obligarle a comer y de encontrarle. Aun asi, todas las noches preparaba la comida del dia siguiente y compraba lo necesario para que se pudiera seguir viviendo en aquella casa. Las veinticinco mil pesetas que presto Roncal se fueron evaporando con una cierta rapidez. Jacobo, tambien despues del asunto de los caralavadas, dejo de administrar el dinero y simplemente se limito a ponerlo a disposicion de su padre y de si mismo en un cajon de la mesa de la cocina. Si de todas formas iba a beber, que lo hiciera con su propio dinero. Osea, con el que Roncal les habia prestado.
Se sentia mal pensando en su padre y pensando en que el no hacia todo lo posible. Pero no podia hacerlo, y ni siquiera sabia cuando habia dejado de poder hacerlo. Eso no evitaba, ni mucho menos, que se sintiera mal.
El domingo por la tarde, Jacobo se habia citado con Christine en las taquillas del puerto. Christine no aparecio. Por la cabeza de Jacobo pasaron fantasmas conocidos y desconocidos. Los conocidos tenian que ver con lo que el habia hecho, con las palabras furiosas que le dijo a Christine el ultimo dia, con las lagrimas sin explicacion que dejo escapar en el acantilado, con los libros no comprados, con la imposibilidad de hablarle sinceramente de su vida, con la negativa a pensar que no podia ser marinero. Tal vez ella habia visto la especie de su debilidad y le abandonaba. Le abandonaba con razon, con justicia y, lo peor de todo, completamente de acuerdo con el criterio del propio Jacobo. Los fantasmas desconocidos, con menos perfiles que los otros aun siendo tambien fantasmas, surgian de la amenazadora vigilancia de aquella madre y de lo que hubiera podido pasar tras la ultima escapada. Jacobo trato de recordar si el dia de la Boca del Diablo habian tenido Quimica y, por tanto, si habian sido descubiertos por el Alcatraz. Pero no recordaba exactamente, aunque, para ser exactos, todo le parecia posible. Que hubieran tenido Quimica y que no. Que hubieran tenido Quimica y el Alcatraz los hubiera descubierto. Que no la hubieran tenido y, de todas formas, les hubiera descubierto. Que les hubiera descubierto con Quimica o sin Quimica. Que estuviesen descubiertos desde mucho tiempo antes.
Eso no era todo. Estaba tambien la simple presencia de la amenaza. Christine la habia pronunciado y Jacobo supo, desde ese momento, que su propio miedo habia empezado a hacer el viaje con ellos. Del mismo modo en que la historia de los padres de Christine le decia algo a el mismo, a el solo, la amenaza y el peligro que salieron de los labios de Christine tambien le habian hablado a el solo.
Se quedo paseando casi dos horas por el muelle, mirando siempre atras, no yendose nunca demasiado lejos del lugar en el que habian quedado. Cuando empezo a oscurecer, entro en los jardines del Paseo y estuvo mirando desde la puentecilla los cisnes que gravitaban sobre el agua oscura, silenciosa y condensada, del estanque con adelfas. Nunca le habian gustado los cisnes. Pero, ahora, al verlos tan majestuosamente posados sobre una superficie de agua, indiferentes a la noche y a las miradas de los curiosos, en el tiempo cerrado del estanque, le parecio que esos animales sabian donde estaban y que el sitio donde estaban era suyo.
Ya con la noche cerrada, regreso al muelle y se encontro con la niebla que encerraba la luz de los faroles y con la bahia negra marcada por los litorales luminosos. Cruzo por su mente la imagen de un telefono y de una llamada a Christine. El problema es que no tenia su numero y nunca se le ocurrio pedirselo. Pero quiza, y de todas formas, no la hubiera llamado. Si queria, podia encontrar ese numero. Pero no se trataba del numero, sino de los fantasmas. Y penso en los numeros, uno detras de otro, huyendo del muelle, en la oscuridad, lo mismo que harian los fantasmas. ?Por que ella no estaba alli? Jacobo no sabia lo suficiente como para imaginarse haciendo algo. O quiza sabia demasiado como para hacerlo.
Despues, empezo a regresar costosamente hacia el barrio, abandonando el sitio de la cita a la que Christine no habia acudido. Tuvo la impresion de que se dejaba algo en aquel sitio, porque tal vez parece que se pierden cosas cuando las cosas no suceden.
No queria ir a la buhardilla, pero al final acabo subiendo las escaleras de la casa con la sensacion de que el resto de los caminos, hacia la Plaza del Muergo, hacia las darsenas, hacia el Ciaboga, fueran caminos con una puerta cerrada con llave.
Cuando llego al rellano de la buhardilla miro al cielo que se veia por la claraboya. La luz de la escalera se apago y aparecio un firmamento negro en el que, a fuerza de ser mirado, surgian estrellas palidas como si estuvieran hundidas en el oceano del universo. Los ojos de Jacobo se quedaron un rato navegando por alli, a oscuras y retrasando el momento de abrir la puerta.
Aquel mismo cielo estaba sobre Christine. Surcandolo, se llegaba hasta la Plaza del Pombo, hasta la casa y hasta los ojos aguamarina, y el marinero podia recogerla para llevarla en su travesia a un pais sin puertos y sin mapas que los senalaran. Todo seria travesia.
Jacobo se habia sentado en el ultimo peldano de la escalera, y mientras iba camino de la Plaza del Pombo a capturar los ojos aguamarina y llevarselos, escucho el primer runrun de una conversacion en la buhardilla.
Enseguida noto que habia una voz fuerte, cortante, que decia frases que restallaban y cuyas palabras podian distinguirse sin demasiado esfuerzo. Tambien habia otra voz, otra voz que seguia a la primera y que, en comparacion con ella, era como el sonido del agua revuelta despues de que hubiera pasado la helice retumbadora de un buque.
– No voy a dartelo a ti -dijo la voz fuerte.
Jacobo aguzo los sentidos y dejo de mirar el cielo de la claraboya. Escucho el runrun del que contestaba, pero ahi no pudo distinguir las palabras.
– Lo que no se puede hacer por uno, no se puede hacer por otro. Si no, te diria que lo hicieras por el.
El runrun contesto de forma entrecortada. A pesar de no entenderlas, Jacobo tuvo la impresion de que las frases quedaban sin terminar. Era como si el sonido de agua revuelta se fuera apaciguando y un segundo mas tarde volviera a surgir. Aquella articulacion mortecina le resultaba muy familiar. Y el hecho de que le resultara incomprensible la hacia aun mas familiar.
– No, no haces todo lo que puedes. Te conformas con lo que te pasa, que no es lo mismo. Si, por lo menos, pudieras decir que te pasa…
Entonces llego un runrun muy largo, casi homogeneo, en el que Jacobo tuvo tiempo de mirar los listones arqueados del rellano tenidos de la blancura azulada del cielo de la claraboya, mirar sus grietas, sus clavos oxidados, las juntas deshechas donde crecian los hongos de la humedad como grumos pastosos, y en el que Jacobo tambien tuvo tiempo de oler, de oler como si no fuera suyo y pudiese olerlo desde fuera, como una primera vez, el aire de aquella casa y darse cuenta de que no podia decidir que clase de olor era, de donde venia o de que estaba hecho, porque quiza no era del todo un olor, quiza fuera la forma en que habian vivido, la forma que tenia su mundo, esas formas disueltas en el aire como si hubieran explotado y no hubiesen podido salir de entre aquellas paredes.
– Entonces, haz que se vaya -la voz fuerte no resonaba tanto, ahora parecia aplomada, concluyendo algo-. Haz que se vaya. Yo estare con el. No permitas que te siga mirando, porque mientras te mire estara atrapado. Tienes que entenderlo. Mientras te mira, el no puede ver nada.
Durante minutos no volvio a escucharse nada dentro de la buhardilla. Parecia que algo se habia terminado para siempre, pero tambien parecia que los duenos de las voces se habian esfumado por el tragaluz o atravesando los tabiques y que, cuando se abriera la puerta, no se encontraria el menor rastro de que alli sucedio poco antes algo que no podia olvidarse.
Jacobo escucho la puerta de la buhardilla, pero no se volvio. En ese momento, observaba fijamente el lugar donde las ultimas particulas de luz se adentraban en la oscuridad de la escalera y trataba de adivinar si la ultima particula de verdad, la ultima particula sola, seguiria bajando hasta el primer piso, abriria la puerta de la calle y saldria al exterior para volver de nuevo al cielo del que se habia desprendido.
– Siento que lo hayas escuchado -dijo la voz de Roncal-. Bueno, para ser sinceros, no lo siento tanto. Que diablos, no tengo que sentir ni que dejar de sentir. Tu sabes tanto como yo de este asunto.
Roncal no habia hablado enseguida. Se encontro con Jacobo sentado en la escalera y al lado de la puerta, a oscuras, sin mirarle cuando salia, y seguramente tuvo que hacer algunas deducciones, por pocas y rapidas que fueran.
Despues de pronunciar las palabras anteriores, bajo tres peldanos y se quedo enfrente de Jacobo, que seguia mirando el vuelo imaginario de la particula. Saco una cartera del bolsillo del pantalon y dijo:
– Quedate con esto -Roncal habia alargado la mano y tenia en ella unos cuantos billetes doblados por la mitad.
Jacobo miro la mano y despues los billetes.
– ?Es eso lo que no le ibas a dar a mi padre? -dijo con un tono que parecia venir de otro sitio.
– Esto es lo que no voy a darle a tu padre.