acercado y merodeaba con sus brazos, como protegiendome. Temia, sin duda, que el tiempo le estaba robando mi corazon.

II

«?Viste la alegria reflejada en los rostros de los que regresan y en los de quienes aguardan? Si eres amigo mio, dime por que, en cambio, discuten siempre mis padres.»

Mintaka reflexionaba. La solicitud implicaba algo que no podia resultarle agradable: confesarme sus intimas deducciones sobre el hombre al que se consideraba unido por amistad y por sangre.

«Nunca mas estuvieron juntos despues de aquella noche de su matrimonio. El rey esta convencido de que nunca lo ha amado; teme al veneno o al punal.»

«?Lo crees tu?»

No le daba facilidades. Reconocia que no me hubiera gustado encontrarme en su lugar. Pero deseaba, precisaba aclarar estas dudas e inquietudes que me embargaban tanto tiempo.

«Conoces que era yo opuesto al matrimonio: carecia de logica. Por esa razon lo acepto el rey. Creo que el impulso de la reina fue sincero. Nunca se sabe. Mas, cuando se le enfrio el corazon y se le aposento el odio, ya todo era irremediable. Una pareja que no encuentra su armonia en el lecho tampoco se entiende en todo lo demas. Pienso que aquella noche resulto excesiva para ella.»

No conocia a mi madre fuera de su casa larga, rodeada de las doncellas, ocupada en regir el reino durante las larguisimas ausencias de mi padre, y en el taller de bordados y artesanias. Famosos eran sus primores en todo el reino. Y siempre presencie las mismas escenas al regresar el rey. Despues marchaba este a la casa donde se albergaban las esclavas que en largos anos habia ido reuniendo, concubinas jovenes y de esplendida belleza. Mi madre le reprochaba entretenerse con todas las mujeres, con altivez y desprecio. Pero yo habia adivinado que era un pretexto para justificar su retiro y separacion. Y hasta creo que tambien lo sabia mi padre y por ello sus respuestas nunca obedecian a la realidad de sus sentimientos, sino a lo que cumplia manifestar para justificar ante los demas lo inevitable.

«Para un hombre del norte, sujetarse a una sola mujer y rechazar a las otras es como volver la espalda al enemigo», y todos le reian la mofa, pues cada cual poseia tantas como su riqueza le permitia. Y era natural que el rey sobrepasase a todos en numero y belleza.

«Ningun paisano tiene padre reconocido -anadia-, a menos que deba heredar algo: entonces todos cuidan su genealogia.»

Pensaba que el enfrentamiento entre ambos era natural, pues que mi padre se comportaba como era costumbre y ley de su pueblo, mientras mi madre profesaba una religion diferente, muy estricta en ciertos aspectos, y aun contraria a algunas leyes naturales que seguian los hombres del norte.

Curioso resultaba contemplar al rey cuando visitaba a su esposa, siempre presentes las doncellas. Como era brusco y poco refinado, al igual que sus vasallos, frente a la reina trataba de guardar compostura, adoptando un aire forzado. Sin duda le afectaba el aspecto fino de la princesa rubia y transparente, cultivada de espiritu, que tania laud y pulsaba delicadamente todos los instrumentos, fuera arpa o sistro, como la balalaika que comprara a unos mercaderes que vinieron de Oriente. Realmente parecia un oso entre las damas que tejian primores o bordaban, o hacian musica mientras otras bailaban, ocupadas siempre en algun menester de arte. Mundo tan diferente que mi padre debia de sentirse desplazado e incomodo, pues el contraste resaltaba mas su tosquedad. Quizas fuera proposito de mi madre humillarle. Aunque nadie seria capaz de adivinar los verdaderos moviles que la guiaban, enigmatica y dificil de comprender. Encerrada siempre sobre si misma. De tal modo, el rey respiraba satisfecho cuando se marchaba, y procuraba que sus visitas, de simple protocolo, resultaran cortas. Luego bromeaba con Mintaka.

«No es la mas humilde de las esposas, pero es la mejor de las reinas. ?Conoces otro pueblo mas rico en su pobreza y respetado que el nuestro? Se lo debemos a su sabia administracion, que algo habia de heredar de su madre. ?Y os figurais que no solo administra el reino, sino que ha reunido un tesoro incalculable?»

«?No temeis que pueda emplearlo en algun proposito que no os resulte conveniente?»

«Jamas podre conocer las ideas que encierra en el fondo de su mente. Pienso que suena convertir a nuestro hijo en un poderoso rey, puesto que su madre fallecio sin dejar un heredero a Avengeray.»

«?No odiara tambien a Avengeray, que le fue infiel?»

?Como podia adivinar reconditos pensamientos que jamas fueron expresados, antes bien disimulados? Hasta le era dificil entenderle los mas inmediatos.

«?Puedes tu imaginar los sentimientos de la reina, que es a la vez madre? Tampoco la reina Ethelvina resultaba facil de comprender.»

Les escuchaba. Me daba cuenta de que todo se desarrollaba en torno a mi, aunque nadie lo expresase. Lo presentia al principio, y llegue a adquirir absoluta seguridad. Pero hasta entonces fuera solamente receptivo: en adelante me preocupaban los origenes de todo.

Ultimamente me asaltaba el desconcierto, pero vivia a gusto entre mi madre y sus doncellas, y apenas salia. Por ello al regresar mi padre cada otono mostraba disgusto y llegaba a gritar; manifestaba que me convertirian en flojon y marica, como lo peor que pudiera ocurrirle a un hombre del norte. Pues el vikingo debe sobrevivir a causa de su furor, o al menos del espanto que infunde a sus enemigos.

«No me deis un batuecas para gobernar el reino. Un alfenique no puede manejar los destinos de nuestro pueblo. Dadme un hombre recio, entero, luchador y valiente, que no retroceda ante peligros y contrariedades. Que aprenda a sufrir en su alma y en su carne los rigores de la desdicha, templado en el yunque de la adversidad. Es por esto por lo que admiro al que fuera vuestro caballero. Como la espada se fragua batiendola con el martillo, asi el alma golpeada adquiere el temple de los heroes.»

Mi madre aparentaba indiferencia ante las razones del rey, siempre ruidoso y violento, a pesar del esfuerzo por dominarse. Y cuando concluia expresaba sus pensamientos con voz atemperada, un susurro junto al trueno de mi padre.

«Concededme autorizacion para enviar a nuestro hijo al Pais de los Cinco Reinos, donde sera educado en su corte. Os lo he solicitado muchas veces.»

«Eres tan ambiciosa como tu madre -replicaba enfurecido-, y no lo siento por mi hijo. Mejor que un gran rey prefiero convertirle en un gran hombre. Despues alcanzara hasta donde sus meritos le conduzcan.»

«No llegara por si solo: nadie llega solo. Debe ser educado en una corte civilizada y conducirse como un caballero cristiano.»

La furia de mi padre iba en aumento:

«Mencionais a los cristianos exclusivamente para ofenderme. ?Pensais que existe alguna diferencia entre vos y yo? ?O entre Avengeray y yo mismo? ?Creeis que no se por que me tomasteis por esposo? Si acepte no lo imputeis a ignorancia: quise jugar con el destino. No podia rechazar la mejor oportunidad de mi vida para burlarme de aquel caballero.»

«Pensais que el fin justifica los medios, cuando son ellos los que deben permanecer al servicio del hombre. Ya es tiempo de abandonar una lucha tan tenaz como inutil y proceder en conciencia.»

La risotada del rey debio de estremecer los muros de madera.

«La conciencia es la excusa de los debiles y cobardes: siempre pierden los honrados.»

La reina debio de pensar que nada le quedaba por anadir. Mas el rey, colmado, pensaria diferente, como era habitual entre ellos.

«Errais, como siempre, senora. Porque vuestra vida arranca de la mas grave equivocacion que jamas hayais podido cometer y, en vez de reconocerlo, quereis hacernos pagar a los demas vuestra culpa. Sabedlo de una vez: no siento enemiga contra vuestro caballero por su tenaz persecucion; al contrario, le admiro por su valor. No guardo contra el resentimiento alguno, pues el odio es una pasion propia y exclusiva de los civilizados.»

«Lo enfrentais porque os gustaria matarle.»

«Jamas lo he deseado. Uso de mi fuerza para ganarme la vida y mantener el reino. Y admiro a Avengeray, aunque lo haya burlado, por ser capaz de vivir iluminado por un ideal. A la vez que le respeto porque conozco su fuerza: es tan digno adversario que incluso podria vencerme y matarme en una lucha breve. Me enorgullece luchar contra enemigo tan noble. Ni el acepta los combates largos ni yo los cortos. ?Bravo y astuto Avengeray!

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