cinematografica de los reos que vacian sus bolsillos antes de ingresar en prision. Hay lapices y cuadernos, un ordenador, papeles, tambien cigarrillos de la marca que fumaba Vera. El detalle es inquietante, pero queda eclipsado por el impacto que supone para Bastian reconocer sobre la mesa el telefono movil de Vera, de un color rojo inconfundible, gemelo del que Bastian guarda en el fondo del cajon mas secreto de su refugio en Madrid. Ya tenia asumido que ella le mintio en varias ocasiones y tambien que su interes por la bodega era ajeno a su supuesto amor por el. Pero el movil certifica que ella estuvo alli en alguna otra ocasion, tal vez en varias ocasiones, presumiblemente con Humberto, al que sin embargo tanto odiaba, segun Julian. Peor aun, todo parece indicar que olvido el telefono el dia del disparo, y que por tanto estuvo aqui oculta mientras el la aguardaba arriba, desesperandose por momentos. ?Por que? Si su telefono esta ahi, y esto es aun peor, quiere decir que el cuerpo sobre el jergon puede ser, muy probablemente, el de ella. Sobre la mesa esta tambien el cargador del movil, todavia enchufado a la corriente electrica. Es mas prudente ocultar el hallazgo y examinar el movil a solas, mas tarde, de lo contrario corre el peligro de que Julian quiera quedarselo, pero la impaciencia es demasiado poderosa, y no puede evitar conectar el telefono a su cargador. Una lucecita comienza a parpadear debilmente en la parte superior de la carcasa. La energia comienza a reanimar el movil, y con el resucitaran las verdades desnudas contenidas en su interior. Algunas de esas verdades resultaran ser mentiras, Bastian lo sabe. Solo se pregunta cuantas. Y cuales.

– Chico… Ven aqui.

Julian se ha hecho a un lado, y ahora resulta brutalmente rotundo el espectaculo aracnido del esqueleto desbaratado. Carece de calavera, como si la cabeza hubiera sido arrancada de golpe por el estertor ultimo de la muerte, que ademas quebro el resto del cuerpo en una postura grotesca de piernas estiradas y brazos retorcidos.

?Y estos huesos tristemente solos es todo lo que queda de ti?

– Justo lo que imaginaba -dice Julian en tono otra vez vigoroso, incluso exultante-. Es el cabron de Humberto. Terrible final, ?eh? ?Me encanta verlo asi!

– ?Humberto? -Bastian, todavia aturdido, no es capaz de asimilar y procesar la buena noticia, pero su intuicion le alegra instintivamente al captar el rejuvenecimiento casi literal, fisicamente perceptible, del ex policia, que solo puede deberse a su conviccion de que el cadaver no es el de Vera. Bastian siente tambien que la vida retorna a el.

– Si. Es Humberto. Como yo pensaba.

– ?Por que estas seguro? Es un esqueleto. Sin cabeza.

– Chico -Julian sonrie hacia Bastian con cierta conmiseracion ironica-, ?te has fijado donde esta sentado?

El desmadejamiento de huesos muertos yace sentado en una silla de ruedas. Bastian no puede evitar sonreir abiertamente. Julian le imita. Vera podria seguir viva, no hay nada en la bodega que certifique lo contrario, y esa expectativa es suficiente para unir por un instante a los dos hombres que de alguna manera rivalizan por su recuerdo.

– Ahi tienes el arma -anade Julian senalando hacia la zona del suelo situada a la derecha del esqueleto.

Hay un revolver a medio metro de la rueda de la silla. Es identico al que Bastian lleva consigo. Cierto, Vera fue a la ciudad a por las armas, siempre hablo en plural. Uno de los revolveres lo dejo en el bolsillo de la americana de Sebastian. El otro, al parecer, era para Humberto.

El ex policia une los dedos indice y corazon de su mano derecha, simulando el cano de un revolver, y lo hunde bajo la barbilla de Bastian:

– Apoyo aqui el canon y apreto el gatillo. Es la mejor forma de matarse, la mas segura. Se volo la cabeza, ya lo has visto. Y aqui al lado tienes la cabeza, lo que queda de ella.

La calavera, azarosamente caida sobre el suelo, parece un trozo quebradizo y gris de cascara de huevo, con huecos donde debieron de estar los ojos y restos de dientes sujetos aun al recuerdo carcomido de lo que fue la mandibula. El disparo desintegro toda la parte trasera del craneo, y el resto que permanece, la frente y los pomulos, casi tiene la forma de una mascara de carnaval vieja y cubierta de polvo.

– Humberto se suicido… -el susurro que surge de los labios de Bastian no es una pregunta, sino la verificacion estupefacta de que si eso es cierto, y obviamente lo es, el lleva cuatro anos ocultandose de un muerto.

– Asi parece. No soporto el juego de Vera. Ignoro que paso entre ellos dos, pero cuando Vera tuvo a su marido en silla de ruedas, a su merced, penso que habia llegado el momento de hacerle pagar.

– ?No pudo haber sido ella quien disparase?

– No podemos estar seguros de nada, ni lo estaremos nunca. Pero mi version es que el tiro que oiste aquella manana, antes de salir pitando como un conejo, lo disparo Humberto contra si mismo, en este mismo sitio donde sigue desde entonces. Lo entendio todo y enloquecio. Se desespero. Habian pasado dos dias desde el golpe y se encontro aqui encerrado, acuerdate de la reja echada, y abandonado para morir de hambre. Pero lo peor seria su duda: ?Vera vivia y era ella quien lo habia dejado aqui atrapado, huyendo con el dinero? ?O Vera estaba muerta y no podia venir a rescatarle? Bonito panorama, ?eh? Yo voto por la primera opcion. Vera, en cuanto tuvo el botin en sus manos, vino aqui, te dejo tu parte mientras tu seguias como un gilipollas esperandola en la puerta del edificio de apartamentos, y antes de largarse con todo lo demas debio de bajar para despedirse de Humberto y dejarle bien claro que lo abandonaba aqui, invalido, encerrado y condenado a muerte lenta. Esta es mi version. Seguro que hay otras, pero esta es la mia. ?Has visto esos surcos en el suelo?

Julian senala los circulos blancuzcos que aqui y alla, al lado de la rampa de salida y junto a las botellas, cerca de la mesa y del camastro, destacan sobre las baldosas de pizarra negra como rayas de tiza trazadas por un nino enfadado. Relatan los giros y mas giros de la silla de ruedas y el progresivo enloquecimiento de Humberto, su conciencia del abandono y su rebelion contra la muerte encerrada a solas con el en la bodega. Puede que gritase, aunque sus gritos no se oyesen. Tal vez grito durante los dos dias que pase en el sofa, ante la puerta. O tal vez, como hizo Sebastian, se entrego a un enmudecimiento depresivo y resignado, una revision lucida del dano que pudo haber hecho a Vera y que acabo por llevarle a esta condena y ejecucion. Bastian comprende que puede haber mas versiones de lo que ocurrio en la bodega, y surgira una nueva cada vez que su mente lo evoque.

– ?Cual fue tu papel el dia del asalto? -se decide por fin a preguntar a Julian.

Tambien esta pregunta parece suponer en si misma un juicio contra el ex policia, que la escucha como si fuera una sentencia junto al esqueleto de la silla de ruedas, y luego se deja caer sobre el jergon instalado contra la pared que nunca antes habia estado alli. Vera debio de traerlo para que su marido durmiera en el. Julian inspira con melancolia, el cansancio parece estar aduenandose otra vez de su espiritu. Sentados uno junto al otro, el esqueleto y el ex policia parecen obscenamente hermanados por la muerte. El primero es un cadaver ya viejo, experimentado y veterano; el segundo, ensaya para llegar a serlo algun dia no demasiado lejano.

– Mi papel fue uno que no habia hecho antes en toda mi vida. El papel de padre. Cuando Vera vino a proponerme su plan me quedaron claras dos cosas: que queria mi ayuda y que deseaba ver muerto a Humberto, por lo menos bien jodido. Dijo que ayudarla era una deuda que tenia con ella, y puede que en parte tuviera razon. Lo del odio a Humberto no llego a decirlo, pero me di cuenta yo. Y ya ves, no me equivoque.

– Llevaba diez anos sin verte, aparece y te pide que la ayudes a cometer un atraco. Asi, sin mas. ?No te parecio raro?

– Al contrario, era un circulo que se cerraba. Ese dinero negro, en realidad, llevaba diez anos siendo el unico vinculo entre Vera y yo. Ten en cuenta que yo ya habia trabajado, por mediacion de Humberto, para sus jefes, y cuando la parejita se fue segui trabajando para ellos. Sin ir mas lejos, si yo sabia que en ese apartamento pasaban la noche los recaderos del dinero es porque ese apartamento lo buscamos juntos Humberto y yo. Estabamos todos en el mismo ajo. No me parecio raro que volvieramos a unirnos justo por eso. Fue natural, justo, Vera y yo. En alguna parte al otro lado de ese dinero, al otro lado de esos negocios, yo sabia que se encontraba ella. Y de pronto, un dia, fue ese dinero el que me la trajo de vuelta. Quedamos a las afueras de Padros, en una playita a la que solia llevarla de pequena. Yo para entonces habia ascendido, era muy conocido en el pueblo. Me convenia el sitio discreto que propuso. Fui de paisano, no me apetecia exhibirme con el uniforme. Y alli nos vimos, en la misma arena, tantos anos despues, frente a frente. El tiempo que todo lo jode. No me abrazo, no me dio un beso, no me dijo ni hola. ?Por que iba a hacerlo? Yo tampoco lo intente. Me pidio ayuda para el dia del atraco y un escondite para Humberto. A cambio, me ofrecia el treinta por ciento, un diez por el escondite y otro veinte por ayudarla contra Amir, o como se llamase. El diez por ciento que te llevaste tu era lo que tenia presupuestado para el escondite desde el principio, supongo que te das cuenta. Sabia que el golpe era el viernes siguiente por la manana, pero no volvi a tener noticias de ella, incluso pense que habia desistido. Pero ese viernes algo me llevo a

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