No pueden soportar que no hable en catalan». En todas partes se formaban corros, sobre todo en las esquinas y los puentes.
Matias Alvear habia notado el cambio en la barberia donde acostumbraba a servirse. «?Vamos a dar
Aquel mes paso de prisa e Ignacio se presento a los examenes finales. Su decision estaba tomada, por lo que contesto a los profesores sin nerviosismo alguno. Ello le valio las mejores notas, que nunca habia tenido. «?Con lo contenta que estaria mi madre si esto fuera de veras!», pensaba. No habia comunicado a nadie, ni siquiera al padre Anselmo, su proyecto. Siguio las costumbres del Seminario como si tal cosa. Escucho los consejos para las vacaciones, subio a los dormitorios, preparo la maleta, se despidio afectuosamente de sus condiscipulos. Luego se fue a los lavabos y robo, como recuerdo, una bombilla.
Cruzo el umbral. ?Gerona! Respiro. Bajo las escalinatas de Santo Domingo. Vio en los balcones las banderas y los hombres fumando. Subio al piso de su casa. Su madre habia salido a la funcion de las Cuarenta Horas y el muchacho se alegro de ello. Preferia hablar primero con su padre a solas. Cuanto antes mejor. Ardia en deseos de hacer los proyectos de su nueva vida, orientarla en algun sentido concreto; pero temia la reaccion de su madre. El disgusto que se llevaria seria tan grande, que la idea le anonadaba. Su padre era la unica persona en el mundo que podia mitigar las cosas.
Habia imaginado mil preambulos. En el momento de la verdad dijo, simplemente:
– Padre, no quiero volver al Seminario.
Todo fue mas facil de lo que cabia esperar. Matias, que estaba pescando en el balcon, izo lentamente la cana. Luego dio media vuelta y miro a su hijo.
– No te preocupes. Ya lo esperaba.
Ignacio sintio un gran consuelo en su corazon. Queria dar un beso a su padre. Este entro con lentitud en el comedor y dejo la cana en su rincon de siempre.
– Tu madre se llevara un gran disgusto.
– Ya lo se.
Matias entro en la cocina a lavarse las manos.
– Vamos a ver si la consolamos.
La cosa se revelo dificil. Carmen Elgazu reacciono mas dramaticamente aun de lo que se habia supuesto. Se lo comunicaron despues de cenar, cuando Pilar ya se habia acostado. Levanto los brazos y estallo en un extrano sollozo. Miro fijamente a Ignacio y estrujo el delantal. «Pero… ?Por que, por que?» Ignacio opto por retirarse a su cuarto y Matias no sabia que hacer. Fue preciso pasar la noche practicamente en vela y al dia siguiente llamar a mosen Alberto para que tratara de hacerla comprender. A Carmen Elgazu le parecia que, de pronto, se habia convertido en una mujer esteril.
Ignacio paso unos dias en un estado de angustia increible.
– Madre, ?que puedo hacer? No iba a seguir sin vocacion, ?verdad?
– Ya lo se, hijo, ya lo se. Pero me habia hecho tantas ilusiones…
Pilar miraba a su hermano con el rabillo del ojo. Ella casi se alegraba. Nunca habia imaginado a Ignacio sacerdote y cuando llevaba medias se mofaba de el. Ahora les habia dicho a sus amigas del Colegio.
– ?Sabeis? ?Mi hermano no sera cura!
Matias Alvear pasaba unos dias que no se los deseaba a nadie, ni siquiera a don Agustin Santillana, contertulio antiliberal. Resoplaba buscando soluciones. ?Era preciso consolar a su mujer! Su esperanza era Cesar, pero este no se decidia a hablar.
?Diablo de chico! Todo el dia dirigia miradas furtivas, cuando no se encerraba en su habitacion como si escondiese un gran secreto.
Una noche Matias, harto de esperar, le llamo y le tiro de la oreja.
– Vamos a ver, pequeno -le dijo-. O yo no soy tu padre, o estas queriendo y no queriendo. ?Verdad o no?
Cesar se paso la mano por el mechon de la frente. Miro a su padre con cara entre miedosa y esperanzada.
– ?Que quieres decir…?
– Pues…muy sencillo. ?Quieres cantar misa tu, o no…?
Cesar esbozo una sonrisa, que al pronto su padre no comprendio. Las facciones todavia indefinidas del chico le traicionaban. Finalmente, este contesto:
– Habla con mosen Alberto.
?Acabaramos! Matias Alvear se fue al Museo Diocesano, cuyo conservador era mosen Alberto. El sacerdote, impecablemente afeitado, le dijo que aquella visita le alegraba. En efecto, llevaba muchos dias estudiando a Cesar…
– Es un chico extrano. Es un alma sensible. El problema es delicado… Tanto mas cuanto que creo que no esta muy bien de salud.
Matias Alvear se impaciento.
– No es fuerte como Ignacio, desde luego. Pero… ?tiene vocacion o no la tiene?
Mosen Alberto tomo arranque para contestar:
– Senor Alvear, yo creo que su hijo tiene vocacion de santo.
Matias solto una imprecacion. Que Cesar era un santo, ?quien mejor que su padre para saberlo? Tambien era una santa Carmen Elgazu, y otro santo Ignacio, y todos. Todos eran santos.
– De acuerdo, de acuerdo. Pero yo lo que querria saber es eso: si tiene vocacion para cura o no.
El reverendo, por fin, sentencio:
– Si en septiembre no le lleva usted al Seminario, el chico se muere.
?Por los clavos de Cristo! Matias se desabrocho el boton del cuello. Tomo asiento. Hablo largamente con el sacerdote, aun cuando consideraba a este hombre algo tortuoso. Y se entero de muchas cosas. Supo que, en realidad, mosen Alberto no habia tenido nunca confianza en Ignacio. El sacerdote hablaba del muchacho en tono reticente, como si le inspirara graves temores.
– ?Quiere que le diga una cosa? -corto Matias.
– Diga.
– Si fuera usted hombre casado, ya querria tener un hijo como Ignacio.
La conversacion se dio por terminada. Y el resto, fue coser y cantar. Matias regreso a casa alegre como unas pascuas. Llamo a Ignacio y le comunico:
– Me parece que tu madre va a llevarse una sorpresa.
Espero unos dias aun. Espero a que Cesar en persona le dijera: «Padre, de lo que me pregunto, si», para llamar a su mujer, liar lentamente un cigarrillo y comunicarle la noticia.
– Ahi tienes. Ahi tienes el sustituto. -Y hallandose con las manos ocupadas, con el menton senalo a Cesar.
Carmen Elgazu comprendio en seguida, pues llevaba dias notando algo raro; miradas como diciendo: «Si, si, sufre. Para lo que te va a durar».
Miro a Cesar y el muchacho asintio con la cabeza.
– Madre, quiero ser el sustituto de Ignacio.
?Hijo! Ya no cabia duda. Carmen Elgazu recibio la noticia en pleno pecho. De pie bajo el calendario de corcho, exclamo: «Me vais a matar a emociones». No sabia que hacer. Le parecia que sus entranas volvian a ser fecundas. De repente le asalto una duda.
– ?Lo has consultado ya con mosen Alberto?
Cesar se disponia a contestar, pero Matias se le anticipo:
– ?Si, mujer, si! El mismo va a elegir el otro perchero.
Era preciso esperar hasta septiembre. Cesar preparandose para el Seminario. Ignacio para emprender su nueva vida. Ignacio miraba a su hermano con agradecimiento, pues su madre volvia a ser dichosa.
En cuanto a el, era libre. ?Libre! Lastima no poder disponer de la habitacion entera. Tendria que continuar compartiendola con Cesar hasta septiembre.