– Se que cuesta creerlo, a mi tambien me costo… Si, Sancho, te aseguro que me costo. Solo ellos podian haber tramado algo tan endemoniadamente laberintico. Tanto, que les fallo: habia de romperse por algun punto semejante estructura tan ingeniosa pero a merced de veleidades tanto atmosfericas como humanas.

Le replico, sencillamente, que no se de que me esta hablando. Pero el ha tomado carrera y perdido toda medida:

– Le he dado muchas vueltas, diez anos de vueltas… Matar es facil, incluso a dos personas a la vez. Existen metodos directos bien conocidos. Directos. Ellos eligieron uno, muy complicado. Sus negocios, empresas comerciales, asociaciones y demas fueron siempre chapuceros, se diria que medraban con el embrollo. Ah, pero su plan para enternecernos era todo menos chapucero… Escucha: se trataba de simular que los habian encadenado a esa pena para que se ahogaran y que, en el ultimo momento, eran salvados por un alma caritativa que pasaba por alli. ?Quien? ?Quien te viene a la cabeza, Sancho? ?Quien pisa la playa todos los dias el primero y, lo que resultaba fundamental, «a la misma hora»? ?Etxe! ?Quien, si no?… Eladio y Leonardo, que le esperaban, llamaron su atencion gritandole desesperados. Lucio Etxe llega a ellos, quiere salvarlos tirando de las cadenas, sin exito, y finalmente obedece unas ordenes a gritos y salva media playa y la cuesta en busca de los Zalla, que rescatan de la pena a Eladio vivo, y a su hermano muerto…

– Todo eso es bien sabido de todos.

– Otro retraso y hubieran sido dos los cadaveres.

– No se adonde quiere ir a… ?Retraso? ?Que retraso?

– Retraso o adelanto. Retraso de Lucio Etxe o adelanto de la marea por culpa del viento gallego. -Vivia la gloria del cientifico que revela por primera vez su gran descubrimiento-. Lo tenian perfectamente estudiado, se divertirian tanto como maquinando uno de sus gatuperios. El centro sobre el que giraba todo era Etxe, la hora de Etxe, las cinco de la madrugada. A los gemelos les llevaria dias o semanas hacerse con la medida de los tiempos…

– ?Que tiempos? -le pregunto, y no soy capaz de ocultar una sonrisa. Bueno, tambien me pica la curiosidad por conocer a que extravagancia era capaz de recurrir.

– Dos tiempos: antes y despues de Etxe. Aunque la cuenta tuvieron que echarla hacia atras: despues de Etxe y antes de Etxe, en este orden. Despues de Etxe, el tiempo que a este le llevaria ir y regresar de Cuatro Caminos, ahora con los herreros. ?Sesenta minutos? A lo que habia que anadir otro tiempo: el que los Zalla tardaron en aserrar las cadenas. ?Quince, veinte minutos, considerando la pequena tempestad de olas que les golpeaba? Nos ponemos en setenta y cinco u ochenta minutos… Ya acabo… Este tiempo, el segundo, lo confrontaron con el primero, la marcha hacia arriba del agua, y asi supieron que tiempo habian de conceder a la marea para que alcanzara sus cabezas… Pero algo les fallo.

– Todo eso, sin criminal.

– Sin criminal. Y lo siento, porque tu narracion se queda sin un final novelesco.

– A pesar de todo, tendria un final: a Eladio Altube se le acusaria de asesinato por imprudencia…, suponiendo que exista esa figura en las leyes de Franco, cosa que no creo.

– No existe. Aun rigen en esta posguerra leyes de guerra, donde unos matan sin matices y otros son sentenciados a muerte en juicios sin defensa. -Me mira, relajado-. Si, tendria un final: un vasco que no tuvo intencion de matar.

No tengo mas remedio que alterar su sosiego.

– Eladio Altube ha sufrido dos atentados despues de aquel.

Don Manuel se quita la boina y sopla sobre ella cuidadosamente. A pesar de que apenas rebasara los cincuenta anos, su pelo ya tiende al blanco.

– No quiero insistir. Veo que has tomado muy en serio tu novela y deseo sinceramente que la acabes con bien. Este pobre maestro bendice de antemano tu final, sea el que fuere. Es como si encargara a mi antiguo alumno un complicado ejercicio de redaccion…, una razon de mas para seguirte. -Se cala la boina con la soltura de los que saben que siempre les caera bien-. ?Tiene que ver con todo esto lo que le he visto a tu empleada? -Me acaricio mecanicamente la corbata desanudada-. ?Ah! Que yo recuerde, jamas usaste ese trapo. -Se vuelve y se aparta de mi por primera vez hasta detenerse ante la Seccion, cuyos lomos recorre con la vista y con la punta de los dedos-. ?Por que no? Ellos no se atrevieron a tanto como tu, Sancho. Ellos crearon la realidad que veian, endureciendola o dulcificandola. Tu secuestras la tuya. ?Que se siente al ver pasar bajo la pluma tanta vida autentica? Hay libros que estallan ante los ojos y el tuyo sera uno de ellos… ?Ando descaminado? -Vuelve el rostro para mirarme un segundo, pero obvia mi respuesta y sigue con lo suyo-. Como no podia ser de otro modo, vestian a lo americano, a lo yanqui, si quieres. Y si alguien, tu, enamorado de alguna de sus manifestaciones necesita trasplantar la receta… Otros nos reafirmamos en lo nuestro con kaikus, abarcas y boinas.

– ?Le suena bien Samuel Esparta?

Me mira otra vez, parpadea y sonrie.

– Para Getxo, mejor que Sam Spade. -Salva los cuatro pasos que le separan de mi-. Espero que, en esta ocasion, el habito haga al monje… No eches en saco roto mi teoria sobre los gemelos. Incluso a mi me fascina, aunque no fuera la acertada. Pero si es la acertada. Yo solo la he deducido, sus inventores fueron ellos. ?Es brillante y redonda! Me cuesta creer que el final de tu novela pueda ser otro. -Sus ojos realizan un preocupado recorrido por mi cara-. Cuidate del exceso de realismo.

Su espalda cansada se dirige pesadamente hacia la puerta, que abre, y el clin-clon de la campanilla me llega con su despedida:

– Si algo no marcha en tu redaccion, poco podra hacer tu viejo maestro, que se estanco en la simple traduccion al euskera del Quijote y en lo que sabia hacer Cervantes: imaginar. Tu acude a esos americanos. Agur.

12

El galeno

A las cuatro, Koldobike me encuentra sentado a la mesita roja, dormitando sobre ella y mis brazos cruzados. Me incorporo al oir, simultaneamente, la campanilla y su voz briosa:

– Veo que has abierto la puerta a alguien.

– Don Manuel, el maestro.

Me hace otra cura en el rostro, aplicando linimento a las moraduras.

– ?Por que libro preguntaba?

– Por ninguno… Escucha, muneca: a poco, el caso, la novela y la justicia se van al carajo. ?Que te parece con lo que me sale el maestro? ?Que los propios gemelos se encadenaron a la pena y esperaron la subida de la marea para que, en el ultimo momento, Etxe y los herreros los salvaran! ?Y para que? Para ganarse nuestra compasion.

La mano con el guate de Koldobike queda colgando en el aire.

– Chochea -silba.

– Se aferra a la bondad de los hombres, que en Getxo son los vascos. Es incombustible.

– ?Sabes lo que te digo? Que es la cosa mas tonta que he oido en mi vida. Seria como si dos comadrejas se metieran en una trampa por amigarse con las gallinas.

– Sin embargo, es una idea sugestiva. ?De quien es su paternidad: de los gemelos o de don Manuel? No hay duda de que el maestro la lleva perfeccionando anos.

– Tonterias -murmura Koldobike, sumergida en mi rostro.

– No me la puedo quitar de la cabeza. A cualquiera no se le ocurre algo tan complicado. Aunque lleno de riesgos. Nadie puede controlar los imprevistos ni las fuerzas naturales.

– Ahora, friegas. Ven y tumbate en ese bonito sofa.

– No puedo perder mas tiempo, estoy pensando. No me duele nada.

Ya en el camastro, su puno cerrado presiona con fuerza mis rinones y ahogo un gemido.

– Estas en otra cosa y no sabes ni que tienes cuerpo. Date la vuelta.

Me tiendo boca arriba al tiempo que ella se arrodilla a un lado en el suelo, esgrimiendo un frasco. Tiro de

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