Y detras de Cristi venia, en fin, el Penumbra.

La hija de Lorre y el hijo de Honza se conocieron en Londres, poco despues de que a ella se le quedara el corazon hueco por la muerte del sicario Baluarte. Segun parece, se cayeron bien, formaron su monstruo androgino, vivieron sus ilusiones de cama, amasaron con nieve el muneco de un futuro comun y, al poco, el Penumbra la aborrecio, de modo que se derritio el muneco. Ante aquella contrariedad, Cristi perdio la poca cabeza que tenia y procuro hacerle la vida imposible mediante el metodo de hacersela imposible a ella misma: lo perseguia alla a donde fuese, lo espiaba alla donde se escondiera, le enviaba cartas en las que dejaba fluir sentimientos incoherentes entre si, hablaba mal de el a todo el mundo, se acostaba con el primero que le secaba las lagrimas, lo esperaba a la puerta de los bares con un frasco de ansioliticos en una mano y con dos pastillas de extasis en la otra… Y se supone que todo aquel melodrama pasional tenia por objeto recuperar al hombre al que amaba, pues esta visto que los caminos del amor se trazan a trompicones, ya sea para bien o para mal. Pero el Penumbra, lejos de conmoverse ante aquellos desbarajustes, la despreciaba con mas fundamento, al ser el de corazon liviano y sin ancla.

Tras pasarse un par de meses en el hormiguero de unos artistas mas o menos indefinidos (grafiteros al borde de la cuarentena, musicos sin grupo, disenadores de joyas de mercadillo, bailarinas abstractas…), Cristi se instalo en Roma, donde siguio ganandose la vida como camella, pues resulto ser esa su profesion, detalle que yo hasta entonces desconocia y que daba sentido -dentro de lo que cabe- a aquella compota de estupefacientes que me vertio en el vaso mientras cenabamos. «Le dije a Cristi que podia contar con el Penumbra para liquidarte, guey, y le dije al Penumbra que le dijera a Cristi que iba a ayudarla, porque asi podria liquidarla con mas comodidad.»

Cuando Sam Benitez le ofrecio de una tacada la oportunidad de heredar la fortuna de su padre y de trabajar con su amor perdido, Cristi Cuaresma debio de tocar el Cielo por el que flota su madre santisima. No solo estaba dispuesta a matarme, sino a asesinar a un pueblo entero si hiciera falta, porque la perspectiva de un futuro redentor anima mucho.

Pero la estrategia de Sam no paraba ahi…

A traves de Gerald Hall (que, al igual que Argos tenia cien ojos, parece tener cien orejas), Sam se entero de las relaciones que mantenia el Penumbra con un grupo radical islamista. Por lo visto, el hijo de Honza habia recibido el encargo de organizar una masacre en algun enclave emblematico para los catolicos, y andaba cavilando el asunto, que le convenia resolver con exito, ya que por cada victima cobraria mil libras. Pero Sam decidio cavilar por el: si el Penumbra se desplazaba a Colonia con la encomienda de cargarse a Cristi, ?que mejor oportunidad tendria para llevar a cabo su otra mision? Sam dio por hecho que el Penumbra procuraria cobrar por partida doble: por matar a Cristi y por atentar en la catedral en hora punta. Lo que no calculo fue que el Penumbra intentaria valerse de Cristi para llevar a cabo su atentado, y lo que menos le interesaba a Sam era que Cristi muriese. Y saltaron entonces a escena los falsos y pintorescos Dakauskas, no para salvarnos a Cristi y a mi, que no eramos mas que marionetas anonimas para ellos, sino para salvar la catedral germana y a sus visitantes, que era por lo que les pagaba el verdadero Dakauskas, ente unico pero multiple, quien a su vez estaba a sueldo del servicio de seguridad del Vaticano.

Fue Sam quien puso al tanto a Tarmo Dakauskas (al verdadero) del plan terrorista del Penumbra, y aquella informacion le costo bastante dinero al informado, aunque lo solto de buen talante en virtud de la gravedad del asunto, pues un golpe de ese tipo hubiera puesto en entredicho la efectividad de la organizacion que regia Dakauskas y que le salia al ano a la Banca Ambrosiana por un pico, pues no sale barato defender el imperio terrenal de Dios de amenazas terrenales. Aparte de eso, ya digo, lo que menos le interesaba a Sam era que el Penumbra se cargase a Cristi, ya que el tenia previsto obtener la parte del leon a costa del cura Lorre, a quien iba a sacarle un tesoro por llevarle a casa unas reliquias falsas y, sobre todo, a su hija Cristiana Cuaresma del Corazon Llagado Trujillo, heredera potencial de su imperio visionario. «Al final, compadre, paso lo que nadie esperaba: que Cristi se cargo por su cuenta al Penumbra. Crimen pasional. Y eso es todo, guey.»

Segun mis cuentas, Sam Benitez le habia sacado dinero a Abdel Bari, al falso Aleksei Bibayoff, al verdadero Tarmo Dakauskas y al reverendo Lorre. Dicho de otro modo: habia ganado un capital gracias a Hermes Trimegisto, a Fulcanelli, al Vaticano, a Ala y a los restos mortales de Jesucristo. Se mire como se mire, la maniobra tenia merito.

«?Me has contado la verdad?» Me juro por la memoria de mi padre que si, aunque el hecho de jurar por la memoria de mi padre y no por la del suyo tampoco representaba una garantia, por mucha estima en que tuviera al mio. (Ademas, como decia no recuerdo que personaje de Shakespeare: «Pesa juramento con juramento y pesaras nada».)

«En definitiva, tu te haces rico y a mi me cuesta dinero el hecho de que te hagas rico.» Se quedo callado durante un par de segundos, lo que para Sam constituye una hazana. «Me dijiste que tienes una deuda con Fioravanti, ?va? Me hare cargo de esa deuda y te mandare ademas un sobrecito con lo mismo.» Me parecio un pago pobre, aunque pense que peor seria un impago.

«Te dejo, cuate. Manana tengo que volar a Roma para llevarme a Cristi a Middle Paxton. Su papacito la espera con los brazos abiertos y a mi con la caja fuerte abierta, guey. A ver si hacemos de Cristi una santita.»

Cuando termine de hablar con Sam senti algo raro: por una parte, estaba satisfecho, dentro de lo que cabe, por disponer al menos de una explicacion, pues ya saben ustedes que no se vivir sin comprender lo que ocurre, siquiera sea en la medida en que puede uno comprender las mutaciones de la luna o las apariciones de fantasmas, pero, por otra, estaba tambien muy escamado. De acuerdo: uno ha entrado ya de lleno en la edad de los sentimientos impuros, pero no se trataba solo de eso. El relato de Sam Benitez me quiso parecer coherente, dentro de lo coherente que puede ser una secuencia de disparates, claro esta, pero mi instinto -desnudo, con la cara pintarrajeada, con su lanza en la mano- me musitaba una advertencia sin palabras, un soplo de incertidumbre, un susurro de alerta. Algo asi, no se, como si vas al hospital porque no oyes bien por el oido derecho y el medico te dice que el origen del problema esta en los huesos metatarsianos de tu pie izquierdo, porque, al andar defectuosamente, te trastornan el nervio esplacnico y te danan la articulacion incudomaleolar, o algo parecido, y tu te lo crees, pero a la vez no puedes creertelo del todo, esceptico ante la posibilidad de que tu organismo sea capaz de urdir conspiraciones tan sofisticadas.

Me tome una pastilla y me acoste.

A la manana siguiente, quise contarle a tia Corina el relato de Sam, pero se nego en redondo. «Ni un monosilabo mas sobre ese asunto», y comprendi que asi iba a ser, porque conozco sus actitudes inexpugnables.

«?Quieres creerte que esta noche he sonado que nos ibamos a Groenlandia?» Y cruce los dedos para que aquel sueno no fuese profetico, porque para Groenlandia estaba yo.

Por lo demas, cuando baje a comprar el periodico, vi en el suelo del zaguan un par de octavillas: SE ACERCA EL DIA DE LA HOGUERA. ARDEREIS no supe que pensar.

22

Marta.

Un resucitado imprevisto.

Informaciones de Fioravanti.

La huida de tia Corina.

Los regresos.

Y un final.

(…) (Una elipsis.)

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