abandonarme con mi ignorancia. Y que a fin de cuentas tan rapidos eran los acontecimientos y tanto variaban en el transcurso de tan corto tiempo que mas esperanzas podia tener el de sucederme que yo de permanecer obispo. Y pensara, ademas, que en llegando al desarrollo pleno de la curia del reino, la sede primada seria elevada a cardenalato, y quien sabe si el cargo le estaria reservado a el, si todo lo haciamos concertado y a su tiempo. Con lo que parecio quedar muy satisfecho.

Lo repentino de los sucesos, con mi llegada al obispado cuando tal idea ya me era ajena por completo, que parecia haberlo olvidado, me tenia sumergido entre suenos, sin acabar de poner los pies en la tierra. Diriase que eran los acontecimientos los que me arrastraban, o mas bien me dejaba acunar por ellos ya que tan placenteros me eran. Y asi transcurrio la ceremonia en que fui consagrado, mediante la lectura de la cedula de mi nombramiento: «Yo, Ethelvina, reina del rey Ethelhave, de glorioso recuerdo, yacente aqui en la capilla donde ha de recibir sepultura, ante Dios y en presencia del Consejo del Reino, de todos los dignatarios de la corte y los religiosos de este reino, habiendo invocado a San Pedro como Padre de la Iglesia y a Todos los Santos para que nos concedan su proteccion, inspirados por el Espiritu Santo, vengo en nombrar obispo primado…» que me sonaba tan lejana y envuelta en musicalidad celestial, pareciendome coros de angeles los que me rodeaban e inundaban mis oidos y espiritu con aquellos sones de intima melodia. Y livianos dedos de serafines me colocaron el alba y la estola, cargaron sobre mis hombros la capa pluvial, colocaron sobre mi cabeza la mitra y en mis manos el baculo. Y fue la misma Ethelvina quien luego deslizo en mi dedo el rico anillo pastoral, una enorme turquesa como nunca viera antes, cuya contemplacion me sacudio tan vivamente que se me despejaron las nubes del cerebro, volviendome a la realidad, pues hasta entonces permaneciera sonando. La primera idea que acudio a mi mente fue si habrian despojado al difunto obispo, mi antecesor, del anillo que ahora lucia en mi mano. Aunque el catafalco se encontraba situado en segundo lugar, despues del rey, y no me era visible desde el altar. Que lo mire con cierta repugnancia, o cuando menos recelo, pues que me recordaba cuan fragiles son las glorias mundanas. Aunque reflexionara de inmediato que era disparate tildar de mundana gloria tal solemnidad religiosa, pues nada se producia sin la voluntad de Dios. Precisaba acomodar mi mentalidad al alto cargo y responsabilidad a que habia accedido tan de improsivo, sin tiempo para digerir el cambio.

Y cierto que ya me sentia otro distinto cuando se arrodillo en la grada primero, y en rico reclinatorio despues, segun el protocolo que muy fielmente seguia el dean secretario que todo lo conocia por experiencias anteriores, mi senora Ethelvina, que venia humildemente a solicitar la intervencion de Dios en la sucesion del difunto rey Ethelhave, y luego que fueron elevadas las preces por todos los asistentes, que era la corte completa, escalonados en proximidad a Ethelvina de acuerdo con los protocolos y los cargos y linajes de cada cual, implorada que fue la inspiracion del Altisimo, vino el obispo a manifestar -y ya no me sorprendio pensar que el obispo era yo-, que estaba en la voluntad de Nuestro Senor nombrar a Ethelvina Senora de Ivristone y Regidora del Estado, y que asi fuera acatada por todos los asistentes, y por delegacion los ausentes, y todo el reino la reconociera como tal, quedando sujetos los que se opusieran en una u otra forma a las penas y rigores dispuestos por las leyes civiles y religiosas, que las primeras castigan con la perdida de la vida terrena, y las segundas con la eterna, pues quien se opone o actua contra los ungidos, que por el acto y voluntad de Dios adquieren un valor divino, contra Dios mismos proceden.

Cumplidos aquellos tramites, que eran previos segun mi dean secretario, y devuelto con ello al reino su estado legal, procedia atender a los difuntos que tan pacientemente aguardaran todo el tiempo. Y con gran pompa y solemnidad fue desarrollandose el rito que cumplia a las exequias de un rey, y el cuerpo de Ethelhave quedo colocado finalmente en el sarcofago preferente que en la capilla de los reyes tenia dispuesto. Y de paso tuve una ojeada para el otro lugar que quedaba vacio a su lado, pensando que estaba bien aparejado para recibir a Ethelvina en su dia, que no se sabia cuando, por la incertidumbre de conocer la voluntad de Dios primero, y por la fugacidad de las glorias terrenas despues. Que desde que fuera consciente de mi obispalia me habian crecido los razonamientos filosoficos y morales haciendome desdenar cuanto me rodeaba. Aunque era contradictorio cerciorarme al propio tiempo de cuan satisfecho me hallaba siendo centro del reino, como un ombligo, que ahora todo lo veia girar en mi entorno. Pues desde la humildad de mi vida me encontraba ahora encumbrado de tal modo que ya mis ojos se acostumbraban a contemplar solamente las cabezas de mi projimo, cuando antes les veia siempre los pies.

Llegue a sentirme orgulloso de mi mismo durante la ceremonia. Y ello influyo para que dedicase al obispo difunto, que por la voluntad de Dios dejara la sede vacante que me estaba destinada desde siempre, un funeral casi regio. E intempestivamente acudio a mi cerebro el recuerdo de Benito, que por afecto me revelo aquello que estaba escrito y acababa de cumplirse cuando ya no lo esperaba. Me parecio herejia y satanismo guardarle agradecimiento por sus atenciones. Pero algo se merecia, que a fin de cuentas en obligacion de perderme se encontraba, pero nunca se condujo alevoso ni traidor, sino comedido y considerado. Que la suprema leccion humana ha sido siempre la humildad. Pues si todos procedemos de Dios, ?que somos nosotros sino granillos de arena en una inmensa playa que abarca todo el mundo?

Tengo para mi que por humilde que fuera el obispo difunto, al que me hubiera gustado conocer en vida, su alma no podia menos que sentirse complacida por la ceremonia, que todo el clero se contagio inspirado por mi fervor, pues nada ennoblece tanto como guardar las honras de los que nos han precedido. Quizas porque aspiremos a que, en su dia, seamos del mismo modo honrados. Lo cual podria traducirse por vanidad. ?Pero que somos nosotros sino vanidad? Lo dice la Escritura. ?Cuanto trecho me faltaba recorrer todavia para acomodar mi pensamiento, y mis sentimientos ante todo, al nuevo estado!

Finalmente le dejamos acomodado en su sarcofago, en la capilla de los obispos, reunido con sus antecesores. Y aqui me cerciore tambien de que el siguiente nicho era igualmente magnifico, y con un respingo me separe, que Dios quisiera mantenerlo vacio por muchos anos.

Pienso que no solamente los vivos, sino hasta los muertos quedaron satisfechos, ya que tratarles mejor era imposible. Que es cuestion de honor mostrarles afecto y consideracion, pues viendose despreciados y como deshaciendonos de sus restos por puro tramite entrarian en el otro mundo empequenecidos, y nunca puede ser aconsejable inaugurar una nueva vida entrandole acomplejado. Que el estilo siempre ha sido importante.

Quedabanme alli los cuatro obispos foraneos encaramados en sus respectivos catafalcos, como esperando turno. Y finalmente les llegara, que con gran fineza sugiriome la senora fuera mas oportuno y politico enterrarles en sus respectivas diocesis, pues que sus fieles los tenian en gran estima y carino y asi lo reclamaban, y llevarlos se imponia, sin desmerecer los honores que para el rey y el primado se usaran, y asi habrian de ser trasladados los restos en procesion, todos cuatro, acompanados por el cortejo de nobles incluidos en la relacion que ella misma me entrego de su mano, y al ojearla vine en preguntarme por que razon se organizaba una sola procesion que habria de recorrer las cuatro ciudades a lo largo y ancho del reino, lo que llevaria mucho tiempo, mas el recorrido de grandes distancias, que todo podia evitarse partiendo el cortejo en cuatro grupos, cada uno encaminado directamente a su destino.

Sonrio gentilmente la senora y replico que de tal modo cada cortejo resultaria de reducida honra, y estaba segura pensarian los feligreses no haberse concedido suficientes honores a su obispo, que eran muy quisquillosos al respecto, y no convenia al nuevo primado ofender de entrada a los clerigos y a los fieles. Lo que se evitaria yendo toda la comitiva junta, pues asi siempre seria magnifica, resultando demostrativa y satisfactoria. Que circunstancias habia en este mundo en que merecia perder el tiempo y procurar las apariencias, como iria viendo en el desempeno de mi nuevo cargo que con tan buen pie habia comenzado, pues que ejerciera como si toda la vida estuviera ensayando. Cumplimiento y parabienes que me halagaron, viniendo de tan eximia senora, quien parecia poseer el don de gobernar con apacible trato y superior inteligencia para que todo resultase concertado en el gobierno.

Por cuanto llevaba aprendido dabame la impresion de cauta y pensadora, que todo al parecer lo tenia previsto, y habilmente procuraba lo mas conveniente para el Estado. Asi me lo confirmara mi senor el caballero, a quien referi las instrucciones y mi extraneza de cargar sobre los nobles y caballeros bastardos la tarea de tan largo peregrinaje por los polvorientos senderos del reino, al que girarian una vuelta entera consumiendo al menos cuatro meses en el retorno. Maxime cuando deberian moverse con numerosas escoltas y sequitos, amen de la lentitud que el transporte de los muertos impone, y el otrosi de dos semanas de funerales en cada poblacion, que habian de efectuarse los enterramientos con muy solemnes ceremonias que enaltecieran a los que habian entregado su vida por la patria, en defensa de su rey y de su Dios.

Avengeray sonrio; manifesto que no debia causarme sorpresa tan grande fasto y pompa, pues que la senora pretendia mantenerlos apartados de la corte todo el tiempo posible, que entre tanto ordenaba levas y reclutamientos para levantar un ejercito en precaucion de la amenaza de invasion por parte del Reino del Norte,

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