A mi tambien me ocurren esas cosas», habia muerto. Alli estaba, en letras negras «entregado su alma al Senor».

Ignacio, sin pedir permiso a nadie, como ebrio, sin acordarse de que era un empleado a sueldo, se abrio paso entre las mesas y salio a la calle, y una vez en ella echo a correr en direccion al domicilio de su amigo dando a aquella muerte un sentido de redencion exclusiva para el.

?La escalera de la casa era distinta de la buhardilla! Arriba no habria carne en las paredes, sino cirios juntos a un amigo.

La puerta estaba abierta. Entro. Nunca habia estado alli, pero se hubiera dicho que flechas en el aire indicaban la habitacion mortuoria. El nunca habia visto un muerto. Llego junto a la cama de su companero y la emocion le corto en seco las lagrimas.

El cadaver le parecio enormemente reducido de tamano. Recordaba de su amigo la voz, su peculiar manera de coger el taco. Ahora le tenia delante, seco, con la nariz apuntando al infinito. Tan seco le parecia aquel cuerpo, tan muerto y como mineral, que a Ignacio no le basto pensar que lo que le habia ocurrido era simplemente que su corazon habia dejado de latir. Algo mas hondo le habia ocurrido a su amigo; habia huido de el. Algo no tocable, no fisiologico, mucho mas vital que la sangre, el aire de los pulmones o el cerebro. El alma, claro, bien claro lo decia la esquela: «ha entregado su alma al Senor». De su cuerpo -no de su alma- habia huido -hasta la Resurreccion- el Espiritu Santo.

Le invadio una gran tristeza y durante muchos dias la voz de su amigo y la imagen del entierro, que el padre de este presidio dignamente y al que el asistio, se sobrepusieron en su memoria a toda otra imagen o voz. Ignacio llego hasta el cementerio con los intimos, sin titulo aparente para ello, sin que, en caso de ser interrogado hubiera podido contestar otra cosa que: «Jugaba con el al billar».

Debia de ser un aviso. Cultivaria aquella tristeza como otra reliquia de las que no se confian a nadie. A ello le ayudaria un elemento de gran fuerza que acababa de llegar a la ciudad: el otono, que avanzaba entre mitines y cabalas.

El otono montado sobre octubre. Un octubre profundo, cruzado de luces, de rara riqueza interior, turbada de vez en cuando por el recuerdo de la buhardilla. Las lluvias habian llegado a Gerona, tinendola de un color gris que daba a sus piedras una nobleza dulce. ?Por que no llorar? A Ignacio le habia conmovido siempre la lluvia. Tanto como a los viejos el calor del fuego. Siempre habia oido con encanto los relatos de su madre sobre la lluvia en las montanas vascas, que terminaban por encrespar el Cantabrico. En aquella ocasion el sirimiri estaba de acuerdo con su animo, y por ello se mecia en el.

Sobre todo le conmovian las sonoridades insospechadas que en Gerona el agua arrancaba de las cosas. Por ejemplo, del rio, en el que las gotas se hundian como dedos o como si fueran de plata. O de las escalinatas de la Catedral. O del alma. La lluvia arrancaba sonoridades del alma e Ignacio percibia este misterio con claridad perfecta.

Y, no obstante, ningun misterio bastaria para detener el rio de su corazon. Era imposible luchar contra su corriente. Su amigo estaba ya enterrado; las horas y la misma lluvia diluian su figura diminuta. En cambio, las laminas de Cronica parecian bajar por si solas la escalera de la buhardilla y acercarse a el desplegadas sobre el fondo blanco de la pared. Su tamano era enorme y llevaban escolta. A la derecha, las teorias de David y Olga, a la izquierda el «Yo te acompanare»… de la Torre de Babel.

Con esta carga subio una tarde al piso de Julio. Queria pedirle el segundo tomo de Crimen y Castigo. Tambien queria oir cualquier pieza de musica, cualquier cosa, con tal que no fuera complicada.

Y entonces sobrevino la revelacion. Todo ocurrio con sencillez abrumadora. Julio no estaba en casa, la criada tampoco. Dona Amparo Campo le recibio: «Te encuentro raro… pero estas muy bien…»

Tuvo que sentarse y pedir conac. Y al instante recordo la frase de Jose: «?No has visto que se te come con los ojos?» Era cierto. Dona Amparo, enfundada en una bata roja le decia: «?Estas hecho un hombrecito!» Tambien era cierto. El bigote, negro, ya no era un simple esbozo y su voz habia adquirido rotundidad.

– ?Estoy muy contenta de tenerte aqui!

Ignacio estaba muy nervioso. Contemplaba a aquella mujer y nada en ella le molestaba fundamentalmente; e incluso hallaba cierta gracia en aquellos pendientes que se le balanceaban.

– ?Por que no te sientas aqui, a mi lado? Estaras mas comodo…

SEGUNDA PARTE

Del 22 de Noviembre de 1933 al 6 de Octubre de 1934

CAPITULO XIII

El pronostico de mosen Alberto era claro: en la provincia de Gerona ganarian las izquierdas; en Espana, en general, rotundamente las derechas. Se basaba no solo en la division izquierdista de que habia hablado Matias y en la abstencion de la CNT, sino en que ante la amenaza extremista la gente de centro -que abarcaba buena parte de la clase media espanola, los catolicos de la clase que fueran y buena parte de la burguesia- habian constituido un frente comun y se lanzarian a votar en tromba. Exactamente el peligro que habian presentido David y Olga.

– ?Nadie quedara sin votar! -le decia el sacerdote a Carmen Elgazu-. Figurese que los jovenes de la CEDA se han ofrecido para acompanar en taxis incluso a los paraliticos. En cuanto a los conventos, votaran hasta las monjas de clausura de San Daniel… Permiso especial.

El subdirector del Banco Arus ni siquiera hacia numeros: tan seguro estaba de que ganarian los suyos.

Y… mosen Alberto acerto con sorprendente precision: las derechas ganaron en una proporcion casi de cuatro a uno. Comunistas, un solo puesto en el Parlamento.

Todo Gerona discutio, examino los resultados. Las mesas de marmol del Neutral se llenaron de demostraciones a lapiz. Ramon suponia que eran relatos maravillosos; al comprobar de que se trataba, los borraba con su servilleta.

David y Olga habian votado juntos, uno al lado de otro, y dentro del respeto a la libertad de opinion habian hecho lo posible para conseguir algun adepto en el barrio, entre las familias de sus alumnos; pero fue una gota de agua en el mar.

Al dia siguiente les dijeron a los chicos de la clase:

– Ya vereis que dentro de poco, si vuestros padres tienen alguna discusion con el encargado de la fabrica donde trabajan, tendran que callarse o, si no, seran despedidos.

Los ninos y las ninas, naturalmente, lo que querian era que llegara la hora del recreo; sin embargo, uno de ellos, al llegar a casa, repitio:

– Papa, papa, el senor David ha dicho que si discutes con tu encargado te despediran.

Matias Alvear y Carmen Elgazu votaron tambien uno al lado del otro. Carmen Elgazu, por las derechas. Y creyo que Matias tambien; pero este en la cola troco con disimulo la papeleta por otra que llevaba escondida en la manga.

Hubo una evidente inversion de valores en la ciudad. Gente que paso a zona oscura, otra que irguio la cabeza. El Democrata, organo de los vencidos, amplio la seccion de deportes; El Tradicionalista, organo de los vencedores, publico editoriales pomposos y amplio considerablemente la seccion «Notas de Sociedad». A Pilar le gustaban mucho las Notas de Sociedad y exclamo: «Gracias a Dios que los periodicos traen algo interesante».

Entre las personas que irguieron la cabeza se contaban el redactor jefe de El Tradicionalista, el odontologo Carlos Senillosa, comunmente conocido por su seudonimo periodistico «La Voz de Alerta», y el comandante Martinez de Soria.

Вы читаете Los Cipreses Creen En Dios
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату