– ?Precioso! Sobre todo, con las dos calabazas en la cintura.
– ?Pilar, ya sabes que no me gustan esas bromas!
– Pilar tiene razon -continuo Matias, dirigiendose a Ignacio-. Nunca hubiera creido que vuestra madre tuviera tan buen tipo. Llamo mucho la atencion.
– ?Matias! ?Eres un sinverguenza!
– No me extranaria que hubiese sido la causa de…
– ?Oh, oh…!
– ?Seguro! -rubrico Pilar, excediendose-. Sobre todo cuando se puso aquel gorrito amarillo.
– ?No me imagino a mama con gorrito amarillo! -rio Cesar.
– Pues yo no la puedo imaginar de otra manera -opino Matias.
Y viendo los aspavientos de Carmen Elgazu, todos se levantaron, la rodearon y abrumaron a caricias, hasta hacerle saltar lagrimas de enfado, de ternura y felicidad.
CAPITULO XII
Todo el mundo fue regresando. Las primeras lluvias de septiembre barrieron playas y montanas. En el bar Cataluna habia gran satisfaccion, pues se decia que a no tardar se anunciarian elecciones en Espana. La huelga de la CNT habia fracasado en Gerona, pero en otras ciudades se iban encadenando otras huelgas. El otono se presentaba movido.
Los obreros contaban maravillas de la Costa Brava. Aquello era vivir… Muchos habian instalado tiendas de campana bajo los pinos y bailado en todos los entoldados de la comarca. En la costa, las Fiestas Mayores se celebraban en verano. Llegaban con el cutis y la espalda tostados, y sin un centimo en el bolsillo. Al llegar a Gerona se encontraban desplazados, como si no solo la fabrica, sino las calles y los arcos y los solidos edificios fueran carceles.
Julio Garcia llego tambien de Paris. En el Neutral, a lo primero, se limito a ensenar un mechero muy original, que tenia la forma de un tapon de champana, y a sentenciar: «Paris continua siendo la capital del mundo». Pero todos le acuciaron, empezando por Ignacio, quien al anuncio de su llegada acompano a su padre al cafe. Y entonces los deslumbro. «?Que impresion mas triste da Gerona viniendo de alla!», dijo. Traia tambien otra boquilla, que parecia de ambar; y al contrario que los veraneantes, estaba mas palido. Hablo del lujo de las tiendas, de la impecable organizacion del Metro, de las grandes librerias de viejo del Barrio Latino, de la torre Eiffel, de las revistas, de los
– Si mi mujer viera aquello, ?cualquiera la hacia regresar!
Ignacio le oia encandilado. Pero mucho mas que el, el camarero. el camarero, Ramon, lo mismo que sonaba en la loteria, escuchaba como hipnotizado los relatos de viajes. Era un chico al que bastaba oir la palabra Estambul o la palabra Vladivostok para poner los ojos en blanco. Su capacidad admirativa divertia mucho a la tertulia. Siempre suponia que los demas vivian aventuras extraordinarias. «?Vaya cosas que debe usted de pillar en los telegramas!», le decia a Matias. Envidiaba muchos oficios. ?El de Julio no digamos! «Aqui, si no fuera por ustedes y los viajantes, no me enteraria de nada de lo que hay por el mundo.» Y se ponia la servilleta al brazo en ademan de gran resignacion.
Ignacio le pregunto a Julio:
– Y sus asuntos, ?que?
Julio le contesto:
– ?Ah, muy bien! ?Muy bien! Todo ha salido bien. -Y no explico mas.
Mosen Alberto, por su parte, regreso de Roma, con el notario Noguer y su esposa. El matrimonio Noguer contaba y no acababa en la Liga Catalana de todo cuanto vieron y de lo util que les resulto la compania del sacerdote. «El Vaticano, el Vaticano. ?Y esos cretinos querrian destruir la religion!»
El sacerdote llegaba transformado, triunfante. No solo por el manteo nuevo que el matrimonio Noguer le regalo en Genova y que dejo patidifusa a sus dos sirvientas, sino por el espectaculo que ofrecia Roma con motivo del jubileo. Pensando en la magnificencia de las ceremonias pontificias, le parecia que sus intermitentes vanidades en el humilde Museo eran un poco mas excusables. En realidad aquello le hizo sentir una imperiosa necesidad de expansionarse, de contar. Por ello fue infinitamente mas explicito que Julio. No olvidaba detalle, como no fuera hablando con los demas sacerdotes, ante los cuales se hacia un poco el misterioso. Con lo cual su prestigio aumento mucha entre el mundillo eclesiastico, especialmente entre las monjas.
Pero donde se expansiono mas a sus anchas fue en casa de los Alvear. No solo por la presencia de Cesar, sino por la de Carmen Elgazu. Cuando le explico a Cesar que vio al Padre Santo en persona, aunque en audiencia colectiva, el seminarista se sintio transportado. Y cuando le describio a Carmen Elgazu el fervor de millares de peregrinos apinados en la plaza de San Pedro, con el arco iris encuadrando la Basilica en el momento de aparecer Pio XI en el balcon, la mujer comprendio que no se perdonaria nunca que mientras aquello ocurria, ella estuviera en San Feliu de Guixols, con un traje de bano negro y dos calabazas en la cintura.
– ?No te preocupes! -le dijo Matias-. Si otro hermano tuyo saca a la loteria, iremos a Roma.
Luego mosen Alberto les dio a cada uno unos rosarios bendecidos por el Papa.
Tambien los del Banco regresaron. La Torre de Babel con la piel de la espalda hecha jirones. Padrosa, con tres kilos menos en el cuerpo a causa de los banos de mar. El de Cupones contaba horrores del derroche de dinero de muchos veraneantes. «Y luego se quejan si un obrero de su fabrica prende fuego a los almacenes.»
Cosme Vila no habia ido a la costa. Se fue a Barcelona. «?Es que tiene familia alla?» «No, pero tengo amigos.» Cosme Vila explico que habia conocido a un ruso, Vasiliev, hombre de una personalidad que ya querria para si Julio Garcia…
– Cuando le conte lo que ganamos en el Banco me dijo, atusandose la barba: «Exactamente lo que yo ganaba en Odesa en 1916…»
A Ignacio todo aquello le sorprendio mucho. Hubiera dado no se que para subir un dia al piso en que vivia Cosme Vila. El de Impagados lo conocia, pero un dia en que aquel estuvo enfermo habia ido a visitarle. Decia que casi no tenia muebles, que no tenia nada, todo desnudo excepto algunos libros y un canario en la cocina. Dormia en un divan medio roto.
Ignacio, al oir lo de Vasiliev, no pudo menos de sonreir, pues Julio Garcia le habia contado hacia poco que en Barcelona habia conocido a un aleman, doctor Relken, hombre de una personalidad que ya querrian para si…
?Que diablos ocurria en Barcelona, con tanto aleman y tanto ruso? ?Tenia algo que ver aquello con las huelgas, con los disturbios, como aseguraba don Emilio Santos, o con las elecciones cuya fecha se iba a anunciar?
De todos modos, Ignacio no queria preocuparse demasiado por ello. Los examenes estaban al caer. Estudio cuanto pudo tal como habia prometido. Matias Alvear veia luz en su cuarto a las tantas de la noche y pensaba. «Si, si, todo eso esta muy bien. Pero ?por que los catedraticos van a aprobarle ahora, si le suspendieron en mayo por lo de la Academia?» Sin que el chico lo supiera, pues a Ignacio le daba horror oir hablar de recomendaciones, Matias hablo con Julio. Y Julio exclamo: «?Hombre! El catedratico Morales no me va a negar nada a mi…»
Algo de cierto habria, pues Ignacio aprobo en un santiamen. Quinto curso completo. Ya solo faltaba uno. Bizcocho vasco con cinco velas encendidas. Pilar les dijo a Maria, Nuri y Asuncion: «Ya veis… Catedraticos en contra, y a pesar de eso, ?zas…!»
Tal vez fuera Pilar quien habia llegado mas transformada de las vacaciones. La nina tenia ya catorce anos, iba para quince y, tal como observo Jose, estaba hecha una mujer. Cuando Cesar e Ignacio la vieron bajar del tren, quedaron estupefactos. El cuerpo desarrollado precozmente, hasta el punto que la familia decidio que tenia que cortarse las trenzas. Matias dijo: «Si en traje de bano parece una mujer… Anda, anda, fuera trenzas».
Fue un momento muy importante para la muchacha. Parecido al de Ignacio cuando en la barberia ordeno: «Solo patillas y cuello». Se quedo sola en su cuarto, con las dos trenzas en la mano, y se miro al espejo. Pomulos redondos, sonrosados, algo mas morenos ahora a causa del sol. Picara nariz arremangada, barbilla con un hoyuelo en el centro, muy gracioso; su cabeza era ahora mas torneada. Dejo las trenzas sobre la cama y se paso las manos por los cabellos, enmendolos. Le dio un escalofrio pensar en la mujer del tifus de que hablo Cesar… Si,