la torre de apartamentos. Antes os habia visto remolonear por el pueblo, y me di cuenta de que te estaba liando para que fueras tu quien la ayudase. Ya te dije que me sonabas de vista, y pedi informes sobre ti. Un mindundi, un tipo normal, mediocre. Con escrupulos. Imposible que sirvieras para el atraco. En cambio deduje que el escondite para Humberto tenia que ser tu propia casa sin que tu lo sospecharas. Intui que todo seguia su curso, y me preocupe. Aquel viernes me aposte a primera hora cerca de los apartamentos, como un padre responsable. No es broma, fue la preocupacion por Vera lo que me llevo hasta alli.
Y Julian, tras confesar este sentimiento, se detiene esperando acaso algun aplauso moral de Bastian, la constatacion, aunque sea minima, de que hubo en ese gesto algun grado de reivindicacion de su esencia y dignidad paternas. Antes de continuar alza la mano para echar el flequillo de pelo cano que le cae desde la frente a la ceja, pero apenas lo ha colocado en su lugar vuelve el flequillo a descolgarse e inicia a la altura de los ojos un suave aleteo, como si estuviera vivo y flotara en el aire. Bastian repara en ello sin darle importancia.
– Al poco -continua el ex policia-, llegasteis en tu coche. ?Lo recuerdas, verdad?
– Como si fuera ahora. Para mi era el fin. Habia llegado el momento de la realidad, y la realidad traia el fin. Tu acabas de decirlo: no sirvo para vuestro mundo. A mi, eso de robar a unos criminales, primero me parecio una broma, luego, cuando Vera insistia, la broma se volvio de mal gusto y pesada. Y despues, cuando entendi que hablaba en serio, supe que nunca seria capaz de mezclarme en ello. Tu dices que es cobardia, a mi me parece sentido comun. Puedes hasta llamarlo rutina de vivir tranquilo y dentro de la ley, lo que quieras. Pero en mis planes jamas entro meterme en algo que luego pudiera traerme lo que precisamente me trajo. La vispera del golpe, el jueves por la noche, todo fue para mi una despedida. Follar con Vera, abrazar a Vera, dormir con Vera, despertar junto a Vera. De todo eso llegaba el fin. Nos levantamos para ir hacia el edificio, yo habia prometido llevarla hasta alli. Luego pensaba marcharme, verla bajar del coche y alejarse e irme. Cuando pare, a una distancia discreta del edificio, saco el arma que habia traido de la ciudad. Por el arma supe que todo era cierto, que no iba a despertarme de ninguna pesadilla, que ella y yo nos encontrabamos en la realidad. La agarre de la mano, fue mi momento de mayor valor. Le dije que se quedara conmigo, que volvieramos a casa, le dije que lo que yo tenia era suyo, que no se metiera en esa aventura que solo podia acabar mal. Se me quedo mirando, creo que valoro mi propuesta y creo que hasta se emociono. Tu te reiras, pero yo estoy seguro de que por un momento logre emocionarla.
– Pero bajo del coche.
– Si, bajo del coche. La vi alejarse, espere a que entrara en el edificio y eche mano a la llave para encender el motor y marcharme. Pero no pude. No podia ayudarla, ni queria hacerlo. Pero tampoco podia abandonarla. Ni queria hacerlo.
Me quede esperando. No sabia que esperaba. Tal vez que reapareciera y aceptara mi propuesta. O que saliera corriendo con el dinero y me necesitase. Solo se que me quede. Horas, hasta que me comieron los nervios y decidi esperar en mi casa. Y hasta hoy.
– Tu no habrias sido de ninguna ayuda, pero cuando vi que te quedabas en el coche comprendi que Vera pretendia enfrentarse sola a un pistolero profesional. Entre al edificio por la puerta de atras. Ella subio en el ascensor, y se me adelanto unos pocos minutos. No se con exactitud que paso dentro del apartamento, pero cuando abri la puerta de la escalera de servicio salian ella y Amir, el encanonandola. Era un profesional, lo que pretendia era matarla en otro sitio para no quemar el escondite del apartamento con una muerte. Intervine entonces. Por supuesto, habia llevado mi arma, y pude sorprender a Amin y desarmarlo. Pero ahi mi suerte ya estaba echada. El entendio que yo, el policia municipal de Padros que colaboraba con su gente, era el complice del robo, tal vez incluso quien lo habia planeado. Ya no habia marcha atras. Vera se me quedo mirando. No me atrevo a estar tan seguro como tu de que se emocionase. Pero al menos vi sorpresa en su rostro. Y creo que le dio todo su valor al hecho de que la salvara. Pero enseguida volvio a lo suyo. Volvio al apartamento a por el dinero y salimos, de nuevo por la puerta de servicio. Vera insistio. Parece que te conocia un poco y no le apetecia que siguieras alli esperando, como en efecto estabas, y nos vieras salir. Subimos al coche de Amir, el y yo detras y Vera conduciendo. Cuando nos alejamos te vimos al tomar la calle principal, ahi seguias como un pardillo. Amir trato de convencerme de que lo dejara libre, incluso se ofrecio a olvidarlo todo si lo dejabamos libre y devolviamos el dinero. Yo lo habria hecho. Vera, por supuesto, no. Lo tenia en el asiento, a su lado, todo para ella. Y fue entonces cuando dijo que habia que matar al pistolero. Supe que hablaba en serio, se notaba en la voz, en la mirada. En su sangre fria. Iba a hacerlo, y yo me deje llevar por el impulso. Cuando estabamos cerca de la plaza ordene a Amir que bajara, le arroje al suelo el arma que le habia quitado y le pegue tres tiros en el pecho. Nos alejamos a toda velocidad, pero el aun tuvo fuerzas para dispararnos hasta vaciar el cargador, fueron todos esos tiros los que aquella manana alteraron la paz de Padros, aunque fue poco revuelo en comparacion con la llegada de Amir a la plaza, desangrandose. Mate a un hombre, el primero y unico de mi vida, para proteger a Vera. Ese impulso me perdia para siempre, pero no pude evitarlo. No se si ella reparo en lo que acababa de hacer para salvarla, ni se si lo penso mas tarde. No tenia tiempo que perder. Me miro, seria la ultima vez que lo hiciese, y me dijo: «Gracias por salvarme. Lo mejor es que te bajes». Solo eso, ni media palabra mas. Tenia sus planes bien pensados, vaya si los tenia. Y en ellos no entraba yo, ni tu, ni por supuesto este, que estaria mordiendose las unas en su silla de ruedas, pensando que su mujercita venia a recogerlo para cuidar de el el resto de su vida. «?Bajate!», repitio, esta vez gritando. Habia terminado su decima de segundo de ternura. Lo hice, me baje en la primera esquina. Tenia una extrana paz, ganas de dormir. Habia matado a un hombre y me habia buscado la ruina. Y no lograba sentir remordimiento, ni ansiedad, ni siquiera excitacion. Solo aquella paz, aquellas ganas de dormir. Vera piso el acelerador. Nunca he vuelto a verla. Regrese a casa, pensando como esquivar el terremoto que se me venia encima. No era facil, pero tenia que intentarlo. Me puse el uniforme, fui a la plaza diciendo que habia oido los tiros, ayude a levantar el cadaver… Alli te vi por casualidad dos dias despues, cuando huias en coche hacia Madrid. Tenias cara de fugitivo, ?sabes? De acojonado. Tal vez sabias algo mas, y por eso busque informes sobre ti. Entre otras cosas, supe que habias comprado tres moviles unos dias antes, todos de prepago, para no asociarlos a ninguna cuenta y dejar rastros. Pense que Vera estaba contigo, que se habria quedado uno de ellos. Fue facil conseguir que me dieran los numeros, y probe a llamar a los tres. En uno acabaste por contestar tu.
– Pensando que eras Humberto. Me he pasado cuatro anos pensando que el y sus hombres me perseguian para torturarme, para cegarme con ese alfiler al que tanto miedo tenia Vera -y Bastian vuelve a pensar en la ciega del restaurante. Tambien en el movil cuya bateria se carga a unos metros de el. Nunca supo para que queria Vera ese tercer movil, y ahora acaba de entenderlo. Era un telefono para que Humberto y ella estuvieran siempre comunicados.
– Pues gracias a que comprasteis esos moviles pude encontrarte. Te llame, y fuiste tan tonto de decirme que estabas en Madrid. Iba a por ti, supongo que ya lo sabes, porque imaginaba que podias decirme algo mas de Vera. No queria el dinero, ni lo quiero ahora, eso siempre me ha dado igual. Queria hablar con ella. Creo que queria recuperarla, aunque fuera un poco. La habia salvado, me lo merecia. Merecia volver a estar en su vida. Iba a coger el coche para ir a Madrid y plantarme en el Palace, y fue entonces cuando me pillaron. No conte con que el tal Amin, mientras se moria, tuviera la serenidad de llamar por el movil a sus jefes para contarles que habia pasado. Me llevaron a un garaje. Un tipo al que nunca habia visto me serro la pierna por tres sitios para que le dijera donde estaban mi complice y el dinero. Aguante el dolor por Vera. Solo un rato, hasta que sacaron el alfiler, ahi me desmorone. Veo que Vera te hablo de ello. Era su terror desde nina. Quedarse ciega. El alfiler era la marca de fabrica de esta gente, cegaban asi a sus victimas antes de continuar con la tortura. Sabia que no iba a aguantarlo y pedi hablar con alguno de los jefes. Vino y le propuse un trato, ciertamente con mucha osadia. Habia dos opciones, le dije. Una, que yo sabia donde estaban mi complice y los seis millones. La otra, que no lo sabia. Si lo sabia, podia acabar por confesar pero tambien morir sin hablar, eso habria que verlo para saberlo. Cincuenta por ciento de posibilidades de que ellos no recuperaran el dinero. Y si no lo sabia, lo cual era la verdad, le recalque, no podria decirlo por mucho que me torturasen. Cien por cien de posibilidades de no volver a ver los seis millones. Ademas, se encontrarian con un policia muerto. Aunque se deshicieran del cadaver habria investigacion, podria llegar a husmearse en sus negocios sucios. Mi muerte no era conveniente. Por eso, les propuse devolverles parte del dinero, entregandoles los inmuebles que en esos anos, como pago de diversos trabajos sucios y comisiones que ellos mismos me habian hecho, habia ido acumulando. No alcanzaba la cifra de seis millones, pero pasaba de cuatro. La condicion era que un medico me viese cuanto antes la pierna y luego que me dejasen libre y en paz. Y acepto, para mi sorpresa acepto. Se definio como un hombre de negocios. Seguiria buscando a Vera y acabaria por encontrarla, dijo, pero de momento aceptaba mi trato. Y se sorprendio mucho cuando le dije que esa complice era mi hija y, por tanto, la esposa del hombre que ya antes habia intentado