enganarles. Tambien prometio buscar a Humberto y vengarse de el. Puede que a la fecha de hoy sigan buscandolo. Y aqui estoy yo, vivo, cojo y malviviendo de mi pension de policia municipal despues de haber sido un hombre rico.
– ?Sabian que yo existia?
– Lo que sabian es que su hombre de confianza en la policia municipal, su hija y su yerno invalido planearon y ejecutaron el robo. Un asunto de familia claro y evidente. Nunca han ido a por ti, no tienen ni puta idea de que existes, ni mucho menos de que te llevaste el diez por ciento de la pasta solo por haber facilitado un escondite a este esqueleto, cuando todavia estaba vivo.
El relato de Julian ha ido acumulando peso sobre los hombros de Bastian como si las palabras fueran de hierro, pero es la constatacion de que nunca ha estado en el punto de mira, la gota que colma el vaso y supera su resistencia. Se sienta sobre el camastro, junto al ex policia, como si estuviera agotado, y echa la cabeza hacia atras hasta apoyarla sobre la pared de la bodega. Tambien a el le pide el cuerpo dormir como se lo pidio a Julian tras matar a Amir o Amin, dormir a salvo del mundo como parece dormir el esqueleto. Ha invertido cuatro anos de su vida en ser un fugitivo sin perseguidor, una victima sometida al capricho de torturadores inexistentes, un muerto al que nadie llego a matar. Una sensacion de frescor casi humedo le recorre la nuca, y por un momento sospecha que su mente suda cuello abajo, febril de incertidumbre ante los propios pensamientos. Pero la cuchilla de frio es una simple corriente de aire, la misma que todo el tiempo ha reclamado su atencion meciendo el flequillo de Julian, dando asi cierta apariencia de vida a la mascara petrea en que se habia transformado el rostro del ex policia mientras evocaba sus recuerdos. Casi por simple curiosidad, Bastian vuelve la vista hacia arriba en busca de la fuente de aire, y descubre que esta se cuela por el cristal roto del ventanuco situado un metro por encima del jergon donde acaba el de sentarse. Nadie que no hubiera sido el dueno de la casa habria dado la menor importancia al detalle. Pero Bastian si. Algunos anos atras esa pared, carcomida por la humedad y el tiempo, hubo de ser restaurada, y el aun recuerda como insistio en que los ventanucos fueran solidos, de gruesos cristales dobles esmerilados que impedian ver a traves de ellos. Las inclemencias del exterior no han podido romper esos cristales, y se le ocurre que pudo hacerlo el esqueleto cuando aun vivia. Bastian se alza sobre el colchon, persuadido de que el examen del estropicio podria arrojar algun dato nuevo, otra pizca de luz borrosa sobre el rastro de Vera. Los dos cristales estan rotos con meticulosidad y limpieza, sin dejar en el marco una sola esquirla de vidrio, pero es evidente que Humberto solo pudo romper la capa interior. La otra habria quedado fuera de su alcance por centimetros. ?Entonces fue Vera quien hizo el trabajo para dejar diafana la vista del exterior? ?Por que? Bastian, agachado sobre el colchon, a la altura aproximada que seria accesible para un invalido, ve desde el ventanuco lo mismo que veia Humberto arrodillado encima de la cama. Y se estremece.
Como si se hallase en el mejor palco de un teatro, tiene ante el la vieja pergola herrumbrosa y con la pintura descascarillada que en el pasado fue uno de los lugares mas hermosos del jardin. Era el espacio favorito de Vera para el sexo. Siempre insistia en llevarlo hasta alli para desbocar sus obscenidades mas indomitas con teson mayor que en ningun otro rincon de la casa. Y mientras, comprende Bastian ahora, el posesivo y celoso Humberto, el Humberto acaso violento y maltratador con el que segun Julian tantas justificadas cuentas pendientes tenia Vera, miraba y miraba y miraba, impotente y consumido de rabia, ese espectaculo representado en exclusiva para el por una mujer que sabia que observaria fascinado y sin poderlo remediar, que iba a aguantar ese martirio moral en silencio riguroso para no delatarse. Los huecos de los ojos de la calavera parecen mirar a Bastian, parecen asentir. Cuatro anos atras la mascara osea quedo cara al ventanuco, como si el destino hubiera condenado a Humberto a seguir mirando, mas alla de la muerte, la ventana demasiado alta tras la cual la mujer por la que en vida estuvo obsesionado se regodeaba en exhibir impunemente sus para el ya inalcanzables orgasmos.
– Escucha… -dice Julian a su espalda. Bastian ha sentido por la variacion de pesos en el colchon que el ex policia se ponia en pie un momento antes. Lo busca con la mirada. Esta al otro lado de la estancia, junto a la mesa de roble, y sostiene junto a la oreja el movil que Bastian puso a cargar-. Mensajes de Vera…
Esas tres palabras resultan suficientes para que Bastian salte al suelo a toda prisa. Su movimiento sacude levemente al esqueleto, que tambien parece azogarse ante la perspectiva de los mensajes. Julian, con la respiracion contenida, escucha con los ojos muy abiertos, como si pudiera ver las palabras antes que oirlas. Uno de los mensajes le golpea con fuerza invisible y le hace temblar, tambalearse un instante. Otro le acierta todavia mas de lleno, y debe apoyarse en la mesa de roble. Bastian se planta ante el, muy cerca, no para auxiliarle sino para reclamar su racion de los mensajes. El tambien quiere oir la voz de ultratumba contenida en el movil. Buscando intimidad, el ex policia se dirige hacia la salida calmosamente, muy despacio, para no arriesgarse a perder por culpa del sonido de su propio movimiento ni una sola silaba. Bastian lo sigue a corta distancia, observa su caminar mecanico, la veloz merma de sus energias, que le escapan por las heridas que va abriendo el movil. Cuando atraviesa el estrecho pasillo, ya casi en penumbra, sus pasos parecen sostenerse en el apoyo unico del baston, como si la vida y la carne del cuerpo se estuvieran disolviendo en el aire. Bastian piensa que, para cuando llegue al jardin, Julian sera tambien un esqueleto, pauperrimamente guarecido bajo la gabardina que el viento sacudira de aqui para alla.
En el exterior, el ex policia da todavia unos pasos vacilantes antes de soltar el movil sin rabia, con la indiferencia con que dejaria caer el corazon de una fruta tras devorar la pulpa y exprimir el jugo. Bastian se lanza sobre el movil y lo rescata del suelo embarrado con voracidad de perro hambriento. Todavia parpadea en el indicador de bateria un resto de vida, y se apresura a pegarse el movil al oido para escuchar. Surge la voz de Vera dirigiendose a Humberto, y oirla supone ante todo un impacto emocional intenso e informe. Igual que hizo Julian al apartarse de el un minuto antes, ahora es Bastian quien, como si ello tuviera el menor sentido, se gira poniendose de espaldas con los hombros encogidos para proteger del mundo exterior la voz del espectro. Para el, que durante anos ha escuchado hasta memorizarlos los mensajes que atesora en el movil oculto en un cajon de su casa, estos que brotan ahora le resultan totalmente nuevos, vivos y jovenes como la voz que los pronuncia, y por ello logran el milagro de que Bastian, en vez de pensar que son palabras dichas cuatro anos atras y recuperadas desde ese pasado para ser escuchadas hoy, prefiera sentir que es el quien ha viajado en el tiempo, y se encuentra horas antes de que aconteciera el fatidico viernes del robo. Son solo tres mensajes que Vera debio de dejar cuando Humberto dormia o estaba distraido, pues la imagen que resulta mas logica es la del invalido permanentemente pegado al movil para tener noticias del exterior. Casi en el acto identifica Bastian las dos frases que han golpeado a Julian. En ambas se refiere Vera al ex policia con desprecio inmisericorde. «El muy cabron de mi padre dice que no lo hara, pero veras como al final nos ayuda». «Me encantaria ver su cara cuando sepa que le echamos la culpa del robo». Bastian, hipnotizado por la pletorica voz de Vera, tiene que escuchar dos veces los mensajes para comprender su contenido, y una tercera para verificarlo. Sobre el solo se dice una frase, y la ansiedad de su obsesion le impide definir si es buena o mala. «A este, al de la casa, mejor no hacerle dano, ?no?». Solo esas palabras, que apenas tiene tiempo de encerrar en la memoria antes de que la bateria del movil muera. Lo guarda mimosamente en el bolsillo, imaginando que si Humberto, una vez encerrado, no uso el telefono para pedir ayuda es porque Vera debio de tener la prevision de dejar el aparato sin saldo. Terrible agonia anadida: contar con un telefono al que tu verdugo puede llamarte para regodearse en tu sufrimiento pero que tu no puedes utilizar para pedir socorro.
Ahora ha entendido tambien que cuando vino a dejarle la bolsa con el diez por ciento fue cuando aprovecho para deslizar el revolver en el bolsillo de la americana donde lo encontro. ?Con que intencion? Como todo con la meticulosa Vera, resulta ambiguo: tal vez para que se matase y no pudiese dar pistas sobre ella, tal vez para que tuviese un arma con que defenderse de sus perseguidores. ?Quien puede saberlo, aunque en uno de los mensajes hable de no hacerle ningun dano?
El ex policia se ha alejado a cierta distancia mientras el escuchaba una y otra vez los mensajes, y ahora es una figura progresivamente pequena y lejana, cada vez mas cerca del borde del acantilado, al otro lado de la casa.
Bastian intuye que se va a arrojar al mar y se apresura hacia el. No sabe si por impedirlo o para ser feliz testigo de su muerte.
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