partida. Estaba perdido, lo cual no importaba gran cosa, pues cualquier camino lleva a Roma y en las estaciones del metro, aun en las mas intrincadas, de pronto y sin saberse como, se llega a la puerta de la calle o se tropieza con el 'portillon automatique'.

Me sorprende esta ausencia de dolores, de sed, de hambre y otras necesidades corporales que me han acuciado durante todo el dia. Me siento tan dueno de mi mismo que he resuelto escribir una novela cuyo escenario ha de ser una de estas estaciones del metro donde suceden cosas muy extranas: desde asaltos de bandas juveniles como el que padecieron un estudiante y su novia en Sevres-Babylone, hasta la desaparicion de ancianas dobladas en tres sobre un pequeno baston y con la barbilla caprina levantada hacia un lado y adornada, en la punta, con tres cerditas blancas. Los empleados que hacen la limpieza todas las mananas recogen una enorme cantidad de paquetes vacios, periodicos viejos, billetes perforados, zapatos, colillas de cigarrillos, guantes sin parejas, panuelos, tacones femeninos y viejecitas que murieron la noche anterior sin encontrar la salida.

Plan de mi nueva novela:

Seguir a un personaje que camina perdido por los tuneles de la estacion de Chatelet o de Saint-Lazare -las mas aberrantes y confusas- y comprende de pronto que esta muerto sin recordar cuando murio. Descubre con horror que uno de aquellos tuneles no lleva a la superficie terrestre, al borde de una avenida flanqueada de platanos que se esponjan al sol, sino al 'portillon automatique' -no verde, sino rojo- del Purgatorio. Yo no creo en el Infierno, por parecerme un castigo desproporcionado e injusto para este miserable gusano que es el hombre. Si Juana de Arco, por amor de Cristo y de los franceses, hizo una carniceria de ingleses y esta en los altares, yo que no he matado a nadie no podria ir al Infierno. Si San Luis Rey de Francia…, etc. En cambio, el Purgatorio, como estacion de transito o de 'correspondencia' entre la vida mortal y la eterna, me parece logico y necesario. Con verdadera complacencia me detuve a examinar la idea de mi novela, sentado ahora en el suelo, ante una pequena puerta cuyo letrero indicador advertia: 'Entrada rigurosamente prohibida'.

Recordaba esa rauda impresion de fatalidad que me oprime el corazon cuando pasa el tren a lo largo de estaciones mudas y cerradas hace ya mucho tiempo. Me deprime la vision de los andenes desiertos, y las negras bocas de los tuneles, tal vez abiertas a mundos subterraneos y desconocidos. A los cristales de la puerta del vagon hay pegado un letrero que dice: 'Peligro de muerte. Abstenerse de abrir la puerta en la estacion de Cluny o de Montrouge o de Filies du Calvaire'. ?Quien puede asegurar que los 'clochards' dormidos en las bancas de los andenes no estan borrachos sino muertos? Quiza los ciegos que tocan el acordeon, con una escudilla a los pies, aun no han abierto los ojos como los gatos recien nacidos. No los han abierto a esa luz espectral que resbala como una jalea amarilla por las paredes de los corredores y chorrea de unas ampollas empotradas en las bovedas. No es una luz, sino una pus luminosa, y las lamparas de neon son fistulas o abscesos reventados y coagulados hace ya muchos anos.

Eche nuevamente a andar en sentido contrario al de la puerta prohibida, y despues de navegar torpemente en un brazo de multitud que seguia el mismo camino, canalizado por el muro de una baranda de metal, por el primer portillo que encontre pase al lado opuesto. Por alli no transitaba nadie. Subi una escalera interminable hasta dar de manos a boca con una puerta cerrada: 'Solo para los empleados del servicio'.

Di media vuelta y descendi a saltos la escalera, pero al llegar a su base, un trozo de asfalto gris cubierto de basuras y billetes perforados, me encontre en un lugar completamente distinto del que habia abandonado hacia un instante. Al avanzar casi a tientas en direccion de la bombilla amarilla que se apagaba mas que se encendia a lo lejos, una alta reja de metal me cerro el camino. Empujado por una fuerza extrana, superior a mi voluntad, pase a traves del obstaculo como si no lo fuera y solo senti un sabor metalico en el paladar. Escupi un chorro de saliva amarga. Se me habia reventado el absceso y una grata sensacion de frescura me corrio por la parte baja del rostro.

– Yo quiero saber si es Rose-Marie quien llama todos los dias a preguntar por mi; quiero saber si ella ha contribuido en cualquier forma a mi viaje al otro lado del Atlantico; quiero saber que piensa de mi. No puedo callar un momento mas. Lo mande llamar con urgencia porque si Rose-Marie, como todo lo indica, me ha perdonado y todavia me quiere, no me ire de Paris. Si me arrojan de aqui me instalare en Belgica o en Italia. Cargare maletas, lavare platos en los restaurantes o barrere las calles, si no encuentro otra manera de ganarme la vida. Si ella me quiere, no habra poder humano que me aleje de aqui. Insisto en preguntarle, Padre, y usted me perdone por el amor de Dios. La otra persona que me ha ayudado sin que yo lo sepa, con mi amigo Miguel, ?es Rose-Marie?

Los muertos de Paris, posiblemente los del mundo entero, vagan un tiempo a ras del suelo mientras se purifican y pueden desprenderse de ciertas imperfecciones terrestres que les impiden remontar el vuelo. Esto es de una logica meridiana y debo tenerlo muy en cuenta en mi novela. En el metro, en el bus, en la calle, he encontrado personas muertas hace anos con la apariencia de personas vivas. El que esto sea asi no tiene nada de extrano. Durante un tiempo mas o menos largo, despues de la muerte, el ser humano debe conservar ciertas cualidades materiales, o recuerdos de esas cualidades, que lo sujetan a la tierra. La demostracion son los fantasmas: si nadie los ha visto, en cambio todo el mundo ha oido hablar de ellos. Mientras mayor numero de anos paso el hombre pegado a este mundo, sujeto a la atraccion de la gravedad, circunscrito por la extension de la materia, limitado por su impenetrabilidad, mayor trabajo le costara desprenderse de lo que -ya sin vida- podria llamarse prejuicios corporales. Tal vez al comprobar ese extrano fenomeno sentira cierto sabor metalico como el que me abraso la garganta cuando al filtrarme a traves de la reja se me revento el absceso del colmillo. Y otra observacion importante: hay fantasmas de viejos y de personas maduras, pero nadie ha visto el de un recien nacido. Un lastre de reumatismos, paralisis, lumbagos, ciaticas, tumores, varices e hidropesias, gravita en la memoria visceral del anciano y lo pega a la tierra con la apariencia de la vida. Los que veo entre la muchedumbre tienen un rostro seco y apergaminado y unos ojillos lechosos. Imagino que muchos de ellos ya saben que estan muertos, pero todavia arrastran los pies para sentir en las plantas la aspera caricia de la corteza terrestre y pedestre, antes de remontar o descender a una vida sin cuerpo.

Una vez curado del ataque traicionero de unas amibas que tengo incrustadas en alguna parte, el medico se ha dedicado a fortalecerme con inyecciones y pildoras, y sobre todo a apaciguarme el espiritu. En vista de esto ultimo, y mientras me ve algun psiquiatra en mi tierra, ha aprobado y estimulado mi idea de anotar mis imaginaciones y experiencias en estos cuadernos.

La enfermera de turno volvio a decirme hoy que mi enamorada misteriosa habia llamado a preguntar por mi.

– ?Por que no me pasan la comunicacion?

– Ella se niega a hablar con usted.

Cuando el Padre vino a verme, indignado ante su reiterado silencio, lo mire de hito en hito y le dije, mordiendo las palabras:

– Buscare a Rose-Marie aunque tenga que salir desnudo por las calles. Usted no puede impedirlo.

Enarco las cejas, arrugo la frente, me estrecho carinosamente una mano con las suyas y me prometio darme cuantas informaciones quisiera la proxima vez, tal vez al dia siguiente. Antes tiene que hablar con alguien, pues no esta autorizado para hacerlo.

?Quien ha dispuesto que entre la muchedumbre de muertos circule cierto numero de vivos para guardar las apariencias? Yo seria un vivo entre los muertos, como esa muchacha que camina delante de mi con paso ritmico y menudo, provocativa y por lo tanto real: largas piernas, caderas de morbida redondez, nalgas cenidas, esculpidas, disenadas por la tela de la falda. Al pretender tocarselas discretamente, por pura curiosidad metafisica, volvio la cara y me dio una bofetada que desato un relampago doloroso por todo mi cuerpo, desde el colmillo hasta los pies (en realidad yo no soy sino una inflamacion, una supuracion del colmillo): luego, dentro de esta macabra muchedumbre, ni ella ni yo estamos muertos. Pero es irritante que no exista un sistema que permita distinguir los vivos de los muertos. Deberian colocar letreros explicativos, inclusive luminosos y en varios idiomas, pues el metro de Paris esta atestado de extranjeros asi como esta lleno de muertos, y estos son extranjeros entre los vivos. Los letreros dirian, con una tremenda fuerza persuasiva: 'Las puertas que se abren al reves de como el ciudadano vivo y consciente piensa que deberian hacerlo, las direcciones prohibidas sin razones plausibles, las barandas

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