ornamentos sagrados que el sacerdote deberia llevar, y discutian que par de zapatos le correspondian.

– Mi tio me ha dado un recado para ti. Que si manana, a las ocho de la noche, quieres ir a una reunion en su casa.

?Valgame Dios! Ignacio, al oir la propuesta del Cojo, quedo patidifuso. ?Que diablos querria el Responsable? Ignacio sabia que continuaban identificandole con Jose, que los habian visto siempre juntos, primero en el mitin de la CEDA y luego en la huelga. Y tambien Blasco le veia siempre en el Cataluna jugando al billar o hablando con los parados; pero de eso a invitarle a una reunion…

El Cojo le dijo:

– ?Yo que se! Me parece que querria hacer algo con los estudiantes.

Ignacio estuvo a punto de exclamar:

– Pero… ?es que suponeis en serio que soy de la FAI? -Pero le vencio la curiosidad. Ya que la vida se mostraba generosa con el, ?a que despreciarla? Por lo demas, tal vez se sintiera mas incomodo alrededor de una mesa con el notario Noguer, don Santiago Estrada y las senoras de la CEDA que con el Cojo y el Rubio y el Responsable. Lo mismo que en Jose, habia en aquellos algo de sinceridad. Ignacio recordo que la Torre de Babel le habia dicho en el manicomio: «Uno de esos platos de crema debe de ser del Responsable. Siempre trae uno para su mujer».

Rutila, 80… Todavia recordaba la direccion de cuando Jose saco el papel y le pregunto por donde habia de ir a Rutila, 80.

Advirtio a David y Olga que al dia siguiente faltaria a clase. Llegada la hora, subio sonriendo la escalera de ladrillo rojo, sorprendentemente limpia. Llamo y le abrio la puerta una de las hijas del Responsable, la menor, que llevaba unos pendientes parecidos a los de dona Amparo Campo.

– Entra. -En el perchero colgaban varias gabardinas y el dejo su abrigo.

Entro en una habitacion mal alumbrada, situada a la derecha del pasillo. En un rincon, una radio; en otro, una estufa al rojo vivo. Alrededor de la mesa, el Responsable y seis o siete personas mas. Vio las costras del Cojo, la boina de Blasco, las pecas del Rubio. Dos o tres hombres serios, conocidos dirigentes de la CNT.

Solo un par de ellos le miraron con curiosidad. Los demas parecian acostumbrados a ver gente nueva.

El Responsable le dijo:

– Sientate. Todavia no se como te llamas.

– Alvear.

Y se sento.

Uno de los camaradas le pregunto:

– ?En que trabajas?

– En un Banco.

Se hizo un silencio, durante el cual la hija les sirvio ron y dirigio una larga mirada a Ignacio.

El Responsable parecia dispuesto a no perder tiempo y comenzo a explicarse, demostrando con ello que trataba a Ignacio de igual a igual. Tenia enfrente un ejemplar de El Tradicionalista. Lo extendio sobre la mesa y senalo una columna como un general senala un punto en el mapa.

– Supongo que estareis de acuerdo en que hay que contestar a eso.

Leyo en voz alta. Era un articulo corto. Leia con gran seguridad; siseando en las pausas y marcando con la cabeza un ritmo imaginario.

El articulo empezaba con una satira desmedida contra los que creian que en un pais individualista y violento como Espana podia tener exito un regimen parlamentario, que ha de basarse en la comprension y la tolerancia.

– De acuerdo -comento un muchacho despeinado, el Grandullon-. El Parlamento es la reoca de los camelos.

A renglon seguido se decia que era indispensable una investigacion a fondo para saber de donde procedia el dinero que derrochaban ciertas personas de la localidad, cuyos ingresos conocidos no sobrepasaban los de la humilde clase media.

– Comunistas -sugirio Blasco, que se habia colocado de espaldas para oir.

Luego el cronista anadia que debia precederse sin piedad contra los destructores de trombones, que no podian ser ajenos al corte de la via ferrea descubierto el dia anterior entre Gerona y Figueras, que precipito al abismo tres coches que transportaban vigas de hierro, una de las cuales aplasto el craneo a un empleado del tren. Daba una lista de nombre sospechosos, escritos con ortografia voluntariamente alterada. En vez de Responsable decia: «Incansable».

– ?Cabrones! -juro el Cojo.

El Responsable tomo aliento y solto el periodico.

– El Comite, decidido a que esa gente no se crea Dios porque ha ganado las elecciones, quiere contestar a esto. -Luego anadio, echandose para atras-: Exponed un plan.

Hubo un momento de silencio.

– ?Conoce alguien al que ha escrito eso? -pregunto el Rubio.

El Responsable volvio a desplegar el periodico.

– Firma «La Voz de Alerta».

Todos le conocian y dijeron:

– El dentista tenia que ser.

El Cojo propuso, simplemente:

– Hay que ir por el.

– ?Ir a que? -inquirio el Responsable.

El Cojo levanto los hombros. Su tio le hipnotizaba.

– No se -dijo-. A dibujarle otra cara, ?no?

Blasco nego con la cabeza.

– Aqui el culpable es el director del periodico -afirmo.

El Responsable pidio silencio. Llamo a su hija. Esta abrio un armario y le entrego una libreta. Aquel la hojeo y fue resiguiendo nombres con el indice. Por ultimo informo:

– El director se llama Pedro Oriol. Es comerciante en maderas, monarquico. Vive en la calle de la Forsa, 180.

Ignacio habia palidecido desde que oyo a Blasco afirmar que el culpable era el director. Porque ya sabia que este era don Pedro Oriol, el padre de su companero de billar. No dijo nada, no sabia en que pararia aquello.

El Grandullon intervino:

– Pues vamos por el director.

– Cuenta conmigo -ofrecio el Cojo.

– Y conmigo.

– Y conmigo.

Ignacio sintio que le daban un codazo. Era su vecino el Grandullon, quien con las manos, hacia ademan de retroceder el pescuezo a alguien.

Ignacio evoco la imagen de don Pedro Oriol en el entierro de su hijo. Le veia, alto, vestido de negro, mirando al suelo. Pero no se atrevia a intervenir. Y no comprendia que hablaran de todo aquello delante de el.

Y, sin embargo, ahora varios le miraban, como extranando su mutismo. Especialmente el Responsable.

Al ver que, en efecto, esperaban que dijera algo, intervino:

– Bueno… parece que tengo que decir algo… -Entonces anadio-: Antes que nada, ?podria saber por que he sido llamado?

– ?Toma! -exclamo el Responsable-. Para que nos des tu opinion.

Ignacio enarco las cejas.

– ?Mi opinion sobre lo que estais hablando?

– Sobre todo lo que se hable.

Ignacio quedo un poco desconcertado.

– Pues bien… -decidio-. Respecto a lo del director de El Tradicionalista, a mi me parece que os precipitais un poco.

– ?Como que nos precipitamos?

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