– Lo siento -dijo-. Se me ha pedido la opinion, ?no?

El Responsable parecia dispuesto a concederle beligerancia.

– ?Cuantos chicos aprenden el oficio en la imprenta? -pregunto.

– Diez o doce.

– ?Y cuantos hay en todo el Hospicio?

– No lo se.

– Aproximadamente.

– Pues… entre ninos y ninas, unos trescientos.

El jefe le sirvio mas ron.

– ?Te parece que por diez muchachos, que ademas podran aprender lo mismo en otra parte, vamos a dejar de contestar a ese individuo -senalo el periodico de nuevo- que pide que nos ahorquen?

Ignacio dijo:

– Yo no se si hay que contestar o no. En eso no me meto.

El Grandullon tuvo entonces una intervencion inesperada.

– Oye una cosa -dijo-. Has dicho que en la imprenta habia taller de encuadernacion, ?verdad?

– Si.

El muchacho miro al Responsable y senalo a Ignacio con el menton.

– ?No sera… de los de Victor?

Todos comprendieron la alusion. Supusieron que Ignacio era… comunista y que defendia la causa de Victor, jefe del taller de encuadernador, pues si se destruia el taller el jefe comunista se quedaria en la calle.

Ignacio no pudo menos de sonreir con sarcasmo.

– ?Comunista yo…? Ahora empiezo a divertirme.

No obstante, el Responsable habia empequenecido sus ojos. La idea de perjudicar a Victor le habia penetrado certeramente, borrando todas las demas.

En aquel momento la hija mayor del Responsable entro y entrego a este un papel en que habia algo escrito. El Responsable lo leyo para si, ante el subito asombro de todos. Inmediatamente levanto la cabeza y pregunto a Ignacio:

– ?Tu padre es empleado de Telegrafos?

– Si.

El hombre continuo:

– ?Se llama Matias?

– Si. ?Por que?

– Nada. Mi hija dice que esta segura de conocerte y que tu estuviste en un seminario.

– Si, es cierto. Estuve cinco anos.

El Cojo se irguio. Se oyo un rumor general.

– Tambien dice que un hermano tuyo esta aun alli.

– Es exacto. Esta en el Collell.

El Responsable, que habia dicho todo aquello en tono normal, de subito se levanto y pego un seco punetazo sobre El Tradicionalista.

– ?He sido un imbecil confiando en tu primo de Madrid!

– ?Que pasa? -pregunto Ignacio.

– ?Que pasa…? Nada. Eso me ensenara a quitarme de la cabeza la mania de los sabios.

Blasco tambien se habia levantado y todos parecian querer rodear a Ignacio.

El muchacho habia recobrado su sangre fria. Se levanto a su vez. Comprendio que, si no reaccionaba, iba a salir de alli mal parado.

– A mi tambien esto me va a ensenar algo -dijo, sin saber a ciencia cierta a que se referia.

– ?Ah, si…? ?Que?

– ?Yo que se! -Se sintio molesto e indignado a la vez-. No meterme donde no me llaman.

– Aqui te habiamos llamado.

– Si, pero suponia que se respetaban ciertas cosas.

– Nosotros no creemos en el respeto, sino en la accion -contesto alguien.

– ?Dejadle! -hablo el Responsable-. ?Que continue!

Ante la actitud provocadora de todos, Ignacio adopto un aire que hubiera admirado a dona Amparo Campo.

– No tengo por que continuar. Ya lo he dicho todo.

– ?Que querias decir con eso de respetar ciertas cosas?

– Hablaba en general.

– Aqui hablamos siempre en particular.

La hija intervino, inesperadamente:

– Quieres decir que lo que sabes es escuchar y luego contarlo todo al obispo, ?no es eso?

Ignacio alzo los hombros. Recordo una frase de Jose y la repitio con automatismo que a el mismo le sorprendio.

– Lo que no sabria es andar con papelitos y luego exhibir por las calles un sargento.

– ?Animal! -grito el Responsable. Y dominado por un furor subito se le acerco-. ?Los ninos a beber leche!, ?me oyes? ?Leche! -grito, siguiendo su costumbre de agarrar por las solapas.

Ignacio le dio un empujon involuntario, que le hizo retroceder. Miro a todos como desafiandolos y al mismo tiempo buscando la salida. La hija del Responsable era la persona que mas rabia le daba en aquellos instantes.

Pero el Responsable, que casi se habia quemado en la estufa, se habia incorporado de nuevo.

– ?Somos idiotas! -grito el Cojo-. ?Trabaja en un Banco!

Ignacio se volvio hacia el.

– Anda y que te zurzan -dijo.

Entonces sintio un punetazo en el rostro. Se llevo la mano a la mandibula. Se abrio paso con fuerza. Avanzo sin darse cuenta. Se encontro frente al perchero. Tomo el abrigo. Intento abrir una puerta, que no cedio. Finalmente hallo la salida y se lanzo escalera abajo.

Al aparecer en la calzada oyo la voz del Grandullon que le decia desde una ventana bruscamente abierta:

– ?Y cuidado con hacer de soplon, mamarracho!

Al cabo de un rato vio un grupo de personas que andaban medio ocultandose. La mandibula le dolia, pero a pesar de ello vio un sombrero hongo. Luego reconocio al doctor Rossello. Dos pasos mas adelante descubrio a Julio Garcia, del brazo de un coronel esqueletico.

Hizo un esfuerzo de memoria. ?Que significaba aquel grupo? Al cruzar el puente recordo que mucho tiempo atras, cuando estaba en el Seminario, alguien le habia dicho que, cerca de la calle de la Rutila, en la del Pavo, los masones tenian la Logia.

Invento una historia. Conto que un carro de los que hacian el servicio de la estacion a las agencias, al virar bruscamente le habia dado con un tablon de madera que salia mas de la cuenta. La herida no tenia nada de particular, pero se le hinchaba por momentos y adquiria un tono violaceo parecido al de la bandera de la Republica.

– No se, no se -decia su madre, mientras le aplicaba agua oxigenada-. ?Donde dices que te ha ocurrido eso, donde?

Matias le examino la mandibula de cerca y penso: «Eso es un punetazo como una catedral».

Querido Jose:

Te escribo con la mandibula hecha un asco gracias a un directo de tu amigo el Responsable. Sois de una especie muy dificil de clasificar y no comprendo que conociendo a aquella pandilla, y conociendome a mi, les aconsejaras que me invitaran a una reunion. Chico, el anarquismo no se lo que sera, pero los anarquistas… Claro que me lo merezco por meterme donde no me importa. Con lo bien que se esta en casa, estudiando. En fin, que sois unos birrias. Recuerdos a tu padre, a pesar de todo.

Tu primo

ignacio.

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