Uno de ellos, el del trombon, se levanto.
– Aqui de la CNT solo hay ese -y senalo a uno de los triples-. Si quiere hacer huelga, que la haga. Los demas tocaremos.
– Veintidos obreros de metalurgia despedidos.
– Comprendido. Pero si nosotros no soplamos, no comemos. No vamos a perder un jornal porque vosotros esteis de mal humor.
– Tampoco comen los camaradas ferroviarios que cobran seis pesetas.
– Nosotros no somos ferroviarios. Somos musicos.
Jose no se podia contener.
– ?Hay companerismo, o no lo hay?
El Responsable parecia dispuesto a agotar los argumentos.
– Esperad la respuesta de la Inspeccion de Trabajo -dijo-. Si es favorable, podreis tocar.
El del trombon se impaciento.
– A nosotros lo que nos estais tocando es otra cosa.
El de la tenora no pudo aguantarse. Habia permanecido sentado. Era un hombre de ojos beatificos que cuando hacia un solo alcanzaban su plenitud. Se puso a tocar, evidentemente dispuesto a cortar, el dialogo.
Algunos sardanistas empezaban a protestar, pataleando. Los acontecimientos se precipitaron. El Responsable miro al Cojo en forma al parecer convenida.
Jose estimo que habia comprendido la senal.
– ?Camaradas! -grito, irguiendose sobre sus pies-. Ultima tentativa. ?Hay companerismo o no lo hay?
Por toda respuesta el del fiscorno hizo: bub, bub.
– ?Camaradas! -grito de nuevo Jose-. ?Como si estuvieramos en Madrid!
Y de un salto subio al tablado, derribo al musico mas proximo y empezo a lanzar sillas a cinco metros de distancia.
Otros huelguistas le imitaron. Los musicos se defendieron, pero fueron derribados. Hubo desbandada general. Al otro lado de la Rambla aparecieron los de asalto blandiendo sus porras.
– ?Ignacio, Ignacio! -gritaba Carmen Elgazu desde el balcon-?Sube, sube!
De repente, el viejo del trombon mostro a la multitud el instrumento magullado y hecho trizas.
– ?Fuera, fuera! -grito un grupo de jovenes, con franca hostilidad hacia los anarquistas. Eran estudiantes, que lo que querian era bailar. Otro grito:
– ?Fuera esos de Murcia! ?Boicotean las sardanas!
Los de asalto acababan de llegar. Jose recibio un porrazo en la cabeza. Salto del tablado al suelo y se parapeto tras un arbol.
Las hijas del Responsable vociferaban:
– ?Viva la CNT!
– ?Fue…ra! ?Fuera…!
El camarero del cafe Neutral se subio a una mesa.
– ?Viva Cataluna…! ?Boicotean las sardanas! ?Viva Cataluna!
Un hondo rumor se extendio por la Rambla.
– ?Viva Espana! -contesto alguien. Era un teniente, apoyado en un farol.
Varios se dirigieron a el.
Ignacio comprendio que la cosa tomaba derroteros imprevistos. El camarero habia sido un imbecil gritando aquello.
Los que se dirigian hacia el teniente eran personas que hasta entonces habian quedado al margen. Se habian levantado de las mesas.
– ?Cuidado, que lleva armas! -grito alguien.
El teniente sonrio y, abriendo las dos manos, las levanto a la altura de los hombros.
Pero se habia formado otro altercado a pocos metros y la gente retrocedia en desorden. La multitud cayo sobre el teniente, derribandole.
Entonces se oyo un grito y, de pronto, un disparo. O por lo menos lo parecio. En todo caso fue una detonacion seca.
Cundio el panico. Todo el mundo se refugio bajo los arcos, y los mas proximos a las casas se introdujeron en ellas. Entonces los de asalto, en magnifico estilo, formaron un cordon impecable.
– ?Atras! ?Atras! ?Dispersarse!
A Jose le dolia horriblemente la cabeza. Continuaba tras el arbol. Un guardia se dirigia hacia el, por lo que opto por dar media vuelta y meterse en la casa. Una vez alla subio al piso.
Ignacio habia coincidido con el cajero del Banco bajo los arcos y no parecia estar nada asustado. El cajero le dijo:
– Vete a tu casa. No hagas tonterias.
– ?Por que? Ya esta terminado.
– Te digo que te vayas.
El muchacho obedecio. Cruzo a grandes zancadas la desierta Rambla y se refugio tambien en su casa.
Otros, en cambio, resistian. El Cojo salio vendado de una farmacia. Al Inspector del Trabajo le habia pillado aquello camino de la Comisaria y tuvo que refugiarse tambien en un portal.
Al llegar arriba, Ignacio vio en el comedor a Jose, tendido sobre dos sillas, y a un desconocido con una enorme herida en el menton. Supuso que se trataba de uno de los huelguistas, que habria seguido a Jose.
Carmen Elgazu, con expresion elocuente, iba y venia con panos y agua caliente, y Pilar sostenia un espejo entre las manos.
Matias Alvear habia encontrado todo aquello lamentable. De pie en la puerta del pasillo, murmuraba: «Anarquistas, musicos, Liga Catalana… ?Todo menos republicanos!»
Jose rabiaba de dolor y el desconocido se miraba en el espejo que le presentaba Pilar.
– Gracias, pequena. Bueno, bueno. -Se tocaba el tafetan que Carmen Elgazu le habia pegado en la herida-. Creo que ya estoy bien.
Ignacio era menos optimista, pues el herido tenia la mejilla manchada y muy amoratada.
– Descanse usted un rato y luego le acompanaremos -ofrecio.
– ?No, no, muchas gracias! No vale la pena. -Pero se veia que le costaba esfuerzo mantenerse en pie.
Entonces sono de nuevo el timbre de la puerta. Pilar fue a abrir. Era Julio Garcia.
Jose, al reconocer su voz, se incorporo. No quiso que el policia le viera tendido sobre las sillas.
Ignacio juzgo aquella visita intempestiva; por el contrario, Matias estimo que era de agradecer. Julio, despues de cualquier suceso anormal en la ciudad, subia a verlos, para cerciorarse de que no les habia ocurrido nada malo.
– ?Todo tranquilo…? -le pregunto a Pilar al entrar.
– Excepto Jose.
– ?De veras…? ?Que le ha pasado?
– Ha recibido un golpe.
Julio entro en el comedor y, antes de que pudiera preguntar nada, Matias salio a su encuentro.
– ?Que se dice en la Policia?
Julio se encogio de hombros.
– ?Bah! Todo eso es corriente.
– ?Hay detenidos?
– No. -El policia se volvio hacia Jose-. El trombon ha presentado una denuncia.
– Por mi -hizo Jose- como si la presenta el Papa.
Julio se dirigio de nuevo a Matias e hizo un ademan de impotencia. Luego anadio, senalando con la cabeza en direccion a la Rambla:
– Bueno… ?Tu habias visto en tu vida algo tan insensato?
– ?A que te refieres…?
– Atacar una cobla de sardanas… ?en Cataluna!
– ?Ah, claro! -admitio Matias-. ?Quieres decir que se habran ganado antipatias?
– ?Como antipatias…! Los sardanistas les juraran odio eterno.