Cuando salio, la lluvia se habia convertido en nieve.

Salto la valla y se dirigio al terraplen. Con el viento soplandole en la cara, regreso a Camden Hall, el edificio de humanidades, en el que recibia la mayor parte de sus clases. La nevada era tan copiosa que en cuestion de pocos minutos sus pisadas no podrian verse desde las ventanas.

Al pasar por delante de Camden Hall, choco literalmente con el decano y su esposa.

Sumido en sus propios pensamientos y secandose la cara, Cal no vio las dos figuras que se dirigian hacia el hasta que fue demasiado tarde. Se volvio y trato de esquivarlas -completando una complicada maniobra- pero las piernas lo traicionaron cuando se desplazo hacia la izquierda. Su rotula crujio al chocar con el decano, que le propino un doloroso golpe por debajo de la clavicula, como si fuera un defensa de football. Una penetrante punzada de agonia recorrio el hombro de Cal, como si lo hubieran herido con una cimitarra.

Su maniobra lo impulso contra el abrigo de vison de la Senora Decano; era tan suave, calido y confortable que se quedo un segundo apoyado en el. ?Que demonios hacia llevando un vison con aquel tiempo? Su cara rozo la piel al inclinarse un poco mas y dejo escapar un extrano suspiro de alivio, una especie de «hmmm». El abrigo se abrio mientras la mujer retrocedia un paso, y entonces la palma de la mano de Cal aterrizo con un sonido solido sobre su pecho.

La temperatura descendio de repente otros diez grados. Sus miradas, gelidamente eminentes, lo paralizaron en el sitio.

El decano era el hombre de aspecto mas inhumano del campus y a pesar de ello, de alguna manera lograba resultar bien parecido, o casi, de una forma espeluznante, segun decian algunas mujeres. Era fascinante ver como desplazaba su enjuta figura. Era como si la nieve se torciera, se enroscara a su alrededor. Siempre elegante, alcanzaba… ?cuanto, el metro ochenta o metro noventa de estatura? Realmente era muy alto, de modo que para mirarlo uno tenia que inclinar la cabeza hacia atras hasta que le dolia el cuello, y entre eso y el cabello ondulado y negro, casi alcanzaba los dos metros.

A sus cincuenta anos, el decano era la viva imagen de un esqueleto ambulante, tan demacrado que parecia un superviviente de Auschwitz, con dedos largos y esbeltos que se curvaban como garfios. Cada vez que Cal le estrechaba la mano se le ponian los pelos de punta. Cuando el decano fumaba un cigarrillo, no podias quitarle la mirada de encima. Te quedabas como hipnotizado mientras el movia la mano hacia los labios, mas y mas, adelante, adelante, hasta que finalmente daba una calada y la voluta de humo se disipaba mucho antes de llegar a ti. Hubiera sido un maravilloso Hombre de Goma, uno de esos que se ataban con sus propios cartilagos, en los espectaculos de monstruos. Parecia estar osificandose en el sitio, como un pilar de ceniciento hueso, como si alguien hubiera enroscado dos esqueletos bajo una capa de piel tan fina como papel de fumar.

Livido, Cal trato de sonreir. Le dolio el cuello al levantar la mirada y tratar de mirar al decano a los ojos.

– Hola.

El autentico nombre de la Senora Decano era Clarissa, pero Caleb no se acordaba casi nunca. Cuando posaba la mirada en el, lo hacia con una expresion que no era capaz de describir del todo. En cuatro anos no la habia visto reir, o siquiera sonreir, con autentica emocion. En una o dos ocasiones, en medio de una conversacion, Cal habia oido como se formaban los aullidos natales de una risilla en su interior, y habia esperado a ver si terminaban de nacer, pero la carcajada habia muerto siempre en el utero, como si fuera engullida de repente.

Era raro que pudiera parecer tan poco agraciada cuando en realidad, el completo opuesto de la agradable fealdad de su marido, era extremadamente atractiva. Mas joven que el -Cal pensaba que debia de rondar los treinta y tantos- poseia una mirada tan gelida que uno llegaba a preguntarse si sentia de veras aquel desden o solo estaba interpretando el papel de hechicera, tratando de tentar al masoquista que todos llevamos dentro. Lo que le decian las tripas era que aquella mujer, de algun modo, queria su ayuda.

– Hola, Cal. Cuanto tiempo -dijo-. Me alegro de verte de nuevo. Solo siento que nuestro encuentro tenga que ser casual. -Le estrecho la mano y lo acompano hasta el arco de entrada a Camden, debajo del cual estaban a resguardo de la nieve. El decano los siguio en silencio pero con muchos comentarios pegados en la cara enjuta.

– Si -dijo Cal, porque no habia mucho mas que decir.

La Senora Decano continuo:

– Como este es tu ultimo semestre y no estaras mucho mas tiempo con nosotros, permiteme que te diga que hemos disfrutado mucho de tu compania. De verdad. -Guardo silencio. Cal escudrino su rostro en busca de sinceridad pero regreso con las manos vacias-. En realidad, no quiero que suene como si fuera el fin del mundo. Tienes todo un mundo extraordinario y desafiante esperandote cuando nos abandones.

– Puede que trate de sacarme un master -dijo Cal-. Y el doctorado. -En realidad, no habia nada que le apeteciera menos, salvo tal vez el extraordinario y desafiante mundo que lo esperaba ahi fuera.

– Bueno, siempre hay sitio para otro doctor en Ingles -dijo ella, tratando de parecer sincera. El sarcasmo no era su fuerte-. ?Pasaras esta noche por nuestra casa?

– ?Su casa?

– Si, vamos a celebrar una pequena reunion informal. Nada muy extravagante.

– Ya veo.

El decano enarco una ceja y mostro un instante de sorpresa que se esfumo inmediatamente. Cal sabia que el hombre habia pretendido que el lo interpretara tal cual, cada gesto dotado simultaneamente de un proposito oculto y otro evidente, y asi no pudiera saber si tenia algun valor real. Sus finos labios esbozaron una sonrisa que ponia los pelos de punta.

La Senora Decano trato de sonreir y fracaso tan miserablemente que sintio lastima por ella.

– Ademas me gustaria charlar contigo en privado, Cal. Pasate luego, ?eh?

No era exactamente una pregunta.

– Lo intentare.

– Y, por favor, trae contigo a tu encantadora novia. -Los dedos de la Senora flotaron por el aire, tratando de dar con el nombre de Jodi, chasqueando de tanto en cuanto. A pesar de que Jo era bastante introvertida y en general despreciaba el circulo academico, era muy capaz de jugar a su juego. Habia estado en la lista de favoritos del decano cuatro anos seguidos y ganado casi todos los premios existentes. Era imposible que la Senora no conociera su nombre-. ?Jenny?

– Jodi.

– Si, eso, ahora lo recuerdo, que tonta. -Su mano volvio a cerrarse, y se acerco ligeramente a la barbilla de Cal en un gesto casual-. Jodi. ?Digamos… a las siete? O siete y media. -El tono de su voz desafiaba cualquier potencial negativa.

– Sin falta.

– Esplendido.

Caleb asintio y los siguio con la mirada mientras se alejaban con andares tan regios que parecia que estuvieran desvaneciendose entre la niebla a camara lenta.

Fue al dormitorio de Jo. El chico que estaba de guardia en la garita de seguridad ni siquiera levanto la mirada de su libro de matematicas, y la solida puerta de metal resono con mucha fuerza cuando entro Cal. Las ecuaciones de la pagina le recordaron a las que estaba haciendo cuando murio su madre. Comparaciones geometricas de las propiedades topologicas de una funcion con las de su aproximacion lineal. Superficies no diferenciables y la discusion sobre por que la raiz cubica de (x?-3xy?) no se puede diferenciar en su origen. Se pregunto como habria sido su vida de haber nacido como una integral.

La conversacion que habia mantenido tres semanas atras con Rocky y Toro volvio a sus pensamientos. Sobre los chicos que trabajaban en los mostradores de seguridad y que descuidaban sus obligaciones. Podia entrar un asesino en cualquier momento y no se enterarian hasta entrar en el cuarto de bano. Alli estaba el y el otro no habia levantado la mirada todavia. Podria llevar encima una Uzi, un cuchillo de carnicero empapado de sangre, doce cartuchos de dinamita pegados al pecho y seguiria sin obtener una reaccion. Dirigio una mirada cenuda a la recortada cabellera del chico y penso en montar una escena. La imagen recordaba demasiado a la del Yok y sus piruetas y no le gusto.

Tras colocar su tarjeta de identidad sobre el libro de matematicas, dijo, con su mejor tono de Senora Decano:

– Se supone que estas aqui para asegurarte de que estas instalaciones son seguras y no entra ningun indeseable. Se empieza mirando a los visitantes y luego se comprueba su identificacion.

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