Acabo por comprender que no siento odio: para mi la guerra es cuestion de morir o matar. Y como nada deseo menos que matarle, he procurado vencerle con astucias: con ello, los anos me han ido despertando el carino.» La reina pretendia ser sarcastica: «Famoso carino el vuestro, causante de su desgracia.»

«Y de la vuestra, os dejais sin decir. Jamas comprendereis que hubiera deseado que Avengeray fuera mi hijo: nada me enorgulleceria mas que el principe Haziel se le pareciese, caballero sin tacha, bien nacido y mejor honrado.»

«Le demostrais vuestro carino haciendome el mal.»

«?Y quien os dijo que el mal no engendra nada bueno? ?Como podria Avengeray asumir su destino sin acrisolarse en la adversidad y en la desgracia? ?Creeis que habria llegado a ser el mejor guerrero entre todos los cristianos de no tenerme por enemigo?»

Era mi padre, en estas discusiones, quien abandonaba el campo de batalla. Sin que le causara desdoro alguno, por cuanto estaba en su caracter, segun Mintaka, replegarse si le convenia, comportarse en cada momento como estimaba oportuno. Si habia dicho cuanto deseaba, ?a que conducia prolongar el duelo? Contrariamente habia concebido la sospecha de ser mi madre mala estratega, pues que nunca alteraba el esquema rigido de su preocupacion. Estaba obsesionada.

Mi padre no salio solo, sino que reclamo mi compania.

«Retenedlo bien en la memoria, principe -nunca antes me llamo principe, sino hijo, y esto hizo que le escuchase con solemnidad-. Habeis dejado de ser un chiquillo. Como teneis que entrar en el reino de los hombres, necesario resulta que os prepareis para las obligaciones que os aguardan. Vayamos en busca de Mintaka: a el encargare vuestra educacion. Mejor preceptor no puedo destinaros. Lo hara, ademas, con gusto. Obedecedle. Se encargara de convertiros en un hombre. No voy a prohibiros, por ahora, que visiteis a vuestra madre, la reina. Pero hacedlo solo en los ratos que os dispense vuestro tutor, y no por mas tiempo.»

Imagino lo tendria convenido con el bardo, pues sus instrucciones fueron breves, y en su compania quede. Ni siquiera habia solicitado mi parecer. Convertia en realidad lo que venia amenazando desde tiempo. No me quedaba otra opcion que acatarle, pues fuera inutil oponerse: sospecho me hubiera matado. ?Como iban a obedecerle sus hombres y temerle sus enemigos si no? Me consolaba pensar que siempre me fuera grata la compania y la palabra del bardo, y tenerle por maestro era un privilegio que me envidiarian los demas; tan bravo y diestro era considerado que hasta rivalizo con mi padre, reputados ambos como los mejores guerreros entre todos los hombres del norte.

Caminaba a su lado con semblante satisfecho. Me llevo al salon comunal, que poseia larguisimas bancadas en los laterales, mesas para las jarras y los vasos que servian las mujeres, con gran chimenea en el centro, cuyas llamas combatian el frio y hacian grata la estancia.

Gran numero de viejos guerreros retirados se hallaban presentes, gustosos de escuchar los relatos de los jovenes que regresaban de su primera expedicion, tolerantes y pacientes, aunque les causara divertimento. A la par que los jovenes que no habian completado su preparacion guerrera manifestaban su asombro y envidia por lo que escuchaban, y tambien por encontrarse junto a los veteranos, a los que admiraban, como era costumbre en nuestro pueblo. Adoraban a Mintaka, por la fama de su brazo y la sabiduria que encerraba, y me consideraban afortunado al tenerlo por maestro.

El mayor espectaculo eran aquellos que, concluida su preparacion guerrera, habian de afrontar la gran prueba que los introduciria en el mundo de los hombres. Era costumbre dirigirse al bosque en solitario, para dar muerte a un oso sin ayuda alguna. Podian usar la espada, la lanza, el hacha, incluso la flecha. Mas el prestigio y la fama de valiente se conquistaba dandole muerte con el cuchillo, lo que equivalia llegar al cuerpo a cuerpo, ufanandose en presentar la piel con un solo agujero en el lugar del corazon. Neofitos hubo que en los brazos de un oso dejaron la vida. Lo que a nadie importaba, pues eran honrados como valientes y tenian asegurado un lugar en el Walhalla, aunque solo como coperos y ayudantes de los heroes.

Eran de ver cuando regresaban al salon comunal exhibiendo la piel, y mostraban con orgullo el unico orificio en su superficie, asi como las heridas que en su carne recibieran durante la lucha. Si la piel correspondia a un animal adulto, al que se suponia extremada fuerza y fiereza, la fama de su matador era exaltada con gran jubilo: le banaban con hidromiel, bebida inventada por nuestro gran dios Odin, el tuerto. Era este el bautismo que le abria todas las puertas para participar en el siguiente viaje de vikingos al otro lado del mar, y tomar la palabra en la Asamblea que todo el pueblo celebraba dos veces al ano, en primavera y otono, antes y despues de la expedicion, que en definitiva era la gran empresa del reino, pues que de ella dependia la generosidad de la propia subsistencia, como manifestaba el rey.

La fiesta y el alborozo debian dejar perenne memoria en los protagonistas, que desde aquel instante cambiaban su personalidad; abandonaban la compania de sus camaradas neofitos y concurrian ya en adelante con los mayores. Lo que causaba envidia en los jovenes, para los que representaba un estimulo, pues sonaban con emularles y aun superarles.

Si durante la noche me permitia Mintaka participar en las reuniones, durante el dia me robaba el tiempo como un avaro, con destino al ejercicio de las armas. Tan duro me parecia entonces que desmayaba conseguir el proposito de mi padre y el empeno del bardo, quien por otro lado me tenia mayores atenciones y delicadezas que pudiera esperar del rey, exigente sin compasion. Siempre disconforme cuando acudia a comprobar mis progresos, esgrimia la espada en ocasiones y me propinaba tales golpes sobre el escudo que apenas si podia detenerlos, y me derribaba con el segundo o tercero, destrozado el broquel. Mintaka explicaba que una serie de ejercicios los dedicaba a reforzar mi naturaleza, y los otros a adiestrarme en el manejo de las armas y el conocimiento de las argucias del combate. Aseguraba que cada vez que te enfrentas a un enemigo se corre el peligro de perder la propia vida, y por consiguiente tanto importaba la fuerza del golpe como la intencion.

«Eso es lo que distingue al rey sobre los demas guerreros, aunque no os lo parezca: conserva la mente fria, sin contagiarse de la pasion que despierta el combate. Se lucha para conservar la vida y lograr el proposito que se persigue.»

Conforme mejoraba me anuncio que cuando tuviera fuerza y conocimientos capaces de infligirle a el algun dano en el combate, seria el momento de llamar a otros neofitos para luchar contra ellos y contrastar diversos estilos y modos. Los que mucho se regocijaron cuando les hice este anuncio en el salon comunal. Todos desearon ser llamados, pues la ensenanza de Mintaka suponia un honor. Y lo demostraron cuando les llego el momento, pues tanto le reverenciaban por ser veterano y mayor como por ser famoso guerrero y sabio, orgullo de nuestro pueblo. Lo que es llevaba a no conformarse con el aprendizaje de las armas; le suplicaban ensenanzas de aquellos viajes legendarios. Cuando le preguntaron si era cierto que los habitantes de allende el mar sentian espanto ante el anuncio de los vikingos, el bardo sonrio y no fue muy amplio en la respuesta:

«Es propio del hombre crear mitos: nos imaginan con cuernos en la cabeza. ?Conoceis a algun vikingo que sobre su casco conico de acero o cuero lleve cuernos? Pensad que la forma de nuestro casco es la apropiada para que resbale el filo de la espada. Pero las gentes no nos conceden inteligencia alguna. Nos llaman asesinos, piratas, bandidos, demonios, profanadores de templos, ladrones, fieras, incendiarios. Nos odian, nos desprecian, y nos temen. Sin embargo, no somos distintos de ellos. La realidad es que no existe mas diferencia que el estilo: lo que hacemos nosotros con barbara rudeza en ellos se lleva a cabo con fineza de modales civilizados. Son una cultura que declina: nosotros una incultura que comienza.»

Me preocupaba que, pese al interes creciente que me animaba, el entusiasmo de mis companeros fuera siempre superior al mio. Por lo que le pregunte:

«?Por que no siento la misma intensa ilusion que mis amigos?»

La respuesta constituia un enigma:

«Porque te sientes invadido por las dudas.»

Cuando me reunia con el rey inquiria sobre mis adelantos, pero mas que de las palabras fiaba de tentarme los musculos. Alguna vez que su humor debia de encontrarse a nivel satisfactorio llegaba a sonreir asegurando que mis fuerzas crecian, y el bardo corroboraba ser cierto. Hasta yo mismo percibia la evidencia por mi cinturon, que ya lo usaba de mayor circunferencia, y no solo la cintura, sino tambien el tronco y los miembros aparecian mas vigorosos y resistentes. El cansancio se me hacia por veces menos notorio.

El rey parecia satisfecho y se ufanaba:

«Algun dia seras mas famoso que Thumber», aseguraba sonriendo.

Entre tanto se ocupaba de la flota. Se carenaban los barcos, se les renovaban los mastiles cuando aparecian rotos o astillados, se cortaban arboles altos y enhiestos a tal fin. Tambien se renovaban timones y se construian remos nuevos para sustituir los partidos o deteriorados, y las mujeres tejian nuevas velas del color que distinguia

Вы читаете Regocijo en el hombre
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату