esposas. ?Como coincidieron para venir, si se encontraban en lugares distintos? Dominado el furor que me produjo su repentina aparicion, me prometi ocuparme de ellos al acabar la ceremonia, pues falta de disciplina, y grave, era.
Encare el altar junto a Elvira. El obispo, revestido de pontifical, se aprestaba a iniciar la ceremonia. Es dificil reflejar los sentimientos que me embargaban. Recuerdo una sensacion de hallarme flotante en el espacio, desligado del pasado, presente y futuro, como si la vida se cinese a aquel preciso instante en que nuestras almas se fundirian en una, como el obispo nos explicaba los ultimos dias, al ensayar la ceremonia que deseaba tan perfecta que no aceptaba improvisacion alguna, como el momento mas importante de su vida. Fiel me era, en verdad, el obispo innominado.
Y apenas habia iniciado los prolegomenos cuando le interrumpio grande estruendo de hombres de armas, quienes irrumpieron como rayos que desencadenan una lluvia de fuego que a todos nos envuelve.
Al volverme sufri tan profundo choque que me crei poseido de locura. Pues el cambio experimentado me hundia, desde la gloria de mi felicidad, en lo mas profundo del averno. Infierno representado por aquella horrenda horda vikinga, armados de hachas de doble filo, picas, espadas y arcos montados con la flecha pronta a volar, embrazados los escudos, cubiertos de pieles y sobre la cabeza el casco que les distinguia, tantas veces contemplados en el campo de batalla. Con mayor rapidez que se tarda en comprenderlo rodearon a los bastardos y sus acompanantes, a los que atacaron de muerte. Tan fulminante la accion, cogidos de sorpresa, que apenas si alguno tuvo tiempo de desenvainar la espada. Cayeron con la cabeza partida en dos merced a un tajo del hacha de doble filo. Pienso que la carniceria habia concluido antes de que mis pupilas se percatasen del conjunto.
Otro grupo de arqueros, situados en la escalinata central, por lo que dominaban el recinto desde su altura, dispararon contra algunos caballeros ancianos del consejo que intentaron blandir las armas. En un segundo la muerte sembro de cuerpos el pavimento, tan rapida que apenas si tuvieron tiempo de exhalar un grito de agonia, que fue devuelto por los muros petreos de la capilla.
El instinto llevo mi mano a la espada, mas una red habilmente manejada cayo sobre mi y quedaron mis brazos sujetos y yo prisionero. La espada cenida a mi pierna, desenvainada pero no blandida, inutil en su desnudez. En derredor se agitaban los furiosos vikingos, algunos de los cuales sujetaban los cabos de la red que me embarazaba. Comence a forcejear dentro de aquella prision con una furia nacida desde la desesperacion que acababa de poseerme. Inutil todo esfuerzo: la tension de los cabos me convertia en un fardo abominable.
Observe movimiento en la parte superior de la escalinata, entre los arqueros vigilantes, y aparecio la figura descomunal del rey Thumber. Avanzo hasta la balaustrada: nos contemplo con satisfaccion no disimulada, distendido por una mueca triunfal su amplio rostro cruzado de cicatrices. Me percate de que era el unico que no portaba armas. Alterar su habito en ocasion tan singular revelaba la seguridad que sentia. Era una provocacion, un insulto. Pero estos razonamientos tarde en concebirlos. Entonces notaba solamente que a su lado caminaba el escudero con las armas.
La expectacion despertada le hacia gozarse del golpe maestro logrado merced a su proverbial astucia. Libaba en aquel instante el hidromiel glorioso al contemplar envuelto en una red a su mortal enemigo, humillado, vencido, ultrajado en su dignidad de hombre y en su honor de caballero cristiano, el cual soportaba una verguenza que impregnaria hasta el ultimo recoveco de su espiritu, y le haria morir con el estigma de esta indignidad. Pudiera ser que la leyenda convirtiera la hazana en mi favor, me mostrase virtuoso al soportar con humildad la desventura, me considerase un elegido del cielo. Inclusive que los demas olvidasen, mas el deshonor quedaria impreso en mi por el resto de mi existencia. ?Lo olvidaria mi amada Elvira? Lucia palida como si la hubiera visitado la muerte, fijos sus ojos en Ethelvina, inmovil, serena y bella, que hasta parecia trascender de sus pupilas una liviana sonrisa enigmatica, como si en vez de sorpresa existiera regocijo. ?Era traicion maquinada por ella? La sospecha me resulto un golpe tan fuerte como si me destrozasen el craneo de un mazazo, despues de penetrar el casco de acero. La misma interrogante aprecie en el rostro de Elvira, cuyos temores se veian cumplidos. Tan bien dispuesta fue la celada que la tropa quedo neutralizada sin lucha, pues no habia senal de combate. El mismo Thumber no empunaba arma, con ser fama que no la soltaba ni en suenos, para mi humillacion.
La vision del odiado enemigo, consumada la mayor de sus burlas, me causaba furor. Me revolvia dentro de la ominosa red, los cabos tensos por las manos de los guerreros. Me llenaban de oprobio entre todos. Sonaba el imposible de libertarme y arrancarles, de un solo tajo, el alma. O volver contra mi la espada, pues la desesperacion me empujaba a matar o morir. La contemplacion de aquellos cadaveres sobre el pavimento me enajenaba.
Me llego la voz potente del vikingo, que resono como un trueno contra los muros: «?Tente, Avengeray, tente! ?No has adivinado que ellos me llamaron? ?Estas encerrado en un nido de viboras! ?Envuelto en traiciones!».
No era mi situacion propicia a alcanzar el significado de sus palabras. Recuerdo que le dirigia insultos; pedia me libertase y aceptara luchar. Me enardecia que Oso Pagano despreciase mi furia con risotadas y replicara con razones que yo no escuchaba ni podia encontrarme en disposicion de comprender. Solo demandaba luchar, luchar, matarle o morir. «?Por que voy a luchar contigo? Yo no soy cristiano. No me obligan tus famosas reglas de caballeria. No suenes, Avengeray. Se practico. Todo es mio ahora; puedo matarte si quiero. ?Dame, si no, una buena razon para que no lo haga! Y aceptalo como una decision del destino, que manda sobre nosotros. ?Que quedaria del bien en este mundo si no lo fustigase el mal?»
No reflexionaba. Por primera vez en mi vida me encontraba indefenso, incapacitado, convertido en impulso irrazonable. Y mi fortaleza, justo es reconocerlo, comenzaba a debilitarse, consumido por el arrebato de mi pasion, como la pez arde en la antorcha hasta consumirse. Pues mi tension era un derroche de energias que me estaba conduciendo a la nada.
La voz de Elvira, con una firmeza que jamas antes le reconociera, resono junto a mi. «?Yo te dare esa razon que demandas!» Y se encaminaba a la escalinata para subir hasta Thumber. Ni podia evitarlo ni conocia sus pensamientos; solo me apercibia de su desesperacion. Debia de considerarse amenazada de muerte por la traicion de su madre, como tanto temiera. Y desearia suponer que tambien recelase por mi vida e intentase desesperadamente salvarme. No sabia. Pues ya mis reflexiones eran mas instintivas que racionales. Me abandonaban las fuerzas. Sentia oscurecerseme el cerebro.
Recuerdo haber clamado a gritos me matasen para librarme del deshonor. Con la espada inutilmente sujeta a lo largo de mi cuerpo, enfundado en la red, debia de ofrecer el espectaculo mas bochornoso que pudiera concebirse, sombra ridicula de un caballero deshonrado por la mas ignominiosa de las burlas. No podia pensar en otra cosa que la muerte.
«?Llevadles a las mazmorras! -escuche tronar la voz potente de Oso Pagano-. ?Conservaran la vida por haberlo prometido a mi senora la princesa Elvira!».
«?Matame, matame, matame!», es mi ultimo recuerdo, la voz vacilante, las piernas negandose a sostenerme.
Senti que me arrastraban. Me elevaron en peso, y asi no hube de pisar los petreos escalones. Descendimos. Despues se abrieron puertas chirriantes y me envolvio un halito denso y humedo de paja podrida.
Me arrojaron sobre el heno.
VII
Tres semanas permaneci privado. Pero referire los acontecimientos por el orden en que sucedieron, segun conoci despues, para evitar confusiones al que leyere.
Desconfiado en la guerra y en la paz, el fiel Teobaldo marcho hacia el sur receloso por dejarme con la unica proteccion de la guarnicion del castillo. La atencion fija en los bastardos y sus amigos, contra los que jamas dejara de prevenirme, y a fe que andaba cierto.
Destaco exploradores tan pronto hubo avanzado lo suficiente, pues deseaba obtener una orientacion cabal antes de alcanzar las guarniciones. Estos le confirmaron, segun regresaban apresuradamente, que unos antes y otros a continuacion, los bastardos y sus companeros se ausentaron de los enclaves. Nadie conocia su destino, pero si que cabalgaban en la misma direccion.
No espero mas. Mando volver grupas y, con paradas solo para que descansaran los caballos, pues los caballeros dormian sobre la marcha, emprendieron el regreso al castillo. Por el camino envio mensajeros a las fortalezas con ordenes de que convergieran un millar de soldados sobre Ivristone. Pues si ignoraba lo que pudiera