sabor ni la textura de aquel elixir pertenecian a este mundo.

Sobra decir que copulamos con desesperacion y tranquilidad al mismo tiempo, en un acto que tenia todas las caracteristicas de los sucesos reales y de los acontecimientos imaginarios, pues ambos territorios se habian fundido una vez mas de un modo inexplicable. Y mientras copulabamos yo jugaba con su sujetador organico y con sus pezones, cuidandolos y maltratandolos al mismo tiempo, vengandome de ellos -como si me debieran algo- y dandoles las gracias por entregarse de aquel modo gratuito. Y pese a la violencia pacifica con la que los trataba no se produjo ningun desgarro en la frontera por la que la piel y la ropa interior se unian.

Tambien explore sus labios y su boca, en cuyo interior, tras una empalizada de dientes diminutos, habia una lengua afilada, como de pajaro, cuya capacidad de penetracion resultaba sorprendente. Alcanzamos el extasis a la vez, sin frontera alguna entre su orgasmo y el mio, y con los ojos abiertos, mirandonos el uno al otro en actitud implorante, como si nos pidieramos perdon. El resto de la poblacion de hombrecillos disfruto tanto como yo de aquella copula pequena, una copula como de casa de munecas, en la que, en vez de gemir, piabamos como pajaros.

15

Tras descansar unos instantes, y cuando el pene regreso al interior de los pantalones organicos, me aparte del cuerpo de la mujercilla, que me invito entonces a bajar a la plaza, donde los hombrecillos jadeaban aun por aquel esfuerzo amatorio colectivo. La mujercilla, entre tanto, se ajusto la ropa interior y se recosto, aguardando la bajada del primer huevecillo. Deduje, por el poco tiempo transcurrido entre la copula y la puesta, que los huevecillos estaban ya en su interior, a la espera unicamente de ser fecundados. Quiza su aparato genital disponia, como el de algunos insectos, de una espermateca que los fertilizaba en el instante mismo de salir.

El proceso siguio la rutina de la ocasion anterior, pues al poco de la puesta (quiza el tiempo en esa dimension tuviera una naturaleza distinta de la que posee en la de los hombres grandes) las cascaras se quebraron y empezaron a aparecer hombrecillos completamente terminados que se pusieron en cola para tomar de las mamas de la mujercilla aquel elixir que paladeabamos todos y cada uno de los hombrecillos de la colonia, como si todos y cada uno acabaramos de nacer y necesitaramos de sus nutrientes. Cada vez que un recien nacido se agarraba al pezon de la mujercilla, sentiamos en nuestros labios su calor y percibiamos con ellos su textura. A veces, el desmayo con el que mamabamos era tal que perdiamos por la comisura parte de aquel liquido magico.

Cuando me encontraba paladeando el bebedizo obtenido por la boca del cuarto o quinto hombrecillo que pasaba por los pechos de la mujercilla ovimamifera, se corto de subito la comunicacion entre el hombrecillo y yo, como si uno de los dos hubiera entrado en una zona de sombra, y me descubri en mi dimension de hombre grande, tumbado indecentemente en el divan de mi cuarto de trabajo. Tenia las ingles inundadas de semen y habia empapado tambien el pijama y la bata, pues la cantidad de aquella polucion no se correspondia de ninguna manera con mi edad. Por lo demas, la copa de vino se habia derramado y el cigarrillo se habia apagado en el suelo, dejando una marca en el parque.

Me senti sucio y agradecido a la vez. Tambien pleno y vacio. Pero lejos de entregarme al abandono propio de las situaciones poscoitales, me levante raudo, empujado por un sentimiento de culpa muy propio de mi caracter, dispuesto a borrar las huellas de aquel desliz (de aquellos deslices, si a la practica del sexo anadimos el consumo de tabaco y alcohol). Limpie todo de forma minuciosa y corri ligeramente el divan para ocultar la quemadura del parque. Pense que en cualquier caso, si mi mujer la descubriera, yo pondria cara de sorpresa, como si para mi mismo resultara tambien inexplicable. El mundo esta lleno de misterios.

Aunque habia fumado con la ventana de la habitacion abierta, busque uno de los ambientadores a los que tan aficionada era mi mujer para borrar cualquier huella olfativa. Y mientras realizaba todas estas tareas, evocaba la aventura sexual (y amorosa) recien vivida y volvia a excitarme sin remedio. No lograba que se fueran de mi cabeza la forma de los pechos de la mujercilla ni el bulto de sus pezones dibujandose por debajo de la ropa interior organica. Tampoco sus poderosas nalgas ni el agujero de su culo, tan cercano al de su vagina. Mi pene habia errado indistintamente de uno a otro sabiendo que ambos conducian a dimensiones fabulosas.

Cuando lo hube recogido todo, me di una ducha larga (masturbandome bajo el agua caliente con el recuerdo de lo que habia hecho con la mujercilla), me puse ropa limpia y regrese a mi mesa de trabajo, donde tropece con el paquete de Camel y el mechero. En mi juventud se decia que la ilustracion del paquete, si uno se fijaba bien, representaba a un leon sodomizando a un camello y que tal era uno de los atractivos inconscientes de aquella marca. Aunque jamas habia prestado atencion a esa leyenda porque me parecia una groseria, ahora sin embargo me fije bien y comprobe que era verdad. Podia distinguir perfectamente al leon encaramado a la grupa del camello para consumar la copula. Tras envolver el paquete de Camel en una cuartilla que pegue con cinta adhesiva, lo escondi en las profundidades de unos de los cajones (el que mas papeles tenia), junto al mechero. Luego me puse a escribir el articulo que debia entregar al dia siguiente. Saque adelante un texto pobre, previsible, sobre los ultimos movimientos de la Bolsa. Mis intereses estaban en otra parte.

Por la tarde, cuando llego mi mujer, fui con ella mas solicito de lo habitual, como suelen hacer los hombres que se sienten culpables. Ella lo detecto y pregunto si me ocurria algo.

– ?Que me va a ocurrir? -dije volviendo el rostro, pues aunque practicamente me habia desinfectado la boca para borrar cualquier rastro del vino y el tabaco, temi que mi aliento me delatara.

Tras cenar y ver un rato juntos la television, ella decidio retirarse, pues estaba cansada, y yo regrese a mi cuarto de trabajo con la idea de retocar el articulo. Una vez sentado a la mesa, recorde el paquete de Camel escondido en uno de los cajones (y tambien en las profundidades abisales de mi cerebro) y supe que no podria irme a la cama sin dar al menos un par de caladas. Solo para tranquilizarme un poco, me dije. Con movimientos clandestinos, por si apareciera de repente mi mujer, rescate el paquete, lo desenvolvi con sumo cuidado y nada mas quitarle el papel con el que lo habia protegido llego hasta mi olfato el dulce olor del tabaco rubio, pues las hebras tenian el punto de humedad justo para propagar su aroma.

Con el corazon en la garganta, como si estuviera cometiendo un crimen, cogi un cigarrillo y el mechero y sali al pasillo para comprobar que todo estaba en orden. La puerta del dormitorio se encontraba, en efecto, cerrada y el silencio era total, por lo que supuse que mi mujer estaria ya acostada, quiza incluso dormida. No obstante, y por extremar las precauciones, decidi que seria mas sensato fumarmelo asomado a la ventana de la cocina, que daba al patio interior. Si mi mujer aparecia de improviso, podria dejarlo caer antes de enfrentarme a ella. Mientras fumaba, vi sombras en el piso de enfrente.

16

El hombrecillo continuaba fuera de cobertura. No habiamos vuelto a establecer contacto desde la ultima copula con la mujercilla, hacia ya una semana o mas. Tampoco habia visto a otros hombrecillos, pese a haber corrido muebles y objetos en su busca. Venian cuando querian y se iban cuando les daba la gana, siempre habia sido asi.

Entre tanto, la candidatura encabezada por mi mujer habia ganado las elecciones en la universidad y yo tenia la impresion de que se arreglaba mas que antes para ir al trabajo. Pese a no ser joven, poseia ese atractivo cruel que proporcionan la frialdad y la distancia y del que yo no habia sido muy consciente hasta entonces. Delgada, flexible y alta, conservaba las formas de una mujer de menos edad. Desde que conquistara la rectoria, me habia sorprendido observandola con un deseo sexual que no formaba parte de nuestro acuerdo matrimonial, de nuestros intereses. Podria parecer que lo que me excitaba era su nueva posicion, pero hacia tiempo que los honores academicos habian dejado de significar algo para mi.

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