Ignacio penso:
«Si pasara el cuello de cisne…» Pero no. Mujeres que regresaban de
Jose regreso a mediodia en punto. Ignacio iba a preguntarle: «?Que tal la entrevista?», pero no hubo necesidad. El muchacho regresaba hecho un basilisco.
– ?Que ha pasado?
Jose habia hablado con el jefe de la CNT en Gerona, que al parecer lo era a la vez de la FAI. Le llamaban El Responsable. ?Responsable de que…? «Nada. Una especie de burgues.» De anarquismo sabia menos que el soldado del Cocodrilo.
– Cree que basta con echar pestes contra los santos. «?Nos traes armas?», me ha preguntado en seguida. Y no creo que haya manejado una en su vida.
Ignacio se intereso mucho.
– Ven a mi cuarto -le dijo- y hablaremos. Sientate. -Se sentaron cada uno en una cama-. Asi que… ?mala impresion?
– ?No tienen la menor tecnica! Nada. Unos fanfarrones, nada mas.
– Pero… a ti tambien te gustan las armas…
– ?Toma! ?Crees que en Madrid dan caramelos?
– Claro… -Ignacio prosiguio-: Aqui, desde luego no se si tendran tecnica, pero se que el numero de afiliados es bastante crecido. Se reunen en un gimnasio. Me refiero a la CNT. ?Quien es ese Responsable?
– No se. Se llama Agustin. Trabaja en una fabrica de alpargatas.
– ?Agustin…? ?Alpargatas…? -Reflexiono un momento-. ?Espera! ?Es un hombre que tiene dos hijas… muy deportistas, rubias?
– Pues… no se. ?Si, eso creo! He visto a dos rubias por alli.
– ?Claro, ya se quien es! Si, vive en la Rutila. Pero no sabia que fuera… Uno del Banco le conoce mucho.
– ?Y que dice?
– ?Nada! Una de las dos chicas le gusta, pero hay un sargento que esta antes que el.
– ?Sargento…? ?Exacto, lo de siempre! Supresion de las fuerzan armadas, y su hija dandole el pico a un sargento.
– ?Sabes lo que diria Julio Garcia?
– ?El policia ese sabio?
– Si. Diria que es el temperamento.
– ?Que temperamento?
– El nuestro. El espanol.
– ?Al cuerno, pues, con el temperamento espanol!
– ?Ves? Tu haces lo mismo.
– Bueno, vas a ver la que se arma. Ahora hablemos de otra cosa -prosiguio, molesto por todo aquello-. ?Tu tienes novia?
Ignacio se habia puesto de buen humor.
– Yo no. ?Y tu?
Jose se levanto.
– ?Yo…? Imposible. Me gustan todas. -Se hubiera dicho que habia olvidado por completo al Responsable-. Figurate -anadio- que me gusta hasta la mecanografa que vive con mi padre.
Jose era el primer chico experimentado en la materia con que Ignacio
Le hablo de las chicas de la Academia. «Son mas feas que yo», dijo. Hablo de otras que conocia, pero que no tenian nada en la cabeza. «Es, igual, es igual -le interrumpia Jose-. En la cabeza es igual.» Ignacio se reia y le hablo de la gitana, que vendia cortes de traje tarados y que posaba para los pintores de la ciudad. Una belleza.
– ?Es verdad que con las gitanas no hay nada que hacer? -le pregunto Ignacio.
– Chico, las de aqui no se… Pero en Madrid, si abres la cartera…
Luego Ignacio se decidio a hablarle de lo que le habia ocurrido con la chica de cabellos larguisimos, «hija de gran familia».
– Es una tonteria; porque yo soy como tu, un don nadie, desde el punto de vista postin. Pero ?que quieres! Ahora mismo, en el balcon, mientras te estaba esperando pensaba: «Me gustaria verla pasar». ?Tu que opinas?
Entonces Jose le demostro que entendia algo de la vida. Parecio que volvia a pensar en el Responsable o, por lo menos, puso la misma cara. Ignacio habia temido que le llamara
– A todos nos ocurre -dijo-. No hay ninguno de nosotros, ningun pobre, que en un momento dado no suene con la hija de un abogado o en una princesa. Si yo te
– ?Contra esto luchamos!, ?comprendes? -anadio Jose, exaltandose inesperadamente-. ?Ni socialistas, ni radicales, ni jurados mixtos ni los cuernos de Lenin! ?Arrasar esas viboras como pulgas! ?Crees que con gente como tu padre esto se iba a terminar? ?Y con gente como tu hermano? ?Que hara tu padre toda la vida? Cursar telegramas que digan: «Princesa del Campo de Velasco de la madre que la pario: el partido de golf sera el sabado a las tres». ?Que hara tu hermano? Confesarlas. Seis
Ignacio estaba impresionado, a pesar de que Jose por un lado se quejaba de que el Responsable le pidiese armas y por otro decia que habia que arrasarlo todo.
Quiso cambiar de conversacion. Verdaderamente, Jose era un exaltado, era de una espontaneidad escalofriante. A veces los del Banco hablaban en forma parecida, quiza no tan rotundamente. La corbata ponia sordina a muchas cosas. Y por lo demas, habia una diferencia: si ellos hubieran podido casarse con una princesa sin temor a hacer el ridiculo, se habrian casado. En cambio Jose… ?Jose no…? No, desde luego. Ignacio pensaba que alli estaba la diferencia. Los del Banco hablaban por hablar, se veia que nunca la accion seguiria a la palabra, que nunca arrasarian a nadie si ello implicaba jugarse el pellejo; en cambio, Jose se lo jugaria a cara o cruz. Ahora parecia un tigre enjaulado, con sus negros ojos relucientes y el espejo del armario repitiendo hasta el infinito sus gestos. Iba en mangas de camisa. Los tirantes le subian o bajaban segun hablase de Isabel la Catolica o de los jurados mixtos.
Ignacio le pregunto:
– Dime una cosa. Nunca te has preguntado… ?por que eres asi?
Jose le miro, tosiendo con impaciencia.
– ?Que quieres decir?
– Quiero decir… cuando empezaste a tener esa manera de ver las cosas.
– Ya te dije que desde que me parieron.
– Bueno, bueno. Eso es una frase. -Marco una pausa-. Te lo preguntare de otra forma. ?Es que de pequeno viste algo que te quedo grabado?