ilogicamente discriminatorias, las repelentes talanqueras metalicas, las estaciones donde se corre peligro de muerte, todo eso es del dominio de los usuarios muertos.' Si ese senor de orejas amarillas y en abanico que se desliza delante de mi sigue como yo pienso hacerlo por el tunel de direccion prohibida, es porque no esta vivo. Solo los muertos pueden violar las indicaciones para los vivos, pero convendria explicarselo para evitar que alguna vez -y esto debe ocurrirles con frecuencia- se pierdan en el metro. El colmillo me duele atrozmente -luego estoy vivo- por culpa de la bofetada que me dio esa insolente Venus calipigia cuando quise cerciorarme de que no estaba muerta.
He decidido evadirme de la clinica, ponerme en comunicacion con Rose-Marie y viajar a Italia o a Belgica donde buscare algun trabajo. Tengo que resolver ciertos problemas urgentes que no puedo esquivar:
Primero: Lograr que el Padre me traiga la ropa y los zapatos que me ha prometido.
Segundo: Estudiar la manera de evadirme de aqui utilizando algun procedimiento que no despierte sospechas.
Tercero: Conseguir una pequena suma de dinero que me permita pasar a Belgica o Italia y atender los gastos de los primeros dias. Esto sera lo mas dificil de todo, aunque podre pedirle al Padre unos cincuenta dolares con el pretexto de que ni los zapatos ni los trajes me los puede comprar, y puesto que han de ser para mi conviene que los compre yo mismo.
La silueta de mi padre, encorvado, de espaldas, desgarbado y vacilante, me resultaba inconfundible. La tenia grabada, impresa en la memoria desde hacia muchos anos. Me acerque trabajosamente a esa insolita aparicion, doblado en dos porque el estomago se contraia dolorosamente cargado de materia en descomposicion que pugnaba por encontrar salida. De mas cerca se precisaban los rasgos y las apariencias familiares: el abrigo negro, delgado, brillante, con visos verdosos en las hombreras; el sombrero de forma anticuada y de color amarillento, echado hacia atras sobre la nuca. Las enormes orejas de elefante erizadas de pelos. Llego el momento en que percibi el olor viejo del abrigo, a gasolina barata, a humo rancio de mal tabaco y a pedazos de pan que llevaba siempre en los bolsillos junto con un periodico viejo y una novela policiaca.
Una corriente lateral, proveniente de un tunel adyacente, me aparto de mi padre cuando ya estaba a punto de alcanzarlo. Al volver la cabeza a todos lados para descubrirlo entre la muchedumbre, lo vi de frente, diez o veinte pasos detras de mi, con la cabeza inclinada sobre el pecho. No habia la menor duda de que era el, con su frente manchada y amarilla, sus ojos miopes detras de los cristales empanados y su nariz de grandes huecos obstruidos por una mata de vello. Los labios se desgonzaban en las comisuras y las mejillas estaban cubiertas de una aspera sombra gris.
Mi padre solo se afeitaba y se banaba los domingos. Entre semana le faltaba tiempo para llegar a la oficina, aunque ya en ella le sobrara, pues no tenia nada que hacer. Aunque le hice tres o cuatro senas con la mano no parecio reconocerme. Yo sabia que el estaba muerto, y muerto hacia un ano, pero probablemente el lo ignoraba todavia y ahora vagaba por el metro seguramente en busca mia. No era facil que me reconociera, pues no nos veiamos desde hacia cuatro anos y mis hombros se han ensanchado y me he dejado crecer la barba. Una onda de lava derretida me invadio los fundillos de los pantalones. Cuando quise correr para alejarme de aquel fantasma siniestro, se me atraveso en el camino una senora gorda que se deslizaba trabajosamente hacia adelante. Tuve un sobresalto de alegria al vislumbrar al otro lado del portalon automatico la alta boveda de la estacion y el anden atestado de pasajeros que esperaban el tren. La manera de caminar que tenia aquella senora, tal vez atormentada por ciaticas y reumatismos, me recordo a mi abuela crujiente y bamboleante cuando los domingos se alejaba por la calle desierta en direccion a la iglesia del barrio. Era mi abuela, con su perfil infantil reabsorbido en una espesa capa de grasa. Reconoci su olor tierno y maternal, y con una precaucion infinita, mas con el pensamiento que con la mano torpe y temblorosa, quise hacerle una caricia en el hombro. Ella volvio a mirarme al sentir en la nuca el calido aliento de ese hombre extrano que debia ser yo, barbudo, sucio, mal vestido, a quien los ojos le brillarian como ascuas. Respire tranquilo cuando comprendi que me habia equivocado y aquella gruesa senora de mirada hostil y ojos agrandados por una sombra azul, no podia ser mi abuela. Si no lo era, no estaba muerta y le di gracias a Dios por mantenerla viva a mil leguas de este purgatorio de Paris.
Tendre que cambiar de tactica en relacion con el Padre, pues la ultima vez estuve irascible e imprudente. Le dije que habia resuelto quedarme en Paris o en otra ciudad europea. Por el contrario, debo mostrarme docil y sumiso. Inclusive la proxima vez voy a pedirle que llame al padre de la rue de la Pompe para que venga a confesarme. Esto desarmara cualquier sospecha o prevencion que haya podido tener sobre la seriedad de lo que el llama mi convalecencia de Paris.
Una vez en Italia, o temporalmente en Belgica, y ya restablecida mi conexion con Rose-Marie, para comenzar conseguire una colaboracion en aquella revista de Chile de cuyos directores ella es personalmente amiga. Le escribire sin demora a mi hermana para enviarle tres o cuatro notas que desgajare de estos inutiles cuadernos. Sobre la promesa de que regresare cuando mi colaboracion este asegurada, le pedire que hable personalmente con el director de algun periodico y me consiga trabajo. Mis notas tendran que interesarle. Ademas puedo escribir unos reportajes con personalidades europeas y enviar informaciones de primera mano sobre la actividad de los agentes comunistas entre los estudiantes latinoamericanos de Paris.
Como si hubiera adivinado mis pensamientos, el buen Padre traia un gran paquete bajo el brazo. Contenia unos pantalones seguramente un poco grandes, o tal vez pequenos para mi talla, y un par de zapatos.
– Tendras que comprar dos trajes uno de estos dias, tal vez la vispera de tu viaje. Te mandare un muchacho del Centro para que te acompane; pero antes conviene que te levantes y comiences a dar unas vueltas por el jardin.
Un aire fresco, cargado de aromas vegetales, soplaba a traves de la ventana abierta. El Padre se sento en el sillon al lado de mi cama, cruzo las manos por detras de la nuca, estiro las piernas y empezo a contarme que aquel tragico dia no habia ido por mi inmediatamente al convento de la rue de la Pompe, pues tenia una visita importante. Cuando llamo otra vez, en el convento le dijeron que yo habia salido a la calle. Se alarmo mucho y durante varias horas anduvo con uno de sus pupilos de la rue d'Assas por los alrededores del Trocadero. Regreso a su casa desesperado, dandome por perdido. Aviso a la policia que un muchacho enfermo, al borde de una crisis nerviosa, vagaba por las calles de Paris. Dio mi nombre, datos sobre mi aspecto fisico y la informacion complementaria de que yo llevaba en un papel la direccion de la clinica situada por los lados de Levallois.
No deje al Padre terminar su relato, pues me interesaba antes que nada saber por cual razon el me andaba buscando desde hacia tanto tiempo.
– ?No quieres que te cuente ordenadamente como pasaron las cosas?
– No me interesa. Soy un lector de novelas que se salta paginas para llegar mas pronto al desenlace.
– Como quieras. Hable esta manana en el Hotel Jorge V con Rose-Marie, y conoci a sus padres, que son personas muy distinguidas. Por cierto que…
– Si, si; pero ella, ?que dijo?
– Ella sabia que tarde o temprano tu te enterarias de sus llamadas a la clinica. Por el Consul y tu amigo Miguel supo que estabas muy enfermo. Hace un mes, por lo menos, ellos me habian llamado para saber de ti, ?pero yo ignoraba donde te habias metido!
– Pero ?que dijo Rose-Marie? ?No me odia? ?No me desprecia? ?Ya sabe quien soy yo? Puesto que me llama todos los dias es por la razon de que…
– ?Espera!… Ella me dijo exactamente estas palabras:
'Yo sere feliz el dia en que sepa que el ya no esta aqui y se ha ido a rehacer su vida con su familia y en su tierra…'
– No puede ser…
– ?Un momento! Te decia que cuando tu llegaste a la clinica llame al Consul para contarle que habias aparecido, y las condiciones en que te habia encontrado la policia.
– No puede ser, no puede ser…
– El Consul sintio una profunda lastima por ti, y con Miguel y con esta nina, que tiene un espiritu cristiano, organizo una colecta entre tus compatriotas…
– ?Con ella, dice usted? ?Entonces tambien ella…?
– Organizo una colecta entre tus compatriotas para pagar los gastos de tu regreso y de tu enfermedad.