despedida y fue a golpear la ultima jarra de leche en el punto exacto al que Cal habia apuntado. La lechera se deslizo un par de centimetros, se inclino y finalmente cayo con estrepito, llevandose consigo las otras dos.
Habia algo absurdo en el hecho de extraer satisfaccion de aquello, pero no le importo demasiado.
– Ya era hora.
– Dios, eso debe de haberte dolido.
– No, en realidad no. -Se froto el brazo-. Bueno, si.
– No me referia al codo. Hablo de lo que ha pasado. Lo siento.
Cal se dirigio a la parte trasera de la caseta y cogio los dos feos peluches que el dueno no habia guardado bajo llave con el resto de los premios.
– Ya sabia a que te referias, Melissa.
– Oh.
Su mano izquierda sostenia un osito de peluche con un solo ojo, un agujero en la mejilla y la lengua de color verde casi arrancada del todo. En la derecha tenia el gato de juguete al que le faltaba una pata, la cola y varios trozos de las orejas. Parecia haber pasado por las manos de una manada de perros.
Sin embargo, bastarian. Tenian que bastar. Seria ridiculo haber roto la fina cadena con una piedra para dejar seis pavos en monedas sobre el mostrador y encima sentirse culpable por llevarse dos repugnantes animales de peluche sin ningun valor. El sueno, al menos el, tenia que conservar su pureza. Todos los chicos deberian ganar un peluche en una feria para una chica guapa al menos una vez en la vida. Se habia prometido que lo haria, y finalmente lo habia hecho.
– En las peliculas siempre son mas grandes y mas bonitos -dijo Cal-. A los directores les gustan los momentos como este, las escenas en las que el chico le ofrece a su chica su regalo, pinaculos del drama y el romance. - Cogio por la nariz al menos feo de los dos (el gato, decidio) y lo puso en el regazo de Melissa-. Algunas veces la muneca esta llena de diamantes o drogas y entonces el asesino sigue a la heroina hasta su casa para recuperarla.
– Dices unas cosas muy bonitas. Creo que me arriesgare. -Cogio el mutilado gato y le acaricio los feos bigotes-. Oh, Cal -suspiro.
No fue uno de esos suspiros,
Melissa Lea levanto el gato y le hizo bailar y maullar sobre el mostrador de la caseta. Lo apreto contra su pecho y empezo a besarle la cara.
– ?Por que?
– Porque no dejaba de pensar en que manana iba a desayunar contigo. -El gato le mordisqueo la oreja.
Esto provoco la misma pregunta:
– ?Por que?
Al menos ahora tenia la oportunidad de recibir una respuesta, aunque la pregunta le hizo recordar a la senora, de pie sobre el, tratando de sorberle el alma.
Melissa Lea se encogio de hombros.
– Eres mono. Oye, siento ser tan lanzada. No quiero complicarte mas la vida, pero pienso que hay que ser honesta.
– Bien.
– Lo que me has contado sobre la universidad me ha asustado mucho. Podrias hacer que presentaran cargos contra ellos, estoy segura. Que se reuna una junta de revision. Puede que hasta avisar a la policia.
– El alcalde estaba en la fiesta.
Lo miro y el se dio cuenta de que no podia culparla por no creerlo del todo. Sonaba como una exageracion, una conspiracion insolita. Aunque tambien es verdad que la basura como esa era bastante habitual. Sacerdotes que se aprovechaban de los monaguillos, profesoras de instituto que se quedaban embarazadas de sus alumnos. ?Quien demonios sabia que estaba pasando ahi fuera?
– ?Que significa eso? -pregunto Melissa Lea-. Probablemente, que ya ha pasado antes, y que esos degenerados lo ven como algo normal. -Se recosto en el banco-. ?No crees, Cal?
– No lo se. -Considero la posibilidad de decirle que se marchaba por la manana pero no pudo encontrar el modo de hacerlo. El secreto estaria a salvo mientras siguiera en su interior. Le arranco el resto de la lengua al peluche y la tiro. Lo unico en lo que ahora mismo podia confiar era en la abrumadora sensacion de estupidez que lo embargaba. Y hasta eso sonaba un poco a tonteria. No era capaz de explicar lo mal estudiante que se habia vuelto.
– Me alegro de que estes aqui -dijo ella.
– Claro.
– En serio.
El vaho de su aliento lo toco. Los postigos del Reino de las Bolas golpearon con fuerza las planchas de madera del costado de la caseta y Melissa Lea dio un respingo.
– Yo tambien me alegro de que estes aqui conmigo, Melissa. -Era la verdad, una parte de ella, y penso que habia que decirla en voz alta, aunque la verdad ya no tenia el mismo significado que antes de aquella noche-. ?Ha sido una coincidencia el encuentro? ?Dos veces en el mismo dia? -Teniendo en cuenta, ademas, que antes no se habia fijado en ella.
– Nada de lo que paso en la casa del decano fue culpa tuya, Cal. Debes creerlo. No tiene sentido que te sientas culpable.
Por supuesto que era culpa suya, tanto como de ellos, porque deberia haberse dado cuenta. El Yok se habia esforzado tanto por hostigarlo durante la instruccion que al final se habia convertido en una especie de broma privada. Podia imaginarse a Yokver y a los demas, sonriendo, pensando lo sencillo que habia sido, diciendose que era muy facil ponerle a alguien el texto delante de los ojos sin que viera los hechos. Cuatro anos asi y no se habia dado cuenta hasta ahora. Se pregunto si no seria mejor dejarse ir y acabar de una vez, acostarse con la senora y liberar toda su hostilidad, ser bueno y vicioso para poder graduarse con honores.
Atrapada por el viento, la lengua del peluche paso sobre sus zapatos. La senora Beasley y Kitty Guarda-todo flotaron por un instante a la luz de la luna. Puede que su hermana siguiera alli pero ahora debia de estar evitandolo. Cal deseaba lo que todo el mundo acaba por desear alguna vez en su vida: la oportunidad de empezar de nuevo volviendo atras en el tiempo, con un poco mas de sentido comun, y los nervios un poco menos tensos. Pero nunca habia pensado que le ocurriria tan pronto, con solo veintiun anos. Podia marcharse, podia vivir, pero ya no era capaz de saber si le quedaba algun sitio para escapar.
Pregunto:
– ?Crees que tus companeros de cuarto seguiran discutiendo?
– Bueno, uno es un republicano furibundo que piensa que la Administracion Reagan estaba compuesta por las mentes mas brillantes desde que los Padres Fundadores elaboraron la Declaracion de Independencia. El otro es un estudiante de humanidades que cita a Timothy Leary y Abie Hoffman y se niega a creer que esten muertos. Veras, la cabeza de Leary fue congelada a pesar de que su cuerpo habia quedado reducido a cenizas en el accidente de la Lanzadera Espacial. Ha memorizado la mayor parte de las transcripciones del juicio por la Chicago Ocho. Tambien piensa que Bill Clinton tenia buen aspecto corriendo con aquellos pantalones cortos.
– Imposible.
– Si, son bastante raros. Lo mas probable es que sigan discutiendo hasta el amanecer. No seria la primera vez.
– Muy bien, entonces vayamos a mi cuarto.
Melissa bajo del banquillo de un salto y el gato le dio un beso en la mejilla.
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