– ?Toma ya! -silba Koldobike.
– Te quedaste sin realidad -digo.
Era mi propio problema con la imaginacion. Siento a Luciano mas proximo de lo que desearia. ?La maldita falta de imaginacion ataca a los buenos y a los malos!
– No me desarbole, esgrimi de nuevo la pluma -anade-. Y, de pronto, la novela daba un giro hacia el abismo, las gloriosas hazanas de la Division Azul se reducian a lirismos sobre intercambiables estepas nevadas, rigidos uniformes helados, impasibles expresiones bajo gorros de piel con carambanos-, anorados colores de prados primaverales. Mi pluma tampoco se sustraia a flechas y luceros. En cambio, tu, viento en popa. Lo tienes mas facil, no eres poeta. -Se lamenta y se levanta y apoya una mano en mi hombro-. Lamento la paliza, librero. -?Por que no van a ser sinceras sus palabras?-. Tu si que tienes cojones.
– No se te olvide meter esto, Sam -dice Koldobike.
– Ah, claro, naturalmente. No solo escribes la realidad sino que vives en ella. -Luciano se inclina sobre mi-. La verdad, librero: ?incluyes todo, todo?
– Todo -asegura crudamente Koldobike.
– ?Incluso esta escena, nosotros zurrandote y ahora intercambiando amigablemente confidencias?
– La novela de Sam Esparta es un saco sin fondo -anade Koldobike.
Luciano se atreve a tocar con sus dedos la cabellera explosiva de mi empleada y ella se los aparta de otro manotazo, y entonces los dedos descienden para senalar la falda. -Nunca se habian visto en Getxo estas pintas - dice, con un curioso brillo en su mirada-, y nuestro librero se llama ahora Samuel Esparta…, Esparta, ?no?…, y es un investigador privado metido de cabeza en la serie negra con un crimen real. El heroe integro y sufrido y su incondicional secretaria para todo… ?Pero si es de libro! ?Que escenografia se ha montado el jodido librero! Realismo, realismo. ?Y la poesia a tomar por el culo!
10
Es de noche, mas de las nueve, cuando Koldobike y yo, apoyado en ella, alcanzamos mi portal, un trayecto familiar que siempre cubro en breves minutos, hoy seguramente doblados. Me siento en el primer peldano de la escalera mientras ella sube al piso a poner en practica la estrategia. Mi cuerpo ha resistido bien el viaje, solo la queja de un par de huesos.
Koldobike no regresa sola. El gemido, al menos, que espero escuchar de mi hermana al ver mi estado, no se produce. Elise siempre fue una mujer entera, salia a descubierto cuando los Junkers alemanes pasaban sobre nuestras cabezas para bombardear Bilbao, el aeropuerto de Sondika o la industria de la Ria, pero tambien se les podia ocurrir soltar sus bombas sobre Getxo, a modo de entrenamiento; yo preferia verlos bajo techado. Desde la muerte de nuestro padre, ella fue en el hogar la figura fuerte.
– Teneis razon, mejor que no lo vea -sentencia al verme.
La estrategia consiste no en que ama no me eche la vista encima de ningun modo sino en dejar el piso en penumbra. Subimos los tres -Elise a un costado, ayudandome y con la mano abierta acariciando mi nuca, y Koldobike al otro lado, como apoyo de mi antebrazo-, y, ante la puerta, cerrada, se despide mi «incondicional secretaria», no una sino cuatro veces, y se va escaleras abajo.
Elise entra en casa y, segundos despues, se apagan todas las bombillas: ha quitado los plomos. Oigo su voz: «?Que lata, otro corte de luz!». Y ama: «Nada de corte, son las brujas». Asi que las dos se ponen a buscar velas en los cajones, y las encienden y la cocina queda en una penumbra protectora. Ceno, sin ganas, berza sobrante del mediodia y un tazon de leche que no puedo terminar. Solo pienso en la cama, donde Elise me desnuda hasta dejarme en calzoncillos. Intenta darme unas friegas con alcohol, pero mi mano frena la suya en el primer recorrido doloroso. Nos despedimos con el mejor logro: los ojos de ama no se han enterado.
En la madrugada, aun de noche, la puerta se abre sigilosamente dos palmos y asoma la cabeza de mi hermana tras una vela. Para que se fuera me bastaria con no hablar.
– Pasa.
– ?Como estas? -La llamita indaga en mi rostro y no parece bastarle-. Voy a encender la luz.
– Faltan los plomos -le recuerdo.
– Acabo de reponerlos.
– Prefiero que no enciendas.
– Yo no soy ama, ayer vi tus marcas. Lo unico que se, por Koldobike, es que fueron falangistas.
– Pero todo esta arreglado.
– ?Arreglado? -No me cree-. Te hare una cura. -No enciende la luz hasta su regreso con una farmacia-. ?Sabes cuantas marcas tienes? Tienes cuatro. Y otros tantos moretones. Sin contar el medallon del ojo… Ahora, a dormir -me pide cuando acaba. Llega a la puerta y se vuelve-. Por cierto, antes casi no conozco a Koldobike. ?Que hace esa chica? -Apaga la luz y, ya en el pasillo, la oigo antes de cerrar la puerta-: A ti y a ella, y a ella y a ti, os veo muy raros.
Estoy seguro de que la investigacion marcha. No he conseguido nada definitivo, ni siquiera importante, pero el caso se mueve, hablo con gente y me entero de cosas nuevas, con gente entre la que ha de estar el tipo que ya habra empezado a ponerse nervioso. Si esto es asi, ya tengo mucho. ?Significa algo la intromision de los falangistas de Luciano? Si para mi: cada vez que llegaba a este punto, a lo largo de la noche, tocaba partes de mi cuerpo maltrecho. Y sentia que en este cuerpo algo resucitaba. Este pensamiento golpeando mi cerebro es el que me ha puesto en la cocina a las nueve de la manana, ya vestido. Elise me sale al paso y le ofrezco la mejor expresion posible que, asombrosamente, la tranquiliza y me anima a decir:
– Estoy mucho mejor.
Y es posible que sea verdad. Me lavo las manos en la fregadera y me refresco rostro y cabeza, con la hermana detras, comprobando mis posibilidades.
– Voy a salir.
– Sientate -dice ella sin sorprenderse.
Primero, el cambio de apositos, y luego el tazon de leche caliente y la manzana.
– Vete, antes de que aparezca ama. No te he dicho que llueve porque no serviria de nada.
Me pone en la mano el paraguas y la gabardina. La miro abiertamente.
– Estoy escribiendo otra novela.
Sube un rastro de alegria a su rostro.
– ?Es verdad que todo se ha arreglado con los falangistas?
– Tranquila -le sonrio.
Bendita lluvia que me permite ocultar el rostro bajo el paraguas al paso de conocidos. Creo que me faltaba la gabardina para sentirme mas Sam Esparta. Por supuesto, Koldobike tiene abierto el chiringuito. La expectacion con que trato de localizarla en el interior me confunde por mi falta de dudas en las horas precedentes: si, continuan el rubio platino y la falda exigua; una irreductibilidad que endurece mas la mia.
– Hola.
– Hola. El mundo no se hunde aunque uno no se levante de la cama.
– ?Si, se ha hundido de ayer a hoy, he perdido el ritmo, ignoro cual ha de ser el siguiente paso!
– ?Lo sabias ayer? No… La siguiente visita podria ser al padre.
– ?Roque Altube? ?Es el padre del difunto Leonardo! Un padre no mata a su hijo.
– Es un hombre serio, de palabra, de los de antes. Los gemelos eran una mancha en el apellido.
– ?Limpieza de sangre con sangre? Estas loca. Ademas, en 1935 tendria setenta anos. ?Te imaginas a un viejo asi aquella noche en la playa atacando a sus propios hijos?
– Dos anos despues lo vieron en el frente vasco durante toda la campana. Un viejo muy especial… Pero olvidalo. Aunque podria darte mucha informacion. Entonces la policia le hizo preguntas…
– ?Estoy a oscuras, no puedo pensar, he perdido el pulso de la investigacion!