– Y de escritores que necesitan un buen tema.

La contemplacion de su cascada rubia no solo me calma aun mas sino que estoy a punto de caer en la ignominiosa pregunta de si algo tan autentico mejoraria mas mi trabajo que lo que tengo en la oficina.

– Lo unico que has sacado hasta ahora es una paliza.

En vez de explicarle que cosas asi le vienen bien a mi novela, le doy un beso en la mejilla. Nos ponemos en pie y Elise abre mi cama con la ofrenda con que se abre una cuna, y toma la puerta con la recomendacion: «Ten cuidado».

Al desnudarme, de un bolsillo del pantalon sale un crujido de papeles: es el texto de Luciano.

En los avatares de la vida, y mas en una epica policiaca como la que este que firma ha emprendido, quien hasta hoy habia velado por la patria desde los mas altos luceros, puede toparse con sorpresas inauditas como la de descubrir en pleno poblacho vasco nada menos que la fragua de Vulcano, el gran dios del fuego ardiente en el momento en que me dispongo a sacar la verdad a un tal Tomason y a su hijo Jacinto. ?Que han pretendido los hados enfrentandome a estos gigantones capaces de doblar hierros con sus manazas?

Estan sucios, tienen caras de criminales. Nada me extranaria que hubieran matado a ese Leonardo Altube, quien seguramente es un vasco que esta mejor muerto que vivo. Pero un fuerte impulso me arrastra a desfacer entuertos. Si, como don Quijote, y para remontarme a las raices de esta singular aventura, ayer me lei, con la paciencia de Job, todos los viejos informes de la policia de Guecho y de algun juez de la bien fenecida Republica, del ano 1935, acerca de personas interrogadas o investigadas, todas sospechosas de haber atado una noche a esos gemelos Altube a una pena de la playa que llaman de Arrigunaga para que el mar, en su ascension, los ahogara.

Al fondo de la herreria, recortandose en las llamas de Vulcano, estan las dos figuras.

– Vengo a vosotros en busca de la verdad. ?Quien mato al gemelo? Dispongo de medios, bien probados por mi no ha mucho, para haceros hablar.

– ?Otro? -brama uno. Y anade-: Y este, peor. ?Y cuando hacemos los trabajos?

Despierto con el brazo colgando fuera de la cama, la mano sobre los folios que no acabe en el suelo, porque precipitaron mi sueno, y consumida la vela de la mesilla. Al recoger los papeles compruebo que me faltaban ocho por leer; el sueno vino en mi ayuda.

Hoy, a Elise le tocaba coser fuera, en casa particular, y el dormilon de su hermano no la ve cuando se levanta. Bajo luz natural y con ama tomando posesion de todos los rincones, mis viajes por la casa son mas bien furtivos.

Llego a la libreria pasadas las once, y esta vez encuentro a Luciano dentro. Esta leyendo, de pie y frente a la Seccion, uno de sus titulos, que devuelve precipitadamente a su hueco en cuanto me ve. Koldobike se encoge de hombros y me lo senala con un gesto de impotencia.

– ?Noticia, Samuel! -prorrumpe el tipo viniendo hacia mi-. ?A Joseba Ermo le han abierto esta noche la cabeza y robado las cadenas que guardaba en su ferreteria!

«Las cadenas, otra vez», pienso. Koldobike y yo cruzamos nuestras miradas, y es como si encontrara en sus ojos una revelacion.

– Creo que se esta moviendo algo -digo, sin dejar de mirarla-. ?No lo comprendes? Hasta ahora solo fue ir de aqui para alla y hacer lucubraciones. El criminal se encontraba muy comodamente agazapado. Pero acaba de salir para mover ficha. ?Por que?

– No vueles, no vueles -dice Koldobike apartando los cabellos que le tapaban un ojo-. Al fin y al cabo, son cadenas que, a peso, tendran su valor. Y ladrones hay en todas partes.

– ?Son el arma del delito! Joseba Ermo las tenia bajo llave y el asesino las ha hecho desaparecer.

– En ese robo esta la mano del asesino, ?verdad, Samuel? -interviene el camisa azul.

– ?Y las hace desaparecer ahora, despues de haberlas tenido diez anos muertas de risa? Yo tambien suelo tirar cosas viejas a la basura -argumenta Koldobike en su habitual papel demoledor.

– ?Porque solo ahora se huele algun peligro! -exclamo.

– ?Nosotros somos ese peligro! -se atreve a soltarnos el tipo.

Me vuelvo a Koldobike.

– Y esta es la pregunta, muneca: ?que nos pueden decir esas cadenas? ?Que cono nos pueden decir?

– ?Muneca? -repite el azul.

– ?Donde esta Joseba Ermo? -le pregunto-. ?En el hospital?

– Hace minutos abrio su ferreteria con un duplicado de la llave.

– ?Como sabes todo esto?

– Eladio Altube me lo ha contado en su granja cuando he ido a…

– Si, ya conozco vuestros negocios. -Me vuelvo otra vez hacia Koldobike-. He de ir a esa ferreteria ahora mismo.

– Te acompano -dice el falangista. Y anade, al descubrir mi mirada-: Te he traido la noticia…, ?no merezco algun gesto por tu parte?

Me seguiria a cincuenta metros, en cualquier caso; necesita revolotear a mi alrededor por si desprendo algun polvillo negro aprovechable. No puedo evitar compadecerle, considerando que yo tambien procedo de un nivel tan infimo.

Luciano se apresura a abrir la puerta, esperandome en la calle, pero Koldobike me sujeta de la manga.

– A Joseba Ermo le han dado un sartenazo en la cabeza, como a los gemelos -dice.

– Los criminales repiten sus metodos.

– Alguien asegura que, a lo mejor, los gemelos se golpearon a si mismos, y si ahora Joseba Ermo se ha atizado en su propia cabeza, habra que pensar que a los de Getxo nos gusta esa diversion. Eladio, Leonardo, Joseba…, ?buenas piezas los tres! ?No es curioso que aparezcan juntos ahora?

– ?Adonde quieres ir a parar?

– Mira bien si el chichon de Joseba Ermo es de pega, y aprovecha la ocasion, ya que no pudiste ver los de los gemelos. Lo unico que te digo es que abras bien los ojos: a lo mejor, Joseba Ermo se ha robado esas cadenas a si mismo. Camino de la ferreteria, Luciano me envia su asombro: -Oye, esa chica tuya es un lince. Tendrias las cosas mas claras si fuera ella la que te escribiera la novela… ?Cuanto le pagas?

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