– Eso mismo digo yo: ?como?
Al cabo de un rato, Jose pregunto:
– ?Asi que… cuanto te falta?
– ?Para que?
– Para terminar el Bachi.
– Pues, si en mayo apruebo, me faltara un ano.
– Y luego, ?que haras?
– Abogado.
– ?Abogado! ?Pleitos de ricos?
– ?Por que?
– ?Que se yo…! Los pobres…
– Lo que crea justo.
– Habra que mantener cierta posicion social…
– ?Yo no pretendo eso!
– Ya me lo diras por telefono…
Mas tarde Ignacio dijo:
– ?Te pregunto una cosa?
– Anda.
– ?Has matado a alguien?
– ?Tu, a jugar limpio…!
– Es una pregunta.
– ?Por que te interesa?
– Pues… no lo se.
Luego Jose comento:
– Hablando de otra cosa… ya has visto a la mujer de tu amigo, ?no?
– ?Que quieres decir?
– Se te come con los ojos.
– ?A mi…?
– ?Pues a quien, a Romanones?
Por ultimo anadio:
– ?Por que no me hablas de Cesar?
– ?Bah! No entenderias nada.
– Hoy si, mira. Hoy estoy de buenas.
– Pues… por el Collell anda, afeitando a los criados.
– ?Como…?
– Ya te dije que no entenderias.
– ?Todavia se echa sal en el agua?
– Todavia.
– Los hay de remate.
– Si le miraras de frente, verias que no.
A Ignacio le gustaba el cariz que tornaba Gerona en un dia de huelga. Las tiendas cerradas tenian un encanto especial, como si los comerciantes hubieran dicho: «?Al diablo el trabajo! Nos vamos al campo y alli viviremos felices». Los trenes, parados; la maquinaria de las fabricas, muda.
El jueves se confirmo la noticia dada por Julio: la huelga empezaria al dia siguiente, viernes. Lo anuncio la radio y tambien
Ello significaba que las Empresas mas afectadas serian: la fabrica Soler, la mas importante de la ciudad - botones, cintas, articulos de merceria-, la fabrica de Industrias Quimicas, situada en los arrabales, y la fundicion de los hermanos Costa, diputados. En estas tres empresas el porcentaje de anarquistas era muy crecido, suficiente para paralizar el trabajo. El resto de huelguistas quedaba repartido entre talleres mas pequenos, especialmente del ramo de metalurgia, y luego, en bloque, los ferroviarios. Los conductores, revisores y personal administrativo de los ferrocarriles pertenecian a la UGT, de modo que el servicio de trenes quedaba asegurado.
Ignacio no comprendia que los socialistas no se adhirieran a la huelga. No comprendia que, si verdaderamente los ferroviarios y los obreros de las tres grandes fabricas cobraban jornales insuficientes, no se solidarizaran con su causa todos los demas, que prevalecieran rencillas de Partido o Sindicato.
Lo mas entusiastas eran los limpiabotas del bar Cataluna. El jueves por la noche le dijeron al patron del bar: «Guardanos ese betun, que manana no trabajamos ni por esas». Y le entregaron las cajas, los cepillos.
A Ignacio, el sistema de declararse en huelga le parecia un hallazgo comparable al de la eleccion provincial de diputados, entre otras razones porque la paralizacion de la industria que ello traia consigo, demostraba irrefutablemente que quienes llevaban el peso de la produccion eran los obreros. ?Si en el Banco el dia en que el botones estaba enfermo todo el mundo andaba de coronilla!
Matias Alvear, aunque en Telegrafos no hubieran hecho huelga jamas («nosotros somos como los seminaristas -decia-, tenemos mucha paciencia»), era partidario del derecho de huelga. «Es una de las bases de la democracia.» Carmen Elgazu cada vez que se cerraban las puertas de las fabricas, decia que aquello perjudicaba a las gentes como ellos, a la pacifica clase media.
En la manana del viernes, Ignacio se levanto mas temprano que Jose. Ardia en deseos de ver el aspecto de las calles. Salio y, como siempre, entro un momento en el Banco y alli la Torre de Babel le dijo, simplemente:
– Hoy habra tortas.
– ?Por que?
– La Liga Catalana ha organizado sardanas en la Rambla, a las doce.
– ?No es posible!
– Ya lo veras.
Don Jorge, presidente honorifico; el notario Noguer, vicepresidente… Ignacio considero aquello de mal gusto. ?Santo Dios! Penso en el Responsable y en su sequito. ?Que pasaria? En los «limpias» habia adivinado que aquello no iba a ser como en otras ocasiones. Habia un punto de violencia en el ambiente; bien claro lo demostraba el aire de los limpiabotas. El subdirector dijo: «No creo que la Liga Catalana se atreva a hacer eso».
En cambio, Ignacio supuso en seguida que se atreverian. La gente de la Liga Catalana le parecia impermeable a todo lo que fuera popular. Eran abogados, agentes de Bolsa, accionistas de Sociedades Anonimas, catedraticos a la antigua, la
Ignacio salio del Banco y regreso a la Rambla. Los huelguistas habian empezado a hacer acto de presencia. Se veian muchos en el Puente de Piedra, tomando el sol. Sentados en las barandillas, esperaban la llegada de la prensa de Barcelona. Charlaban animadamente; algunos grupos se movian con agitacion. Los mas vestian su habitual indumentaria de trabajo; pero varios se habian endomingado absurdamente, se habian puesto zapatos relucientes, o una gorra nueva.
Las mujeres pasaban algo asustadas con sus cestos de compras, un poco mas de prisa que de ordinario. Los transportistas hacian sonar en mitad del puente la bocina como diciendo: «?Paso libre, alla vosotros; nosotros lo que queremos es trabajar!» Los pequenos comerciantes sudaban la gota gorda, pues en la huelga anterior hubo considerable rotura de cristales. Pasaban las monjas veladoras, que se retiraban. Dos gitanas merodeaban por entre los grupos, ofreciendose para leer la buenaventura.
A las diez y media en punto, el mercado de legumbres y carne empezo a despejarse. Acudieron los barrenderos. Llegaron los periodicos. Algunos ponian: «?El proletariado gerundense en huelga!» Aquello enardecio los animos. El personal de las tres grandes empresas se habia concentrado alli, asi como todos los empleados menores del tren.