– Sabes que estamos locos.

– Lo se, Cal. -Fruggy resoplo en medio de sus lagrimas-. Los angeles suenan.

– Oh, Jesus. -Las piernas de Caleb temblaron y tuvo que apoyarse en la mesa. Volvio la mirada y observo a Melissa Lea sonando, y vio que su propia mano se movia en su campo de vision como si ya no fuera parte de el y acariciaba con suavidad aquellos labios humedos-. ?Con que suena?

– Dice que suena contigo, Cal. -La emocion de su voz cobro mayor fuerza y parecio que iba a despertar-. No vuelvas alli. -Y de nuevo, como si implorara, aterrorizado, chillando, despierto-. ?… ock…!

Fruggy Fred gimio de dolor.

Se escucho un chapoteo denso.

El telefono enmudecio.

Las manos de Caleb empezaron a sangrar.

15

La casa del profesor Yokver, al igual que su propietario, se erguia con tanto desden que provocaba amargura.

La luna proyectaba algo mas que luz sobre ella. Se podia sentir la infeccion. Arboles enfermos campaban a sus anchas por el patio delantero, trazando irregulares patrones cancerosos. Sus ramas se extendian como retorcidos venablos, dirigidas al cielo, aranando los canalones rotos y llenos de nieve derretida, apoyadas en un tejado lleno de guijarros sueltos. El cesped era una coleccion de agujeros y zanjas, el lugar perfecto para ocultar cadaveres. Hasta la nieve, demasiado alejada del blanco, parecia falsa. La casa era una desgracia, pero eso no importaba. El decano mantenia a Yokver cerca, aunque no demasiado.

Cal estaba en la calle, con el nudo de la corbata hecho todavia y la London Fog azotada por el viento. Desde alli podia ver todas las ventanas del profesor Yokver: el grueso tirador de bronce y la veleta dando vueltas. Se volvio medio paso a la derecha, dirigio la mirada calle abajo y vio que las lejanas luces del dormitorio del decano seguian encendidas. Todos los coches de lujo habian abandonado la zona: el alcalde, la junta universitaria y las demas personas influyentes habian sido enviadas a casa, saciadas y satisfechas.

Jodi seguia alli.

El alfiler de la corbata de su padre le pesaba mucho. El hombre habia dejado la escuela a los dieciseis anos y Cal hubiera debido imitar su ejemplo. Entrar a trabajar en una aceria, afiliarse a un sindicato, fichar durante cuarenta anos. En aquel momento, pasar el resto de su vida metiendo carne en un almacen le parecia una buena idea.

Habia cogido los algodones, y las tiritas y se habia vendado las manos antes de que las heridas mancharan demasiado el cuarto. No habia despertado a Melissa Lea ni siquiera cuando se habia anudado las vendas con los dientes. La habia dejado durmiendo en su cama y le habia echado las mantas sobre el hombro antes de darle un beso de la frente, como el hermano que nunca habia llegado a ser.

La sangre anunciaba sangre.

Fruggy Fred estaba muerto.

El entumecimiento prevalecio. Su hermana, con un crucifijo en las manos y el habito ondulando, estaba habiendole de nuevo. La observo, sabiendo lo que iba a ocurrir mientras las cabezas de las ratas asomaban por entre los jirones de la tunica. Se balanceaba de un lado a otro bajo el viento, tratando de permanecer erguida, pero encorvada por el peso del crucifijo y las ratas que la devoraban. Cal siguio observandola, fascinado pero un poco receloso del obvio simbolismo, hasta que ella se movio, arrastrando a Cristo por el polvo. Probablemente no fuera tan mala idea visitar a un siquiatra un dia de estos.

Ojala el alma de Sylvia Campbell hiciera aparicion. Solo tenia que mostrarse un segundo, pronunciar una palabra. Cualquier cosa, un contorno plateado pasando fugazmente delante del porche, un aullido de banshee urgiendolo a seguir adelante. El lamento de un canto de sirena, la diosa de la luna arrojando piedras. Cualquier cosa.

Pero las Circes de boca roja habian desaparecido y estaba solo, parado junto al bordillo, observando la casa de Yokver. Las vendas estaban funcionando mejor de lo que habia esperado. Teniendo en cuenta lo que habian tardado en curar los estigmas en otras ocasiones, estaba seguro de que los agujeros de sus manos estaban terminando de cerrarse. Escucho cinco campanadas. Al amanecer se habria marchado.

Cerro los ojos y sus pensamientos empezaron a vagar. Que dia mas largo habia sido, se dijo. Si es que, de hecho, aquellas horas conformaban un dia solo y no toda su existencia. Un circulo se habia completado en ese tiempo, un principio y un final en el penoso avance del nacimiento a la muerte. Puede que fuera el; puede que fuera solo una pesadilla que fuera el.

?Y que se suponia que debia hacer ahora? ?Como encajaba todo? ?Podia ser un asesino el escandaloso titere o habia entendido mal a Fruggy? Cal aguardo. Confiaba en ver aparecer en cualquier momento al Yok, volviendo subrepticiamente de donde quiera que hubiese dejado el corpachon de Fruggy Fred, con las manos manchadas de barro. Sylvia Campbell habia querido una educacion y habia muerto por ella. Fruggy se lo habia dicho y habia muerto por ello. Alguien mas habia muerto, lo sabia, pero Jodi estaba a salvo y siempre lo estaria. Caleb deseo estar de nuevo en su ataud.

La luz del dormitorio del decano se encendio en la distancia, mofandose de el con impunidad.

Aun despues de haberlo vomitado todo seguia notando el sabor del Four Roses que habia bebido en el Buho y podia oir a Candida Celeste preguntandole con extrema irritacion, ?que problema tienes, capullo? Husmeo la brisa, y capto el olor de los pinos y la menta. Algunas hojas crujian en la calle.

Caleb se solto las vendas y dejo que volaran calle abajo. El viento las arrastro sobre las heladas cunetas hasta que, sacudiendose como serpentinas, toparon con los troncos de arboles nudosos. Sus palmas volvian a estar perfectamente y las lineas de la mano en su lugar. Camino lentamente hasta el bordillo entre el eco de sus pisadas, suave como el golpeteo de fichas de poquer.

Tras subir a la acera cubierta de nieve del profesor Yokver, se encamino a la casa. No habia huellas sobre la nieve del patio delantero. Los matorrales se inclinaban y aranaban su abrigo, dejandole cristales de hielo en la nuca. Busco senales de asesinatos y no encontro ninguna. Con la mirada clavada en la aldaba de cobre con el nombre YOKVER grabado, puso una mano en el picaporte y lo giro. Al principio ofrecio una pequena resistencia pero apreto con mas fuerza y oyo como se abria el cerrojo. Entro.

Se deslizo por la oscuridad sin importarle mucho que direccion tomar. Habia una luz al otro lado del pasillo. Mientras se abria camino cuidadosamente entre los muebles, tanteando como un animal, se le alboroto la respiracion. Podia sentir como acechaba la rabia en su pecho, esperando a que le soltara las riendas.

Los olores eran muy intensos: huevos y salchichas, repollo y jamon hervido, asi como un ambientador de lilas y algunos e inutiles rastros de popurri. No olia el cadaver de Fruggy Fred. O el Yok carecia de todo sentido del olfato o le gustaba la salvaje fusion de pestes. Debia de excitarlo, recordandole a los burdeles y los apestosos y largos pasillos de los clubes de especialidades, o los cuartos traseros de los locales de striptease, donde las bailarinas estaban a quinientos pavos la pieza. Cal podia imaginarselo aqui, evaluando examenes y preparando el curso, husmeando y canturreando.

Un ruido en otra habitacion.

Un libro cerrado con fuerza.

Las fosas nasales de Cal se agitaron. Trato de captar toda la casa, disecar los aromas para poder descubrir pistas en el aire. Los reflejos de sus movimientos en los espejos atrajeron su mirada hacia una antigua vitrina. Yokver, la senora, el decano: a todos ellos les gustaba mirarse. Cal entendio que la clase de Filosofia 138 tenia otro proposito que ensenar etica. Desarraigar a los debiles y aprovecharse de cualquier defecto que quedara a la vista. Reunir la siguiente y cremosa generacion de chicos utiles. Habian descubierto la incesante necesidad de perfeccion de Jodi y la habian utilizado, reclamando su inquietud. Educandola. Si se lo hubiera mencionado, ?podria haber impedido que ocurriera? ?Lo habria intentado?

La luz de la habitacion proyectaba una claridad amarillenta en el pasillo.

Cal se acerco al umbral.

Tras doblar lentamente el recodo, asomo al interior: un estudio, lleno de estanterias con libros y esculturas. Sus sienes palpitaban dolorosamente y sus ojos se vieron atraidos por la lampara de aceite con pantalla verde.

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