suceder sospechaba gran traicion. Como a los otros tanes, su honor le impulsaba a salvaguardar a su senor, mientras se reprochaba haberme dejado sin proteccion adecuada, aunque fuera por obediencia.

Seguido por aquella tropa cabalgo delante con su escolta de sesenta guerreros de nuestra mesnada, pues el menor numero y la ansiedad por mi suerte les concedia mayor velocidad.

En la amanecida del dia siguiente al que se consumara el asalto avistaron Ivristone. Pero los invasores habian huido. Avisados por los vigias, pues Thumber no podia descuidar la vigilancia en semejante ocasion, abandonaron el castillo de retirada. Teobaldo solo encontro las ruinas del saqueo, esparcidos cortinajes y muebles, arrancadas lamparas y panoplias, derribados los escudos y armaduras, restos afligidos de una tormenta que le estrujo el corazon al contemplar los cuerpos inertes de gran numero de servidores, encadenados y heridos, atados a las columnas para ser testigos de aquella noche de orgia pagana en que sus mujeres fueron forzadas, las cuales aparecian destruidas, errantes unas, inmoviles otras, envueltos todos en un infierno de gemidos y lamentos, perdido el vigor de los cuerpos y la conciencia del alma.

Sumido en sombrios presagios mando desatar a los desgraciados y prestarles alguna ayuda. Dedicose el a buscar entre los cadaveres esparcidos por el gran salon y otras dependencias, y hasta en la misma capilla, donde todavia le causo mayor confusion encontrar los cuerpos de los bastardos y los nobles levantiscos. Acostumbrado a enfrentarse gloriosamente con la muerte en el campo del honor, le sobrecogia aquella hecatombe. Y le atenazaba el corazon cada vez mas no encontrar signos de lucha en todo el recinto, ni mis restos, ni los de nuestra senora Elvira, ni tampoco a Ethelvina. Por lo que concibio la idea de que la horda pirata nos habia arrastrado como cautivos para solicitar rescate. Y quedaba fuera de toda duda que les acompanaron los guardias del castillo, pues ni uno solo aparecia. Dispuso que el cuerpo de guerreros de Ivristone se desplegase en seguimiento de los piratas. Pero retuvo trescientos soldados para engrosar nuestra mesnada. Y con tales fuerzas penso seguir a Thumber, pues ninguna duda tenia sobre el autor de tan audaz y salvaje hazana, culminada gracias a la traicion de los cristianos. Si bien le confundia haber encontrado los cuerpos sin vida de los bastardos y sus secuaces, a los que pensaba autores de la felonia. Cuestion que no podia preocuparle ahora en exceso, pues que se imponia salir en mi defensa sin perder tiempo.

Montaba el caballo cuando le avisaron que su senor, Ethelvina y sus damas, los ancianos consejeros supervivientes y hasta nuestro santo obispo, yacian sepultados en las mazmorras, adonde acudian criados para liberarles. La cabalgada de Ivristone ya se habia adelantado en persecucion de los huidos. El bajo al sotano para comprobar las noticias.

Ethelvina abandono la celda con premura tan pronto abrieron la puerta. Dejo atras a sus damas, que ya eran viudas. Subio aceleradamente por las pinas escaleras en procura de sus dependencias, donde tuvo la inmensa alegria de comprobar que los piratas no descubrieran la camara secreta en que reposaba intacto el tesoro. Esto le valio las criticas de la corte, pues lo habia antepuesto a conocer el destino de su propia hija, por la que no llego a preguntar ni manifestar preocupacion alguna en aquellos instantes iniciales.

Sus damas corrieron a encontrar los restos de sus esposos muertos en la capilla. Les lloraban desconsoladamente, con grandes manifestaciones de dolor. Nunca podriamos sospechar si por las mentes de tan frivolas hembras cundia la idea del modelo de tocas de viuda que deberia confeccionarles Monsieur Rhosse, el cual surgio todo medroso, empavorecido y entumecido por la larga permanencia en el escondite que le salvara la vida. Aunque pienso se hubiera librado igual, pues que los barbaros sienten la misma reverencia por los indefinidos que por los locos, a los que consideran sagrados. Mas Monsieur Rhosse debia de ignorarlo cuando no penso en cerciorarse. Y pues fuera testigo de la noche salvaje se convirtio en el descriptor unico e ideal; los demas le atosigaron para que, sin abandonar sus expresiones caracteristicas, sus aspavientos y desprecio por la violencia, malos modos y obscenidades de semejantes barbaros paganos, relatase cuanto vieran sus ojos, que todavia no lo creia el mismo. Tamano habia sido el espectaculo. Fueron las viudas quienes mas le estrecharon para que lo contase, salpicado el relato con gestos provocados por el horror y la abominacion de lo contemplado. Pensaba, por la insistencia que ellas ponian en forzarle a explicarse, que pudiera existir alguna secreta complacencia, que enigmas existen en los espiritus que jamas llegaremos a desentranar. Y aquellas damas bien demostrada me tenian su livianeza, aunque otra apariencia se esforzasen en mantener cuando se encontraban en el salon con Ethelvina.

Ya me rodeaban algunos servidores cuando llego Teobaldo. El santo obispo permanecia arrodillado a mi lado, sumido en oraciones. Tambien Teobaldo inclino la rodilla tras comprobar que me hallaba con vida; resbalaron por sus mejillas las lagrimas y besaba mis manos y mi cara dando gracias a Dios por haberme salvado.

Mientras lamentaba el estado en que me encontraba y maldecia a los traidores y a nuestro mortal enemigo, mando que una docena de soldados me trasladaran en sus brazos a la camara, arriba, donde Ethelvina cuido de que fuera acondicionado y atendido. Mas Teobaldo no permitio que me tocasen otras manos sino las suyas y las de nuestros guerreros, algunos de los cuales permanecieron en el aposento, apartados pero visibles, y con otros guarnecieron todos los accesos exteriores. Aun con gran respeto por su condicion de mujer y de regidora, hizo ver a Ethelvina que mientras su senor permaneciese inconsciente cumplia a el mi salvaguarda, lo que entendio la senora, que respetaba a Teobaldo y le comprendia. No obstante extremo su celo, y en compania de sus doncellas atendio al menor de mis cuidados. Los fisicos y sanadores dictaminaron que no habia dano alguno en mi cuerpo y que el reposo recuperaria mi espiritu y me devolveria a este mundo.

Lo que, afortunadamente para todos, sucedio por fin. Aunque todavia transcurrieran algunos dias antes de darme cuenta de la tragedia, de la burla a que me sometiera aquel azote de Dios: tras humillarme y deshonrarme me habia arrebatado a mi muy amada esposa, la santa Elvira, mi queridisima doncella. ?Como pudo transformarse de repente, pues era debil y sutil, hasta dominar el tumulto e impresionar al demonio vikingo, al que sabia mi enemigo mortal, y llegar a contraer con el matrimonio? ?Golpe funesto fuera conocer la historia! Dudaron en contarmela, mas finalmente el obispo cumplio el que resultara el mas penoso de todos sus deberes, que tanto me dolio su propio sentimiento como mi sorpresa, rabia y estupor. ?Pues como consintiera ella desposarse con un tal salvaje? ?Donde quedaba nuestro amor?

Nunca existio caballero mas infortunado que yo. Condensadas todas las desgracias en su plenitud se derrumbaban sobre mi. Atormentado por desconocer las razones de Elvira, me era incomprensible su determinacion cuando existia entre ambos un secreto que nos ligaba para siempre. El santo obispo me contemplaba compasivo, e intentaba aliviar mi dolor con el reflejo balsamico de su santidad; me confortaba con santas palabras de Dios y de los Evangelios, de los sufrimientos de Nuestro Senor Jesucristo en la Cruz, cuando en torno suyo se le derrumbo todo el mundo en que se habia desenvuelto, pues era su dolor mayor que mi dolor ya que no hubo jamas otro semejante, ni lo habra.

Resultaba posible hablar libremente, pues hacia dias que los guardas de vista abandonaran la camara donde me encontraba ahora solo con el obispo. ?Llegaba el a comprenderlo?

«Me doy cuenta cabal, mi senor, pues que conozco vuestro secreto, que me revelasteis durante vuestro delirio en la mazmorra. Y he cuidado que nadie mas lo conozca: habeis perdido una esposa y un hijo.»

Demande al obispo considerar la materia secreto de confesion y asi lo hizo. Aunque no aclararlo contribuyera a que Teobaldo y otros me considerasen torpe.

Todavia se sucedieron muchos dias antes de que se me permitiera abandonar el lecho. Atormentado por la sola ocupacion de pensar, medir, pesquisar los moviles y motivos que desencadenaron los acontecimientos. Me di cuenta de la indiferencia de Ethelvina por la suerte de Elvira, aunque se mostrase amorosa en cuidarme. La tropa que saliera en persecucion de Thumber regreso fracasada, pues nunca lo alcanzaron. Se habian llevado a Elvira con sus doncellas, y nada sabiamos.

?Seria cierta la sospecha que me surgia? ?Habria sido traicion de Ethelvina? Me parecia leerlo en el fondo de sus ojos. Y capaz lo era, si ello servia a su ambicion. Mas todavia si lograba eliminar a su rival, como sospechaba Elvira. Dudas, horribles dudas que me laceraban sin que hallara explicacion. Aunque no lograba unir la consecuencia entre el comportamiento de Ethelvina, si obra suya era la traicion, y la decision de Elvira, pues que con ello no solamente servia a los deseos de su madre, sino que revelaba un desamor hacia mi que me era imposible admitir. Pues nos unia el hijo que llevaba en sus entranas, nuestro hijo secreto, al que lloraba ante el presentimiento de que jamas lograria conocerle.

La guarnicion del castillo era numerosa. Ahora se incremento por la llegada de Cenryc al frente de un millar de guerreros de nuestra mesnada. Se pusieron en marcha tan pronto les llego la noticia. Cenryc hizo valer su autoridad para que Aedan, Alberto y Penda cubrieran los Pasos de Oackland con el resto de las tropas, pues todos querian acudir para reunirse con su senor, morir o perseguir a Thumber para vengarme, como estaban obligados.

Вы читаете Regocijo en el hombre
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату