Blasco, ya mayor, siempre con boina y un palillo entre los dientes, le invito dos o tres veces a fumar, al encontrarle en el salon del billar; aunque Ignacio rechazo. Y en cuanto al Cojo, era obsesionante. Sus costras en los labios, al sonreir, parecian abrirse. Era alto, desgarbado. Tenia un punto de enajenado en la mirada. Un dia le dijo a Ignacio: «Nos convendrian unos cuantos como tu, que tuvieran letra».
Carmen Elgazu leia en los pensamientos de su hijo, y en la primera ocasion propicia le echo un sermon. Carmen Elgazu el dia de tumulto en la Rambla se habia dado cuenta de una cosa: hubo un momento en que Ignacio se hubiera subido a gusto al tablado de los musicos.
– Eso no, ?comprendes? ?Eso no! Te dejas llevar por el primer exaltado. ?Que quieres, arreglar el mundo? ?No ves que eres un mocoso? Merecerias un bofeton. Lo que hace falta es gente como don Emilio Santos. Gente limpia y sencilla. Si todo el mundo fuera como el, no habria problema; en cambio, si todo el mundo fuera como Jose, yo tendria que curar un par de docenas de heridos diarios. Lo siento por tu padre, pero Jose es un desgraciado, ni mas ni menos, Y ahora lo que tienes que hacer es no pensar mas en el.
Ignacio admiraba mucho a su madre. A veces le molestaba cierto tono suyo de excesiva seguridad; pero no cabia duda de que era toda una mujer. De todos modos, ?puede uno borrar de la memoria lo que le place?
Su padre le dijo:
– ?Te das cuenta de que tienes los examenes encima?
El contesto:
– No te preocupes. Aprobare.
Pero se equivoco. Le suspendieron en Filosofia, Ciencias Naturales y Fisica. El juro que habia hecho un buen examen, que no acertaba a explicarse su fracaso.
Hubo gran revuelo en la familia. Carmen Elgazu lo atribuia simplemente a que habia trabajado poco y a que en las ultimas semanas penso en otras cosas. Nuri, Maria y Asuncion apenas osaban subir al piso a ver a Pilar.
Ignacio sabia que no era cierto, que se habia preparado a conciencia. Desde mayo, todas las noches se concentro en los libros, sentado en la cama hasta que el sueno le rendia. «?Os juro que hice un buen examen! ?Os lo juro!»
Dos dias despues de recibir las notas, entro en su casa con expresion agitada.
– ?Veis? A todos los de la Academia Cervantes nos han suspendido de lo mismo: de Filosofia, Ciencias Naturales y Fisica.
Matias le miro.
– ?Y eso que significa?
– Sencillamente -contesto Ignacio-. Los tres catedraticos son nuevos, nombrados despues del Estatuto, y han declarado el boicot a la Academia.
– ?Boicot…? ?Por que?
– Porque el Director se niega a quitar el crucifijo de las clases.
Matias comprendio que la explicacion era verosimil. Sin embargo, pregunto:
– Y eso… ?como lo sabeis?
– ?Uf! El director ha ido a protestar. En seguida se ha visto que ideas tenian. En fin, se lo han dicho claramente. Sobre todo, el de Filosofia.
– ?Quien es?
– El catedratico Morales.
Pilar rubrico:
– ?Ese…? Las monjas dicen siempre que pobres de nosotras si hicieramos el bachillerato.
La noticia reconcilio a Ignacio con la familia. Sin embargo, ello no resolvia nada; un signo mas del tiempo en que se vivia.
– Bueno, ?y que hacer ahora? -pregunto Matias.
Ignacio habia recobrado los animos.
– Pues aprobare en septiembre. Estudiare como un negro todo el verano, ya lo vereis. No tendran mas remedio que aprobarme.
– Si, pero…
– Desde luego -anadio- el proximo curso ni hablar de la Academia Cervantes. Lo siento, pero sera el ultimo y no puedo exponerme a que me suspendan.
El muchacho dio pruebas de energia. La dificultad le estimulo. «Aprobare en septiembre.» Le habia gustado la espontaneidad con que le salio la frase. De tal modo que queria extender a todos los problemas que le planteara la existencia, la actitud definida que habia adoptado ante las papeletas en blanco. No se le escapaba que ahi estaba lo dificil, porque con frecuencia pensaba una cosa y luego hacia otra, desviado por algun suceso imprevisto.
Le parecia que veia con mucha claridad sus defectos: era demasiado impulsivo, como decia su madre; y ademas se dejaba influir. Segun como Julio se tocara el sombrero, le parecia que era el policia quien tenia razon y no su madre.
Segun como se tocara el sombrero… Le parecio que descubria un detalle muy importante: que en el fondo lo que a el le impresionaba no eran las ideas, sino las personas. Que seguia a las personas, no lo que decian. La cosa resultaba evidente pensando en Jose… ?Como era posible que, en efecto, en un momento dado, con solo verle subir al tablado, hubiera sentido necesidad imperiosa de pegar un salto y participar en la rotura del trombon? ?Que tenia el de anarquista para hacer una cosa asi…? Reflexionando, veia abundancia de puntos debiles en la estructura mental de su primo. Para hablar sin rodeos, sus teorias no tenian pies ni cabeza; en cambio, la persona le habia impresionado, el halito que emanaba de ella.
Lo mismo que le ocurria con Julio, sucedia con Cosme Vila… Ahi estaba. El no sabia nada de Marx; por otra parte, Cosme Vila no tenia ningun interes en catequizarle… de palabra. Pero le atraia la persona de Cosme Vila, su poderosa frente, su calvicie prematura, su insobornable aire distante. No distraido, como pretendia Padrosa, sino lo contrario: concentrado. Siempre solo en el diminuto cuarto de la correspondencia, junto a la lampara y a su maquina de escribir. Habia en el algo religioso, que a Ignacio le llamaba la atencion mucho mas que todas las bravatas y explicaciones de la Torre de Babel.
Otro ejemplo lo tenia en la impresion que le habia causado al entrar en el comedor el desconocido de la herida en el menton. En seguida sintio que no se trataba de un ser vulgar. Descubrio algo en su porte, en sus ojos, inquietos y titilantes. Y he aqui que Julio se lo confirmo luego… Porque resulto que Julio le conocia. El desconocido se llamaba David Pol y era maestro, socialista e hijo de suicida, lo mismo que su mujer. Hombre preocupado, un poco tragico, barojiano, con ideas personales sobre la pedagogia, al parecer.
Se dio cuenta de que se estaba examinando a si mismo. En el fondo era verdad que el Banco constituia una gran experiencia. Aquellas montanas de plata del cajero… El dia en que vio a los obreros concentrados en el Puente de Piedra se dijo: «?Que pasaria si volcaramos ahi un par de sacos?» Bajo las gorras nuevas llevaban el signo de la vida dura. ?Y la crueldad de los empleados! El de impagados, cuando leia los nombres de los comerciantes que no podian cumplir con sus pagos, decia: «Otro que se cae con todo el equipo». ?Todo el equipo? En este caso el equipo era la tienda, era la familia. Se iba a caer con toda la familia.
El domingo en que se quedo solo despues de la marcha de Jose, habia vuelto a la calle de la Barca. Y alli, gracias al Cojo, que le invito a una copa, entro en una taberna extrana, proxima al bar Cocodrilo. Por lo visto el patron conocia al Cojo, porque le dijo: «?Hola! Sube. Veras a mi mujer, que todavia no se levanta». Ignacio vio la escalera tan oscura y sordida, con una bombilla, que le recordo las del Seminario y, sin saber por que, retrocedio y salio fuera. Aquella escalera le penetro mucho mas que todos los discursos. Le parecio que sabia perfectamente lo que habia arriba. Y, sin embargo, cuando diez minutos despues el Cojo le alcanzo y le pregunto: «?Por que no subiste?» y el contesto: «?Bah, ya me figuro lo que hay!» el Cojo le miro con una sonrisa de compasion indefinible.
– Lo que hay alla solo lo saben ellos -comento.
A Ignacio le parecio comprender. Le parecio que, en efecto, el Cojo tenia razon. Que al modo como solo el, Ignacio, podia saber -y no don Jorge ni el Responsable- hasta que punto es hermoso vivir en una familia como la suya -Alvear-Elgazu- con una madre que se sentia feliz si le salia bien un estofado y un padre que ponia cara de angel el dia que conseguia oir sin interrupcion la radio, tampoco nadie podia saber lo que habia alla arriba sin vivirlo. Que no bastaba con figurarselo, ni siquiera con verlo. Que lo realmente terrible de aquella escalera debia de ser lo cotidiano: subirla y bajarla cientos de veces, un dia comprobar que tal peldano empieza a crujir, a ceder