Ignacio se puso repentinamente serio.

– Dejemos a Pilar, ?no le parece?

– ?Bien, dejemosla! ?Sabes que…? Vamos a hablar de otro personaje. De Hitler.

– ?Otro transformador?

– Otro. Tambien me interesa. ?Que? ?No te han dicho si yo soy de Hitler?

La verdad, no.

– Pues… casi me interesa tanto como lo otro.

A Ignacio le parecio que Julio continuaba bebiendo demasiado y que llegaria un momento en que no sacaria nada en claro de el. Asi que quiso precipitar las cosas.

– ?Que sabe usted de la masoneria, Julio…?

– ?Uf…! -El policia hizo ademan de ahuyentar una mosca-. Nada. ?Ves? Ahi, nada. Nunca he sabido absolutamente nada.

– ?Nada, nada…? No lo creo.

– ?Por que no?

– Usted siempre sabe algo.

Julio parecio sentirse halagado.

– ?Ah, claro! Lo de todo el mundo. Que si el rey de Inglaterra, que si Martinez Barrios… Son masones, ?verdad? ?Y me hace gracia -anadio riendo- que siempre se hable del grado treinta y tres!

Ignacio queria estimularle.

– Bien, pero… de los ritos. O de la… organizacion… Por ejemplo. ?Hay logias en ciudades pequenas? ?En una capital como… Gerona por ejemplo?

– Chico… -Julio ahuyento otra mosca-. Pasa eso, ?sabes? Los que no lo son, no saben nada; y los que lo son, no hablan. Asi que… ?Me entiendes? ?Ah, a mi me gustaria mas hablar de Pilar!

Ignacio vio que no habia nada que hacer. Julio se habia levantado y se balanceaba sobre sus pies.

– La ciencia… La ciencia… es otra gran…

– Si, ya se.

– Eso. -Julio anadio-: Cambiara el mundo. Una inyeccion a un vicario ?y ale! -hizo crujir los dedos-, transformado en rector.

Aquella salida extemporanea hizo reir a Ignacio. Pero de pronto le recordo lo del vicario de San Felix, que se habia ido a Fontilles. Miro al policia. Tenia la cara roja y los labios algo hinchados.

– Ya conoce usted la novedad, ?no? -le dijo.

– ?Que novedad?

– La del vicario de San Felix.

– ?Que ha hecho…? -Se rio-. ?Se ha casado?

– No. Se ha ido a curar leprosos.

– ?Ja! -Julio hizo luego una expresion de asco-. La ciencia… arreglara eso.

– ?Como que arreglara eso?

– Una inyeccion… ?y zas…! Holgaran los vicarios.

Aquello desagrado a Ignacio. Que no hubiera tenido un gesto de admiracion. Precisamente hallandose en aquel estado tenia que haberle salido espontaneamente.

– Pero… usted admira al vicario, ?no es eso?

– No.

– ?No? ?Como que no?

– Es un acto… tonto. Inyecciones, ?comprendes? -repitio, apretando con el pulgar una jeringa imaginaria-. Sabios. ?Sabios y no vicarios!

Ignacio se ponia nervioso. Julio se daba cuenta de ello y le hacia ademan de que se calmara.

– Quieto, quieto… No lo olvides: «Sangre de primera calidad». ?Quieres que te diga -anadio, levantando subitamente el indice- el mal de Espana?

Ignacio no contesto.

– Pues, escucha bien. En los partidos politicos no hay biblioteca. ?Mentira! -anadio-. La hay, pero… no va nadie. -Se sento para sentirse mas seguro-. ?Y miento aun! -anadio-. En muchos pueblos… van las gallinas. ?Eso es! -Hizo un gesto de asombro-. El conserje no ve a nadie… y mete las gallinas.

– ?Y que pasa con eso? Tenemos gallinas sabias, ?no?

– ?Que pasa…? Ya lo ves. -Senalo afuera con el indice extendido-. Otra vez Semana Santa.

Ignacio le miro sin comprender.

– ?La procesion! Oye… -anadio, mirandole con simpatia y guinandole un ojo-. ?Te puedo hacer una pregunta?

– Hagala.

– ?En que mes estamos?

– Pues… marzo.

– ?Exacto! Marzo. Bien… En la procesion… ?llevaras capucha?

Ignacio hizo un gesto de repentina conviccion.

– Desde luego.

Entonces Julio parecio serenarse.

– Bien hecho, bien hecho… -Luego anadio-: Yo tambien la he llevado… algunas veces.

David y Olga fueron mas explicitos. Insistieron sobre la influencia que la ninez y el ambiente tenian sobre las personas. Del Cojo dijeron que las costras eran efecto de desnutricion. Su padre murio en las canteras de Montjuich. Le sepulto un bloque de piedra, con la cual luego le labraron la lapida, en la falda de la misma montana, en el cementerio. Ahora vivia con su madre, vieja increiblemente alegre, porque estaba convencida de que su hijo era abogado. Al salir todas las mananas, el Cojo le decia: «Hasta luego, madre, me voy a la Audiencia». Pero en realidad desde los tres anos no habia comido a su gusto ni siquiera cuando le invitaba su tio el Responsable. El odio que el chico sentia por los Costa, actuales duenos de las canteras de Montjuich, provenia del accidente de trabajo que sufrio su padre.

El Grandullon, ya sabia; y en cuanto al Rubio, era, en efecto, hospiciano. Le recogio una mujer que le vio un dia yendo al futbol en fila con los demas chicos, pero a su lado, exceptuados un par de anos de prosperidad, todo le fue malamente. Ahora el Rubio se ganaba la vida llevando maletas en la estacion y se contaba que la vieja perdia la vista. Los vecinos la ayudaban porque el Rubio era bastante frivolo.

Todos tenian una historia parecida, desde Blasco hasta los serios dirigentes de la CNT. ?Como queria Ignacio que al oir hablar del Seminario no se pusieran nerviosos? Ninguno de ellos habia encontrada ayuda duradera en ninguna institucion. ?Que decir? El padre de Blasco, segun les contaron en Estat Catala, era un hombre que todo lo que poseia lo llevaba en el interior de la gorra. Se sacaba la gorra, la depositaba como cuenco entre las rodillas y de ella iba sacando todas sus riquezas lentamente: tabaco, papel de fumar, unas fotografias, una goma, unas monedas, alguna vieja carta y un acta notarial, no se sabia de que. Todo estaba impregnado del olor, color y grasa de sus cabellos y de su gorra. Tambien era limpiabotas y fue quien enseno a Blasco a hacer saltar con un estilete los tacones de los clientes.

Y en cuanto al Responsable, este era caso aparte. Cuando nacio, sus padres vivian holgadamente fabricando alpargatas. Pero ya su padre era un gran revolucionario, que introducia en la mercancia folletos de propaganda. Un dia alguien le dijo que lo hacia para el negocio, que sabia que cuanto mas revoluciones hubiera mas de moda se pondrian las alpargatas. Le dolio tanto el falso testimonio y temio hasta tal punto que la gente lo creyera, que cerro el taller. Desde entonces dio tumbos con su mujer y su hijo, el Responsable, vendiendo pomadas en las ferias, y hierbas. De ahi le venia al Responsable su aficion a la medicina empirica, el vegetarianismo y a hipnotizar. Su padre acabo encantando serpientes. Y cuando su madre murio, una serpiente que dormia con ella se le enrosco al cuello amorosamente y no podian despegarla. Esta imagen le quedo tan grabada al Responsable que desde entonces, cuando oia que alguien habia aplastado la cabeza de una serpiente, se ponia furioso… Ahora trabajaba en el taller Corbera, fabricando alpargatas de nuevo e introduciendo identicos folletos clandestinos que su padre. Pero de la prosperidad de su nacimiento le habia quedado cierta mania admirativa por la gente instruida. Por ello hacia buenas migas con Julio Garcia, y sin duda por ello habia intentado ganarse a Ignacio.

Los maestros desconocian la historia del manicomio.

– Pero ya ves, chico -dijeron-, que no es facil juzgar… ?Al padre de Blasco que le hubiera importado imprenta

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