Senor por el diablo.
En la entrada del valle de Josafat, en pasando el torrente del Cedron, hallamos la palma de la que los ninos cogieron los ramos, y como ellos, igualmente nosotros entonamos el Hosanna y rezamos en la iglesia.
Tambien visitamos el templo del Monte de los Olivos, sobre la gruta donde el Senor inicio a sus discipulos en los misterios ocultos.
Bebi del pozo cuya agua fuera apetecida por David, en Belen, y oramos en la basilica de la Natividad, que guarda la gruta donde los pastores fueron avisados por el angel del nacimiento de Cristo, mientras vigilaban en la noche.
Nos detuvimos, ademas, en la fuente, cerca de Hebron, donde Felipe Apostol y Evangelista bautizo al eunuco de la reina Candace, quien lloro por no ser santificado completo. Y como en tierra tan sedienta todo sucede alrededor del agua, destacable es el pozo de Abraham y las grutas donde habito, asi como el monte hasta donde acompano a los tres angeles que iban a Sodoma.
Supe conforme recorria estos lugares que en ellos celebraban un famosisimo mercado al que acudian en la feria anual numerosos paganos, judios y cristianos, donde cada cual practicaba sus cultos respectivos. Hasta que acerto a visitarlos Eutropia, suegra de Constantino, quien convencio a su yerno para que los prohibiera e hiciere desaparecer todo rastro idolatrico. Con lo que se confirma la vanidad del hombre que inocentemente se considera rey, siendo en realidad gobernado por la mujer, cuando no por la suegra, como lo vio claro Cesar presentando al pueblo su hijo recien nacido: «He aqui al que gobierna el mundo, porque el manda en su madre, y ella en mi».
Dignos eran de ver en Jerico parte de los cimientos de los orgullosos muros derribados, como si fueran de paja, por las trompetas de Josue, hijo de Nun, y cerca se encuentra el lugar donde Elias fue arrebatado al cielo.
Al otro lado del Jordan pude subir al monte Nebo, sobre el que murio Moises despues de contemplar la tierra prometida.
En Galilea nos detuvimos en la aldea de la que fue Abisag Sunamitis, la joven virgen desconocida por David, la que le calento los huesos ateridos de sus postreros alientos, cuya belleza portentosa desperto las apetencias de Adonias, que colmaron a su hermano y le costaron la vida, pues ya se andaba Salomon con la paciencia corta.
Contemplamos los lugares en Cafarnaum donde curo el Senor al paralitico y la sinagoga a la que envio al endemoniado, y las siete fuentes abundantisimas donde realizo el milagro de saciar al pueblo con cinco panes y cinco peces, colocados sobre una piedra que es ahora altar y ya solo se contempla en parte, de tanto llevarse trozos los peregrinos para su salud, que para todo aprovecha. Y mucho temo que pronto los peregrinos acaben con el y pierdan para siempre el remedio santo.
Por los mismos parajes se encuentran los restos de la sinagoga maldita por el Senor, que estaban construyendo los judios cuando les pregunto en que se ocupaban y le replicaron displicentes que nada hacian. A lo que contesto el Senor que si nada hacian nada seria para siempre, y asi cada noche se les caia lo que edificaban en la jornada. Y de aqui han tomado los gentiles el ejemplo de aquella reina, esposa del pirata Ulises, que se le destejia por la noche lo que aderezaba en el dia.
Fue por estos lugares por los que caminando en gusano llegamos a la casa donde el apostol Mateo ejercia de recaudador, y ello me incito a poner en practica la determinacion que venia madurando, y aqui debo confesar que en empujarme tuvo parte principal Jordino, que ultimamente me instigaba. Porque el general celtico que dirigia la cabeza tenia dispuesto torcer alli el sendero para Tarso y regresar por Constantinopla, olvidando a mis muy queridos monacales de Egipto.
Nunca hubiera ocasion de graves controversias en cuantos anos durara el peregrinaje, que a todos nos animaba la vida en comun, pues eramos cenobio ambulante. Aunque la paz se mantuviera principalmente por mi particular renuncia, desoyendo los constantes consejos de Jordino que nunca paro de importunarme. Y aunque el general pareciera renuente a dispensarme, siquiera fuese temporal, de la promesa de silencio, porque tenia en duda si su autoridad alcanzaba, algun dia se desboco mi lengua. Entonces dijo que, pues el pecado estaba consumado, mejor seria dispensarme, no fuera que lo repitiese, visto que no era suficiente para contenerme en la disciplina.
Nunca tuviera dificultades para mantenerme en ella mientras fuera eremita en el bosque, ni tampoco cuando la Providencia me regalo a la dulce vaquerilla, cuyos gestos resultaban siempre mas graciosos y precisos que los libros de los gramaticos. Pero no acontecia asi siendo peregrino, que yo renunciaba en favor de los hermanos a un caudal superior, de clara y confortadora agua, y en cambio era turbia la que recibia, teniendo encima que soportar las burlas de Jordino que mucho me zaherian. Y mas de una vez proteste respetuoso porque nunca quedaba hueco junto a la vaquerilla durante la noche, rodeada su yacija de Halcones Peregrinos, custodiada por ellos como un tesoro. Y habia de conformarme con otra hermana, arrugada y flaccida, cuando lo que me apetecia era la exuberancia y frescura de la vaquerilla, que ademas no me enojaba refiriendome sus muchos pecados, mientras que a las hermanas, sobre recostarse en mi seno, les daba por la humildad y aprovechaban para vaciarme los pliegues de su alma.
Asi que en llegando a la casa del Apostol consumero -ocupaba en el gusano el penultimo anillo y lo remataba la vaquerilla-, levante un tanto la capucha para orientarme y conforme torcieron ellos hacia el norte derrote yo al sur, seguido por la vaquerilla con su gallardeton, pues ella no vislumbraba otro panorama caminando que los pies que la precedian, como cada cual. Y debo anadir aqui la secreta complacencia que me produjo emprender el camino divergente, que me hacia recuperar lo que tanto tiempo llevaba perdido. Tampoco debio de causar disgusto a la hueste mi determinacion, pues escuche el suspiro de complacencia de Jordino.
Largas eran las jornadas y duro el sacrificio que el desierto interminable imponia; mas doloroso todavia me era por la vaquerilla, inmenso tesoro rescatado que volvia a alegrarme con su confortadora dulzura, como las mieles del paraiso. Asi proseguimos hasta que nos recibieron los santos monjes catalinos en su monasterio recostado en las faldas del Sinai, en cuya cima permanecio Moises cuarenta abrasadores dias y cuarenta gelidas noches, mientras en el valle fabricaban el becerro de oro alla por los parajes donde, apacentando el rebano de su suegro, le hablara Dios desde la zarza.
Nos quitaron las sandalias y nos lavaron los cansados pies, como Nuestro Salvador hiciera con sus discipulos, y mucho se lo agradecimos. Nos reconfortaron ademas con sus humildes alimentos que nos parecieron manjares tras el largo ayuno del desierto, donde comimos cuantas clases de criaturas el Senor nos puso delante. Todos los frailes nos obsequiaban con camuesas, amen de otras frutillas cultivadas en sus huertos particulares.
Permanecimos en tan santa compania hasta restaurar nuestras fuerzas, sujetos a las reglas que nos ponian en pie a maitines para comenzar el oficio nocturno, y seguiamos con laudes, primas, tercias, sextas y nonas, concluyendo con visperas y completas antes de acostarnos, que lo haciamos con gusto despues de la santa dedicacion.
Subir a la cumbre del Sinai nos lleno de emocion: no quise hollarla con las sandalias, pues estaba pisando tierra santa, y las heridas que me producian las afiladas piedras me dolian menos que debieron las lanzadas al costado de Nuestro Senor Jesucristo, que las soporto por todos nosotros. Desde aquella altura contemplaba Egipto, el Mar Rojo, la Palestina, y hasta el Mar Pantelico se adivinaba, desde Grecia hasta Alejandria, y a derecha e izquierda el dilatadisimo pais de los sarracenos que parecian poseidos como huestes infernales, pues el diablo nunca ceja en su lucha contra los cristianos, y de ello hartas pruebas tenia. Mirando mas cerca contemplabamos al pie el valle donde llovieron el mana y las codornices que calmaron el hambre y confortaron el desaliento del pueblo elegido.
Cruzamos el Mar Rojo y nos adentramos por los aridos desiertos camino del rio Nilo, en busca de los primeros asentamientos de mi reverenciado padre San Antonio, fundador primero de los eremitas, que tengo por convencimiento ser la mas santa de todas las vidas dedicadas al servicio divino. Sin escatimarle alabanzas a la vida comunitaria, que a poco fundo el no menos reverenciado padre mio Pacomio, quien ya permitio consumir el pan, ademas de los vegetales, el queso, el pescado, la fruta y el mosto. Con lo que vino a llenarse la Tebaida de monasterios con apretados racimos de monjes, virgenes y viudas. Lo que impulso a otros a aumentar su soledad, encadenados a una roca o inmoviles en el suelo, y hasta mantenerse treinta anos encima de una columna, y no es que permaneciera ocioso pues desde su altura despachaba con sabios y prudentes consejos a quienes le planteaban problemas espirituales y humanos.
La ruta se nos convertia ahora en mas placentera, conforme jornada tras jornada descendiamos por la ribera del rio, gozando las maravillas con las que Nuestro Senor nos regalaba. La vaquerilla, quien al encontrarnos en