castellanos y esperaran el envio inmediato de un Catecismo en catalan. «Hay que rezar en el idioma materno», sentencio. Pilar, al enterarse, repuso: «?Estaria bueno! Yo tendria que rezar en vascuence». Julia Garcia se dirigio hacia el unico establecimiento de musica de la localidad, situado en la calle Plateria, y compro seis discos de canciones catalanas de Navidad.

Matias Alvear no veia claro… Le daba miedo presentarse en Telegrafos. «?Que va a pasar?»

– No te echaran del Cuerpo -le dijeron, apenas entro-. Pero te trasladaran, desde luego. A Madrid, o tal vez a Soria.

Matias perdio la respiracion. No es que Soria le asustase, y mucho menos Madrid. Pero estaba ya harto de traslados, ademas de que en Gerona tenia un buen piso y habia encauzado como Dios manda los estudios y la educacion de sus hijos.

– ?No os parece grotesco llevar las cosas a ese extremo? ?No somos de la misma raza?

Sus companeros de trabajo se encogieron de hombros… Matias no podia con aquello. A gusto hubiera salido a la escalinata de Correos y gritado a Cataluna entera: «?No tantos humos!» Pero al pensar en la boina vasca de su mujer se diluyeron los suyos.

Julio Garcia le dio esperanzas. «No tengas miedo. Te quedaras.»

Y asi fue. De diversas oficinas partieron hacia otras regiones muchos funcionarios, con sus familias. Extrano exodo en el interior de una misma nacion. ?El filosofo don Agustin Santillana fue uno de ellos!; pero Matias pudo quedarse, no sin antes haber demostrado que conocia al dedillo la gramatica catalana. Julio le dijo: «Agradecelo a los seis discos de canciones navidenas».

Matias continuaba haciendo turno de noche. Su companero habitual era un hombre pacifico, mas joven que el, Jaime, a quien el Estatuto parecio transformar en un ser agresivo. Queria a Matias, pero estaba exaltado. No hacia mas que hablarle en tono ironico de lo atrasadas que eran las gentes de Segovia, Badajoz o Cuenca.

– ?Usted ha viajado por alli? -le pregunto Matias.

– No, jamas.

– Entonces ?se lo han dicho?

– Quiza.

– Ya… De todos modos, le aconsejo que si un dia tiene ocasion, vaya por esos sitios. Tendra una sorpresa.

– No creo.

– ?Ya vera! Y en cuanto a atrasados… yo estuve unos dias en Canet de Mar, y luego tambien en la provincia de Lerida… ?En fin, para que hablar!

– ?Es que pretende comparar Cataluna al resto?

– ?Comparar en que?

– En nivel social, en produccion, en… manera de vivir. En todo.

– En nivel social… no. En cuanto a manera de vivir… ustedes se parecen mucho a Francia, claro.

– A mucha honra.

– Pues un castellano no se lo envidiaria, Jaime, se lo aseguro.

– ?Claro! Alli, diciendo todo eso del Cid estan mas que satisfechos.

– Usted lo cree. Lo que pasa es que no admiten que tener unas cuantas fabricas de tejidos signifique ser mas hombre.

– ?Vamos!

– ?Natural! ?A que tanto Cuenca y Badajoz porque alli hay menos cuartos de bano que en Barcelona? ?Es que creen ustedes que son mas felices?

– Ni mas felices ni menos felices. Simplemente, somos distintos. Por eso queremos separarnos.

– ?Y si los de Segovia y el resto les declaran el boicot y no les compran nada?

– ?Con que se vestiran?

– Si tan salvajes son… ?andaran desnudos!

– Bueno, el mercado extranjero es algo, creo yo. ?Imaginese que toda Espana fuera como Cataluna! Tendriamos una potencia mundial.

– ?Economicamente?

– Y culturalmente.

– Si tanto le interesa la cultura, ?por que se hizo telegrafista?

– Lo mismo digo.

– Yo no he pretendido nunca que mi tierra fuera Grecia. Lo que me interesa es no deber nada a nadie, ni en este mundo ni en el otro.

– ?Frase de los muchachos…?

Llegados aqui, Jaime se dio cuenta de que Matias, personalmente, no se merecia aquello. Se rio y le ofrecio un cigarrillo.

Pero Matias quedo preocupado. Nunca le gusto hacer turno de noche; pero ahora mucho menos. Jaime volveria a las andadas. ?Se habia puesto a escribir versos en catalan! Tenia un diccionario al lado. Buscaba palabras nuevas. Cuando el aparato telegrafico se ponia de subito en marcha, su inspiracion quedaba cortada. «?Perro oficio! -se lamentaba-. Si Maragall hubiese sido telegrafista, no hubiera escrito el Cantico Espiritual. ?Quiere usted que le recite el Cantico Espiritual, Matias?»

A veces irrumpia en aquella tertulia de a dos el propio Julio Garcia.

El policia era trasnochador de suyo y con frecuencia se acercaba a Correos y Telegrafos, y por la puerta que ponia «Prohibido entrar», entraba.

En este caso la discusion tomaba mayores vuelos, pues el hombre en cuanto habia tomado parte en un par de rondas de manzanilla era capaz de recitar no solo a Maragall, sino a Goethe en aleman. Aunque preferia reclinarse en la ventana que daba a la Plaza, ladearse el sombrero y canturrear flamenco o algun chotis. Matias gozaba de lo lindo oyendole y diciendole a Jaime:

– Compare, compare el texto de este chotis con ese soneto pirenaico que esta usted pergenando.

Luego, Julio tomaba asiento y se ponia a hablar del problema social. Ahi el propio Jaime se convertia en su oyente. La manzanilla ponia al alcance de Julio todo el lexico de que disponia. Matias le escuchaba doliendose de que don Agustin Santillana se hubiera marchado, porque sus discusiones con Julio eran celebres en el Neutral.

Julio, comentando la promulgacion de la Ley de Reforma Agraria, imponia el tema del terrateniente espanol, al que juzgaba odioso:

– Ignacio sabe algo de esos personajes -decia-, pues todas las semanas desfilan por el Banco un par de docenas a cortar el cupon. Es gente fanfarrona… y desde luego despotica. En su piso o en su casa de campo leereis siempre, a la entrada: «Ave Maria Purisima»; en el vestibulo, vereis el arbol genealogico de la familia. Todo alli recuerda a todo el mundo, especialmente a la propia mujer y a los hijos, que en aquella casa hay que permanecer serios, guardar la compostura siempre… Entretanto, a lo largo de la tapia de la finca… terribles trozos de vidrio, capaces de descarnar a un crio. Y muchos de ellos -el notario Noguer, para citar un ejemplo- tienen dada orden a su guarda de disparar contra el primer intruso.

Matias admitia todo eso como cierto. Todo eso y mucho mas. Consideraba al terrateniente espanol mas responsable que los de naciones menos pobres y que no se considerasen catolicas; pero invitaba a Julio y a Jaime a admitir que muchos de ellos, personalmente, eran unos aristocratas…

?Como no! Julio lo admitia, admitia que la aristocracia era un hecho natural, que a uno podia no gustarle, pero que era un hecho, y que por ello despreciaba mas aun a los industriales nuevos ricos, tan despoticos como los primeros y por anadidura chabacanos.

A veces, estas sesiones terminaban en partida de domino, juego en que los tres eran maestros.

Matias, al dia siguiente, repetia en la mesa su conversacion con Julio, despues de caricaturizar la labor poetica de Jaime. Carmen Elgazu, como siempre que se hablaba del policia, ponia mala cara. Mas aun, en los ultimos tiempos daba a entender que sabia mucho referente al amigo de infancia de Matias Alvear.

– Creeis que es simple policia, ?eh…? ?Donde habeis visto que un policia sepa tantas cosas, sea tan sabio?

Ignacio replicaba:

– Los policias no leen nada y el si. Eso es todo.

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