– Tambien a tu lengua le convendria un descanso -dice, mientras me empuja al sofa.

– ?Y que me dices de los herreros? ?Buena pareja el padre y el hijo! Aunque Tomason no debe haberse roto mucho su cabeza para soltarme la historia que su padre Antimo conto en 1935 a la policia y al pueblo. Corrieron a la playa…, ?que otra cosa podian hacer? Aserraron el collarin de Eladio…, ?que otra cosa podian hacer? Etxe no solo los habia llamado sino que los veia aserrar. Quiza pudieron salvar a Leonardo, aunque tenia la cabeza bajo el agua. Quiza, premeditadamente, dilataron el tiempo (ocho lentas pasadas de sierra en vez de las cuatro necesarias; ?como iba a advertirlo el ignorante Etxe?). Si bien resultaria peligroso alargar demasiado el tiempo, y la cadena, al fin, hubo de acabar seccionada. ?Los eslabones no hablan! Pudo tratarse de la segunda salida aquella noche de Antimo Zalla y de su hijo; al menos, del padre. De modo que Lucio Etxe no lo habria sacado de la cama sino del chorro del grifo refrescando su cogote, pues matar debe de producir mucho sudor. ?Y el hijo? Habla el padre y chiton. Seria colaborador.

– ?Y crees que no se te da el sonar despierto? -dice Koldobike, alejandose para atender a un cliente que luego se marcha sin comprar nada.

Koldobike ha salido echando la llave y dejandome encerrado para que nadie me moleste. Lo primero que hago es cambiar de postura. Me levanto y parece que los huesos recuperan su responsabilidad. Les ayudo echando a andar. Mis pasos miden por tres veces el largo-de la libreria, desfilando otras tantas ante la sagrada Seccion. ?Les bastaria a ellos con los datos que ya poseo?

Me siento ante la mesita roja de Koldobike cediendo a la protesta de mi esqueleto. Dicen que los golpes duelen mas con el tiempo.

Una figura acaba de recortarse al otro lado del cristal de la puerta. No presiona el picaporte, no golpea con los nudillos y no hay duda de que me ha visto. Se limita a estar ahi, a que yo le vea; es decir, me esta permitiendo tomar, sin presiones, una decision. Por su estatura y su boina creo que es don Manuel, el maestro. Si le falta algun libro para la escuela ha venido en mal momento. No tengo mas remedio que abrirle.

– Hola, don Manuel.

– ?Que hay, Sancho? Antes he visto a Koldobike por la calle y asi puedo…, esa chica va un poca rara, ?no?…, puedo hablarte a solas.

– ?A solas? -Don Manuel es alto y mas bien flaco. Sus alumnos le llamabamos Lapicero. Me dio clase desde los siete a los catorce anos, y le recuerdo con mas carne que hoy; sera cosa de la guerra. Un hombre, si es maestro, nunca podra presumir de digno y justo si antes no ha merecido estas calificaciones de sus alumnos. Don Manuel las merecio-. ?Quiere sentarse?

No quiere. Me pasa el brazo por los hombros, en uno de sus viejos gestos fraternales, y me lleva junto al biombo. Tampoco aqui se sienta.

– ?Como estan ama y la hermana?

– Bien. ?Y usted?

Se limita a toser.

– Me llega que estas sacando del olvido el asunto de los gemelos Altube. Me costo creerlo: tu, un civil sin lazos de sangre con ellos ni, posiblemente, de amistad… No, no te critico, solo estoy asombrado. No me parece mal. Al contrario… Vivimos malos tiempos, unos de los peores para nuestro pueblo. Nos humillan, nos matan, persiguen nuestra lengua; es un milagro que no hayan sido ellos los interesados en buscar al asesino de ese hijo de Roque Altube. No es suficiente la terrible saturacion de muertos, pues ahora se trata de un muerto diferente, no solo un hijo de Roque Altube Uribe Gaztanerrota sino un asesinado en un Getxo aun sin guerra, sin invasion franquista… ?Sabes adonde quiero ir a parar?… ?Lo mato alguien de entre nosotros! ?Quien? Se supone que otro vasco. Y aqui esta el peligro: no pudo ser un vasco…, si bien en Getxo la inmensa mayoria lo somos. Pero tambien los hay de fuera, no vascos. Y hubo de ser uno de estos. Porque, Sancho, los vascos no somos de matar, y menos de ese modo.

Es una cuestion que me queda lejos, pero la expresion del hombre que tengo delante esta casi desencajada. Me atrevo a indicarle:

– Por un simple calculo aritmetico, las probabilidades de que…

Me corta:

– Aqui no cabe la ciencia sino el sentimiento de lo que somos.

– Segun usted, debere sospechar solo de gente sin sangre vasca-Don Manuel ha avanzado demasiado y creo que asi lo entiende. En su mano aparece un panuelo blanco, se suena en seco y lo devuelve muy despacio al bolsillo de su pantalon.

– Me asombra que ellos no se te hayan adelantado -dice-, disponiendo de esta gran oportunidad. Ahi es nada:

?vascos matandose entre si! Por suerte, tu pondras las cosas en su sitio. -Hace una pausa para mirarme a traves de un parpadeo-. ?Por que?… Si, eso exactamente: ?por que?… Supongo que no por sustraerles el placer de embarrarnos.

Si he tenido que confesar a otros mis razones, ?por que no a quien mejor las entendera, por haber sido mi maestro de literatura?

– Estoy escribiendo la novela de este caso criminal.

Tarda en exclamar: «?Escribiendo?», para anadir:

– Si, claro, lo recuerdo, sacabas muy buenas notas en redaccion, se te daba bien. Tenias buen gusto, buena letra. En tus resumenes de lecturas tenias ideas, te ponia buenas notas.

– Son ideas, precisamente, las que me faltan.

Nunca le molesto que le llevasemos la contraria. Su cerebro trabaja bien, porque me dice:

– Acatar la dictadura de la realidad. Es decir, escribirla… ?Ah!, recuerdo que ya escribias antes. Novelas de misterio. ?Que ha sido de ellas? Me pasaste a leer una. -Su expresion se agrieta-. ?Dios mio! ?Soy yo el culpable de…? Le di una puntuacion muy baja. Hable contigo y no dulcifique mi opinion. Algo he leido de novela de aventuras, policiaca… o como se denominen. La tuya me aburrio. Espere nuevas visitas del antiguo alumno con nuevos originales, pero no volviste mas. Luego supe que seguias escribiendo, por suerte para ti. Quiza no fui justo.

– Si que lo fue. Tengo escritas dieciseis novelas, todas devueltas por las editoriales. Todas.

– Ha de ser duro. Lo siento. -Estoy seguro de que no se le ha pasado por alto el aspecto de mi rostro, pero solo ahora me lo toca levemente con dos dedos. Me pregunto si este roce de pieles se produjo alguna vez en otro tiempo, o cosas asi ocurrian de modo natural. ?Cuando dejamos atras y para siempre estos contactos entre vertebrados que no son ni siquiera caricias y ya nunca olvidamos?-. ?Estas haciendo realismo de novela negra? ?Donde te has metido, Sancho?

– Soy un miserable, provoco las cosas para vivirlas desde dentro de ellas y luego escribirlas. Ignoro lo que saldra, pero no se hacerlo de otra forma. Aunque puedo jurar por lo mas sagrado que cuanto sale de mi pluma puede ocurrir…, porque ya ha ocurrido.

Don Manuel se queda atonito, solo repite: «Es curioso, curioso…». Saca otra vez el panuelo y se suena. Luego tose. Es la primera vez que deja de mirarme.

– ?No es la imaginacion un camino para mostrar la realidad? -digo-. El destino de la imaginacion no puede ser otro que la realidad; otra cosa es la fantasia. Solo que yo he encontrado un atajo.

Don Manuel se precipita a cortar unas sentencias innecesarias:

– Claro, claro, Sancho, estoy contigo, la literatura es inagotable… Escucha: no quiero amargarte, pero debes conocer un pensamiento que vive conmigo desde hace anos. Exactamente, diez, diez anos. Desde ese mazazo en la playa a nuestra comunidad, incluso a nuestro pueblo. -Estoy seguro de que no flaquea por el sino por mi-. No hay criminal. Fue un mal calculo de ellos mismos.

– No le entiendo.

– Los gemelos lo planearon todo. Quisieron aparecer ante nosotros como victimas, enternecer nuestros corazones. ?Por que? Hasta ellos mismos comprendieron que llevaban demasiados anos agrediendonos con sus actividades, como inmisericordes depredadores, y que Getxo estaba a punto de estallar.

Es lo ultimo que esperaba oir en este caso, incluso en este mundo. Reacciono con las unicas palabras que pueden justificar este sinsentido:

– Usted, con tal de vaciar a esta tragedia de cualquier asomo de criminalidad… A veces, hay que aceptar las cosas, aunque no nos gusten.

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