respuesta. Al volverse hacia el, Julian solo ha querido constatar que continua a su espalda, vigilante pero tambien escuchandole con el oido bien atento. Por primera vez en tantos anos esta relatando su historia a un ser vivo. Quien sabe cuantas veces la habra contado al acantilado, a la playa o a las paredes de su casa, al espiritu de su hija desaparecida o simplemente a la noche.
– A mi no de manera especial, las mujeres muy jovenes nunca me llamaron. Ni cuando yo mismo era joven ni ahora que soy un viejo. Pero con Vera fue otra cosa. Tarde dias en darme cuenta de lo que me habia pasado en la playa, y mira que era bien simple: sentia por mi hija un deseo salvaje, ?que te parece? Mayor del que habia sentido por ninguna mujer en toda mi vida. Deseo feroz, deseo sin amor ni ternura. Por culpa de este mar, por culpa de encontrarnos desnudos en la playa sin ley. En una piscina con gente no habria pasado, ni en la ducha, lo puedo asegurar. Es un pecado que se sale del catecismo, ?verdad? La Biblia se me queda pequena. No bastarian todos los curas del mundo poniendome penitencias en fila. Deseo por mi hija, que simple suena… Me asuste, claro que me asuste. Me asuste mucho. Puedo parecerte un canalla, seguro que lo soy. Pero aquello… Porque lo peor es que no era solo deseo por su cuerpo. Era tambien mental, enfermizo.
– ?Follaste con ella? -pregunta Bastian con repentina fiereza. Un impulso irrefrenable, afan de vengar a Vera o colera pura, lleva la mano de Bastian hacia el revolver dormido que sigue sin saber disparar.
El instinto de Julian capta amenazas indefinidas en el tono, puede que incluso odio repentino, en la voz del otro. Y no se equivoca. El instinto de Bastian ha crispado su mano en el aire, a centimetros del bolsillo donde guarda el arma. Aunque no sepa disparar piensa que podria aporrear la cabeza de este viejo maldito, reventarlo y arrojarlo al mar a patadas con la complicidad del acantilado. Pero Julian intuye que la indignacion percibida en Bastian es de todas formas insuficiente para resolverlo a golpear, y esboza una sonrisa oblicua de victoria. El ex policia vuelve a ser el hombre que ya una vez fue capaz de matar, y es ese hombre el que se planta ante Bastian, retador y otra vez poderoso.
– Jamas le puse un dedo encima. Pero lo sone muchas veces, y no todas me arrepenti de haberlo sonado. ?Es que no viene a ser lo mismo? El deseo y la culpa me volvieron loco. Vera lo noto, y me castigaba. Se paseaba con poca ropa en verano. Su naturalidad fingida me sacaba de quicio, como cuando se encerraba en el cuarto con algun ninato de su pandilla. Queria joderme, ver hasta donde aguantaba. ?Por que? Al principio no lo supe. Tambien le entro fiebre amorosa por su madre. Puso fotos suyas por toda la casa, y una con marquito de plata en mi mesilla de noche. No me atrevi a quitarla. Por las noches, al acostarme, la guardaba en el cajon, y a la manana siguiente la sacaba de nuevo para que Vera no la echara en falta. Y una noche, mirando la foto antes de guardarla, comprendi que todo era una venganza. Siempre trate mal a la madre de Vera. La despreciaba, la puse en segundo plano dentro de su propia vida, me era indiferente lo que sintiera y pensara, y lo demostraba todo el tiempo. No la maltrataba fisicamente, pero tampoco la queria. Me daba igual que estuviera a mi lado o no, y me dio mas o menos igual que se muriera, para que voy a enganarme a estas alturas. Vera se dio cuenta de todo, y quiso hacermelo pagar. A ella tambien le toco, fui cualquier cosa menos un buen padre. Estaba, si, pero a la vez no estaba, ?entiendes? ?Por que iba Vera a quererme, si no hice nada para merecerlo? La madre habia sido mi delito, y la hija fue mi juez y mi verdugo. Vera se daba cuenta de que la deseaba, esa es mi teoria, estoy seguro de ello. Su asco hacia mi debia de ser enorme, insoportable. Logico, ?no? Con la mayoria de edad tuvo todas las armas que necesitaba. Por esa epoca vino Humberto, y acabo por irse con el. Y cuando volvio diez anos despues, mate a un hombre para que ella no se pringara en un crimen. Mate por ella. Por ella casi me cortan la pierna. Por ella lo perdi todo, hasta el ultimo euro. Por ella soy un cojo y malvivo de mi pension. Por ella soy este viejo.
El fiero rostro de Julian se ha vuelto una pura afliccion atemorizada que refulge en la noche, suplicando un veredicto de inocencia sin atreverse siquiera a verbalizarlo; un certificado, aunque sea falsificado, de culpa redimida, la mentira de una mirada compasiva. Bastian, por primera vez superior y fuerte ante el, le sostiene la mirada y calla, firme en un silencio que nada otorga hasta que es el otro, derrotado en esta batalla tras la que no habra otra, quien tiene que rebajarse a preguntar:
– ?Sabes si esta viva? Cada noche sueno que la encontro el hombre del alfiler. ?Sabes algo de ella?
Imaginario o real, el hombre del alfiler, igual que el propio Julian, es lo mas oscuro que Bastian ha conocido; ambos representan lo mas repulsivo y violento de la vida. Tambien lo era para Vera. La fijacion por saber de ella, por encontrarla, casi le ha llevado un rato antes a proponerle a Julian una suma de fuerzas en la busqueda, pero ahora entiende hasta que punto habria sido siniestra y obscena esa alianza, enfermiza y sucia como el mundo del que Vera lucho por escapar. Bastian, que ha venido acosando al espectro de la mujer que amo mas alla de la muerte durante cuatro anos que tambien a el le quitaron la vida, siente ahora que debe preservar su paz al otro lado de esa misma muerte. Esta es, de pronto, su responsabilidad mayor, nitida e irrenunciable. Se sabe el unico escudo entre el obsesionado Julian y esa mujer real, la ciega, sea Vera o no lo sea, con la que tiene pendiente su encuentro crucial. Por eso, y porque no puede ni quiere tener lastima del ex policia, elige libremente la mentira como forma de salvar la verdad.
– No. No se nada de Vera. No.
Y calla de nuevo, renovadamente firme e inmisericorde, mas doloroso por causa de esta resuelta palabra suya casi mortifera que por la utilizacion del revolver inutil, cuyo verdadero sentido y destino le es inesperadamente revelado apenas ha fulminado a Julian con su seca silaba. El ex policia tarda en asimilarla, a su rostro le lleva unos segundos expresar la magnitud del impacto de esa negacion contra su alma. Es un No rabioso, un No con colmillos que le ha entrado por el oido para morder el cerebro y bajar luego a masticarle las tripas. El gran No de su vida, el No final que, sin dejar de roerle por dentro, habitara en el durante el tiempo que le reste. Los rasgos de Julian, envejecidos de repente, adquieren una repentina y probablemente involuntaria expresion amarga, y se solidifican en ella. A Bastian le parece, como esa manana cuando lo vio, una mascara modelada por la culpa. Tal vez lo lleva siendo todos estos anos, y hoy se le ha concedido una tregua de ablandamiento, la recuperacion de la movilidad facial para relatar su historia en un punado de horas, antes del retorno a la condena de endurecimiento perpetuo.
– Una mujer desnuda en el mar… -acierta a pronunciar Julian. Y su boca se congela, abierta a medias sobre los puntos suspensivos. Julian es otra vez de piedra, su barba sin rasurar es de nuevo el signo mas visible de vida en esta cara que lucha, ya inutilmente, contra la expresion resignada de la vejez irreversible.
Se gira muy despacio, con languidez de cadaver derrotado, y comienza a alejarse hacia el camino del pueblo. Iluminada por la luna, todavia se alarga un poco la pervivencia de la silueta cada vez mas difusa que renquea sobre el baston hacia su fusion con la oscuridad. La noche, como un gran pez, abre la boca para tragarse a Julian, y en cuanto tiene a su presa entre los dientes aletea veloz para sumergirse en la profundidad. Bastian busca durante unos segundos cualquier rastro fisico del ex policia, una prueba visual que poder oponer a la repentina sospecha de que nunca ha estado ahi, junto a el, pero no la encuentra.
36
Como cada manana de las ultimas decadas, estas precisas palabras surgen resueltas de los labios de Leonor. Pronunciarlas constituye el unico acto premeditado de su dispersa e interminable jornada, su ultima voluntad de condenada en vida, la oracion diariamente clamada hacia los cielos que desde su mazmorra no puede ver.
Hace mucho que el todopoderoso espejo la salva de los suplicios del mundo. Cuando la afligen sus viejas penas, crueles y hondas como el dolor de huesos al que aun no ha logrado acostumbrarse, se coloca ante el y, apenas ve su rostro reflejado, se oficia el milagro. Porque la mujer que habita dentro del espejo es la autentica Leonor, libre, eterea y real, mientras que la pobre anciana que a duras penas, casi contra su voluntad, sobrevive a este lado es un espectro languido, reo de cadena perpetua. Las celdas han ido variando a lo largo de los lustros, igual que sus carceleros, pero ella comprendio hace mucho que en realidad se trata de la misma celda, diabolicamente disenada para alterar cada tantos anos la forma de sus paredes y la apariencia de sus sombras, y tambien del mismo verdugo, un hechicero impasible capaz de cambiar su rostro, su corpulencia y hasta su sexo para confundirla y someterla mejor. Tomas Montana lo contrato para volverla loca y lograr asi que dejara de preguntar dia y noche por el pequeno Damian, al que tan inhumanamente el indiano arrebato de su regazo aquella fatidica manana. Pero a pesar de su astucia, el hechicero cambiante no se ha percatado de que ella posee esta ventana abierta a la libertad en el interior del espejo. Dios, mas listo que el hechicero de las mil caras, siempre