la misma diestra que le aferraba la mano en los paseos por Padros o le acariciaba el pecho y el vientre durante las largas conversaciones en el lecho? Han pasado cuatro anos… ?Quien es capaz de recordar durante tanto tiempo unas manos? Pueden haber adelgazado o engordado, la piel puede haberse ajado, segregado manchitas… Va a entrar en el examen del rostro cuando cree reconocer de pronto la anomalia, el elemento divergente entre la mujer del pasado y la del presente. Es el pelo, que muestra un corte distinto y tambien otro color. Vera llevaba el pelo muy corto y muy rubio, provocativamente amarillo; la mujer que sigue sin percatarse de su presencia luce melena hasta los hombros, y aunque su pelo es tambien rubio, aparece entreverado de tonos ceniza, como si el peluquero hubiera buscado apagar su color, desconectar el amarillo, o ella le hubiera pedido una ruptura radical de imagen. Tal vez esa era la idea: cambiar de apariencia, ocultarse… Los ojos podrian suponer la prueba definitiva, las personas son su mirada, pero la mujer los oculta bajo unas grandes gafas opacas. ?Otro disfraz? Porque lo cierto es que impiden a Bastian ver la cara en condiciones adecuadas para tener la certeza del si o la certeza del no. Y es entonces cuando, proveniente del mundo real exterior a ellos, acontece el estallido.

El camarero trae el segundo plato y se dirige a la mujer con natural desparpajo, como si fuera cliente habitual, incluso de diario.

– Albondigas con tomate. Cuidado, la cazuela quema.

Con gesto agil, retira el plato con las sobras de ensalada y pone sobre la mesa las albondigas humeantes y luego, con naturalidad que a Bastian le parece carinosa y llena de respeto, toma la mano derecha de la mujer y la dirige hasta el plato. La desvalida diestra queda en el aire, suspendida un instante. Despues se posa sobre el mantel y comienzan los dedos a deslizarse tanteando, hasta que topan con el borde de la loza. La zurda rastrea en busca del vaso de agua, y cuando llega a tocarlo los dedos escalan por el cuerpo cilindrico de cristal hasta cenirlo y elevarlo hacia la boca. Una vez ha bebido, la mujer lo devuelve a su sitio sobre el mantel, comprobando previamente con los dedos de la otra mano que no hay obstaculos en el camino, y toma el tenedor para seguir comiendo. En esos breves instantes, un mazazo invisible ha golpeado el pecho de Bastian. Siente dolor intenso, un repentino ahogo, retrocede con pasos titubeantes, sostenido a duras penas por sus piernas desfallecidas, hasta apoyarse en la mesa de otros comensales, metiendo casi la mano en el plato de uno de ellos. Le increpan en tono jocoso, pero el solo es capaz de sentir terror. Corre, sale a la calle, la cruza y huye del restaurante a toda prisa, con la cabeza baja como un delincuente que temiera ser reconocido o supiera de repente que toda su vida minuciosamente erigida en los ultimos anos con ladrillos de mentira acaba de desmoronarse, aunque aun no sepa con exactitud como, ni debido a que. Solo corre, solo puede correr. Solo huye, solo puede huir como hace cuatro anos.

Esta ciega. Humberto. El alfiler.

Y por encima de la ira siempre en llaga hacia Vera, mas alla de su traicion, mas alla del odio que no pudo exterminar al deseo, mucho mas alla de la pena, el dolor y la melancolia destructora, surge ante sus ojos una imagen jamas entrevista que lo desmorona todo y convierte en trizas la nada… Vera, cuatro anos atras, encadenada tras sufrir quien sabe cuantas atrocidades, Vera torturada hasta la extenuacion o la locura mientras ve venir sin prisas hacia ella, hacia sus ojos, el puntiagudo alfiler tras el que sonrie Humberto. ?La capturaron! ?Por eso no vino a por mi! Un vomito repentino le obliga a agacharse doblado entre dos coches, y esa reaccion fisica le sirve de aval para esta nueva version de su vida que, a pesar de todos los derrumbamientos que implica, ansia creer. ?No pudo venir porque la atraparon! Bastian comprende que todo fue distinto a como siempre lo imagino. Pero ?distinto de que manera? Las preguntas se disuelven ante una urgencia mayor contra la que choca de frente. No puedo perderla por segunda vez. ?Como he podido irme del bar? Podria extraviarse entre estas calles nunca recorridas antes, y se lanza a una enloquecida carrera de retorno. Si pierde a la ciega, despues de haberla tenido literalmente al alcance de la mano, se volvera loco, podria matarlo la colera contra si mismo. Acelera sin dejar de buscar en cada escaparate y en cada esquina, al borde del colapso, detalles reconocibles del recorrido anterior, y cuando surge desbocado desde una bocacalle y se topa con el restaurante, casi llora de felicidad, como si constituyera una victoria titanica sobre el destino haber sabido regresar al local. Cruza, abre la puerta y si, la ciega continua alli donde la dejo, removiendo su cafe mientras guarda en el bolso el dinero de la vuelta. Al comprobarlo expulsa un bufido euforico, y recuperada en parte la capacidad de pensar con frialdad, decide salir de nuevo para apostarse frente a la puerta.

Apenas un par de minutos despues, la ciega sale a la calle y se detiene un instante para abrocharse un chaqueton de cuero que acaba de ponerse sobre el traje. Alza el cuello para protegerse la nuca, y este detalle nimio de desvalidez ante el aire frio desencadena en Bastian una inesperada oleada de ternura que es incapaz de explicar o controlar. Capturaron a Vera tras el ataque a Amir o Amin, esta cada vez mas seguro de que lo hicieron otros sicarios con los que nadie conto, cuando corria a reunirse con el para escapar juntos con el botin. Me amaba. Todo era cierto. Y ahora voy a comprobarlo. La estatura de la ciega es mas o menos la misma que recuerda de Vera, pero la entidad fisica de los amantes tambien se desdibuja con el paso del tiempo. Por la altura podria ser Vera y tambien no serlo, y Bastian aguarda impaciente que se eche a andar para tener mas datos. La ciega, como si buscara subrayar visualmente su condicion de invidente, extrae del bolso un baston blanco que despliega antes de enfilar la acera hacia la izquierda, pegada a la fachada con toda cautela. Bastian cruza a toda prisa, e instantes despues se encuentra siguiendola, dos metros por detras de ella. ?Que leia en el restaurante?, se pregunta de pronto. Un texto en braille, obviamente. Pero ?sobre que tema? ?Y eso que importa?

Un cuerpo camina, una persona camina. No importa si se dirige hacia o regresa de, si va o viene. No importa el origen ni la meta, solo la esencia que portamos. ?Y cual es la de esta ciega que camina indefensa ante la vida sobre sus zapatos bajos? Esa es otra negacion de la memoria, de la posible verdad recien revelada. Vera, en Padros, caminaba siempre apresurada sobre tacones altos, impaciente por llegar a donde fuera para arrasar y partir de nuevo, fuera su destino el sexo con el o el encuentro fatal con Amir o Amin.

?En que parte fallo el plan que ella presento como infalible? El, un pobre fracasado de provincias sin proyecto vital, no sabia lo suficiente de tramas criminales como para valorar si era asi o no, pero siempre creyo que Vera, aunque fuera por la influencia de Humberto, poseia la necesaria experiencia. Para ella, apostada con los prismaticos en la atalaya del acantilado desde donde se dominaban los apartamentos, todo era muy simple. El emisario de Humberto llegaria con el dinero aquel miercoles de junio y al dia siguiente, jueves, ella recogeria en la ciudad las armas que habia adquirido en el mercado negro. Bastian recuerda como esa expresion, «recoger las armas», le estremecio. Por primera vez penso que todo podia ir en serio, que debia apartarse de esa mujer lo antes posible, que la muerte podia estar ya hospedada en Padros, esperando el momento de salir a las calles. Por ello se nego a llevarla en coche, y Vera, decepcionada por su cobardia, herida por lo que llamo su traicion, hubo de tomar el autobus, aunque a su regreso al dia siguiente el fue a esperarla y la tension de las horas previas al atraco volvio a unirlos, a fundirlos en ese abrazo unico e infinito que, durante los cuatro anos posteriores hasta hoy, el ha considerado repugnante mentira. Ese abrazo falso es, en realidad, lo unico que le ha importado siempre. Todo lo demas le parecen minucias de una disputa entre delincuentes. Fue el abrazo, y la traicion que comportaba, lo que le lanzo al miedo, a la huida, a la desolacion.

Sin embargo, la ciega podria traer ahora la negacion de toda aquella oscuridad. Camina despacio, todos sus movimientos parecen hipotecados a las coordenadas de rumbo que le va suministrando el extremo del baston blanco, y en esas circunstancias los datos que Bastian puede extraer resultan falsos, confusos como minimo. Si es Vera, sus pasos titubeantes lo contradicen y niegan, y Bastian resuelve que tiene que ir un poco mas alla. Cuando la mujer se detiene ante un semaforo es la oportunidad para tomarla del brazo, tocarla con la esperanza de que el contacto entre ambos responda con el chispazo de siempre. Se coloca a su lado y la mira de reojo, con el corazon presionandole la yugular en el cuello. Es un disimulo absurdo, ridiculo, ya que ella no puede ver, y se permite entonces mirarla con impunidad que le resulta remotamente vergonzante, indigna de quien fue, de quienes fueron. ?Son sus labios, su perfil, sus mejillas? Imposible saberlo; en un rostro, la expresion lo es casi todo, y la ciega, en las antipodas de la alegria vital que derrochaba Vera, muestra una crispacion resuelta, perenne, que la hace diferente, opuesta. ?Acaso no es cierto que si el rostro de la felicidad se entristeciese drasticamente dejaria de parecer feliz? Pues asi ocurre en esta cara: es la de Vera pero no es la de Vera. Puede ser tan solo, ?por que no?, una inocente mujer ciega que se parece mucho al fantasma de Bastian. Esta opcion se vuelve veraz y le hace sentirse ridiculo en su cabezona persecucion. Cambia para los peatones el disco verde, y Bastian cine el antebrazo de la mujer, que asiente con un breve gesto seco de agradecimiento. Cruzan, el aprieta cada vez mas, y desplaza arriba y abajo la mano por ese brazo que solo emite senales mudas, del todo

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