encontrar ni siquiera un motivo colateral que justificase el asesinato de mi persona. «Es que el gordo es muy rencoroso, cuate. Por lo visto, tu jefe le hizo una vez un negocio feo y se la tenia guardada bien en lo hondo. Como tu padre murio, el gordo iba a hacerte heredero de esa venganza, guey. Pero lo mejor viene ahora…»
Segun me conto Sam, el clerigo Lorre, a mediados de los sesenta del siglo pasado, dio una gira de las suyas por Venezuela, acompanado por su sequito habitual y por un interprete. Las ulceraciones misticas, lejos de abatirle, parecian infundirle un impetu mesianico y una diligencia indesmayable, y no habia aldea del continente americano que dejase por patear aquel iluminado pelirrojo, y siempre con exito espiritual, pues la apoyatura sangrienta que dramatizaba sus homilias resultaba infalible: no habia alma que no se conmoviera ante su martirio escalofriante ni ante la magia intimidatoria de su ojo cambembo.
Pero nadie se libra del influjo del Maligno, asi que, en la localidad de Cuacuagua, logro mancillar el Maligno la santidad de Lorre con un arma que suele ser letal para casi todos los varones: un cuerpo esplendoroso de mujer. Y un cuerpo esplendoroso tenia Maria Trujillo, hija de un teniente Trujillo que empleaba las horas muertas de su jubilacion en el intento de amaestrar culebras para que zigzaguearan al son de la musica de Verdi, lo que resulto ser empeno imposible.
Era esta Maria Trujillo beata de parroquia, a pesar de que todo el mundo considerase un despilfarro que aquella belleza de apariencia imponente y de caracter candido se pasase la vida planchando bajeras de cura, fregando sacristias y lustrando confesonarios con cera aromada, entre otras labores que le dictaba emprender su mucha devocion, que le venia de nina, cuando despilfarraba las horas de juego en componer altares con ornamentacion de copeicitos de Guayana, rosas de montana y caracueyes, que daban esplendor floral a las estampas de virgenes de expresion vaporosa y de cristos galanos. La llamaban la Virgen Trujillo, y habia en aquel apodo resentimiento si salia de boca de varon: representaba ella la hermosura inutil, un esplendor inalcanzable para manos humanas, pues solo la mano invisible de Dios lograba hurgar en su corazon sin macula de malicia.
Cuando la Virgen Trujillo vio los estigmas de Lorre, peco de envidia ingenua, pues quiso verse tambien llagada, y la noche entera la empleo en elevar suplicas a las alturas para que la hiciera Dios beneficiaria de aquel suplicio. Pero Dios tiene un oido caprichoso, como lo tiene cualquiera, y sin estigmas se quedo la Virgen Trujillo, que tanto los hubiera merecido por la inocencia arrebatadora de su fe.
Lorre montaba sus espectaculos en canchas deportivas, en almacenes en desuso y en sedes de asociaciones recreativas, y por todo el norte del pais seguia la Virgen Trujillo la ruta de Lorre, fascinada por la santidad que apreciaba en aquel martir de pelo como el cobre que hablaba en un idioma que ella desconocia, pero que le empapaba el alma de misericordia, de fervor y de bondad aun sin atender ella al interprete que traducia las soflamas de Lorre, centradas a esas alturas en una idea panamericana: «Jesus ha dado senales inequivocas de querer que sus restos mortales reposen en America, y no debe quedar pais americano sin una reliquia suya, por pequena que sea, pues solo de ahi nos vendra a todos los habitantes de este gran continente la verdadera redencion. America entera debe ser la depositaria del cuerpo mortal de Cristo», y aquello, al parecer, enardecia a la gente, que de por si suele ser vulnerable a las fabulaciones que tocan la fibra patriotica.
La Virgen Trujillo se las arreglo para mantener una entrevista privada con Lorre. Y en el transcurso de aquella entrevista, entre cosa y cosa, perdieron ambos la virginidad. «El amor al projimo acabo en pura chinga, guey.» Le pregunte a Sam que por que me contaba aquella especie de novela colombiana ambientada en Venezuela. «Muy sencillo, cuate. Porque a los nueve meses de aquello nacio una nina. Una nina a la que bautizaron como Cristiana Cuaresma del Corazon Llagado Trujillo, ?me entiendes?»
«?Estas diciendome que…?» Les confieso que algo se rebela dentro de mi, por instinto, ante las simetrias folletinescas de las ficciones, de modo que no hace falta que les diga que ese grado de rebeldia se acrece bastante si se trata de simetrias folletinescas de la realidad, que no deberia rebajarse a esos recursos. «Exactamente, guey. Alguien tenia que ser el padre, ?va? Por eso la meti en la operacion.» Le pregunte, como es logico, que por que la metio en la operacion, ya que no lograba establecer ninguna secuencia logica entre el hecho de que Cristi Cuaresma fuese hija de Lorre y el hecho de que me la impusiera como operaria para robar las reliquias en Colonia. «Muy sencillo, compadre: porque de ese modo mataba dos gallinazos de un tiro.» Seguia sin entender casi nada de casi todo, pero como se que, por su aficion al merodeo, a Sam hay que dejarle rienda larga, rienda larga le deje.
Por lo visto, Lorre, a la vejez, pretendia recuperar a su hija, a la que jamas habia querido ver por considerarla su mayor verguenza, la encarnacion andante de su debilidad. La Virgen Trujillo murio cuando Cristi era nina y la dejo encomendada a unos parientes suyos de Colombia, pues no se fiaba de confiarle la custodia al anciano teniente Trujillo, por esa cosa de andar el todo el dia con culebras, absorto en el empeno de convertirlas en bailarinas. Y alli se crio aquella trastornada, fruto del pecado de dos santos vocacionales.
Segun Sam, el interes de Lorre en recuperar a su hija tenia un componente nepotista: hacer que Cristi se convirtiese en heredera universal del mas hermoso de los martirios posibles, con lo cual perpetuaria su linaje de santidad e incorporaria el elemento femenino a la trama: la Virgen reencarnada, padeciendo el tormento postrero del Hijo. (O algo similar a eso.) Le comente a Sam Benitez que aquel papel virginal le venia estrecho a Cristi Cuaresma, y me dijo que eso era lo de menos. «Lo importante es que el viejo tiene lana para parar dos buques. Solo por localizarle a la nina le saque la del pirata Morgan.» Aquello, en cualquier caso, no explicaba, sino que enredaba mas bien, el motivo de incorporar a Cristi a la operacion de Colonia. «Sencillisimo, cuate. Cristi era quien iba a encargarse de darte matarile. Solo en teoria, como es logico.» Y ahi tuve que tomarme un respiro.
Se supone, en fin, que Sam me habia obligado a contar con Cristi Cuaresma para que me matase, aunque aquello, al parecer, era solo el pretexto, ya que la estrategia del mexicano no pasaba por mandarme a la sepultura. «Le dije que su papacito estaba para irse con el Gran Papacito y que ella podia heredar su fortuna si te liquidaba, guey, porque tu eras el unico impedimento.» Y a la espera de nuevas revelaciones me quede, atonito como el que mas atonito haya estado en este mundo. «Le dije a la loquita que tu eras un enemigo de Lorre y que trabajabas para el Vaticano.» Segui a la espera. «Ibas a arruinar a su papa si conseguias robar el contenido del relicario de Colonia, ?entiendes?» (No.) Y es que se conoce que cuando Sam, con arreglo a calculos caprichosos, le comento a Cristi el monto aproximado de la fortuna de su padre, recupero ella de forma instantanea su conciencia de hija de aquel santon llagado, a quien hasta entonces habia maldecido en todos los idiomas que estaban al alcance de su cultura, pues su familia adoptiva le alimento desde pequena el rencor hacia aquel farsante del ojo tremebundo que pregonaba la salvacion global de America y que, sin embargo, abandono a su suerte a la Virgen Trujillo, de quien se dice que murio de pena y de verguenza, pues solo veia dedos admonitorios por todas partes, incluido el de Dios, con el unico consuelo de la conviccion de que el fruto de su vientre habria de ser bendito, al heredar por partida doble la santidad.
A pesar de esa explicacion -o tal vez gracias a ella-, seguia yo sin encontrarle sentido alguno a la implicacion de Cristi en la operacion coloniense, ya que su papel se supone que tenia que representarlo a varios miles de kilometros de alli. «Le jure al gordo Abdel Bari que iba a organizar tu asesinato y tenia que respetar eso, porque se lo jure por la memoria de mi padre, guey, y no queria que el viejito se revolviera en la tumba.» Aquello, por raro que parezca, podia ser sincero, porque esas cuestiones de honor supersticioso resultan muy acordes con la naturaleza de Sam, que teme mas a los muertos que a los vivos. «Ademas, cuate, creo que voy a casarme con Cristi.» Y ahi me dejo con los pies por encima del suelo. «Siempre he buscado el amor de una heredera. Y Cristi, con la cabeza como la tiene, va a durar tres dias cuando se vea llena de llagas, guey. Y entonces el heredero de Lorre sere yo», y solto una carcajada. «Es broma, compadre», y solto otra. «La verdad es que Cristi me interesaba como cebo, ?comprendes? Para llevar al Penumbra a Colonia, ?va?» Le replique que Cristi era mas bien un repelente para el Penumbra. «Pero no si le tapas la nariz con un buen monton de lana, guey, y le encargas ademas que la mate.»
Los laberintos de Sam: le paga al hijo de Honza para que mate a Cristi y le paga a Cristi para que me mate a mi, aunque ninguno de los dos teniamos que morir bajo ningun concepto. «Ya se que eres el rey sol de los majaras, Sam. Pero sigo sin comprender», y salio por donde suele salir: «Bueno, cuate, tampoco hay que comprender todo en esta vida. ?Por que tenemos cinco dedos en cada mano y en cada pie? ?Por que carajo solo tenemos dos manos y dos pies? Pues lo mismo, guey».
Y siguio: «Cristi estaba deseando matarte, compadre. Tuve que frenarla, porque la muy recabrona tenia pensado liquidarte en el mismo instante en que pisaste Roma con tu maletita, guey». Le pregunte si tenia que darle las gracias por aquella deferencia. «Bueno, si, loco. Deberias. Porque a veces tiene que chingarla alguien, ?va? Y lo mismo te toca la papeleta sin haberla comprado.»