Durante un momento me lo imagino secuestrado y tostandose sobre las brasas de la fragua.
– A cambio, me haras un favor… No tengo acceso al juzgado de Getxo, pero tu si. Necesito echar un vistazo a las cadenas que se conservan alli desde la muerte del gemelo.
– ?Para que?
– Solo tenerlas un momento en las manos.
Enarca las cejas y me revela con suficiencia:
– No estan en el juzgado sino en la ferreteria del Ermo.
– ?En la ferreteria de Joseba Ermo? -me asombro-. ?Que hacen alli? ?Como lo sabes?
– Ese Ermo, entre otras cosas, es un chatarrero… Se las llevo de aquella pena de la playa y…
– ?Quieres decir que las solto de la argolla casi delante de las narices del juez para…? ?Para que?
– El hierro, a peso, alcanza un buen precio. ?Ja, ja!
– ?Como sabes que hurto al juez una prueba tan importante? ?Que investigacion de los cojones se llevo a cabo en 1935?
– Eladio me dijo: «Llevo diez anos queriendo entrar en ese agujero, pero el nunca abre la puerta. Amontona chatarra hasta que sube el precio y la vende a los hornos de fundicion». Pero las cadenas aun no las ha vendido. ?Sabes por que? -Aguzo el oido. Luciano suelta otra carcajada-. Espera que los anos la conviertan en una pieza de museo… ?Ya sabes lo que valen los collares de Cleopatra! Es un jodido.
– Asi que las cadenas nunca formaron parte de una investigacion, ni siquiera de la investigacion de quien las robo…, que pudo ser el propio asesino. Y si yo, ahora, conozco quien es el ladron, habre de incluirlo entre los sospechosos.
– Como ves, no puedo ayudarte -sonrie el camisa azul-. No es solo el candado de esa puerta, es que el Ermo es un buen eslabon en nuestro mercado negro… ?Siempre los eslabones! -La expresion se le transfigura y esta a punto de cogerme por las solapas-. ?Recogeras tambien esta conversacion nuestra? ?Cuando y como la escribiras?
Esta febril. Le ha dado muy fuerte.
– Digamos que acabo de escribirla.
Me alejo, y esta vez no me sigue ni a cincuenta metros.
Pero me cuesta vencer los lamentos de mi cuerpo por meterme en la cama. Estan, por un lado, ama y su desmoronamiento cuando vea mis marcas; y, por otro, la urgencia de poner en orden mis ideas.
El clin-clon de la campanilla hace que vuelvan la cabeza una mujer con vestido de flores oscuras y Koldobike, que le esta envolviendo un libro. Al despedirse, la mujer le deja un enigmatico «Estas muy salada». Hundo el paraguas en el paraguero. Koldobike sale de detras de la mesita roja y me entrega toda su atencion: escruta mi rostro y luego me toma del brazo y recorremos la libreria hasta el biombo que ella ha restituido. «Sientate», me ordena, «que estas hecho una ruina.» No me siento, me sienta, anadiendo, mientras me despoja de la gabardina, el sombrero y la chaqueta, deshace el nudo de la corbata y suelta el boton del cuello: «A los de tu oficio os convendria tener un mal catre en vuestras oficinas. Yo me encargare. Mientras…». Empuja el respaldo de la silla, conmigo, hacia atras. Hace que me levante, gira la silla ciento ochenta grados, me sienta otra vez y empuja el respaldo hasta apoyarlo en el borde de la mesa. No es un lecho horizontal, pero si los cuarenta y cinco grados que, ahora descubro, necesitaba.
– No tienes precio, nena. ?Por que me tratas tan bien? Tengo suerte de vivir entre mujeres.
Koldobike mira hacia otro lado al sentenciar:
– Pero esos hombres nunca se casan.
Ahora suelta los lazos de mis zapatos para quitarmelos, y de esta operacion salta a otro tema con cierta precipitacion:
– Ha venido una viuda negra reclamando tus servicios -me suelta.
– Le habras explicado que en estos momentos… ?Que anunciaban sus trapos?
– Vestido de saten, rebeca de seda con cashemire, pamela de ala ancha, bolso y zapatos estiletos de cocodrilo… Todo negrisimo.
– Y gafas oscuras.
– Y gafas negras, naturalmente. Una dama misteriosa con posibles.
– Cobro igual a todos los clientes: cincuenta pesetas mas gastos.
– ?Cuando lo has decidido? ?Y por que solo cincuenta? De momento, no hay miedo de que a alguien le parezca caro.
Nos miramos y ni siquiera sonreimos: cosas asi dan ambiente.
– Tambien estuvo el neguritico a comprar el papel mas grande para sus planos de Getxo.
– El de los pasos.
– Me dijo que es mas humano un plano del pais en pasos en vez de en kilometros, y que tiene medida toda la costa de Getxo.
– Le seguirian los loqueros.
– ?Y que pensarias si un intelectual de cincuenta anos con gruesas gafas de concha pidiera
– Es un mal chiste… ?Que que pensaria yo? No se… Quiza, que gracias a mis andanzas he conseguido despertar en alguien interes por la Seccion. Seria mi unico logro… No te olvides de reponer a Chandler.
– Pedire ejemplares de toda la familia, porque habra colas en la puerta… ?Como te encuentras ahi tirado?
Intento incorporarme, pero ella me empuja hacia atras. Busco nueva postura y le cuento lo de las cadenas robadas por Joseba Ermo, y el rostro del falangista que Etxe vio en la niebla. A pesar de que una de las caracteristicas de Koldobike es que solo le asombran sus propias revelaciones, se queda boquiabierta.
– ?No me digas que el caso esta resuelto! -Suena a queja, a desencanto.
– Me temo que no. Lucio Etxe sufriria un espejismo.
– ?Espejismo? ?Quia! -La imprevisible de Koldobike ha dado un viraje-. Lucio Etxe sabe mucho de nieblas de la playa y si dice que vio la jeta de ese tipo es que vio la jeta de ese tipo. ?No seria el asesino ideal?
– La revelacion de Lucio Etxe es atractiva. Mucho. Pero no es demasiado fiable: tengamos en cuenta la excitacion del momento, la oscuridad, ?y como construir algo sobre una nebulosa vision de hace diez anos?… Escucha, nena: ?que lugar elegiria Lucio Etxe para matar a alguien? ?La playa, su playa! La conoce palmo a palmo, la quiere, no tiene secretos para el: sus ruidos, sus vientos, el ciclo de sus mareas, los habitos de los pescadores que la frecuentan, sus penas… Quien encadeno a los gemelos pudo ser este hombrecillo desamparado y pusilanime. Aceptando esto, la historia que nos ha endilgado seria pura filfa: los gritos que oyo a su llegada a la playa y que le llevaron a la pena de Felix Apraiz, sus inutiles intentos por desencadenar a los gemelos, la cabeza de Leonardo totalmente sumergida, la desesperada peticion de Eladio para que buscara ayuda, su carrera hasta la herreria de los Zalla y su regreso con ellos, la liberacion del superviviente… ?Todo, una invencion muy novelesca!
– Me parece que estas muy mal -afirma Koldobike moviendo la cabeza-. Y la culpa es de la paliza. Voy a despejar el sofa que tenemos en el cuartito para que te tumbes como Dios manda hasta que anochezca y tu hermana encienda velas en casa… ?Donde te duele?
– En el costado de babor.
– Tambien traere linimento de friegas. Ahora, mejor si te callas.
– No me tocaron las cuerdas vocales… Felix Apraiz: aunque en su pena se cometio el crimen, ?quien le cree mas sospechoso por ello? Es un nuevo hecho el que le convierte en mas sospechoso que otros: el matrimonio no ha olvidado la noche fatidica. ?Han transcurrido diez anos y ambos la siguen recordando punto por punto! ?Por que? Felix Apraiz padecia insomnio y salio al campo a recuperar el sueno. Ocurria muchas veces. Pero aquella noche parece que fue distinta, porque un hombre habia sido muerto en la playa. Tanto ella como el me confesaron que fue el crimen lo que hizo inolvidable la noche, pues Elixane Garro penso que su marido «tuvo ocasion de matar», zozobra que al parecer aun no ha desterrado. En cuanto a Felix Apraiz, confiesa que este mal pensamiento de su Elixane tambien le atormenta desde entonces. Pero quizas obtengamos la verdad con un leve cambio: si el marido, en vez de ser solo sospechoso, adquiriera la categoria de culpable. Entonces, a la zozobra de diez anos habia que llamarla culpabilidad pesando dolorosamente sobre la pareja.