pesar de su dolencia cardiaca. Contra todo y contra todos. La vispera, cuando Bastian la recogio de la misma arena sobre la que ahora se prepara ella para su reto, penso que esa desconocida irrumpia en su vida para que el le contara su historia. Lo cierto es que apenas han cruzado unas palabras, y el sabe que no va a verla mas. Sin embargo, Clara fue la primera mujer, la primera persona, en llamarle por su nombre verdadero tras cuatro anos de clandestinidad de si mismo. Le devolvio su identidad con una sola palabra. ?Que otro dialogo es necesario?

Le parece justo dedicarle su siguiente gesto. Saca el revolver, introduce el dedo en el hueco del gatillo y vuelve el canon hacia si. ?Cuantas veces, aunque le faltara el valor, penso que matarse era la mejor opcion para huir de la pesadilla que ahora se ha revelado inexistente? Sonrie por tercera vez en pocas horas al pensar en aquella vieja regla del cine segun la cual todo revolver que aparece en una pelicula sera utilizado antes o despues. Y en efecto, Bastian usa por fin el suyo ahora, y le da la funcion que siempre debio de tener en su vida. Agarra el revolver por el canon, lleva el brazo hacia atras para tomar impulso y lo lanza al mar. Un punto negro que desciende veloz hacia el abismo y desaparece de la vista antes de hundirse en el agua sin hacer ruido ni levantar espuma. Bastian lo despide con la vista, y luego, al mirar de nuevo hacia Clara, tiene la sensacion de que ella, todavia en la orilla, se ha vuelto hacia el y lo mira.

Bastian, espontaneamente, alza el brazo y lo mueve sobre su cabeza a modo de saludo. Siente un escalofrio hermoso cuando ve que Clara le responde.

– Suerte, Clara -susurra Bastian.

Luego se da la vuelta y se aleja. Entiende que preferira estar sola para comenzar la tarea enorme que le aguarda en el mar.

Suerte, Clara.

Y sabe que estas dos palabras seran las ultimas que pronuncie Juan Bastian antes de volver a ser Sebastian Diaz.

38

Es mentira que se pueda vivir sin la verdad.

Clara escucho esa frase mas de treinta anos atras. Merced a la extrana tranquilidad que le otorga el mar casi quieto, mucho mas paciente que ella, que tiene ante si, se ha demorado en recordar aquel primer curso en la facultad de Economicas, el aula desangelada con sillas tan incomodas y endebles que eran la broma preferida de los estudiantes, y aquel profesor que al comenzar su curso dijo aquella frase que, inexplicablemente, se pego a su vida. Es curioso, reflexiona desde su lucidez desnuda, como ha podido permanecer dentro de ella para ser recordada ahora y surgir viva, joven y fuerte mientras todo lo que un tiempo parecio esencial se ha ido. El estudiante encantador y brillante del que se enamoro en tercero de carrera y con el que se fue a vivir, ?donde se ha ido? Quedo embarazada de el cuando su relacion era ya una muerta en vida, ocho anos que comenzaron intensos y parecieron para siempre, pero se fueron deshilachando hasta desaparecer. El le parecia a ella un mediocre resignado y receloso, y ella a el una mujer confundida y frustrada. Hoy es incapaz de recordar con precision los detalles de su rostro y figura. Le cuesta evocar la voz o la risa del hombre que puso el semen para que Eloy existiera y viviera sus anos insultantemente cortos. Cuando se fue, Clara no le hablo del hijo que llevaba dentro. Fue una decision largamente meditada. La hizo su apuesta de vida. Y la perdio, la perdio varias veces. Por la adiccion a las drogas de Eloy, por su maltrato, por su muerte. Ahora tambien Eloy se ha ido. Solo queda la ultima apuesta. Y es imposible de ganar. Pero sigue siendo mentira que se pueda vivir sin la verdad, y debe jugar. Jugar en un campo situado al otro lado de la muerte. ?Mintio Eloy? ?Alucinaba por la recaida? ?O es cierto que tras el horror del cumpleanos puso su empeno en recuperarse? Ella, para averiguarlo, va a sumergirse en el mar donde su hijo afirmo ver al hombre sentado. Por su salud es muy arriesgada la inmersion, pero mayores riesgos tiene permanecer en la ignorancia. La ignorancia, lo sabe muy bien, sera su fin lento e interminable, la agotadora podredumbre de quien fue y quiso ser, una transformacion lineal en caricatura vieja y seca de si misma.

Pero Eloy la va a ayudar, y eso no es una fantasia ni una metafora. Clara sabe muy bien por donde y como le gustaba bucear a su hijo, por algo fue ella quien le enseno. No sera una inmersion al azar. Sera una exploracion logica y sin prisa. Puede volver a Madrid manana o dentro de un ano. Puede no apartarse nunca de este mar que fue la causa de que Eloy muriera. Puede dedicar el resto de su vida a encontrar al hombre sentado que acuna a un bebe. Sabe bien que en el mejor de los casos sera una roca de forma ambigua, sabe bien que los fondos marinos alteran la percepcion del ojo humano. Sabe bien que no hay ningun hombre sentado en el fondo del mar. Pero por Eloy va a bajar a buscarlo.

Y en su empeno absurdo, muerto antes de nacer, cuenta tambien con la inesperada ayuda de la sobrina de la estanquera. ?Habria llegado a imaginar la joven Emilia, futura estudiante de medicina aficionada a Internet, que tendria tanta importancia la pagina web que busco para Eloy?

Clara saca de la mochila el sobre azul cuyo contenido sabe ya de memoria y, tras pasar a toda prisa la vista por el incontestable informe cientifico que demuestra que los cuerpos no pueden conservarse bajo el agua, lee otra vez la pagina web que Emilia hallo para Eloy, donde se detalla el hallazgo de un esqueleto en buen estado de conservacion, incluso con su dentadura completa, en aguas argentinas. Viajaba en la fragata inglesa Swift, que se hundio por causa de un temporal en 1770, casi doscientos cuarenta anos atras. Es el unico caso registrado, pero su mera existencia abre de par en par la puerta para que pueda haber mas. ?Por que no? Esta hoja de papel, con su informacion verdadera o falsa, da igual, es mi pasaporte a la verdad.

Es hora. Se pone en pie y cine a su espalda las bombonas de oxigeno. Tiene cuanto necesita: los restos de la carta de Eloy al cuello y la voluntad resuelta en el corazon y el pensamiento, el mar enfrente y a su espalda el acantilado, quien sabe si a pesar de todo verdaderamente maldito, quien sabe si testigo de las apariciones de esa muchacha transparente en la que creyeron Gabriel Ortueno Gil y, cien anos despues, su hijo Eloy.

Sobre la cima del acantilado, en las inmediaciones del caseron donde estuvo ella la vispera, se ve la silueta de un hombre, diminuta a causa de la lejania. Clara piensa que la observa. Sera, probablemente, el dueno de la casa que la acogio la vispera. Tambien le parecio acosado, como ella misma, por fantasmas irreductibles. Pero igualmente podria ser, juega a pensar liberando la imaginacion, el demenciado Tomas Montana el dia que Emilia se lo encontro. O Gabriel. Todos se asomaron a esta pared de piedra. Todos podrian estar mirandola ahora a ella. Tambien Eloy.

Sea quien sea, el hombre sobre el acantilado arroja con todas sus fuerzas un objeto pequeno hacia el mar, Clara ve un puntito negro trazando una curva en el aire y precipitandose luego hacia el agua veloz como un halcon de plomo. Luego, tras unos segundos, el hombre se queda quieto y, por fin, lanza hacia ella un saludo lejano pero nitido, elevando el brazo derecho por encima de la cabeza y moviendolo a derecha e izquierda media docena de veces. El gesto logra emocionarla. Es el saludo de un ser humano a otro anonimo y desconocido, una invocacion de animo para el camino, el simple y sincero deseo de que la buena suerte, y la paz, acompanen la travesia. Clara, agradecida, devuelve el gesto con la misma intencion.

Suerte, seas quien seas.

El hombre del acantilado da la vuelta y se aleja. A los cuatro pasos, su silueta ha desaparecido. Podria pensarse que nunca ha estado alli. Clara piensa que si se hubiera quedado unos pocos minutos la habria visto sumergirse y desaparecer.

Entonces, desde lo alto del acantilado, ella habria parecido el espectro. No puede evitar sonreir al pensarlo. ?Acaso hay quien pueda eludir su futuro de espectro?

Clara va hacia la orilla y se adentra despacio en el mar. Las olas, suavemente, se apartan para dejarle paso.

39

Cuando enfila la calle Curvatura camino del portal numero dieciseis siente que el mundo entero va a cambiar en una metamorfosis de la que el es alma y motor.

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