supo adaptar su forma y tamano a las necesidades de cada nuevo encierro. El primer espejo en el que se encarno fue uno de cuerpo entero, engarzado en recio y bien pulido marco de madera noble, cuando ella se vio confinada, hace innumerables anos, en su propio dormitorio del caseron. Locura transitoria, diagnosticaron medicos infames pagados por su esposo. ?Locura su lucidez, locura la revelacion que le permitia visualizar cada noche, con el realismo incontestable de la intuicion ciega, como Montana dejaba morir de frio al pequeno y asesinaba despues al desdichado Gabriel para cargarle con las culpas del atroz crimen? Nadie la escucho, maldito mundo inmisericorde, maldito Padros vendido al oro del indiano. Y cuanto mas contaba su vision aqui y alla, mas cargaban los medicos traidores la ponzona de las pocimas que la adormecian y debilitaban. Habria muerto si un amanecer, tras pasar la noche desmayada sobre el suelo del dormitorio, no se le hubiese aparecido el buen Dios. Al despertar y alzar la cabeza hacia el espejo se produjo el comienzo del milagro. Vio en el espejo a una joven vigorosa y llena de ternura, asombrosamente parecida al recuerdo que tenia de si misma cuando aun sonaba que podria llegar a ser feliz. Ven, invito la joven del espejo extendiendo una mano amiga, ven… Y asi paso Leonor al otro lado por primera vez. Sentada ante el espejo surgia cada dia el milagro. Despues de mucho mirarse en el veia como adquiria juventud y lozania la mujer sentada que la miraba desde el reflejo, y pronto era capaz, cogida de su mano, de atravesar la puerta para verse erguida al otro lado del cristal, donde apacible y prodigiosamente le era dado reunirse con Damian y con Gabriel, que la esperaban sobre la arena de la playa, jugando, tomando el sol o banandose. Leonor disfrutaba de ellos durante unas horas, y luego, a fin de no despertar las sospechas de sus captores, regresaba a la celda para recomenzar con renovada energia, tras el hermoso asueto de dicha y risas, su guerra de aullidos y maldiciones. Ese mismo espejo, lleno de libertad clandestina y de vida, viajo con ella cuando meses o anos despues otros medicos tambien sobornados recomendaron llevarla a un lugar mas discreto, a una celda todavia mas cruel y profunda, donde sus espasmos de loca rabiosa y ya irrecuperable no alteraran durante el dia y durante la noche la paz del caseron. Nadie entendio que esa supuesta demencia suya era en realidad fingimiento con el que buscaba vengarse del tiranico esposo que mato a su propio hijo y luego asesino al hombre bueno que podia haberla ayudado a huir de la vida resignada. Leonor sabia que cada uno de sus gritos era una cuchillada en la conciencia de Montana, y ante tan efectiva revancha la culpabilidad del indiano acabo por dictar que trasladaran a la repudiada esposa hasta la bodega, entre cuyas paredes quedaron sus alaridos encerrados a solas con los silenciosos vinos. Suplico que le permitieran llevar consigo su espejo de tantos anos, y ningun medico se opuso a ello. Tampoco observaron los enfermeros que la mudaron de celda que ocultaba entre sus ropas Todo el amor y toda la muerte. Sin embargo, no hubo tanta suerte con el cofre donde habia escondido el comienzo del poema de Gabriel. Fue imposible camuflarlo entre sus cosas durante el repentino traslado, y jamas se atrevio a pedir que se lo entregaran, pues Tomas Montana habria inspeccionado ese objeto que con tanto ahinco reclamaba su esposa, y al hallar aquellas palabras de Gabriel las habria considerado prueba concluyente de los amores que, en la realidad, nunca mantuvieron ella y el poeta. Asi que alli quedaron, huerfanas de toda mirada amorosa en el interior del cofre, esperando que algun dia alguien las halle y trate de descifrar su enigmatico contenido… Todo es nada, todo es a lo sumo tiempo que fluye… En su patetico abandono entre botellas, no tardo en comparecer de nuevo Dios. Por su mediacion sublime, la amiga reflejada en el espejo la invito de nuevo a viajar con ella hacia la libertad. Fue tras uno de esos retornos, desesperados y dolorosos porque no podia reunirse de una vez y para siempre con los suyos, cuando una de las botellas de la bodega, repentinamente dotada de habla, le sugirio que buscase en el vino nuevos vigores con los que ampliar sus ofensivas colericas. Leonor extrajo de su hueco individual en la pared una de las botellas de la bodega y rompio de un golpe seco el cuello de vidrio. Luego bebio, y merced al calor del alcohol fue aquel dia mas intenso y dichoso su etereo paseo por la vida exterior, a la que ya no pertenecia, y tambien mas profunda y balsamica la larga somnolencia que por la noche le dio cobijo. Cada manana, desde ese dia, abrazo el consuelo de una botella nueva. Tras vaciarla, tenia buen cuidado en retornarla de nuevo a su hueco con el cuello quebrado colocado hacia el interior, de manera que pasaba inadvertido el estropicio y podia ella continuar volando tranquila. Muchos de esos dias renunciaba a escapar por el espejo salvador, aunque se sentaba igualmente ante el tras recitarle con fervor su oracion diaria, y alli sentada leia y releia Todo el amor y toda la muerte. Mil veces releidas a lo largo del tiempo que pronto perdio definicion, las palabras de Gabriel quedaron primero memorizadas en la mente febril de Leonor, y luego fue su corazon agonizante, enloquecido por la sed de ternura y sacudido por los efluvios etilicos, el que acabo por decidir que a pesar de todo y de todos, a pesar de la logica y la ciencia, era cierta la aventura de la muchacha transparente del mar, y ciertos tambien por tanto los desvelos y sufrimientos del poeta cuando suplicaba ayuda para escapar de ella. ?Pobre Gabriel!, se recriminaba Leonor, y los reproches enardecian su impotencia, su rabia y su sed. ?Pensar que ella habia sido la primera en creerlo loco, en negarle la ayuda de la fe en el! Gracias al vino, se fue mitificando Gabriel dentro de la mente de Leonor, y una noche acabo por aparecersele en la bodega para decirle que no estaba muerto, sino que Damian y el la esperaban en el fondo del mar, protegidos de la carcoma de la muerte por la muchacha transparente, que, arrepentida del dano que habia hecho al poeta, queria ahora concederle esta segunda oportunidad de amor. Poseida por la fiebre desde que lo supo, Leonor decidio que debia escapar de su encierro. Pero aun hubo de esperar otros dos cambios de prision que aguardaban a su existencia. En ambos pudo conseguir un espejo. Habia uno en el comedor comun del hospital donde la llevaron desde la bodega, y en el se reflejaba tras la hora del desayuno para huir al exterior y decirles a Gabriel y a Damian que se aproximaba el dia y debian ser aun pacientes. El segundo encierro, al que fue llevada anos despues, resulto mucho mas sombrio y solitario, un manicomio donde se encerraba en vida a los locos para que no molestaran al mundo exterior, pero a cambio, y tal vez por la propia esencia de los internos, la vigilancia era mas relajada. Logico, penso Leonor, el hechicero tambien envejece. En esta ultima etapa de su encarcelamiento salia al exterior con la ayuda minima de un espejito de mano que heredo de una companera que se corto con el las venas una calurosa tarde de verano. Por ese trozo de espejo, picudo y cortante, salio Leonor para decirle a Gabriel que el dia del reencuentro era inminente, pues ya nadie prestaba atencion al cuerpo de anciana callada y mustia, en apariencia siempre adormilada, donde se ocultaban, tan vivas como el primer dia, las obsesivas ansias de libertad de Leonor. Y asi llego el dia. Aprovechando un descuido, salio por la puerta de la cocina donde llevaba anos ganandose la confianza de la religiosa que supervisaba los trabajos diarios y se encontro en la calle.

Y asi ha llegado el dia en que, tras encontrarse en la calle, ha podido pronunciar las palabras que lleva larguisimo tiempo prometiendose que serian las primeras que pronunciaria:

– Soy libre.

Y asi, libre, se orienta como puede para regresar a Padros, donde todo comenzo y donde todo ha de terminar.

Y asi, de regreso a Padros, se encuentra una manana, la segunda o la tercera desde que huyo, en un camino donde avista a un ser humano vivo, el primero que se cruza en su deambular entre las sombras de la noche para eludir el riesgo de que la descubran y la vuelvan a encerrar. Es un joven campesino que tira de un par de bueyes uncidos a un carro, y que respinga al ver ante si a la espectral anciana cubierta con un vestido blanco manchado de barro. El no puede saber que surge de anos de encierro, de envejecer en la soledad, la pena y el desconocimiento de los sucesos del mundo, nutrida unicamente por el recuerdo a la deriva de su olvidada esperanza de felicidad arrancada de cuajo. Tampoco imagina que la anima y sostiene una resolucion firme e indestructible.

– ?Esta muy lejos Padros? -pregunta Leonor, temerosa del atemorizado muchacho.

– Por ahi, a dos kilometros andando, esta el pueblo -responde el joven a toda prisa para no irritar al fantasma, a la bruja, al sucubo, al diablo disfrazado de anciana.

– ?Y el caseron del acantilado, sigue alli donde siempre estuvo?

– Alli sigue. A muy poco del pueblo, tirando por una carreterita nada mas pasar Padros.

Los ojos de Leonor se anegan entonces en lagrimas traidoras que no ha sentido venir. Le ha emocionado comprobar que sigue existiendo la facultad humana de preguntar y ser respondido. Y tanto se conmueve ante ese simple milagro de la vida que, aunque tiene prisa y no quiere pararse, se deja llevar por la tentacion de volver a experimentar esta minima y enorme aventura de preguntar y ser respondido.

– ?Que dia es hoy?

– Miercoles -el joven, cada vez mas nervioso por lo que podria ser un inminente interrogatorio de esta poderosa bruja, tal vez un demonio venido del mas alla, eleva la voz con cierto aire marcial.

– Miercoles… -se conmueve de nuevo Leonor. Miercoles, los dias no son uno unico e interminable, extendido durante anos y anos con soplos de noche negra en medio. Los dias siguen teniendo nombre. Hay lunes y sabados. Hay miercoles-. Miercoles… Miercoles…

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