padre, me retenia a su lado, acompanada de sus fieles doncellas, que nunca fueron esclavas sino libres. Quienes parecian compartir sus mismas ideas respecto del pueblo vikingo. Con lo que todas se esforzaban en preservarme con mimos y cuidados de la contaminacion de semejantes barbaros, que inculcaban a sus hijos, desde la cuna, la necesidad de matar, el desprecio por la muerte y el culto reverencial de la estirpe y mantener su honor, el deber mas sagrado de nuestros hombres. Renegaba del rey, y me destacaba que, a pesar de todo, pertenecia a su familia.
Sin que aquellas discrepancias y querellas fueran inconveniente para que, durante las ausencias de su esposo, cumpliese la reina escrupulosamente sus obligaciones de gobierno. Aunque los consideraba barbaros y groseros, gobernaba con prudencia y conseguia que el reino funcionara en paz; luchaba por mantener la armonia entre aquellos vengativos, crueles, rapaces vasallos, que se estimaban tan libres y poderosos como el mismo rey. Y, sin embargo, se doblegaban a la dulzura y tacto de mi madre, que sabia como dirimir sus disputas y suavizar sus rencillas, a veces originadas como consecuencia de la politica partidista de la Asamblea, situaciones que ella trataba de corregir con paciencia y justicia. Hasta conseguir el carino y respeto de los subditos, que la alababan por su prudencia, ajenos totalmente a las cuestiones que la enfrentaban con el rey, todo lo cual quedaba en querellas domesticas, pues a ninguno interesaba. Apenas si Mintaka y yo conociamos la verdadera situacion, aparte de mi padre, la reina y sus doncellas, que eran su espejo y su eco.
Incluso cuidaba de las concubinas del rey. De acuerdo con el credo de todo buen vikingo, al ser esclavas carecian de alma, y por ende solo eran un cuerpo, una apariencia humana. Los hijos adquirian esta misma condicion, por lo que nunca serian considerados hijos de Thumber, sino esclavos. Ni siquiera poseian el derecho, no ya de ir al Walhalla a su muerte, sino a descender a los infiernos. Todo acababa para ellos con la muerte; su infierno era la vida que soportaban en la tierra. Mi padre no consideraba que le nacieran tales hijos, los cuales juntamente con sus madres vivian en una casa larga al otro lado del poblado, donde aquel pasaba gran parte de su tiempo. Pues solo acudia a casa lo necesario para salvar las apariencias.
Dictaba a mi madre su religion considerar a todos los humanos iguales, obligandole a derramar sobre ellos sin distincion el amor que a todos iguala ante su Dios. Pero la reina no podia ocultar su desprecio por aquellas barraganas del rey, como las designaba, sin que al parecer tuviera mas significacion el sentimiento que preservar su dignidad de esposa oficial y de mujer, aunque entre vikingos no fuera necesario. Mas, secretamente, se complacia en que el rey mantuviera sus entretenimientos, que estimulaba por conveniencia propia, y hasta cuidaba de que nada les faltase, y proveia a todas sus necesidades a costa de la hacienda del rey, como cumplia. Ademas de justificar su propio comportamiento se incrementaba con ello nuestro patrimonio, puesto que cada hijo que les nacia engrosaba nuestra cuenta de esclavos. Al menos era la explicacion que recogi de Mintaka la primera vez que le expuse mi sospecha, corroborada por mi entendimiento conforme pasaron los anos.
El amor que todo el pueblo sentia por la reina tuvo su culminacion aquel dia en que las trompas y cuernas emitieron breves pero constantes sonidos profundos, lastimeros, quejumbrosos, pues anunciaban una invasion. El peligro mas temido por el pueblo. Se suponia que alguna flota pretendia invadir Corona, atraida por la codicia, pues eran fama los ricos botines que el rey Thumber traia cada otono. Se demostro el cuidado y prevision puestos por ella en el gobierno. Se alerto a los viejos guerreros y a los jovenes que quedaban en el poblado, quienes se dirigieron al lugar senalado, y colocaron todos los barcos en linea sujetos con cuerdas a proa y popa. Formaban asi una barrera que impediria el paso de los enemigos si penetraban por alli, donde se entablaria la batalla.
No fue necesario. Pues sobre las dos cimas del promontorio que cerraba la entrada del fiordo habia dispuesta gran cantidad de troncos sujetos con estacas, contenidos por cuerdas, que al penetrar la escuadra enemiga fueron cortadas, y cayo sobre los navios una avalancha de maderos. Como la altura era colosal perforaron los barcos y machacaron a los hombres.
El pueblo celebro una gran fiesta en honor de la reina, y cuando regresaron los guerreros en el otono lo festejaron tambien. El mismo rey se mostro orgulloso de la hazana y prevision de su esposa.
Al salir al mar navegamos con las velas, y por las noches dormian los hombres encerrados en sus bolsas de cuero que les preservaban de la humedad. La camaraderia se acentuaba conforme progresaba el viaje, pues desde el principio comparti con ellos el esfuerzo y la comida, tambien el entusiasmo que sentian por el mar y por el barco, como si fuera este un hijo de carne y hueso o una amante, tal amor le profesaban. Era de maravilla comprobar como se guiaban por los montes, ensenadas, arboles de la ribera, cualquier accidente que fuera una variante en la costa, a cuya vista navegabamos hacia el norte, mientras consumiamos los dias. Nos deteniamos por la noche y bajabamos a tierra, donde se montaba el caldero sobre el tripode, se encendia fuego y se cocinaban gachas, el pure, y se cocia la carne. Durante el dia las comidas tenian lugar a bordo, sin interrumpir la navegacion, con el pan que ya se nos iba haciendo duro, mantequilla, jamon y carne salada, y bacalao.
Comenzaba a tomar carino a aquellos viejos y antiguos guerreros, a los que mi madre llamaba bandidos, hez del pueblo. Sin duda porque todos ellos acompanaban a mi padre cuando el asalto al castillo de Ivristone, testigos y protagonistas de lo que consideraba primeros antecedentes de mi vida. Eran de escuchar las carcajadas que les despertaba la evocacion de aquella noche salvaje que siguio a la ceremonia de la boda, sus bromas acerca de las mujeres anglias, que decian ser tan escasas de carne que, al abrazarlas, les producian dano con los huesos. Tantos fueron los dias de navegacion que para combatir el tedio fueron hilvanando recuerdos e historias, y asi me refirieron la jornada que yo habia escuchado en otras bocas, la batalla del Estuario del Disey, mitificada por Mintaka como una astucia mas de mi padre.
Estos amigos referian que Thumber era consciente de que una batalla frontal con Avengeray significaria el final de ambos y sus tropas, ya que las fuerzas eran tan iguales, tan diestros los guerreros, niveladas en poder y en astucia. Pensaba mi padre acertadamente que al ser tan hondo el encono del caballero, ninguno podria retroceder una vez enfrentados. Fue la razon de supervivencia quien le aconsejo el cambio de posicion inesperadamente, eludiendo el enfrentarse con Avengeray, y atacar a mi abuelo, el rey Ethelhave. Y si no hicieron burla de este fuera en respeto del parentesco. No asi mi padre, que le motejaba de debil y senil, que mas merecia morir sobre la paja que embrazando el escudo y empunando la espada. Juicios que provocaban los reproches sin fin de mi madre.
La fama de audaz e inteligente de mi padre obraba como un iman que atraia sobre si la atencion de todos. Ademas, la rivalidad con Avengeray servia de catalizador para los ambiciosos y los traidores. Se convertian en virtudes legendarias, gracias a la inspiracion del bardo, cuanto se le adjudicaba, fuere real o imaginario. La aventura que le propusieran los bastardos para asaltar Ivristone durante la boda, aunque le repugnase cualquier traicion, tampoco cabia rechazarla, pues representaba la impensable ocasion de infligir a su enemigo la mas extremada de las burlas, que era la clase de lucha que preferia contra aquel hombre, por el que, pese a todo, sentia gran respeto y admiracion, lo que no vacilaba en proclamar. Aunque, al fin, cada hombre sea prisionero de su destino. La escaramuza, la burla, la sorpresa, el golpe repentino, audaz, imprevisible, le cautivaba. ?Y cuando se le presentaria otra ocasion semejante?
De su propia naturaleza le nacia la admiracion por los heroes y un profundo odio por los traidores. Sentimientos que tenian ocasion de manifestarse esplendorosamente en aquella propuesta para eliminar a Avengeray y Ethelvina, pues el odio de aquellos felones alcanzaba a ambos, hasta ofrecerle todo el botin que pudiera reunir, que le aseguraban seria considerable pues era fama la riqueza atesorada en palacio.
Penso en una doble partida: matar a los desleales caballeros, lo que consideraba de justicia pues solo le inspiraban desprecio, y burlarse del caballero del modo que jamas pudiera imaginar, y conseguir a la vez un magnifico botin. Nunca tuvieron proposito de matar a Ethelvina ni a Avengeray.
Manifestaron que el ofrecimiento de matrimonio por parte de mi madre constituyo una sorpresa inimaginable, que acepto por el simple hecho de que la burla resultaba todavia superior a como la habia planeado. Representaba una tentacion demasiado fuerte. El unico fallo consistio en la diligencia de los hombres de Avengeray en regresar, tras movilizar enorme cantidad de tropa, lo que les obligo a abandonar el castillo sin descubrir el tesoro que sabian oculto en algun lugar.
Referia Mintaka que la gran condicion de reina de mi madre le venia heredada de mi abuela Ethelvina, quien, juntamente con Avengeray, compusieron la mas notable pareja, capaz de lo imposible, y bien demostrado quedara con las hazanas que acometieron, el inolvidable asalto al refugio secreto en el Reino del Norte, donde culminaron la mas sangrienta y cruel de las venganzas. Sin que nadie discutiese la justicia de ambos, pues que tan grande provocacion como sufrieran no merecia otra respuesta ni podia esperarse menos de tan genial caballero. Aunque llorasemos a nuestros muertos. Aqui aprovechaba el bardo para asegurarme que mantenia en la mejor opinion a la reina Elvira, una gran reina, y si nunca se entendiera con el rey Thumber, tuviera yo en cuenta para juzgarles la gran tragedia que les habia tocado vivir. Pues por mucho que nos resistamos, el azar