incorpora, va hacia Gabriel sujetandose con ambas manos a los lados de la borda y cuando llega hasta el y le ayuda a dejarse caer al mar aun susurra por ultima vez:

– Perdon… Perdon…

El saco de piedras arrastra a Gabriel y al cuerpecillo muerto pegado a su pecho directamente hasta el fondo. La imparable inmersion tiene algo de la velocidad euforizante que sintio bajo las aguas de Cuba cuando la muchacha transparente comparecio para salvarlo, y gracias a ese recuerdo vivificador halla fuerzas para abrir los ojos y distinguir en la media oscuridad submarina un promontorio rocoso hacia el que logra dar dos, tal vez tres brazadas antes de desfallecer.

Por fin, es el saco de piedras el que decide el punto donde ha de morir, y su cuerpo desciende suavemente hasta posarse sobre una ancha roca que sobresale del fondo, como un milagroso asiento natural donde acomodarse para descansar por el resto de los tiempos.

Las ultimas burbujas de aire, solitarias y espaciadas, abandonan su cuerpo y se disuelven en el agua, desprovistas ya de toda fuerza. Es el final. Gabriel llama a la muchacha transparente como tantas veces hizo antes, pero no siente su proximidad acudiendo a envolverlo.

Tambien ella me ha abandonado.

Se ahoga, muere. Y tras aferrar carinosamente el diminuto cadaver del bebe, fija su ultimo pensamiento para que le quede adherido a la mente y al cuerpo por el resto del tiempo de la muerte.

Te ame. Y no fui el asesino de tu hijo.

Una luz blanca apacible ocupa el mar entero y lo rodea. La ultima chispa de su pensamiento, antes de rendirse a esa luminosidad que lo vuelve ciego, aun se aferra a la esperanza.

Esta luz…

La muchacha transparente…

Viene a protegerme.

Hasta que Leonor venga y vea cual es la verdad.

30

El vino tambien puede ser un cadaver», se le ocurre a Bastian mientras identifica entre las llaves del manojo la que abre la bodega; vinos muertos, en este caso por cuatro anos a la intemperie de la desatencion, sin discriminacion de origen, edad o color: blancos, tintos y rosados; pueden llegar a ser decenas los litros picados en sus respectivos ataudes de vidrio, botellas abandonadas a su suerte entre telaranas y castigadas cara a la pared de la bodega hasta que alguien quiera rescatarlas. En la nuca siente el resuello cavernoso de Julian, que le insta a apresurarse. La ultima vez que introdujo esta llave en la cerradura era Vera quien, restregandose desnuda contra su espalda tambien desnuda, le urgia a abrir. «El unico sitio donde no hemos follado. ?Como no me habias dicho que tenias una bodega?». Tras la pesada puerta surgen, desde el suelo hasta el techo, rejas que ocupan todo el ancho del acceso al interior abovedado. Las mando instalar cien anos atras el dueno originario del caseron, y Bastian recuerda como de nino le inquietaba su apariencia de carcel perpetuamente vacia, sin otros presos que las botellas mudas. «Parece un calabozo», dijo tambien Vera, y con risita malevola de nina traviesa se aparto de el para sacudir con todas sus fuerzas los barrotes ensamblados en el suelo de piedra y comprobar su solidez. «Si, un autentico calabozo», sentencio complacida. Las rejas siempre se mantenian cerradas, igual que se ven ahora, y Bastian repara de pronto en que nadie que no tuviera la llave pudo entrar a la bodega la manana del fatidico disparo. Se vuelve hacia Julian para compartir el jubiloso dato, por el bastaria eso para descartar que al otro lado de la reja aguarde cadaver alguno, pero intuye a tiempo que el ex policia preguntara en el acto si Vera tenia copia de las llaves, y antes de que lo haga no tiene Bastian otro remedio que responderse a si mismo que si, que recuerda perfectamente como el entusiasta Sebastian insistio en entregarle una copia de las llaves para que pudiera entrar y salir como la duena del caseron que a el tanto le habria gustado que llegara a ser. Y en aquel llavero se encontraban las llaves de la bodega. Sombrio de nuevo por causa del hallazgo traidor, que arteramente se ha vuelto contra el, se limita a abrir la reja en silencio y ceder el paso al ex policia. Julian cavila con las mandibulas tensas como si quisiera quebrar entre los dientes sus pensamientos o sus temores.

– Chico -dice parandose en el umbral con gesto grave-, antes de que entremos tienes que saber cosas que yo se y tu no. Los seis millones de euros no eran de Humberto, eso ya te lo he dicho. Pero Vera y Humberto vinieron juntos a Padros, esto es nuevo para ti. El robo lo planearon entre los dos, como un matrimonio bien avenido, aunque la idea fuera de Humberto. Queria robar a sus antiguos jefes. Lo consideraba una indemnizacion. No se si te he dicho que lo dejaron invalido de una paliza.

– ?Para que tipo de gentuza trabajaba? O mejor. Dime de una vez quien era Humberto. Llevo anos queriendo saberlo. -Bastian ha alzado inesperadamente la voz, pero no es un enfado repentino, sino un intento de apartar la mente de la idea que logra desasosegarle cada vez que se manifiesta: Vera y Humberto vinieron juntos.

– Humberto… -Julian se interrumpe, como si meditara por donde empezar. Parece un juez severo e injusto-. Era un empresario joven que recorria la costa cantabrica en busca de lugares donde pudieran invertir los constructores para los que trabajaba, esos jefes que te acabo de decir. Cuando lo conoci aun vivia la madre de Vera. Aparecio por aqui un par de anos antes de su muerte, sobre 1987, puede que algo antes. Vera tenia catorce anos, o quince. Enseguida congeniamos. El necesitaba alguien con influencia en el ayuntamiento, y vi que echandole una mano podia sacarme un buen dinero extra. Hicimos bastantes negocios. Muy rentables, pocas veces limpios del todo.

– ?Entonces no era un manoso, ni un asesino? ?No era un torturador?

– Toda esta gente carece de escrupulos. Es imprescindible para sus negocios inmobiliarios. Ganan mucha pasta, y cuando ya tienen demasiada prueban a ponerla en cestos todavia menos limpios. Mafiosos…, asesinos…, torturadores… Son palabras muy ampulosas. No es exactamente que ellos sean todo eso. Pero digamos que en un momento determinado pueden llegar a serlo. Ellos pueden serlo, yo podria serlo y lo cierto es que lo fui. Tu, por ejemplo, no podrias. A ti en cuanto abres el pico se te ve que tienes escrupulos. Se te ve hasta en la forma de mirar. Pero ellos… Casi matan a Humberto. A mi me serraron la pierna. ?Te parece suficiente?

– ?Y Vera?

– Vera tambien.

– ?Tambien que?

– Tambien podria serlo. Por dinero y por venganza podria matar. Por eso vino, ya te lo he dicho. Para eso vino. Dinero y venganza. Los mismos motivos que Humberto. Venian buscando el mismo dinero, pero por venganzas distintas. Humberto queria vengarse de sus jefes. Se habia pasado de listo con ellos, quiso hacer negocio por su cuenta y lo dejaron en silla de ruedas de una paliza. Vera me dijo que volveria a andar, pero cualquiera sabe si decia la verdad o era otra de sus mentiras.

– ?Y ella? ?De quien queria vengarse?

– De Humberto. Se habia enamorado de el en el pasado, de una manera enfermiza, nada mas verlo. Al poco de morir su madre. Se casaron en cuanto ella cumplio los dieciocho. Un camino como cualquier otro para escaparse de Padros y de mi. Pero tengo que reconocer que, a buenas o a malas, se ha pasado quince anos con Humberto, quince nada menos. O sea que algo muy fuerte habria entre ellos. Tambien pudo ser el odio. El odio une mucho. El al principio estaba loco por ella, enamorado, igual que tu todavia. Os entiendo a los dos. ?Como no os voy a entender? Los caso el alcalde, en el ayuntamiento. Yo, mientras, estaba en el bar de la plaza, tomando una copa tras otra, rabioso. Desde alli los vi pasar hacia su nueva vida, ella muy guapa de blanco, feliz de largarse, por fin camino del mundo de ahi afuera. Que mal le salio. Porque aunque no sepa nada de ese matrimonio, conozco bien a Vera. Se cuando odia, no olvides que en una epoca me odio a mi. Por eso se que odiaba a Humberto. Da igual que hubieran venido juntos a robar ese dinero. Lo odiaba. Y al final tambien se vengo de mi. No se si estaba planeado, a lo mejor fue sin querer. Pero asi salio. Me dejo convertido en lo que ves ahora, condenado a vivir como una caricatura de lo que fui.

– Entonces -Bastian alza la mano, pidiendo tiempo para recomponer en su cabeza la informacion-, Humberto estaba aqui cuando el atraco. En Padros. ?Todo el tiempo?

– Todo, segun me conto ella. Pero no llegue a verlo. Precisamente me pedian ayuda porque el estaba impedido y necesitaban un hombre activo que pudiera hacer la parte fisica del trabajo. Y por lo mismo, porque Humberto estaba impedido, necesitaban de un lugar donde pudiera esconderse discretamente. En cualquiera de

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