– ?Es que me conoces?
– Todo el mundo conoce al senor de Padros.
– Tanto mejor, amigo, tanto mejor. Pues en America la justicia esta mas cerca de la justicia con mayusculas que la justicia que tenemos aqui.
Y entonces, repentinamente aunque muy despacio, seguro de la fuerza que detenta, Montana saca el revolver. Es plateado, de cano largo, y brilla en la oscuridad como si fuera mas poderoso que la noche.
– Si tu y yo rineramos, Matamoros, yo podria matarte.
– ?Pero por que habriamos de renir, senor!
– Y si te matase, tu quedarias aqui muerto, sin mas. Este seria tu final. ?Habria sido justo matarte? ?Habria sido injusto? ?Solo Dios y nosotros lo sabriamos! Pero tu aqui te quedarias. Muerto. Muerto sin reparacion posible. ?Es asi?
– Asi es, senor -musita Matamoros con alguna serenidad, como si la evidencia de que esta en manos del otro fuera, en vez de inquietante, placentera.
– ?Los actos malvados deben ser reparados! Fijate en esto, Matamoros.
Y entonces, ahora si veloz, levanta el revolver y lo amartilla ante la misma cara de Matamoros. El infeliz apenas tiene tiempo de sentir pavor cuando Montana aprieta el gatillo y el mismisimo infierno estalla en la cara de Matamoros. Grita por el espanto de la muerte.
Grita y sigue gritando hasta que entiende que, si esta muerto, no puede gritar, y entonces, poco a poco, se atreve a abrir los ojos que instintivamente habia protegido con las dos manos.
La sonrisa muerta del rostro de Montana es lo primero que ve el periodista, luego los ojos brillantes, enloquecidos, del senor de Padros, luego el cano humeante del revolver… Montana ha disparado junto a su cara, pero apuntando a algun punto situado a su espalda. Se gira Matamoros, estremecido por un presentimiento subito, y ve al penco en el suelo, su penco querido, su companero de fatigas, convertido en un bulto oscuro todavia palpitante que parece infinitamente desvalido bajo la lluvia.
– Matar a tu caballo seria un acto injusto, ?no es asi, Matamoros?
– Si, senor, lo seria -responde el periodista, sumiso y acobardado. El miedo fisico le ha guiado siempre, y se odia a si mismo por no haber corrido a socorrer al penco, por no estar junto a el, dandole carino en sus ultimos segundos. Pero el miedo lo tiene clavado ante Montana, y su unico duelo por la bestia herida son las lagrimas sinceras, tambien rabiosas, que le anegan los ojos.
– Pero yo soy un hombre justo. Todo el mundo te lo dira en Padros. Por eso, si yo matara a tu caballo, y no quiera Dios que tal cosa ocurra, te recompensaria dandote otro caballo, y ademas una buena suma por tus lagrimas. Yo se muy bien lo que valen las lagrimas, me encoleriza que la gente no les de valor. Yo te las pagaria a precio de oro. Una onza por cada lagrima. ?Que te pareceria? ?Una onza de oro por lagrima!
– No se que decir, senor, no entiendo, estoy aturdido.
– ?Tu amigo ha matado a mi hijo! -grita Montana, ahora fuera de si. Matamoros opta por callar-. ?Lo ha matado y se ha deshecho del cadaver! ?Nadie ha vuelto a ver al bebe! ?Entiendes? Y desde entonces, mi amada esposa llora desconsoladamente cada dia, todos los dias y todas las noches, cada minuto. Si tuviera que dar una onza de oro por cada lagrima suya, estaria arruinado, endeudado de por vida. ?Crees que es justo? Si mi hijo apareciera, Leonor podria volver a vivir. Y es aqui donde entras tu.
– ?Yo, senor?
– Tu, si. Eres periodista, ?no? Y fuiste amigo de Ortueno Gil, no me digas que no, se que os vieron juntos. Y por eso, porque eres periodista, vas a hacer justicia. ?Justicia con mayusculas! Vas a escribir en tu periodico quien era Ortueno Gil. Un articulo diario.
– Pero, senor, eso lo decide el director, yo no puedo…
– El director es un buen amigo mio. Le he sacado de algun apuro. Pero sobre todo, es un hombre justo. No dudes que sacara tus articulos. En primera plana, Matamoros. Contaras quien era Gabriel y luego, oyeme bien, contaras como secuestro y mato a mi hijo. Investigaras testimonios, el sargento de la guardia civil te ayudara, el es tambien un hombre justo. Quiero que todo el mundo sepa que Gabriel Ortueno Gil fue un secuestrador y un asesino. Quiero que nadie tenga duda de ello en los proximos cien anos, ?comprendes? Mi esposa podra descansar. Es mejor la muerte de un hijo que su desaparicion de por vida. Y a cambio yo, abre bien los oidos, te convertire en un hombre rico. Solo tienes que contar la verdad.
El horror deja mudo a Matamoros.
– Un hombre rico… -logra susurrar entre dientes. Es lo que ha sonado siempre. Pero mentir de esta forma, y publicarlo… ?Difamar a su amigo! ?Y si Gabriel viene un dia a reclamarselo?-. ?Y que pasara si Gabriel esta vivo, y lo lee, y viene un dia a reclamarmelo?
Montana se acerca tanto a el que Matamoros piensa que va a engullirlo de un bocado.
– Gabriel no vendra jamas, te lo aseguro.
Entonces Matamoros, ante esa mirada colerica de Montana, ve como si los ojos fueran ventanas al pasado. Y entiende. Entiende que Montana mato a su propio hijo y luego mato a Gabriel. ?Que importan el por que y el como? ?No es acaso un loco peligroso?
– Dios… -musita, vencido, Matamoros. ?Es que acaso le queda alguna duda de que si no obedece lo matara a el tambien?
– Dios, por supuesto. Dios estara tambien con nosotros. El cura tambien te ayudara en tu investigacion, declarara que ese cabron de Gabriel era un ladron de mujeres, el peor canalla imaginable. Si, amigo mio, Dios tambien esta con nosotros.
Y Montana rodea a Matamoros por el cuello y tira de el hacia el carruaje.
– Ven conmigo, amigo Matamoros, hablaremos de los detalles en el carruaje, al calor.
Matamoros se deja llevar mansamente. Su unica resistencia a la justicia con mayusculas y a Dios, su unica resistencia al senor de Padros, es volver un poco la mirada, apenas lo justo para contemplar por ultima vez, con la tristeza del corazon roto y el desanimo por el futuro podrido, a su penco querido, todavia agonizante.
Va a morir de la forma que siempre temio el, solo y desnudo bajo la lluvia, en una desapacible noche solitaria.
Y luego, al amanecer, vendran los lobos.
33
Cuando Bastian pulsa el interruptor en la bodega, los tubos fluorescentes del techo parpadean con insistencia, como si se desperezaran tras un largo sueno, y acaban por banarlo todo con un zumbido sordo de abejas encerradas que adquiere protagonismo sobre la propia luz blanca, fria y fea. Alguien le explico una vez que esa luz es inadecuada para el vino, lo maltrata en vez de mimarlo. Si hubiera escuchado, sustituyendo los tubos por una penumbra mas adecuadamente calida, no estaria viendo ahora con tanta claridad la espalda del ex policia, los hombros caidos, derrotados, y todo el peso del cuerpo ladeado sobre el baston. La ancha gabardina, como un telon teatral, le impide ver lo que su cuerpo oculta, pero en el suelo, junto al extremo del baston, reconoce Bastian huesos que podrian ser humanos y tener la forma de un pie sobre el que se estira hacia arriba el hueso largo de la pantorrilla, tibia o perone, sugiriendo que al otro lado del cuerpo de Julian se halla un esqueleto sentado, o al menos una de sus piernas.
El ex policia no se ha girado al sentir el fogonazo de luz, y Bastian, sin osar interrumpir su enigmatica concentracion en el silencio, avanza timidamente por las baldosas del suelo y se adentra en el hogar del cadaver, esforzandose por hallar detalles que le permitan fijar su atencion sobre ellos para distraer la mente, para no pensar que ese esqueleto puede ser el de Vera. En el suelo, junto a la pared de la izquierda, la reservada a los caldos mas caros y antiguos, aun se ven restos de botellas rotas. Vera y el, la ultima vez, las estrellaron contra la piedra agarrandolas por el cuello, una tras otra, mientras jugaban al despilfarro orgiastico de echarse el vino sobre el cuerpo para que la lengua del otro lo lamiera. De nosotros solo quedan esos vidrios rotos. Y, seguramente, tu esqueleto.
A la derecha de el, la vieja y pesada mesa de roble sigue estando en el lugar de siempre, aunque la diferencian ahora los elementos desconocidos que reposan sobre su superficie, abandonados alli mucho tiempo atras. Son los objetos personales del muerto, y Bastian no puede evitar que su mente evoque la imagen