sencillo. Son los mejores de la ciudad». Estos informes, unidos a la curiosidad que Ignacio sintio por David desde el primer momento, le habrian hecho aceptar en el acto, pero… tambien le
Matias dijo a Ignacio:
– Mira, lo primero vete a ver. Condiciones y demas. Luego pensaremos si le decimos una pequena mentira a tu madre.
Dicho y hecho. El muchacho visito a los maestros sin perdida de tiempo. David abrio de par en par sus ojos, al reconocerle. Llamo a su mujer: «?Olga, ven, tendras una sorpresa!» La entrevista fue cordialisima. ?Encantados de tenerle por alumno! La clase de sexto curso, diaria, de ocho a nueve de la noche, hora a proposito para los que trabajaban. Los honorarios, veinte pesetas mensuales. Un poco crecidos, ya lo sabian, pero su sueldo era exiguo -si se ganaban las elecciones les iban a aumentar- y entretanto tenian que vivir. Hablaron largo rato y la simpatia fue reciproca. Especialmente Olga parecio sentir un gran interes por Ignacio.
Este salio de alla alegre como unas pascuas. ?Al diablo los profesores automatas de la Cervantes!
La pequena mentira… Mejor que mentira fue omision. Matias e Ignacio se confabularon para ocultar a Carmen Elgazu cuanto sabian sobre las ideas de David y Olga. Se limitaron a informarle de las referencias sobre su competencia, a explicarle, libros de texto en mano, lo terriblemente dificil del programa. Sabian que mosen Alberto pondria el grito en el cielo antes de una semana; pero… la cuestion era situarla ante el hecho consumado.
Carmen Elgazu no sospecho ni por un momento. Los inconvenientes que veia eran muy otros.
– ?No es muy raro? ?Y no tendras que ir demasiado lejos, hijo? Bien, bien, si a vosotros os parece…
Matias fue al Neutral a tomarse una copa de conac por lo que acababa de hacer. Y en cuanto a Ignacio, empezo las clases en seguida, David y Olga le presentaron los tres muchachos, hijos de familias humildes del barrio, que serian sus companeros de curso.
Y pronto se dio cuenta de que, efectivamente, sus nuevos profesores se salian de lo vulgar. Olga llevaba peinado corto y liso, de cabellos muy negros, y tenia unos ojos muy grandes y muy hermosos. Delgada, pero de musculos desarrollados, daba la impresion de tener un cuerpo muy bien equilibrado, como si hubiera asimilado las lecciones de los dos veteranos del anarquismo. David era un poco mas alto. Curada su herida de la barba, sus facciones parecian mucho mas angulosas aun y desde luego aparentaba mas edad de la que tenia.
David le parecio a Ignacio mucho mas timido y serio que cuando le conocio en el piso de la Rambla. Por lo visto, al hallarse entre una familia desconocida que le atendia con tanta amabilidad, se creyo en la obligacion de decir cosas como: «?Quien me manda a mi bailar sardanas!»
Las primeras lecciones transcurrieron con normalidad, sin una alusion a nada que no fueran las materias del curso. Sin embargo, Ignacio se entero por sus companeros de curso de que David y Olga no estaban casados por la Iglesia, a pesar de que Julio Garcia lo creia asi.
Ignacio no hablo a solas con ellos hasta el primer sabado, dia en que se quedo para pagarles la semana - preferian cobrar por semanas- y en que Olga le preparo un cafe. Entonces Ignacio, por un subito e irresistible impulso y estimulado porque tambien ellos le habian hecho muchas preguntas, les pregunto sin rodeos si la informacion que le habian dado sus companeros era veridica. «Ya se que es un poco insolente preguntar eso, pero…»
Entonces Olga le contesto, con toda naturalidad, que no habia nada de insolente en ello, que cada uno podia pensar y preguntar lo que quisiera. En cuanto a la informacion, era veridica. No estaban casados por la Iglesia. «En realidad -anadio-, hubieran considerado humillante confiar a un tercero la mision de bendecir un amor que nacio libremente, y de establecer entre ambos, en virtud de unas frases en latin, lo que llamaban lazos perdurables.»
– Si estos lazos se rompen aqui, Ignacio -concluyo, senalandose el corazon-, no hay bendiciones que valgan; y si no se rompen, no hay ninguna necesidad de bendiciones.
El muchacho reflexiono mucho sobre ello, y hallo reparos a la teoria de Olga. Reconocio que, efectivamente, aquella union parecia solida. Sin embargo, no se sabia hasta que punto resistiria una dura prueba de celos, de ausencia prolongada, de nacimiento de un hijo anormal. En cambio, era evidente que el matrimonio Alvear-Elgazu lo resistiria todo, aunque cayeran sobre el las diez plagas de Egipto.
Aquel dia fue el comienzo de periodicas conversaciones. Las cuales estuvieron a punto de quebrarse en seco cuando Carmen Elgazu llego una noche sofocada exclamando: «Pero… ?Dios mio! ?Es que no sabiais quienes eran esos maestros, o es que os habeis prestado al juego?» Mosen Alberto acababa de decirle textualmente: «Despues de Julio Garcia, son las dos personas mas nefastas de la ciudad».
Matias e Ignacio fingieron una sorpresa absoluta, aunque por dentro uno y otro sentian cierto remordimiento. Sin embargo, la cosa no era como para dudar.
– Pero, mama… ?Yo que se que ideas tienen! Lo que puedo decirte es que con ellos he aprendido mas en un semana que en la Cervantes en un mes.
– ?Pero ni siquiera estan casados!
Matias intervino:
– Pero, mujer, calmate. Yo no se si estan casados o no, pero lo que se es que tu y yo si lo estamos y que somos nosotros los padres de Ignacio.
Carmen Elgazu no cedia y lloriqueaba. Presentia grandes catastrofes para la mentalidad de Ignacio.
– Le pervertiran, la pervertiran. No faltaba mas que eso.
Ignacio acabo por reaccionar en serio.
– Pero ?es que crees que sigo al primero que llega? Tengo mis ideas y se acabo. Y ademas, te repito que nunca se habla de eso. Somos cuatro en clase, y bastante trabajo hay.
Carmen Elgazu comprendia que si dejaba avanzar el curso luego ya no habria remedio. De modo que gasto toda su polvora en aquella ocasion; pero Ignacio y Matias no cedieron. Matias termino por decirle que su fanatismo se hacia insoportable a veces.
– No se lo que quieres, francamente. Me parece que querrias que hasta yo me fuera al Seminario. ?Caray con la caridad! Al que no piensa como vosotros le negariais hasta el saludo. -Se levanto y anadio-: No se hable mas del asunto.
A Ignacio todo aquello le causo pena, sobre todo porque en el fondo tenia la sensacion de que estaban jugando un poco sucio. Y por lo demas, era cierto que David y Olga le atraian con fuerza… Sus teorias le atraian menos, o por mejor decirlo, las conocia muy poco. Pero, como siempre, su manera de vivir, la gran seguridad de sus personas le influian poderosamente.
El muchacho no se arredraba hablando con ellos y no nego que creia en todos los Misterios habidos y por haber. Los maestros, oyendole, reaccionaban en forma distinta a la de Julio. Julio sonreia, y a lo maximo se ponia a acariciar la tortuga; por el contrario, David y Olga parecian tomarselo muy en serio y muchas veces se miraban como indicando: «Ya ves hasta donde puede conducir la educacion que ha recibido…»
Con frecuencia Olga encendia un pitillo, en cuyo momento Ignacio no podia menos de pensar en el padre de la muchacha cuando se volo a si mismo, con un petardo en los labios, frente al mar. David acababa poniendole la mano en el hombro y diciendole: «En el fondo yo creo que estamos bastante proximos. Nos falta ponernos de acuerdo sobre el valor de las palabras».
Por de pronto, la experiencia era importante e Ignacio no perdia detalle de cuanto le rodeaba. Desde el tamano de los mapas en la clase -el de Cataluna mucho mayor que el de la URSS-, hasta el empaque de varias gallinas que se paseaban como grandes senoras por el jardin anexo a la vivienda de que disponia la escuela.
De los tres companeros de curso, dos llegaban siempre leyendo
A Ignacio le dieron un poco de pena porque los veia obsesionados por el problema sexual. Y le parecia