– Demostraron talento. Es lo unico con lo que me quedo: la inteligencia que hubieron de desplegar para coordinar tiempo y distancias. Naturalmente, en el caso de que…
– Caso que no se dio.
– No, no se dio.
Estudio su rostro antes de hacerle la pregunta:
– ?Que mas vio en la playa?
– ?Te parece poco?
– Siempre se escapa algo. Usted llego cuando lo mas importante ya habia pasado…, aunque pudo quedar algun rastro. Es muy posible que el criminal no anduviera lejos de todos ustedes.
– ?Por que?, ?que iba a hacer alli? Dispuso de tiempo mas que suficiente para huir, segun la cronologia de los hechos.
Chispean los ojos de don Julio Inchauspe, parece muy divertido participando del juego de la historia.
– No hablo de ver sino de presentir a alguien: un ruido sospechoso, unos ojos vigilantes desde la oscuridad… El propio Etxe no solo presintio sino que reconocio un rostro alejado y oculto.
– ?Un rostro en aquella oscuridad? Vaya, vaya… Y lo reconocio. Uno que no quiso mostrarse… ?Por que no quiso? ?Lo conocemos? ?Sigue entre nosotros? -Toma aliento y quiza valor-. ?Quien es?
Me levanto.
– Es tarde -digo.
– Bien, el caso es tuyo, tu pones y quitas, tu pones los tiempos. ?Me tendras al corriente, Sancho?… Olvidalo. Te deseo buena suerte. Y debo agradecer tus curiosos esfuerzos, que estoy seguro todo Getxo tambien agradecera.
– ?Le resultaria dificil llamarme por mi nuevo nombre, Samuel, Samuel Esparta? Un dia de estos hare tarjetas y le enviare una.
– Ah.
13
A cuatro pasos de la libreria me aborda Luciano Agui…
– ?Vaya cara que me ha puesto tu empleadita! Parece mujer de armas tomar. Se me han quitado las ganas de esperarte dentro.
– ?Cuando empezaste a llevar gafas negras?
– ?Eh?… Espera… Creo que dos anos antes de la guerra, en Valladolid… A ti tambien te han impresionado, ?verdad? Ayudaban mucho en los enfrentamientos callejeros con el rojerio. Me las quite y me las he vuelto a poner.
– En una novela hay que contarlo todo -digo-. Por ejemplo, hay que contar tu presencia en la playa aquella noche del crimen. Es un dato que mejorara tu novela sobre la mia, porque yo no estuve. ?Lo escribiras?
Mis palabras le llenan de felicidad.
– Gracias por tu consejo, Samuel. Es Samuel, ?no?… Gracias por tu confianza en mi capacidad para escribir novela: te veo inclinado a romper barreras entre nosotros.
– Sera una gran escena, realismo puro. Te envidio por haberla vivido. ?El narrador testigo del ir y venir de sospechosos la noche critica! O mas que sospechosos…, ?quizas el crimen se cometio ante tus propias narices y escondes en la manga el nombre del culpable! Estarias jugando con ventaja.
Se quita las gafas para mirarme mejor.
– Oye, ?es una trampa narrativa de las habituales en el genero? -Me dedica un guino-. Soplame lo que debo decir ahora para que tu escena quede a tu gusto. Lo quieras o no, estas metido en mi novela.
– Estuviste o no alli…
– Es algo que me pertenece. Soy un aprendiz, debo guardar bien todas mis perlas. Pero soy agradecido y te paso esto…
Saca de un bolsillo de su camisa azul varias hojas dobladas y las pone en mi mano, alejandose de inmediato, como si temiera mi lectura y mi juicio.
Lo primero que hago al pisar la libreria es rescatar de mi bolsillo esos papeles que guarde, y me bastan las tres primeras lineas para saber que hablan de Tomason Zalla y de su hijo: entro en la herreria nada mas salir yo.
– Cincuenta y dos con setenta y cinco -canta Koldobike, metiendo la cantidad en un sobre, que me entrega.
Es la caja del dia.
– Dudo sobre el paso a dar manana.
– Descansa. Duerme. Todo lo encontraras igual despues de un par de dias… ?Como te ha ido con don Julio?
– Medio Getxo estuvo en la playa aquella noche: Antimo y su hijo, Lucio Etxe, Luciano, y ahora entra el medico, por no mencionar a Eladio y Leonardo Altube. Una romeria. El unico ausente fui yo.
– ?Que hay del medico?
– Estuvo alli y no vio nada.
– A lo mejor no habia nada que ver cuando llego, todo estaba ya hecho.
– A lo mejor. Pero tenia que flotar en el aire de la playa alguna vibracion, un aroma especial, una electricidad, el eco perdido de unos gritos… Y la playa, que lo vio todo, tambien calla.
– Las playas no hablan. Si hablaran las habitaciones, los bosques, las calles, los cementerios, incluso los gatos y los loros, sobrariais los investigadores privados.
La luz en que se mueven ama y Elise en casa no es de bombilla sino de vela. Elise sale a mi encuentro en el pasillo portando una, que acerca a mi rostro.
– Me ha visto el medico -la tranquilizo.
– Gran noticia. ?Y ha visto tu cara?
– La tuvo delante.
– ?Y?
– Que siga su curso.
– Ama dice que a ver que te pasa, que te ve poco.
– Y con velas me vera menos.
La saludo en la cocina con un beso en la frente y me pregunta si he comido. La confundo corrigiendole: «Ama, sera si he cenado». Queda suspensa, y como cada vez confia menos en su cabeza, musita sin mucha conviccion: «Si, sera eso». Y yo concluyo, haciendola feliz: «No, no he cenado aun, ama. A eso vengo».
Cenamos porrusalda y leche. Elise, mi hermana mayor, que llevaba veinte anos sin acostarme, hoy me acompana por segunda vez a la cama y nos sentamos en ella.
– Me vas a decir en que andas metido -me pide-. Nadie me ha contado nada, pero no soy tonta y me llegan cosas.
Sus dulces ojos azules consiguen en segundos que mi tensa arboladura se desplome en una calma chicha de fin de singladura.
– Siempre me animaste a escribir…
– Te gustaba.
– Pues ahora estoy escribiendo de verdad.
– ?Saltando de una punta a otra del pueblo?
– Ahora escribo la vida. La tenia tan cerca y me empenaba en inventarla.
Si, le confieso todo; si hay alguien que se lo merece, es ella. Naturalmente, se asusta.
– Los crimenes son cosa de la policia.