia ser sagrada, te pido que me digas la verdad. ?Quien es el Hermano Llagado?» Sam se apresuro a hacerme otra pregunta: «?Como sabes tu lo del Hermano Llagado?», y comprendi que estaba en el camino bueno, porque las preguntas que se contestan con una pregunta sorprendida pueden considerarse confirmaciones.

Sam me dijo que se trataba de una historia larga y que era verdad que en ese instante estaba ocupado. «Te llamo sin falta esta noche y te cuento.» Le dije que no, que me la contase de inmediato, pero comprendi que el poder era suyo: le bastaba apretar una tecla para esfumarse. «Esta noche sin falta, Sam.» Y me lo juro por su padre, Eloy Benitez, artesano de la madera, que murio a los ciento dos anos en Tlaquepaque, dejando tras de si catorce hijos, dos viudas, una leyenda de gallo pendenciero y un revolver.

«Estamos a punto de salir de dudas», le dije a tia Corina cuando se levanto. Se encogio de hombros. «?Tu crees? La duda esta muy desprestigiada, aunque no se por que. La mayoria de las veces es preferible a la certeza.»

A pesar de haberme pasado la noche en blanco, la agitacion me mantenia alerta y me sente a desayunar con tia Corina, que daba la impresion de haberse levantado con el pie izquierdo. «Vamos a hacer un trato: no me hables mas de ese asunto. Aunque te enteres de que quien estaba detras de la operacion es un hijo mulato del Papa, te lo guardas para ti, porque necesito espacio libre dentro de la cabeza. 'El conocimiento inutil es el germen de la desazon.' ?De quien es?» Y no supe darle respuesta. «Atribuida a Policrates, el tirano de Samos, que a veces, cuando no estaba tiranizando, tambien pensaba un poco, supongo que para tiranizarse tambien a si mismo.»

El dia se me hizo muy largo, porque no lograba centrarme en nada y me pasaba las horas picoteando en el ocio de los libros y de la radio, aunque sin sosiego para disfrutar. Incluso me dedique durante un rato a ordenar la biblioteca, recolocando los libros que se llevo el primo Walter, pero la excitacion me impedia centrarme en ninguna tarea, ya digo, pues es condicion de ese sentimiento el convertir a la gente en errabunda de si. El sentido comun me susurraba que Sam no llamaria, pero la ilusion me gritaba lo contrario, ya que lo suyo es gritar, por ser ella una facultad insensata del espiritu.

«?Te vienes al cine?», me propuso tia Corina. «En la Casa de la Cultura echan La burla del

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